Academia.eduAcademia.edu
La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla Editores científicos: J P B R, A R R, M M M, C R G  F G C Colaboración en la edición: M I M P, M Á L C  A R M La segunda Guerra Púnica en la península ibérica : Baecula: arqueología de una batalla / editores científicos, Juan Pedro Bellón Ruiz… [et al.] ; colaboración en la edición, María Isabel Moreno Padilla… [et al.]. -- Jáen : Servicio de Publicaciones, Universidad de Jaén, 2015 688 p. ; 27 cm ISBN 978-84-8439-914-8 1. Guerra Púnica, 2ª, 0218-0201 a. C. 2. Historia 3. Siglo 3 a. C. Santo Tomé (Jaén)4. España I. Bellón Ruiz, Juan Pedro, ed. lit. II. Moreno Padilla, María Isabel, col. III. Universidad de Jaén, ed. IV. Título 931(460.352) © Autores © Universidad de Jaén Primera edición, diciembre 2015 D  M Servicio de Publicaciones ISBN ---- D L J-- C CAAI Textos, 7 E Publicaciones de la Universidad de Jaén Vicerrectorado de Proyección de la Cultura, Deportes y Responsabilidad Social Campus Las Lagunillas, Edificio Biblioteca 23071 Jaén (España) Teléfono 953 212 355 – Fax 953 212 235 servpub@ujaen.es I  Gráficas «La Paz» de Torredonjimeno, S. L. Avda. de Jaén, s/n 23650 Torredonjimeno (Jaén) Teléfono 953 571 087 – Fax 953 571 207 Impreso en España / Printed in Spain «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra». J. P. Bellón Ruiz, A. Ruiz RodRíguez, M. Molinos Molinos, C. RuedA gAlán y F. góMez CABezA ÍNDICE INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................. 7 CONTEXTUALIZACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA ................................................ 1. BRIZZI, G.- Qualche riflessione a proposito delle guerre puniche ................................... 2. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. J.- Los autores antiguos y la Segunda Guerra Púnica: una visión sesgada ................................................................................................................... 3. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. y LÓPEZ CASTRO, J. L. - El comercio en Iberia durante la Segunda Guerra Romano-Cartaginesa ................................................................... 4. NOGUERA GUILLÉN, J., BLE GIMENO, E. y VALDÉS MATÍAS, P.- El campamento de la Palma-Nova Classis y la Segunda Guerra Púnica en el norte del río Ebro .............. 5. ARANEGUI GASCÓ, C.- Sagunto en la encrucijada. Topografía de las fortificaciones del oppidum ................................................................................................................................ 6. OLCINA DOMÉNECH, M. y SALA SELLÉS, F.- Las huellas de la Segunda Guerra Púnica en el área contestana ................................................................................................... 7. RAMALLO ASENSIO, S. F. y MARTÍN CAMINO, M.- Qart-Hadast en el marco de la Segunda Guerra Púnica ........................................................................................................... 8. CANTO, A. Mª- La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica, y el sitio de Ilorci-Amturgi ............................................................................ 11 13 LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN EL ALTO GUADALQUIVIR: EL CASO DE BAECULA 9. MOLINOS MOLINOS, M., RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., GÓMEZ CABEZA, F., RUEDA GALÁN, C., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A. y GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª.- El Proyecto Baecula: historia de una investigación ................................................. 10. BELLÓN RUIZ, J.P., GÓMEZ CABEZA, F., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C., LECHUGA CHICA, M. A. y PÉREZ CANO, F.- Una metodología arqueológica para el estudio de campos de batalla...................................... 11. CÁRDENAS ANGUITA, I.- Análisis SIG de un escenario arqueológico de batalla ....... 12. MOLINOS MOLINOS, M.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUEDA GALÁN, C.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; LECHUGA CHICA, M.; PÉREZ CANO, F. y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A.- El Cerro de las Albahacas: configuración y secuencia .............. 13. RUEDA GALÁN, C.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y LECHUGA CHICA M. A.- Un contexto excepcional: las áreas campamentales en la Batalla de Baecula ................................................................ 14. QUESADA SANZ, F.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y BELLÓN RUIZ, J.P.- El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula .... 15. GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; BELLÓN RUIZ, J. P. y MONTERO RUIZ, I. - La moneda de un campo de batalla: Baecula................................................................................................... 5 29 49 63 91 107 129 163 193 195 233 261 277 289 311 397 La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla 16. BELLÓN RUIZ, J.P., RUEDA GALÁN, C., RUIZ RODRÍGUEZ, A., GÓMEZ CABEZA, F. y MOLINOS MOLINOS, M.- El oppidum de Los Turruñuelos ....................................... 17. MONTES MOYA, E. y PRADAS BALLESTEROS, C.- Aportaciones desde la arqueobotánica a la agricultura y el entorno vegetal del oppidum de Los Turruñuelos.................. 18. TUÑÓN LÓPEZ, J., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A., MONTEJO GÁMEZ, M.; MÁRQUEZ LÓPEZ, F. y PARRAS GUIJARRO, D.- Análisis de decoraciones en cerámicas iberas del oppidum de Los Turruñuelos mediante microespectroscopía Raman......................... 19. RUEDA GALÁN, C., RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A., MORENO PADILLA, Mª I, GÓMEZ CABEZA, F., GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª, ARJONILLA BUENO, A., MARTÍNEZ CARRILLO, A., MORA MONDÉJAR, Mª C. y RUIZ RODRÍGUEZ, A. - La cerámica en el Cerro de las Albahacas y en el oppidum de Los Turruñuelos .................................... 20. GÓMEZ CABEZA, F.- El territorio de Baecula: análisis de la evolución del poblamiento en el curso medio-alto del Guadalquivir .............................................................................. 21. BELLÓN RUIZ, J. P., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C., GÓMEZ CABEZA, F. y QUESADA SANZ, F. –Conclusiones y propuestas sobre el desarrollo de la Batalla de Baecula ........................................................................... 22. QUESADA SANZ, F. La Batalla de Baecula en el contexto de los ejércitos, la táctica y la estrategia de mediados de la Segunda Guerra Púnica: una acción de retaguardia reñida.......................................................................................................................................... 23. RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C. y GÓMEZ CABEZA, F.- La visibilidad arqueológica de un acontecimiento: las contradicciones de la arqueología histórica .................................................................... 427 457 469 477 521 537 601 621 UN ESCENARIO METODOLÓGICO DE REFERENCIA ................................................................ 24. ROST, A. y WILBERS-ROST, S.- Looting and scrapping at the ancient battlefield of Kalkriese (9 A.D.)...................................................................................................................... 637 BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................................................................... 651 6 639 14. EL ARMAMENTO HALLADO EN EL CAMPO DE BATALLA DE LAS ALBAHACAS-BAECULA Fernando Quesada Sanz1 Francisco Gómez Cabeza2 Manuel Molinos Molinos Juan Pedro Bellón Ruiz 1.- OBSERVACIONES PRELIMINARES Al abordar el estudio de las armas encontradas en la zona del Cerro de Las Albahacas, que supone ya un lote extraordinariamente numeroso, es necesario realizar una serie de observaciones de partida, que en principio pueden parecer contra-intuitivas, e incluso –en un primer análisis– contrarias a la lógica. Estas consideraciones son necesarias ya que permiten explicar los patrones observados en nuestro análisis arqueológico, y además responden satisfactoriamente a algunas objeciones que se nos han realizado en estos años sobre el número, tipo y dispersión espacial de las armas localizadas, de acuerdo con las prácticas militares del mundo antiguo, bien documentadas por las fuentes literarias y, de modo creciente, por la ‘arqueología de los campos de batalla’3. 1 2 3 1.a.- Proceso postdeposicional En primer lugar, los tipos de armas que cabe esperar encontrar en un campo de batalla dependen del proceso postdeposicional, inmediato y a largo plazo (Figura 1). En el mundo antiguo (como en el medieval), lo normal es que el bando vencedor, que ocupaba el campo de batalla al concluir ésta, emprendiera una recogida más o menos sistemática de las armas utilizables, tanto de las propias como de las de los vencidos. Por poner un ejemplo de estos mismos años, Polibio es explícito al indicar que los cartagineses de Italia despojaron a los romanos caídos en Trasimeno de sus armas, y que Aníbal equipó con ellas a sus tropas africanas (Polibio, 3,114,1). En el caso de Baecula, sabemos además por las fuentes literarias que Escipión se quedó unos días sobre el terreno (Polibio, 10, 40, 11; Livio, 27, 19), por lo que la recogida de armas debió ser más exhaustiva. No es sólo que los romanos tuvieran una larga tradición de adoptar las armas de sus enemigos para configurar su panoplia (Arnim, 1892; Couissin, 1926; Briquel, 1986, Quesada, 2007: 379-381, etc.), sino que en este periodo las armas de los iberos y cartagineses eran compatibles con las romanas, como veremos enseguida (infra, Apdo. 1.d.). Universidad Autónoma de Madrid, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, fernando.quesada@uam.es. Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, fgcabeza@ ujaen.es, mmolinos@ujaen.es, jbellon@ujaen.es. Un marco conceptual y aplicado de estas consideraciones puede encontrarse desarrollado en Quesada, (2008a). Ver además –y sobre todo– Geier, Babits, Scott, Orr (2011); Scott, Babits, Haecker (2009); Freeman, Pollard (2001). El salto que se ha producido para los estudios del mundo desde el trabajo de J. Coulston (2001) es evidente. 311 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 1. Procesos postdeposicionales de las armas en un campo de batalla antiguo. del Little Bighorn en 1876, son bien explícitos al respecto en sus hallazgos y en su interpretación en la misma línea que avanzamos. Por ejemplo, en el caso de las prospecciones y excavaciones de Kalkriese, los excavadores insisten en que de los aproximadamente cinco mil objetos romanos hallados en las excavaciones en el Oberesch están en un estado muy fragmentario y que esto es resultado de “body stripping by the Germans who plundered the battlefield […] the looters carried away nearly everything as they could use it or melt it down […] Therefore we do not find complete armour, not even a complete gladius was discovered, but only those pieces which the Germans who plundered the battlefield failed to notice” (Rost y Wilbers-Rost, 2010:123 ss.; ver también las consideraciones sobre el mismo tema en Rost, 2008: 222 ss.). Exactamente lo mismo ocurrió en el Little Bighorn, ya cerca de dos milenios después (Scott et al., 1989:90). ¿Qué armas eran las que se recogían?: lógicamente las más costosas, fundamentalmente corazas de todo tipo, cascos, escudos no dañados y espadas, armas que no se podían fabricar en campaña e incluso podían ser de compleja reparación; otras armas como lanzas y pila eran también visibles y se podían recoger fácilmente. Esta recogida no sólo permitía abastecer al propio ejército, sino que impedía que otros (los propios enemigos huidos, campesinos potencialmente hostiles, bandidos y saqueadores de todo tipo) pudieran recogerlas luego, creando un peligro futuro. Los estudios de arqueología militar realizados en campos de batalla que abarcan un amplio periodo, desde los restos de Kalkriese (muy probablemente la batalla de Teutoburgo en 9 d.C. o en todo caso no después de las campañas de Germánico del 14-15 d.C.) y hasta la batalla 312 FeRnAndo QuesAdA et al. La utilización de parte de las armas capturadas para la erección de trofeos in situ (Gabaldón, 2002-2003) o en santuarios como ofrendas (como se dice que los germanos hicieron en Teutoburgo (Tacito Ann., 161) debe también tenerse en cuenta, aunque no es algo que se mencione en Baecula, y en Kalkriese no se han localizado restos interpretables en este sentido (Rost y Wilbers-Rost, 2010: 133 n.7), quizá porque los romanos de la expedición de Germánico los desmontaran. aquello que restara y tuviera algún valor en el mercado del coleccionismo ilícito. Esto supone, con absoluta seguridad pues lo hemos documentado en la tradición oral local y en diversas colecciones particulares, la pérdida de una importante cantidad de monedas, fíbulas, broches de cinturón, puntas de flecha llamativas, y por supuesto las pocas armas completas que pudieran quedar tras los procesos anteriores. Estas búsquedas, cuya magnitud y atención al detalle no exageramos en absoluto, sin duda han supuesto una importantísima pérdida de material, la más importante en siglos desde que los últimos saqueadores abandonaran el campo semanas después de la batalla. Pero el proceso postdeposicional del campo de batalla no acaba con la recogida de las armas caídas por parte de los vencedores. Cuando éstos abandonaran el terreno, la población local de la zona caía como aves carroñeras sobre el campo de batalla, para saquear a los heridos y muertos no enterrados y recoger cualquier cosa de valor, un fenómeno que se ha dado hasta la actualidad4. De este modo, buena parte de lo que los ejércitos hubieran abandonado sería recuperado y reutilizado en muy breve plazo. Así pues, las armas que cabe esperar hallar mediante trabajo arqueológico sistemático y empleando herramientas de detección sofisticada (en caso contrario nada o casi nada se hallará) en un campo de batalla antiguo son, en primer lugar, una muy pequeña fracción de las inicialmente abandonadas o perdidas. En segundo lugar el conjunto se limitará a unos tipos claramente sesgados por todo el proceso descrito. Con el paso de los años, décadas y siglos, la erosión, el trabajo de los campos, y hallazgos casuales suponen un desgaste adicional, especialmente de todos aquellos elementos realizados en materia orgánica, como madera de escudos, textiles de cuero de atalajes, corazas y otros elementos de material orgánico y también de elementos metálicos frágiles, como vainas de espadas, cantoneras de escudos, etc. 1.b.- Grupos y tipos de armas esperables En consecuencia con lo dicho en el apartado anterior, no cabe argumentar que ‘Las Albahacas’ no puede ser el resto de una importante batalla donde se enfrentaron quizá hasta cuarenta mil hombres, porque ‘no aparecen’ ni espadas, ni cascos, ni corazas, ni apenas lanzas o escudos5. Como consecuencia del proceso ‘tafonómico’ analizado, lo que realmente cabe esperar hallar Finalmente, con especial relevancia en el caso de Andalucía, y en particular en el Cerro de Las Albahacas, las depredaciones de los excavadores ilegales a lo largo de las últimas décadas han ido despojando el paraje de todo 4 En general, Stephenson (2013: 116). Un ejemplo peninsular y bien documetando es por ejemplo el de la batalla de Albuera (1811) (Dempsey, 2011: 209-210, citando testigos presenciales). En el Little Bighorn, al año siguiente del combate, quedaba ya muy poco visible que saquear (Scott et al., 1989: 90). De los más de doscientos sesenta soldados estadounidenses muertos, solo han quedado para la arqueología seis fragmentos de armas de fuego, y ninguna completa, sabiendo que cada jinete del 7º de caballería llevaba, además de su carabina, pistolas, sable y quizá otras armas (Scott et al., 1989:94). El horror de lo que ocurría en la noche de una batalla fue magistralmente descrito por Victor Hugo en Los Miserables (II Parte, Libro Primero, cap. XIX). 5 313 El examen de los restos hallados en KalkrieseTeutoburgo muestra grandes similitudes, aunque la extensión de las excavaciones realizadas en el punto nuclear de la batalla (ausentes en Las Albahacas a una escala remotamente similar) multiplica el número de hallazgos. Es particularmente significativa la reconstrucción sobre un maniquí de los elementos hallados: sólo mínimos fragmentos permiten trazar la existencia previa de cascos, corazas o espadas (ver Rost, 2009a: Abb,6, p. 108 y Rost, 2009b: 69). Ver igualmente las categorías de objetos, muy similares a las de Baecula, en Harneker (2009: 94 ss.), Moosbauer, Wilbers-Rost (2007). El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula en éste, o en casi cualquier otro un campo de batalla6, son otros restos, en concreto: les empleados en su momento, muchas decenas de millar, hace que todavía hoy se conserve en el terreno una muestra relativamente numerosa. a. Un número elevado de piezas metálicas pequeñas no necesariamente fragmentarias o en mal estado. Se trata de elementos de equipo militar perdidos de manera involuntaria e inadvertida, y de poco o nulo valor, como piquetas de tiendas de campaña o tachuelas de la suela de las botas militares (clavi caligares) desprendidas en la marcha. Son piezas despreciadas o no detectadas por los saqueadores antiguos y por los excavadores clandestinos modernos7. d. Un número reducido de elementos metálicos de armas de asta como moharras de lanza (hastae) o jabalina (veruta), regatones y conteras, pila y soliferrea. Las armas originales eran grandes y visibles, y por tanto susceptibles de ser recogidas en los días o semanas posteriores a la batalla. Son además piezas atractivas para el coleccionismo, de manera que los ejemplares supervivientes son detectables y atractivos para los excavadores clandestinos, limitando la muestra que nos llega. b. Un número elevado de piezas fragmentarias corroídas de escaso valor tanto para los saqueadores antiguos como para los modernos: fragmentos de cantoneras de escudo, trozos de vainas de armas (vaginae), elementos de atalaje o adorno personal desprendidos de las guarniciones de cuero, elementos metálicos no identificables con facilidad, etc. En un contexto que no es de basurero, y al ser partes pro toto, cuando es posible identificar a qué tipo de objeto pertenecieron (y a menudo es muy difícil), estos restos son prueba de la existencia de las piezas originales completas. c. 6 7 e. Un número extremadamente reducido de armas elaboradas o costosas, como cascos, corazas metálicas, grebas, espadas y puñales, etc. La gran mayoría serían recuperadas en el plazo de unas semanas tras la batallas, y dado su volumen y atractivo, a lo largo de los siglos es posible que las restantes hayan sido localizadas casualmente o en trabajos clandestinos recientes. Como veremos de inmediato, estos son precisamente, y en grandes cantidades gracias al empleo sistemático de detectores de metal, los tipos de objeto localizados –junto con otros, como algunas monedas– en el campo de batalla que estudiamos (Figura 2). Un número sustancial de proyectiles de pequeño tamaño: puntas de flecha (saggittae) y glandes de honda de escaso interés para su recogida al final de la batalla y, en el caso de los glandes de honda de plomo, no muy fáciles de localizar por los saqueadores antiguos. Aunque son de cierto valor para los depredadores modernos, el gran número de proyecti- Sobre una muestra de 766 armas y piezas directamente relacionadas con armamento localizadas en los trabajos de prospección sistemática en la zona del Cerro de Las Albahacas, además de muchos otros centenares de pequeños fragmentos metálicos no identificables, el 69%, una proporción elevadísima, son pequeñas tachuelas de hierro, en su gran mayoría clavi caligares, pero también remache para objetos variados de cuero y madera, que se desprendían en grandes cantidades, que carecen de valor para el coleccionismo ilegal, y que no son casi invisibles en el terreno por su pequeño tamaño y porque su forma ‘recoge’ pequeñas pellas de barro que las ocultan. Hay, por supuesto, excepciones: tras la batalla de Wisby el 27 de julio de 1361 muchos de los campesinos arrojados a las fosas comunes llevaban consigo parte de sus armas defensivas (no las ofensivas) y vestimenta. Probablemente el calor aconsejó un enterramiento rápido, y las elementales corazas de los vencidos no tenían mayor interés para los defensores (Thordeman, 1939: 24-25; 93-95). No ocurre en todos los casos. En el Little Bighorn la rebusca moderna de casquillos y munición puede ser un problema (Fox, 1993: 128). 314 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 2. Categorías funcionales y grupos de armas. Cerro de Las Albahacas. puntas de lanza, jabalina y pilum, regatones, espuelas y apenas algunos fragmentos aislados de conteras de vaina de espada o puñal. Hasta ahora no se ha localizado ninguna espada o casco enteros, aunque sí algunos fragmentos muy dañados que pueden corresponder a estas armas. Otro 23,5% de los objetos son proyectiles, sobre todo (17,8%) un tipo de punta de flecha fusiforme o bipiramidal alargada de hierro, que también es utilizable como punzón si se enmanga, pero que en este contexto, como en otros similares, sin duda corresponde a puntas de flecha sencillas (‘dardos’). Las puntas de flecha en bronce o hierro más elaboradas constituyen un subgrupo menor (3,7%), en parte porque se usaron en número menor, en parte porque sin duda han sido saqueadas con mayor entusiasmo. Lo mismo ocurre con los proyectiles de honda en plomo (2%), más atractivos desde la antigüedad por su materia prima, posibilidad de reutilización y, en la actualidad, por su atractivo para los excavadores clandestinos. Por último, el restante 2,5% de las piezas incluye otros elementos de equipo militar, como piquetas de tiendas de campaña, cadenas, chisqueros metálicos para encender fuego, etc. Este patrón es exactamente el que cabe esperar en un lugar como el Cerro de Las Albahacas, donde dos grandes ejércitos acamparon unos días y se enfrentaron en campo abierto durante unas horas. En las zonas identificadas como campamento cabe esperar la existencia de estructuras excavadas y basureros que podrían Sólo 42 piezas, un número absoluto estimable pero que supone sólo un 5,5% del total de la muestra, corresponde a armas más elaboradas: 315 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula contener una proporción algo mayor de restos de armas más complejas8. metros como máximo, lo que es irrelevante en un campo de batalla que puede superar las 450 ha. Por tanto, el patrón de dispersión de los objetos es relevante y significativo de cara a reconstruir movimientos tácticos. Un desplazamiento de algunos metros es, en este sentido, irrelevante, toda vez que el frente pudo superar los 1.700 metros y más de 4.000 la profundidad del área de movimientos tácticos (Bellón et al., 2013: 329). 1.c.- Dispersión espacial esperable de las armas Otra observación, en apariencia contra-intuitiva, es que la mayor concentración de armas más elaboradas, si llegaran a documentarse en cierto número (espadas, elementos de casco, escudo o armadura, lanzas…) se localizará no en la zona de mayor intensidad de la batalla, sino precisamente en zonas algo más apartadas, donde el número de bajas sería inferior y donde no habría compensado, tras la batalla, el esfuerzo de una rebusca y recuperación sistemáticas. Además, es un hecho muy observado que los heridos en combate tienden a buscar para morir un lugar lo más apartado posible, a menudo en una vaguada, junto a un arroyo, tras unas rocas, o entre arbustos, fuera del área nuclear del combate9. En este sentido, la prospección con detector de zonas aparentemente marginales podría llegar a ser provechosa, aunque se trata, casi literalmente, de buscar agujas en un pajar. En cambio los proyectiles (flechas, glandes de honda) se localizarán en las zonas de mayor intensidad del combate, y por tanto su localización topográfica individual es muy relevante, teniendo en cuenta lo indicado en el párrafo anterior. La dispersión de esos proyectiles puede indicar la posición de determinadas unidades especializadas (por ejemplo, los honderos baleares), e incluso sus movimientos11. Debe tenerse en cuenta que en la mayoría de los casos los proyectiles se localizarán en la zona de caída, y que por tanto su distribución puede emplearse para (a) indicar zonas de avance enemigo y (b) determinar, teniendo en cuenta el alcance conocido de las armas12 la posición de las unidades que Los indicios documentados hasta ahora llevan a pensar que el desplazamiento de los objetos desde la antigüedad a nuestros días es, en las zonas de pendiente limitada, bastante reducido, como se ha analizado en detalle en otros yacimientos10. En Las Albahacas muchas zonas no han sido objeto de labranza intensiva, y en todo caso los movimientos de vaivén de los arados tienden a arrastrar los pequeños objetos en un área reducida y en un movimiento de ida y vuelta. Los hoyos para plantar olivos pueden remover pequeños objetos, pero del mismo modo su desplazamiento se puede estimar en unos 8 9 10 11 Ver el trabajo de Rueda et al. en este mismo volumen. E.g. y por observación directa, Capitán Thomas Browne, ‘The Napoleonic War Journal of Captain Thomas Henry Browne 1807-1816. “Los hombres, cuando resultan heridos de gravedad, tratan de hallar el refugio de una piedra o un arbusto hacia el cual se dirigen antes de tumbarse, en busca de apoyo y seguridad, tal como hacen los pájaros o las liebres en una situación de sufrimiento semejante” (cit. por. Holmes (2004: 398). En el Little Bighorn se prestó especial atención a la tafonomía, con conclusiones similares a las indicadas aquí (Fox, 1993:127ss.). Ver también Scott et al. (1989) para un estudio integral, no sólo de vainas y balas. 12 316 El caso paradigmático de este tipo de estudios es el análisis de las balas y las vainas metálicas empleadas en el campo de batalla del Little Bighorn (Fox, 1993: 53 ss.;79 ss.). Es un caso especial, sin embargo, dado que cada vaina tiene unas marcas específicas de disparo (Scott, Haag, 2009) que permiten incluso trazar el movimiento de individuos concretos, y tanto balas como vainas permiten identificar el arma con que se dispararon, permitiendo identificar los bandos. La ausencia de cultivos en la zona y la falta de un saqueo sistemático de estos elementos han ayudado también mucho. Sólo, quizá, los glandes de honda con pesos estandarizados e inscripciones del periodo sertoriano en adelante permitirían una aproximación similar al desplazamiento de unidades concretas, pero el expolio de yacimientos como el Cerro de las Balas en Écija hace difícil que tal cosa sea ya posible. Desde las excavaciones y prospecciones en el Little Bighorn los trabajos de campo utilizando las municiones como base para un estudio SIG se han multiplicado (e.g. Reeves, 2011; Pratt, 2009, etc.). Estos estudios de caso se apoyan en excelentes fuentes presenciales, pero sus enfoques pueden ser de utilidad para su aplicación al mundo antiguo, caso del asedio de Olinto en 348 a.C. (Lee, 2001). Tema complejo en el que no entraremos ahora, cf. Quesada, 1997: 476, Fig. 282. Sobre los alcances y su concepto hay una amplísima bibliografía, a menudo contradictoria, cf. Mc Leod, 1965, 1972; Knecht, 1997; Ratznisch, 2000: 33, etc. FeRnAndo QuesAdA et al. disparan. Esta posibilidad que se abre no es muy frecuente; en el caso de Kalkriese, por ejemplo, los excavadores anotan enfáticamente que los pocos proyectiles encontrados no aparecen en función de movimientos de unidades (Rost y Wilbers-Rost, 2010: 134). exclusiva en el combate cerrado (e.g. Polibio, 18, 28-30; Livio, 9,19,7-8). En particular, no debemos olvidar tampoco que el ejército romano de los siglos III-II a.C. no se componía únicamente de infantes pesadamente protegidos con lorica hamata, como ocurriría desde Mario a César, sino que la coraza de mallas era una rareza que sólo se permitían los más pudientes con un censo superior a diez mil dracmas (Polibio, 6,23,15), mientras que la mayoría se conformaban con un pectoral metálico (Polibio, 6,23,14), y hasta un 30% de la legión quizá no llevaba protección corporal alguna (al menos a mediados del s. II a.C. y probablemente también en época de Escipión el Africano) (Polibio, 6,22). 1.d.- Atribución de las armas a contendientes La atribución de las armas halladas a uno u otro de los bandos contendientes es un problema bastante más complicado de lo que pueda parecer a primera vista. Es cierto que había armas características de los distintos pueblos, y Polibio por ejemplo es explícito al respecto (3,113); pero también lo es que estas armas características eran muy permeables si demostraban su eficacia, y sobre todo en condiciones de campaña13. Esta esencial compatibilidad de tácticas es la que facilitó la adopción por parte del ejército romano republicano de distintas armas de la Península Ibérica (incluyendo el gladius hispaniensis y el pugio) (Quesada, 2006b: 77-80; 2007 passim para análisis detallado). Además, sabemos que tipológicamente un pilum del tipo ligero descrito por Polibio y una falarica son armas idénticas o casi idénticas (discusión detallada en Quesada, 1997: 334 ss.); y funcionalmente un soliferreum y un pilum cumplen la misma función con eficacia similar (alcance, capacidad perforante etc.) (Quesada, 1997: 341-342). Por tanto, es perfectamente normal que a menudo los ejércitos contendientes emplearan armas similares: las fuentes, por ejemplo, mencionan el uso de soliferrea por tropas romanas (o en el bando romano) en varias ocasiones, aunque en épocas posteriores a la que nos ocupa aquí (e.g. en Pydna en 168 a.C., cf. Plutarco, Aem. Paul. 19,9; en la batalla naval de Cumas en el 38 a.C., Apiano, Bell. Civ. 5,82). La investigación reciente ha mostrado que el combate individual y la táctica de pequeñas unidades del ejército romano de finales del s. III a.C. era sustancialmente similar a la de los ejércitos ibéricos de la época14. Se basaba sobre todo en que al combate inicial con armas arrojadizas (jabalinas y armas propulsadas empleadas por unidades auxiliares) seguía la lucha decisiva de las tropas de línea, que intercambiaban primero salvas de armas arrojadizas pesadas (pila, soliferrea, falaricae) lanzadas a corta distancia y luego buscaban el combate cuerpo a cuerpo, el combate con espada (Livio, 28,2,5-6; 34,14,10; cf. Quesada, 2006a: 257 ss.; 2003a: 189-192). En este sentido, las tropas romanas se parecían más a los ejércitos del Mediterráneo occidental que a los ejércitos de piqueros helenísticos del Mediterráneo oriental que se basaban en la pica (sarissa) de más de cuatro metros como arma casi 13 14 Y no sólo eso: dadas las dificultades de comunicación entre la Península Itálica e Iberia en los años de la Segunda Guerra Púnica e incluso en décadas posteriores, los romanos utilizaron artesanos armeros locales, tanto iberos como púnicos para reponer sus existencias. Así, las fuentes nos indican explícitamente que tras la toma de Carthago Nova el año antes de Baecula Escipión puso a los armeros locales a trabajar para él (cf. Polibio, 10,17,6-9; 10,20,6-7; Livio, 26,47,2; 26,51,7). De hecho, las campañas de Escipión en Iberia pueden estar en la base de la aparición de Incluso en momentos tan recientes como 1876 las tribus indias no sólo contaban con armas variopintas y antiguas, sino que por distintos medios se hicieron (incluso en el mismo campo de batalla del Little Bighorn) con armas de reglamento del ejército más modernas (Fox, 1993:77-79), lo que complica la interpretación de la dispersión de vainas y balas (ibídem, p. 87; 115 ss.). Por supuesto, esta similitud no se extiende a la disciplina, estructura organizativa, cadena compleja de mandos y otros elementos que proporcionaban a los ejércitos romanos su habitual superioridad en batalla campal (cf. Quesada, 2006a: 260). 317 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula armamentaria que a finales de la República ya equipaban a menudo a los soldados, sobre todo cuando combatían largos periodos en provincias (cf. análisis detallado en Quesada, 2006b: 81-87). Floro cuenta incluso cómo en 137 a.C. los celtíberos exigieron a Mancino sus armas como botín, y no cabe pensar que fuera necesariamente para destruirlas (Floro, 1,34,6). En paralelo, ya hemos visto que los cartagineses no hacían ascos, antes al contrario, a reutilizar las armas y armaduras romanas capturadas (supra). Probablemente también empleaban ya por esa época escudos ovales y cascos de bronce de tradición tanto itálica como céltica, aunque su panoplia en este periodo no es bien conocida (Quesada, 2002-03a: 72-84). En particular, y en el caso de los ejércitos de Iberia, tras una década en el terreno no sólo sus contingentes hispanos se armarían con su panoplia local, sino probablemente también algunos de los contingentes africanos. Incluso es probable que los arsenales de Cartagena tuvieran tantos hispanos como cartagineses entre las 2000 personas que trabajaban en sus armerías. Por tanto, en lo que se refiere a armas defensivas activas y pasivas16 y armas ofensivas de astil, su hallazgo en un punto concreto del campo de batalla no nos permite asegurar su pertenencia a uno u otro bando. Ciertamente, un pilum de lengüeta plana (como el hallado en Las Albahacas) es tipológicamente romano, y lo más probable es que en Baecula fuera portado por un legionario, pero no podemos tener la seguridad. Y un pilum de cubo (como el hallado en Las Albahacas) puede haber sido usado al 50% por un combatiente del bando romano o del cartaginés. Lo mismo ocurre con las puntas de lanza y jabalina halladas en la zona; luego lo analizaremos en detalle tipo por tipo. El caso de los proyectiles es también complejo. En este escenario y en esta época, parece (y solo parece) que los únicos que empleaban glandes de honda eran los contingentes de mercenarios baleares, que en este periodo sólo sabemos que estuvieran al servicio de Cartago. Por tanto, con la documentación disponible podemos pensar con razonable seguridad (aunque nunca con certeza) que en Las Albahacas estos proyectiles de plomo pertenecen a unidades del bando cartaginés. Mucho más complicado es el caso de las puntas de flecha, tanto de la variedad de tipos más elaborados como de los denominados ‘dardos’ fusiformes o bipiramidales alargados. Hay tipos, como las puntas de bronce con arpón lateral, que podrían incluso ser mucho más antiguos, de época orientalizante, y no tener nada que ver con la batalla (infra), aunque lo probable es que perduraran, y en ese caso serían cartaginesas casi con seguridad. Otras piezas, como las puntas de gran aleta asimétrica, suelen atribuirse a tropas romanas o aliadas. Otras, finalmente, podrían incluso ser de periodos muy posteriores, ya que son tipológicamente indistinguibles. En otros contextos militares comparables, como en Alesia, se ha observado un fenómeno similar y, como ha señalado Deyber, en el campo de batalla uno ‘tira de lo que tenga a mano’ (Deyber, 2008: 177), lo que dificulta las atribuciones de armas a contendientes concretos incluso en un contexto tan preciso. En ese sentido, la tipología de puntas de flecha de Duval (1970) que prescindía de atribuciones étnicas viene a resultar más eficaz que el intento de caracterizar armas ‘galas’ y ‘romanas’ (Sievers, 2001: 175 ss. y Figs. 13 y 14), cuando todas ellas fueron casi sin duda alguna empleadas por ambos contendientes, con independencia de su origen inicial (e.g. Sievers, 2001: 175). Los descubrimientos arqueológicos hispanos son especialmente consistentes con este panorama de préstamo, intercambio y en general de permeabilidad de las panoplias. Por ejemplo, en el yacimiento ibérico de Castellruf (Álvarez y Cubero, 1999) aparecen pila de lengüeta de tipo inequívocamente romano en un contexto que puede ser de reparación y uso (o incluso copia) por los habitantes locales (Álvarez y Cubero 1999: 140)15, y hay otros casos similares desde finales del s. III a.C. y hasta época sertoriana. 15 En consecuencia, y salvo algunos tipos muy concretos (glandes de honda, puntas de arpón Pero ver infra para otra posibilidad: el encargo por autoridades romanas. 16 318 Para el concepto, Quesada, (1997: 483). FeRnAndo QuesAdA et al. halladas en Las Albahacas no tienen en su gran mayoría una datación precisa, ya que se trata de tipos de larga perduración. El armamento romano de la época de las guerras púnicas es muy mal conocido arqueológicamente y, por ejemplo, hasta ahora las tachuelas de suela más antiguas que se conocían no iban más allá de época cesariana; lo mismo ocurre con varios de los tipos de punta de flecha o de jabalina. El conjunto de Las Albahacas, considerado aisladamente, podría ser incluso considerado de época sertoriana de no ser por la ausencia de los tipos diagnósticos del s. I a.C., y sobre todo por la presencia del pilum antiguo de lengüeta plana hallado en 2012 (infra), de algunas puntas de flecha, y del conjunto de monedas que abrazan al de armas y que consolidan la datación de fines del s.III a.C. lateral, pilum de lengüeta plana) la gran mayoría de los tipos de armas hallados no son ‘marcadores’ étnicos utilizables con fiabilidad. 1.e.- Qué puede y qué no puede decirnos el estudio de las armas en el campo de batalla En este capítulo no haremos alusión a la dispersión espacial de las armas localizadas, que es objeto de un análisis específico en otro lugar en combinación con las monedas y otros objetos. Nos limitamos aquí a un análisis tipológico y funcional. Desde el punto de vista de la batalla, insistimos, la potencialidad del conjunto de armas en su contexto espacial detallado es inmensa, y de hecho es de lamentar la pérdida sin duda producida de una información valiosa por las rebuscas clandestinas recientes. Con todo, lo hasta ahora hallado permite trazar la línea de avance del ejército romano, el lugar de su despliegue, y mucho más (Bellón et al., 2012, 2013 y otros capítulos de este mismo libro). Incluso permite asistir a la argumentación de que la batalla fue una reñida acción de retaguardia cartaginesa, más que una lucha a muerte en lo alto del cerro (Quesada, 2013). El conjunto hallado adquiere una extraordinaria importancia para comenzar a rellenar arqueológicamente el vacío que, insistimos, existía hasta hace muy pocos años sobre las armas de fines del s. III a.C., en particular las romanas. De hecho, ayuda a proponer –incluso a probar– que muchos elementos hasta ahora considerados característicos del s. I a.C. pueden remontarse hasta fechas más de un siglo anteriores, como los propios clavi caligares o tipos de jabalina de punta piramidal alargada. El análisis de las armas puede ayudarnos, con limitaciones, a precisar la cronología. Pero al contrario que muchas monedas, las armas 2.- PILA nervio. La pieza, casi completa, mide 25,5 cm, de los que 4,9 corresponden a la punta y 6 a la lengüeta, dejando apenas 14 para el vástago o astil férreo. La lengüeta tiene un ancho de 3,9 cm. El orificio de remache proximal tiene un diámetro de 1,1 cm; el distal, de 0,6 cm. Están separados por apenas 0,9 cm. La punta, restaurada, pesa 113 gramos. En Las Albahacas han aparecido hasta el momento cuatro pila reconocibles, de tipos diferentes (Figura 3). Nº cat. 9459. Hierro de pilum corto con enmangue por lengüeta plana. La lengüeta presenta dos pliegues o pletinas laterales en sentido opuesto para asegurar la fijación (una rota), y dos orificios grandes para remaches. El vástago, corto, es de sección cuadrada en su recorrido, virando a sección circular en el extremo distal (i.e. la más lejana al astil y al cuerpo del portador), que remata en la punta. Esta es gruesa, de forma losángica con anchura máxima en el tercio proximal (i.e., la más cercana al astil), muy gruesa hasta tener casi sección piramidal con fuerte Nº cat. 9450. Hierro de pilum corto con enmangue de cubo (aplastado) y punta prolongación del astil de sección circular que se transforma en sección cuadrada por forja. Corresponde pues a un tipo Quesada, IIIB pequeño, común en el mundo ibérico (Quesada, 1997: 328 y Figs. 189, 190). No es pues un tipo canónico romano, 319 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 3. Puntas de pilum (Dibujo: Paloma Serrano). 320 FeRnAndo QuesAdA et al. término que implica una connotación como arma típica y exclusivamente romana, que está lejos de ser correcta. aunque es perfectamente compatible con el modelo más conocido de pilum ‘ligero’ romano republicano. Longitud máxima, 35 cm; Longitud de la punta 4,8 cm; Longitud del cubo, 5,8 cm; Diámetro del cubo 1,3 cm; Diámetro del astil, 0,9 cm; Peso 113,1 gr. Doblado en ángulo abierto hacia su mitad, quizá por impacto. Suele utilizarse a Polibio como la autoridad más experta y explícita sobre el pilum empleado por las legiones romanas, pero ahí está parte de la raíz del problema. De Polibio 6,23,8 ss. (y con menor detalle y mucho tiempo después también Dionisio de Halicarnaso, 5,46,2) se extrae que a mediados del s. II a.C. (no sabemos desde cuándo, y suele asumirse tácitamente que esto se aplica también a las Guerras Púnicas) los hastati y principes legionarios llevaban un ὐσσὀς ‘grueso’ (παχύς) mejor que ‘pesado’ como suele traducirse; y otro que Polibio denomina igualmente pilum, pero ahora λεπτός ‘delgado’ (mejor que ‘ligero’), similar a un venablo de caza (σιβύνη). Los arqueólogos desde siempre han identificado el pilum grueso (o ‘pesado’) con los ejemplares conocidos en los que el elemento férreo se embute en la madera, mediante una lengüeta o una espiga (una de las dos grandes familias de pila clasificadas en arqueología, cf. Figuras 4 y 5),18 y el ‘ligero’ con el tipo de cubo. Nº cat. 1069 (Mus. Jaén inv. 5249). Hierro de pilum incompleto con hoja plana de forma foliácea losángica de sección romboidal a cuatro mesas, bastante aplanada, sin arista marcada. La longitud máxima conservada es de 37,9 cm. La mayor parte es el vástago de sección cilíndrica con un diámetro medio de 0,8/0,9 cm. La longitud de la punta propiamente dicha es de 5,9 cm (se estima el tamaño original en 6,2 cm) con una anchura máxima en su tercio proximal de 2,1 cm. Lo conservado pesa 109,1 gr, aunque tal valor es engañoso al faltar parte del hierro. Se ha perdido el extremo proximal para el enmangue, que pudo ser pues de cubo hueco o de lengüeta plana para insertar en la parte lígnea del astil. El astil férreo está doblado una sola vez, en un ángulo obtuso abierto de unos 150º respecto a la recta original. Pudo doblarse y perder el extremo de la punta por impacto. La forma, tamaño y proporciones de la punta y el aspecto del astil nos llevan a descartar que se trate de un fragmento distal de soliferreum, aunque no puede obviarse por completo esa posibilidad. Sin embargo, de esta identificación entre descripciones texuales y objetos surgen problemas, como suele ocurrir. Por un lado, y como varios investigadores han advertido, los pila de cubo de gran tamaño (Figura 6) pueden ser tan pesados como los de lengüeta o espiga (e.g. Connolly, 2001-2: 1), y en muchos casos, más pesados; desde luego resulta difícil considerar el modelo más antiguo de pilum de lengüeta (Fig. 5 o 6.5) como más ‘pesado’ que los enormes pila de Vulci o Renieblas que normalmente se describirían como ‘ligeros’ de acuerdo a la terminología al uso,19 que probablemente debamos revisar (Figura 6.A y 6.C frente a Fig. 6.5). Una comparación a la vez de tamaño y de cronología demuestra la similitud de piezas fabricadas con siglos de Nº cat. 9979. Punta de hierro de probable pilum. Hoja foliácea de tendencia losángica con ancho máximo en el tercio proximal. Sección lenticular con fuerte nervio. Conserva el arranque de un vástago de hierro de sección circular, macizo, que sirve para catalogar la punta como de pilum. La hoja mide 4,7 cm, y el fragmento en conjunto, con el arranque del astil, alcanza los 6,1 cm. La punta tiene una anchura máxima de 2,4 cm, y el ancho del vástago en su arranque, corroído, es de unos 0,5 cm, aunque su diámetro original alcanzaría los 0,9 o 1 cm. 18 El estudio y catalogación tipológica, cronológica y sobre todo cultural de estas piezas sufre ya de partida de un problema en la definición misma de estas armas empleando el latín pilum,17 17 Nadie usa el equivalente griego ὐσσὀς que es el que emplea Polibio como traducción griega, junto con el 19 321 genérico βέλος para venablos. La variante de espiga, quizá originaria del valle del Po y en general del ámbito de la conquista de la Galia (cf. Feugère, 1994: Fig. 11; Connolly, 1997: 49 y Fig. 5; 2001-2: 2) es marginal en época republicana antes de César, aunque llegaría a ser predominante en el Imperio. Por ejemplo, Vicente et al., 1997:181; García-Dils y Menéndez Argüin, 2006; Bonacina, 2007, etc. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 4. Organización tipológica de las diversas familias, tipos y variantes de pila documentados arqueológicamente, romanos o no. diferencia, y la gran variabilidad de tamaños, que irían desde el apropiado para la jabalina de un infante ligero hasta un pilum ‘grueso’ (cf. Bonacina, 2008: Fig. 1, tipo ‘a incavo’). En tercer lugar, no hay dos tipos de pila romanos, sino varios (Figuras 4 y 5), de entre los que el más antiguo de lengüeta (el llamado tipo Talamonac- Por otro lado, Polibio nada dice del sistema de inserción como criterio para distinguir los dos tipos de pilum, más allá de que el astil metálico se fija20 con ‘numerosos’ remaches (el término λαβίς suele referirse sobre todo a abrazaderas) para asegurar que no se desprenda al impacto21. no es cierto en absoluto, cf. Junkelmann, 1986: 1889&Taf. 51a; Connolly, 2002-2: 6-7; Bonacina, 2007: 41-42; Quesada, 2008b: 226-228; McDonnell-Staff, 2010; Grab, 2011: 92). Polibio sí especifica, por el contrario, que sólo la jabalina ligera (γρόσφος βέλος) empleada por los velites (νεώτατοι ο γροσφομάχοι) se diseñaba con un hierro delgado para doblarse al impacto y asegurar que no pudera devolverse (Polibio, 6,22,4). En todo caso, la famosa reforma de Mario permitiría, en pila republicanos muy tardíos, que la parte metálica del pilum rotara libremente sobre el remache de hierro al partirse el remache de madera, dejando el arma momentáneamente inutilizada. Y es evidente, a partir de los pila de espiga de época sertorianas de La Almoina (Valencia) o de Caminreal (Teruel) que muchos pila post-marianos seguían sólidamente fijados al astil lígneo (Ribera, 1995: Fig. 15; Vicente et al., 1997: Fig. 24). 20 21 Otro problema: el término πυθμήν que Polibio utiliza para referirse al extremo proximal del pilum fijado mediante remaches (¿o abrazaderas?) tiene más connotaciones de ‘cubo’ (socket en las traducciones inglesas) que de lengüeta plana, pero puede referirse simplemente al extremo o base. Esto tiene relación con el mito, ampliamente desmentido pero persistente, de que el hierro del pilum se diseñaba para doblarse al impacto; esto 322 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 5. Evolución de los principales tipos de pilum romano entre la Segunda Guerra Púnica y época julio-claudia (de Connolly, 1997: Fig. 4). En la parte superior, pila de cubo, y en la inferior pila de inserción con lengüeta plana. 323 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 6. Pila romanos e indígenas, de tipos de cubo (izquierda) y lengüeta (derecha) en la Península ibérica entre c. s. V a.C. y c. 50 a.C. Con letras, piezas itálicas o de contexto romano; con números, piezas en contexto indígena hispano. Se aprecia que las piezas de cubo son comunes; la de espiga, salvo en el caso excepcional de Castellruf, se adscriben a contextos romanos. A.- Vulci (s. V a.C. probablemente); B.- Montefortino (s. III a.C.); C.- Campamento III de Renieblas (mediados s. II a.C.). D.- La Almoina de Valencia (c. 75 a.C.) =Quesada 2692; E.- Numancia (mediados s. II a.C.); F.- La Almoina de Valencia (c. 75 a.C.); G.- La Caridad (Teruel), c. 75 a.C. 1.-Perelada= Quesada 2735 (s. V a.C.?); 2.- Almedinilla =Quesada 958 (s. IV-III a.C.; 3.-.Cigarralejo Sep. 532 (=Quesada 532) (s. II a.C.); 4.-Mirador de Rolando (=Quesada 1434) (s. IV a.C.); 5.- Castellruf (fin s. III a.C.). Pese a la similitud funcional y tipológica básica, los dos grupos de los llamados pila (de cubo y espiga) tienen un desarrollo paralelo independiente, aunque su origen remoto en la I Edad del Hierro pudiera ser común (a partir de Quesada 2007: Figs. 1 y 2 modif.). madera relativamente corto al que se fija (de diferentes maneras), y un tramo de astil férreo de sección cuadrada, circular o mixta, de en torno a un cm de lado, vástago que puede ser tan corto como 20 cm o tan largo como 100 cm, en todos los tipos. cio), fechable entre el s. III a.C. con perduraciones ocasionales quizá hasta el I a.C. se aleja mucho de la idea general que solemos tener del pilum como un arma de largo astil metálico (de sesenta cm o mucho más) fijado a un corto astil de madera. En efecto, se entiende por pilum no sólo el archiconocido tipo legionario llamado Oberaden, sino todo un conjunto de armas arrojadizas a corta distancia (alcance menor de unos treinta metros) y función perforante, que en realidad se fabricaron en diversas variantes y tamaños a lo largo de muchos siglos, y con distintos nombres en diversas regiones (Quesada, 1997: 331 ss.). En esencia (y ya desde Lindeschmitt 1865: 388), se vienen caracterizando tipológicamente los pila a partir de los siguientes elementos: un astil de Esta pieza férrea remata en una punta muy pequeña y compacta en relación al resto del hierro, que puede tener diferentes variantes (de antigua a moderna esencialmente: plana y lanceolada con o sin aletas; lanceolada con nervio, piramidal maciza). Para analizar pues las armas de Las Albahacas es pues necesario comprender claramente que (Figuras 4 y 5): 324 FeRnAndo QuesAdA et al. a. En la bibliografía arqueológica, y con independencia de Polibio, se distinguen dos grandes familias denominadas pila por la forma de unión del vástago de metal al astil de madera (Connolly, 1997; Quesada, 1997: 327 ss.; Pernet, 2010: 63 ss.). En el primer grupo (Fig. 4, Fig. 5 parte inferior), la fijación se hace embutiendo el metal en el astil de madera, y fijándolo con remaches, virolas o una combinación de ambos (figura 5, parte inferior)22. En el segundo grupo tipológico (Figura 5, fila superior), el vástago metálico arranca en su parte proximal con un cubo hueco en el que se inserta el astil de madera. caracterizados, en modo alguno, como ‘marcadores étnicos’ (Figura 6). d. Las fuentes grecolatinas se caracterizan por su extrema inconsistencia en la denominación de las armas, y ello incluso entre los autores más técnicos (e.g. Quesada, 1994). En particular, el caso de las armas arrojadizas es un verdadero campo de minas (Quesada, 1997: 331-343 con discusión detallada). Por ejemplo, es más que probable que el pilum de cubo, con variantes formales escasas o incluso nulas, se conociera en Etruria, la Galia e Iberia bajo diversos nombres, como falarica en Iberia (cf. Quesada, 1997: 334 ss., a partir de Livio, 21, 8, 10)24; o gaesum en la Céltica (cf. pila romana sunt quia gaesa gallorum, Serv. Gram. ad Aen. 8,661, donde gaesa y pila pueden ser piezas muy similares, no solo funcional sino tipológicamente, por limitaciones prácticas de las formas posibles; ver discusión y bibliografía específica en Quesada, 1997: 331-332 y 339). Ejemplares muy similares abundan en contextos ibéricos desde antes de la presencia romana, como veremos. En consecuencia, es tarea casi estéril precisar con exactitud la denominación de un tipo: probablemente variaría, para la misma pieza, en diversas regiones y momentos. b. Ambos grupos pueden tener el hierro corto o largo, y diversos tipos de punta. Aunque hay algunas tendencias cronológicas, distan mucho de ser exactas o precisas. En términos generales las puntas evolucionaron de más anchas a más compactas, piramidales; los hierros tendieron a alargarse en los pila de lengüeta, y a reducirse en los de cubo. c. 22 23 Mientras que los ejemplares de lengüeta y de espiga (Figura 5, debajo) son casi exclusivos del mundo itálico, y en particular del romano23, los pila con emangue de cubo aparecen en contextos hispanos, galos, etruscos y latinos desde el s. V a.C. e incluso algo antes, sin aparente relación entre ellos. No pueden ser por tanto e. Como se ha detallado antes (Apartado 1.d), la similitud en las formas de combate individual y de pequeñas unidades entre hispanos y romanos hace que ambos ejércitos, en la época de la Guerra de Aníbal y décadas posteriores, pudieran emplear indistintamente sus armas o las capturadas al enemigo o fabricadas en armerías locales. Por tanto, todos los pila hallados en Las Albahacas (incluyendo el que en principio sería más característicamente romano, el núm. 9459) pudieron haber sido llevados allí por combatientes romanos, hispanos o cartagineses de toda procedencia. Sin embargo, dado que estamos a comienzos de la campaña anual, las armas más características (como el pilum En realidad, esta familia tiene a su vez dos tipos (Figura 4): en el más común el extremo proximal del astil metálico es una lengüeta plana (que a su vez puede ser rectangular o con escotaduras centrales que le dan un perfil de ‘reloj de arena’) y que puede (o no) tener los laterales doblados en un característica sección en ‘S’ para mejorar la fijación. En el segundo tipo el astil de hierro arranca, en lugar de con una lengüeta, con una punta afilada que se inserta en el astil de madera, reforzándose (o no) la unión con un virola o capuchón metálico. Este último tipo de espiga aparece sobre todo en contextos cesarianos en Alesia, y luego en contextos imperiales a partir de época augustea (no incluidos en la Figura 4, ver Connolly, 1997: 49 y Fig. 5; 2001-2: passim). Las piezas romanas de espiga con un solo remache podrían ser originarias del valle del Po, en el norte de Italia (Connolly, 2001-2). 24 325 Contra, en un trabajo confuso, Melgares (1982). El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula 9459) normalmente procederían de su usuario inicial, en este caso, un romano. tipo (Kranj en Eslovenia, Bishop y Coulston, 2006: 51) debe también datarse probablemente en la primera mitad del s. II a.C. Con estas consideraciones, morosas pero imprescindibles, podemos entender más cabalmente la clasificación de los pila hasta ahora catalogados en Las Albahacas. Más significativa aún es la aparición reciente en Iberia de algunos ejemplares de este tipo de pilum de lengüeta antiguo. Los más importantes son los (entre seis y diez) del poblado ibérico de Castellruf (Gerona), fechados muy a fines del s. III a.C., es decir, en plena Segunda Guerra Púnica, del mismo tipo que el de Las Albahacas (Álvarez y Cubero, 1999; García Jiménez, 2013: 45)25. En principio, sólo el ejemplar 9459 de lengüeta podría ser considerado como ‘romano’. Por su carácter diagnóstico es una de las armas más importantes de las halladas en Las Albahacas, ya que, por su tipología y tamaño, corresponde perfectamente a un tipo de pilum romano antiguo, característico sobre todo de fines del s. III a.C. A grandes rasgos, puede decirse que los pila de este tipo son piezas cortas, de entre 25 y 30 cm de longitud total, achaparradas, con lengüetas cortas y anchas de dos remaches y pletinas dobladas; las puntas son triangulares, con barbas o sin ellas, o lanceloadas con gruesos nervios. Si la asociación de estas armas a un pequeño taller metalúrgico local es correcta, y no se trata de restos de una destrucción por asalto al poblado (Álvarez y Cubero, 1999: 140), es más que probable que las posibles explicaciones proporcionadas por estos autores a la presencia del lote de pila (reparación o reaprovechamiento del material, armas capturadas) ya de por sí algo forzadas26, podrían ser sustituidas por una explicación más económica, esto es, que estas puntas estaban siendo fabricadas en el poblado, quizá por orden de autoridades romanas locales, necesitadas de toda la capacidad productiva por parte de pueblos aliados y/o sometidos; o por imitación local de armas conocidas. Sabemos que en diversos momentos de la República los romanos recurrieron a fabricae o armamentaria locales, bien en enclaves púnicos como Carthago Nova en la Guerra de Aníbal (Polibio, 10, 17, 6 y 10, 20, 6-7; Livio, 26, 47, 2,; 26, 51, 7), bien en otros iberos (en época sertoriana, cf. Livio, 91: “Había publicado [Sertorio]un edicto en toda la provincia disponiendo que se fabricasen armas según los recursos de cada pueblo” (trad. F. Villar, BCG)27 (Quesada, 2006b: 95 ss.). Dado lo que hemos dicho sobre la compatibilidad de armas (por ejemplo soliferreum/pilum; espada recta hispana/ espada recta romana), la navaja de Occam apunta a esta explicación. Un buen ejemplo son las piezas de Talamonaccio, procedentes de un depósito votivo tradicionalmente (cf. Couissin, 1926: 190 ss.) asociado a la batalla de Telamon contra los galos en 225 a.C., y cuyos ejemplares más característicos han dado nombre al tipo (Luik, 2000; Connolly, 1997: Fig. 2). De hecho, las decenas de casos de especímenes funcionales de la Variante 1 de Luik (2000: Abb, 1) son casi idénticos al ejemplar de Las Albahacas en dimensiones, proporciones achatadas, y características de la lengüeta (incluyendo plegado y número de perforaciones). En los ejemplares de Telamon sólo su punta, plana, sin nervio, es más sencilla y débil –menos perforante, pues que la de Las Albahacas–, como correspondería en el primer caso a un modelo ligeramente más antiguo (unos veinte años). A este contexto de c. 225 a.C. pueden añadirse varios otros ejemplares antiguos, pero datados ya hacia el 180 a.C., y procedentes del importante conjunto de Smihel (Eslovenia) (Horvat 1997, 2002), así como otros ejemplares similares procedentes del nekromaneion de Ephyra en Epiro, datados c. 167 a.C. (Volling, 1997: Abb 11a-11b; Connolly, 1997: Fig. 2.F-J, ec.); y otro de Entremont en la Galia, datable ya a fines del s. II o incluso principios del s. I a.C. (Arcelin y Girard, 2013) (ver Connolly, 1997; Horvat, 1997; Luik, 2000 para síntesis). Otros ejemplares del 25 26 27 326 Hay en Castellruf variantes con y sin escotadura y con y sin aletas en la punta, indicativo de la contemporaneidad de estas variantes (ver Fig. 6). Lo mismo ocurre con Talamonaccio, donde conviven estas variantes en las mismas fechas (Luik 2000, Abb. 2). Las armas no estaban especialmente dañadas en principio, y la reutilización de la materia prima es, en el caso del hierro ya forjado y de este tipo de vástagos, problemática. A partir del palimpsesto Vaticano Lat. 24, 91.4. FeRnAndo QuesAdA et al. Aunque son los más significativos y cercanos a Albahacas 9459, los de Castellruf no son los únicos ejemplos de tipo ‘Talamonaccio’ en Iberia. El más completo y problemático es el procedente, sin contexto ni origen preciso, de la Penya del Aguila en el macizo del Montgó, en Denia, conservado en el Museo de Jávea28. El arma, corta, de lengüeta plana y punta con aletas, corresponde a un modelo antiguo, pero el problema es que el conjunto de las armas documentadas como procedentes del Montgó (aunque sin contexto preciso), suelen asociarse a las fuentes literarias que identifican el punto como una base naval de época sertoriana, hacia el 75 a.C., lo que parece confirmarse por la datación de los materiales cerámicos del yacimiento, estos sí prospectados in situ (Sala et al. 2013:197 ss.). Si la datación sertoriana es correcta (aunque las armas localizadas hasta ahora permitirían una horquilla hasta el final del s. III a.C.) y atribuyéramos al contexto sertoriano la punta, se convertiría esta pieza en la más moderna conocida del tipo, casi cuatro décadas posterior a la pieza, hasta ahora la más reciente, de Entremont, fechada c. 123 a.C. (Luik 2010:275; Arcelin y Girard, 2013:335338). En cambio, la lengüeta rectangular con dos remaches del Tossal de la Cala, en Alicante (Bayo 2010:125 ss. y Fig. 75.3) podría tanto pertenecer a un pilum de vástago corto o largo, y su cronología podría ir por tanto, per se, desde el final del s. III a principios del s. I a.C.29. El segundo ejemplar de pilum, nº 9450, pertenece a la otra gran familia de este grupo de armas, caracterizada por su enmangue de cubo y normalmente calificada como ‘ligeros’, caracterización que ya hemos analizado (Figuras 4, 5 parte superior y 6). Tipológicamente, su ausencia de punta elaborada lo incluye en el tipo Quesada, IIIB corto, es un modelo tan frecuente en contextos romanos como indígenas, en Iberia al menos. En el depósito de armas romanas de Smihel, datado como sabemos en las primeras décadas del s. II a.C., se asocian hasta 47 puntas de este tipo a otras del modelo de lengüeta corto o ‘Talamonaccio’ (Fig. 5; Hovat, 1997: Fig. 6, 111; 2002: Pl.). El diámetro interior de estos pila (1,3 cm) y la longitud de la mayoría (entre 30 y 38 cm) coincide plenamente con el de Albahacas, y correspondería con el tipo ‘delgado’ y por tanto liviano de Polibio. En contextos posteriores y asociados al ejército romano siguen apareciendo estos pila de cubo con punta simplificada desde c. 133 a.C. Así, en Numancia, tanto en los campamentos del cerco como en Renieblas III (Luik, 2002: 76 ss, en concreto Abb.85.136 o Abb. 183.145). El modelo perdura en época sertoriana como en Caminreal (Teruel, Vicente et. al, 1997: Fig. 27). A menudo estos hierros de pila de punta simplificada pero eficaz alcanzan una longitud mucho mayor, hasta 90 cm de hierro, aunque sin llegar nunca a los tres codos (πἠχεις), (c. 130 cm) mencionados por Polibio (6,23,10)30. Pueden aparecer en contextos romanos (Numancia, Luik, 2002: Abb.183.143), pero también en contextos ibéricos como la necrópolis de Íllora en Granada (Quesada, 1997: nº cat. 1565). En conjunto, pues, consideramos que el pilum 9459 de Las Albahacas (Bellón et al. 2013a: 327; 1013b: 31) es un ejemplar de morfología típicamente romana, característico del periodo de las Guerras Púnicas aunque pudo perdurar en el tiempo hasta el s. II o incluso (muy dudoso) principios del I a.C. 28 29 Ahora bien, pila sencillos de este tipo, indistinguibles de los ‘romanos’ son muy abundantes en la Península Ibérica en contextos indígenas desde el s. V a.C. (Figura 6). En 1997 catalogábamos en torno a 42 piezas del tipo III (pila de cubo con punta elemental) (Quesada, 1997: 862ss.) en fechas muy variadas. Por donación de J. Cardona (núm. Inv. Mus. Javea 2184a), cf. VVAA, 2004: 88). Long. Max. 41 cm, algo mayor que la media. Dos posibles orificios de remache en la lengüeta (obsv. personal). Existe otro posible ejemplar de este tipo procedente de Ampurias (Mus. MAC-Girona, n.inv.13866, cortesía Gustavo García Jiménez), del que sólo se conserva punta (plana y lanceolada, sin aletas ni nervio) y un corto tramo de astil con ensanchamiento proximal quizá indicativo del arranque de la lengüeta. No tiene contexto, ya que procede de colecciones privadas. 30 327 Coincidimos con Luik en que las medidas que proporciona Polibio no son realistas, y en que su descripción es muy problemática al casarla con los datos arqueológicos contemporáneos a este autor, en particular Numancia (Luik, 2002: 81). El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Así, hay contextos que llegan al siglo V a.C., como en El Bovalar (Castellón de la Plana) (Sep. 2, Quesada, nº cat. 2333) o el Puig de Benicarló (Quesada, 1997: nº cat. 2362 y otros) y otros ejemplos, que podrían también ser considerados como los grandes regatones de hasta 40 cm que corresponden a las grandes lanzas arcaicas de hierro (en Mianes, Solivella, etc.). Lo mismo ocurre con el probable pilum multiuso de Prados Redondos (Guadalajara) (Quesada, nº cat. 3610) del s. V a.C. En el otro extremo de la horquilla cronológica, probablemente a fines del s. III, o quizá un poco después, hay ejemplos celtibéricos de este tipo en Arcóbriga (Zaragoza) (Sep. C, Quesada, nº cat. 3042, actualizado en Lorrio y Sánchez 2009: 56 ss.). En el ámbito ibérico, y con una datación de fines del s. III a.C. tenemos ejemplos en Cabecico del Tesoro (Murcia) (Sep. 69, nº cat. 203), Cabrera de Mar (Quesada, 1997: nº cat. 2632) y su equivalente de gran longitud (80 cm) nº cat. 2644. Quizá a caballo con el s. II a.C., y en un contexto interesante, podemos citar el pilum de la necrópolis emporitana (Quesada, nº cat. 2772) que quizá algunos preferirían considerar romano. Ya en la primera mitad del s. II a.C. contamos con ejemplares en Cigarralejo (Murcia) (Sep. 198, nº cat. 532); Cabecico del Tesoro (Sep. 49, nº cat. 202; Sep. 141, nº cat. 204), llegando a mediados de esa centuria e incluso más allá (Cabecico, S 41, Quesada, nº cat. 202). En la otra gran área geográfica tenemos un panorama similar; en Uxama (Soria) hay piezas similares en tipo y datación (e.g. Sep. 3, Quesada, nº cat. 4299). imposible precisar si corresponderían a puntas de cubo o de lengüeta. En el primer caso, si fueran piezas de cubo, el ejemplar Albahacas 1069 sería un pilum de tipo Quesada, II (Quesada, 1997: 327 ss.), de tamaño mediano o grande, con punta lanceolada sin nervio marcado, con sección lenticular o a cuatro mesas. De nuevo es un modelo que puede atribuirse tanto al ejército romano como a pueblos peninsulares. Así, hay pila romanos republicanos de este tipo en contextos itálicos antiguos, siempre anteriores a mediados del s. II a. C., como el ejemplar de Vulci de los Museos Vaticanos, de cronología debatida que podría subir hasta el s. V a.C. (Connolly, 1997: 44 y Fig.1.A); o el de Montefortino de c. 250 a.C. (Connolly, 1997: Fig. 4, ver Figura 5). En cambio, Horvat no recoge puntas de este tipo en Smihel en contexto de c. 170 a.C. (Horwat, 1997), ni Luik en Numancia en contexto de c. 133 a.C.31 (Luik, 2002). Sin embargo, y para complicar las cosas, hay también pila de cubo con punta de hoja ancha y plana en momentos muy muy tardíos, de época cesariana, como en el ejemplar de Osuna (Sievers, 1997a: núm. 68, que también podría ser indígena dados los tipos de armas hallados, cf. Quesada, 2008: 17 y Fig. 4B). En casos de piezas nuevas sin contexto, como la de El Guijo (Écija, Sevilla), la atribución de pila de este modelo32 a un contexto romano en periodo cesariano es posible (García-Dils y Menéndez, 2006), pero igualmente podría remontarse a época sertoriana o (menos probablemente por su gran longitud, 74,6 cm) a la época de la Segunda Guerra Púnica. Valga esta tediosa enumeración para demostrar que este tipo de armas de manufactura elemental abarca un amplio marco cronológico (toda la Segunda Edad del Hierro) y cultural (toda la Península Ibérica, además del mundo romano, y también buena parte de la Galia, donde no queremos entrar ahora). El pilum Albahacas 9459 es pues perfectamente compatible con el contexto cronológico de la batalla de Baecula, pero no podemos saber a qué bando pudo pertenecer. Por lo que se refiere a contextos peninsulares no romanos, en 1997 conocíamos ocho ejemplares de tipo II (pilum de cubo con punta lanceolada sin nervio), fechables desde fines del s. V a.C. (Alpanseque, Sep. 27, Quesada, nº cat. 4071) y el primer cuarto del s. IV a.C. (Cigarralejo, Sep. 277, Quesada, cat. 628; Serreta de Alcoi, Sep. 1) 31 Los otros dos restos de pila de Las Albahacas (Figura 3), con números 5249 y 9979, presentan una problemática en cierto modo similar al de Albahacas 9459. Al estar ambos incompletos, es 32 328 El problema de la cronología de Renieblas V (sertoriano o anterior) afortunadamente no nos afecta aquí por ausencia de piezas relevantes en ese contexto. Aunque la punta es sospechosamente débil por su desmesurada longitud y ausencia de nervio. FeRnAndo QuesAdA et al. En conclusión, pues, el grupo de pila de Las Albahacas es consistente con un arco cronológico máximo de c. 225-75 a.C., pero el ejemplar de tipo Talamonaccio es diagnóstico para llevar la fecha a fines del s. III a.C. a los que ahora cabe añadir algunos más del Puig de Sant Andreu (Ullastret, Gerona, MAC Ullastret 2753, cortesía G. García); o de Arcóbriga (Lorrioy Sánchez, 2009: Fig. 162). Por lo que se refiere al otro fragmento de probable pilum con punta ancha pero ahora con nervio marcado (Albahacas 9979, Figura 3), el problema es el mismo al del caso anterior, agravado por la práctica ausencia de astil. De nuevo hay paralelos anteriores a mediados del s. II a.C. para este tipo de punta ancha en contextos romano-republicanos; pero también, y con mayor claridad, aparece este tipo en contextos plenamente indígenas, y en fechas del s III a.C. o incluso anteriores. La punta lanceolada con nervio marcado es base del tipo de pilum Quesada I, que aparece en contextos indígenas hispanos con tamaños de entre 20 a 70 cm (Quesada, 1997: Fig. 192). En 1997 conocíamos como mínimo tres ejemplares del tipo, fechables en el s. IV a.C. (Mirador de Rolando, Granada, cat. 1434) o de fecha imprecisa y gran tamaño (Meca en Valencia y Galera en Granada, nº cat. Quesada, 5017 y 2741). A ellos se pueden añadir ahora varias piezas de S. Julià de Ramis31, halladas en un contexto de destrucción (Burch et al., 2001: 20) de fines del s. III o muy principios del s. II a.C. (García Jiménez, 2006: 284; 2012: 537). Además, ayuda a sostener una fecha antigua la presencia de dos puntas anchas y planas, con o sin nervio, combinada con la completa ausencia de puntas piramidales macizas alargadas, que son con mucho las más características de los contextos de c. 130 y c. 75 a.C. (además de, por supuesto, los cesarianos y altoimperiales). Estas puntas piramidales macizas y alargadas serán con el tiempo las más caracerísticas tanto en las familias de cubo como en las de lengüeta (en general ver Connolly, 1997, 2001-2002; Luik, 2002). En época sertoriana son en Iberia casi exclusivas, como en la Almoina de Valencia (Ribera, 1995: Fig. 15), en Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24); o en Bordegasos (Vilopriu, Gerona) (Nolla et al., 2010: 165-166 y Fig. 10.2.2.10); en época cesariana, c. 45 a.C., son igualmente predominantes en Osuna (Sievers, 1997a: 63 ss.) y quizá en el Castro de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado, 1991: 226 y Fig. 38). Culturalmente hablando, el pilum más antiguo de lengüeta de Las Albahacas fue muy probablemente romano. Los otros tres pudieron pertenecer a cualquiera de los dos bandos enfrentados. Estos datos impiden pues que podamos atribuir el arma a un bando concreto, pero de nuevo son un indicio de cierta antigüedad comparativa. 3.- ¿VERUTA O TIPO 11A (=X)? (Figuras 7 y 8) Quizá el conjunto más compacto tipológicamente de armas procedentes de Las Albahacas es el de cinco (quizá hasta siete) puntas de arma arrojadiza perforante más ligera que el pilum (Figura 8)34. Se trata de puntas de unos 15 a 20 33 34 cm de longitud total, con cubo circular de un diámetro interno cercano a los 1,3 cm, dotados de un orificio para un pasador de fijación. El cubo de forma cónica se prolonga en sección circular hasta que, en su extremo distal, se transforma por forja para adoptar una sección cuadrada de en torno a 0,8-1.0 cm de lado. En el punto de transición suele haber un ligero resalte, siendo el extremo circular del cubo, ya macizo en este punto, ligeramente menor que el arranque de la punta cuadrada, que es pues piramidal, muy Algunas perdidas, MAC Gerona. Aunque algún autor como Poux (2008: 333) los incluye inicialmente entre los pila, luego muestra sus dudas para clasificarlos genéricamente como ‘proyectiles’ dependiendo de su tamaño (ibid.: 358 ss.). Pernet agrupa por su parte en una categoría los pila cortos de cubo y estas jabalinas, por su tamaño menor y su carácter arrojadizo perforante (Pernet, 2010: 68), con independencia de que los primeros tienen cubo, astil y punta independizados, y los segundos en realidad no. 329 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 7. Puntas de verutum (Dibujo: Paloma Serrano). 330 Peso Gr. AnMxHj Ø. Cb. Ext Lg. Cb Lg. Hj. Lg. Mx. Tipo Metal Núm.Cat. FeRnAndo QuesAdA et al. 1474 Fe 11a,Var.X 21,0 12,6 8,4 1,5 1,0 65 195 Fe 11a,Var.X 18,4 9,5 8,9 1,4 0,9 59 3088 Fe 11a,Var.X 16,3 8,8 7,5 1,2 0,9 44,1 9550 Fe 11a,Var.X 19, 2 13,2 6 1,4 0,8 60 4754 Fe 11a,Var.X >13 >7 >5,8 2379 Fe 2258 Fe ¿11a,Var.X? >9,5 0,9 0,7 ¿? Observaciones. Cubo deformado y muy abierto con sutura abierta. Una perforación para pasador. Faltan unos mm. de la punta. Mus. Jaén 5343. Un orificio de pasador. Sutura abierta y visible en toda la longitud. Mus. Jaén 5346. Perforación opuesta a la sutura visible. Mus. Jaén 5415. Extremo cubo aplastado. Conserva orificio de pasador, opuesto a línea de sutura, que es visible hasta el inicio de la punta. El cubo se estrecha hasta un diámetro de 0,8 en el arranque de la punta. La parte hueca parece corta, unos 2,7 cm, y se prolonga en vástago macizo de sección circular antes de llegar a la punta piramidal alargada de sección cuadrada. El extremo de la punta está ligeramemente aplastado y deformado por impacto. Arranque cubo aplastado. Ver 2258. Punta maciza de hierro sin señal de arranque de cubo y sección subcircular irregular con marcas de foija. Sin embargo, presenta un muy ligero estrangulamiento en lo que podría ser el arranque de una punta piramidal alargada de sección cuadrada. Lo que correspondería al asttil es de sección circular maciza. La ausencia de señal de arranque de cubo es llamativa. No es pilum ni soliferreum claro. Ver 2379. Figura 8. Tabla de dimensiones y clasificación de veruta. alargada y maciza (Figura 7). El peso oscila en torno a los 50-65 gr. Se trata pues de un tipo de arma arrojadiza a mano, dotada de una notable capacidad perforante en especial contra escudos y protecciones como la lorica hamata, cuyos anillos remachados se abrirían con más facilidad ante el impacto de estas puntas muy estrechas y compactas que frente a otras anchas y planas. (De genere armorum 19, ed. Lindsay), pero sobre todo por la descripción del lexicógrafo del s. II d.C. S. Pompeyo Festo (de sign. verb. s.v. verutum) quien, resumiendo a Verrio Flacco (de época augustea), escribía: “veruta pila dicuntur, quod veluti verua habent praefixa”; esto es, “llaman... veruta a pila que tienen fijada [por punta] una a modo de asador”35. Otros autores que se han Hemos empleado para el epígrafe de clasificación el término latino verutum, que hemos preferido al genérico tela (Isid. Etym. 18, 7, 1-11) precisamente por su significado como telum breve et angustum, según el léxico de Nonio Marcelo 35 331 Sobre la compleja transmisión del léxico de Varrón vía Festo y Paulo Diacono, ver recientemente http:// www.ucl.ac.uk/history2/research/festus/index. htm El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula fijado en detalle en el término36 traen a colación el Corpus Glossariorum latinorum (vol. V Ed. Goetz, p. 253.11) donde, de manera curiosa, el verutum sería un genus telum… in quo ferrum solidum est atque productum, un hierro sólido y alargado en forma de cuña. Convendremos en que estas descripciones se adecúan perfectamente a nuestro tipo 37. Además, Livio dice (1,43) que el verutum fue el arma arrojadiza de los infantes ligeros de la cuarta clase censitaria serviana, por lo que debió de ser un arma sencilla. Podría ser equivalente del griego ἀκὀντιον (empleado normalmente como sinónimo de iaculum y de telum) o incluso del polibiánico γρόσφος. del mundo ibérico, lo más notable es que la mayoría de estas puntas han aparecido en lotes o ‘manojos’ de seis puntas (Cabecico del Tesoro, Murcia, Sep. 102, Quesada, 1997: nº cat. 208 y 210-214) o de doce (Cigarralejo, Murcia, Sep. 147, Quesada, 1997: nº cat. 474 a 486).39 Ambas sepulturas son tardías, y se pueden fechar en la segunda mitad o incluso finales del s. II a.C. (respectivamente Quesada, 1989: vol. I p.317 y vol. ΙΙ p. 151; y Cuadrado, 1987: 302 y Fig. 123). Otras puntas sueltas aparecen en diversos yacimientos, con y sin contexto, desde Cataluña a Córdoba (Quesada, 1997: 382 y Fig. 231) y Navarra, en un contexto ya casi augusteo en Eraul (Castiella, Sesma, 1988-89: Fig. 227.3). Pero en realidad no podemos saber si nuestra propuesta es correcta o no, dada la notoria falta de precisión y consistencia de los autores clásicos en el uso de los términos técnicos, incluso de los más conocedores de la terminología militar (Quesada, 1994). La alternativa es la escueta clasificación tipológica de acuerdo a criterios formales y numéricos. En tal caso, y teniendo en cuenta que –y como ocurría en el caso de los pila– hay en Iberia más ejemplares de este tipo de punta en contextos locales que romanos, la alternativa es emplear nuestra denominación en la clasificación de las armas de astil lígneo hispanas: tipo Quesada, 11a (variante X) (Quesada, 1997: 382 ss. y Figs. 244 y 245). La más llamativa, porque es la única que puede sin duda llevarse al s. IV a.C., es la procedente del Dpto. 100 del oppidum de La Bastida (Mogente) cuya datación anterior a fines del s. IV a.C. no debe ponerse en duda, y que por tanto lleva a retrotraer mucho el origen de estas puntas en Iberia (Fletcher et al., 1969: 289 y Quesada, 2011: passim). No podremos entrar aquí en el origen del tipo, itálico, hispano o por convergencia, pero la pieza de Bastida es más antigua que la mayoría, si no la totalidad, de las conocidas en contexto romano. Por otro lado, la forma del arma es lo suficientemente elemental como para consentir un diseño independiente en varias regiones distintas en distintos momentos. Con este tipo ocurre como con las puntas de pilum estudiadas antes: aparecen tanto en contextos ibéricos como romanos38. En el caso 36 37 38 Si este tipo de punta no sólo está muy presente en el mundo hispano, sino que tiene ejemplares muy significativos, por contexto y antigüedad, es en el ámbito romano dónde resulta más conocido, hasta el punto que resulta Reinach (1907: 434); Couissin (1926: 121 ss.; 214 ss); Schulten (1943). Para este último, verutum es un sustituto de pilum en su variante ligera. Ver síntesis de la discusión en Quesada (1997: 332). Otro candidato plausible para este tipo de hasta velitaris sería precisamente el modelo de pilum de cubo con punta simplemente aguzada que hemos clasificado antes (tipo Quesada, III). Debemos indicar también que piezas aparentemente muy similares se fabricaron en otros contextos mucho más tardíos, por ejemplo en el Medievo hispano. Algunas (Soler, 1986: Fig. 5.2; Izquierdo, 1994: Fig. 28.3) son reconocibles como distintas por la factura y tosca forma de plegar el cubo, que no se da en estas piezas en época romana. Otras (Soler, 1986: Fig. 5.4) son aún más difíciles de reconocer, salvo por no presentar el engrosamiento en el arranque de la punta piramidal. Los hallazgos del campo de batalla de Alarcos (Zozaya, 1995: 176-182) permiten fechar 39 332 su recorrido medieval al menos en el s. XII-principios del XIII, aunque las piezas de Alarcos sean mucho mayores que las antiguas. Sirvan estas líneas para recordar las dificultades de fechar objetos metálicos simples procedentes de prospección superficial. Volveremos sobre este problema, a mucha mayor escala, al analizar las puntas de flecha de Las Albahacas (infra). Quizá no sea del todo ocioso recordar en este peculiar contexto y números que seis asadores (οβελὀι) forman un manojo (δράγμα), el número mayor que cabe en una mano, y que tanto δράγμα como δραχμἠ tienen su raíz en δρἀσσομαι, ‘coger con la mano’, ‘agarrar’; mientras que ὀβολὀς deriva de ὀβελὀς. FeRnAndo QuesAdA et al. Yacimiento Cronología Bibliografía Observaciones Telamon c. 225 a.C. Reinach (1907:Fig. 6); Couissin (1926:Fig. 53) Muy probable. La Palma (Tarragona) c. 215-209 a.C. Noguera et al. (2013:Fig.18.1) Sin engrosamiento basal. Smihel c. 180-160 a.C. Horvat (1997:Fig. 9) Al menos 11 ejemplares, claramente distinguidos de los tipos de catapulta. Numancia-asedio y Renieblas III c. 133 a.C. Luik (2002:Abb. 87.151- 154) Luik (2002:Abb.183.147; 186187) Renieblas V c. 100 o c. 75 a.C? Luik (2002:Abb.183.147) Alesia c. 52 a.C. Osuna c. 45 a.C. Kalkriese c. 9 d.C. Kalefeld c. 250 d.C. Brouquier-Reddé (1997); Reddé-Schnurbein (2001:167) Engel, Paris (1906); Sievers (1997:n.75); Quesad (2008c:Fig. 5c) Moosbauer, Wilbers-Rost (2007:29); Moosbauer, Wilbers Rost (2009:ABb. 3) Geschwinde et al. (2009;Abb.4) Numerosos ejemplares. Versión simplificada sin apenas escalón basal. Conserva orificio de pasador.Mus. St. Germain.AM 1243-1249,71. En 2007 clasificados como regatones; en 2009 ya como jabalinas. ¿empleadas como proyectiles de catapulta? Figura 9. Ejemplos de veruta de tipo Quesada 11a en contextos romanos de distinta cronología. característico en muchos lugares y contextos (Luik, 2002: 81-82), de los que ofrecemos en la Figura 9 un resumen no exhaustivo pero sí muy significativo, que demuestra su existencia desde fines del s. III a.C. hasta el s. III d.C. por lo menos. Es especialmente relevante el caso del campamento de campaña romano de La Palma, en la desembocadura del Ebro, fechable a fines del s. III (Noguera, 2008, 2012), en los mismos años que Baecula, y donde el ejemplar de este tipo conocido se asocia a otras armas similares a las de Las Albahacas, incluyendo puntas de flecha y una gran punta de pilum o de jabalina fragmentada en la base, además de glandes de honda (Noguera et al., 2013: Figs 18-19). mont (Arcelin y Girard, 2013) o más tarde en el oppidum de La Cloche, en un contexto cesariano hacia 49 a.C. (Chabot y Feugère, 1993: 37 ss.) y en Alesia (Sievers, 2001: Pl. 70.373-374). En el interior continental galo estas puntas, sin ser frecuentes, son conocidas en diversos yacimientos indígenas de época ‘republicana’ en el valle del Ródano (Desbat y Maza, 2008: Fig. 7.59), y al interior como la Butte Saint-Geneviève (Meurthe et Moselle), o Bibracte, donde los investigadores se preguntan también por el origen del tipo (respectivamente Dechezleprêtre, 2008: 99-100 y Fig. 5.4; Pernet et al., 2008: 105). La idea de Pernet (2010: 107) de considerar estas puntas ‘galas’ como de origen romano es discutible a la vista de los casos hispanos antiguos. El modelo tuvo larguísima perduración, e incluso encontramos anomalías como su producción en bronce en campamentos militares romanos de la Dacia a mediados del s. III d.C., con una tipología muy próxima a la de ejemplares seis siglos anteriores (Petulescu, 1991). Por otro lado, y además de en Hispania, este tipo es frecuente en contextos ‘provinciales’ no estrictamente romanos, pero sí, como en la mayoría de los casos hispanos, asociados al momento de la conquista romana. Aparecen así en lugares tan distantes entre sí como en un depósito de c. 180 a.C. en Smihel en Eslovenia (Horvat, 1997, 2002); en una sepultura de un reyezuelo númida en Es Soumaa de c. 130-110 a.C. (Ulbert, 1979: Abb. 203; Pernet, 2010: 51), o el sur de la Galia, como circa 123 a C. en Entre- Existe una cierta confusión entre estas puntas alargadas y relativamente largas (si cogemos la muestra completa, no solo la de Albahacas, oscilan en torno a los 15-28 cm de longitud y los 333 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula 50-80 gramos de peso) que aquí denominamos veruta, y otro grupo de puntas tipológicamente similares y quizá derivadas de aquellas, pero reducidas a la mínima expresión en su longitud (solo 8-12 cm), y de función muy diferente: proyectiles de artillería neurobalística (Poux, 2008: 354 para la más reciente síntesis). Estas puntas cortas y macizas aparecen a su vez en dos tipos principales: • con un cubo muy corto, cónico, y una cabeza engrosada y más ancha, mucho más cuadrada, de aspecto muy macizo y compacto (40-50 g) (e.g. Luik, 2002: Abb. 50, Horvat, 1997: Fig. 8, nº 1-5). • con cubo más estrecho y punta menos regruesada con respecto a él, y más alargada. Es como una miniatura de nuestros veruta, pero de menor tamaño y peso (20-40 g). (Luik, 2002: 82-83 y Abb. 188; Horvat, 1997: Fig. 8, nº 6-12). prolongados (en Numancia, por ejemplo, Apiano Iber. 92) y más tarde en batallas campales41. Por otro lado, tampoco se debe confundir los veruta con unas puntas de flecha (caracterizadas obviamente por su pequeño tamaño, en torno a 4-9 cm, con cubos de menos de 1 cm, y sobre todo con pesos de 10 a 15 g), que tienen un aspecto similar y pueden ser confundidas si no se presta atención especial a la escala42. Corresponde al tipo A de Duval (1970: Pl. 1), su origen propiamente galo parece dudoso dado a su amplia zona de aparición43. 41 Este grupo de puntas cortas –en sus dos tipos principales– aparece ya en los sitios militares romanos clásicos del s. II a.C. (depósitos, campamentos, asedios, etc.) como Smihel, Ephyra, Entremont, Numancia, etc…, y perdura sin apenas cambios en el s. I a.C. (Osuna, Alesia, cf. Poux, 2008: 308 ss.; Sievers, 1997a, 1997b)40 e incluso en época imperial (ss. I-III d.C.), como en la mayoría de los campamentos militares romanos del limes altoimperial (e.g. Varusschlacht, 2009: 275, 352) llegando al s. III d.C. (Harzhorn/Kalefeld, cf. Geschwinde et al., 2009: Abb.4). Estas piezas cortas y macizas son, sin duda, puntas de proyectiles de artillería (Luik, 2002: 81-82; Poux, 2008: Fig 1 y 308 ss.), y no hay problema al respecto, sobre todo en contextos de c. 145 a.C. en adelante, donde las fuentes testimonian explícitamente el empleo de artillería en asedios 42 40 Resulta llamativo que, sin embargo, junto al armazón de catapulta de época sertoriana de Caminreal (Teruel) no se hayan documentado sus correspondientes puntas de proyectil, cuando sí aparece un completo repertorio de otras armas romanas e indígenas (Vicente et al., 1997) lo que junto a las características incompletas del propio hallazgo, pueden apuntar a que la pieza estaba parcialmente desmontada (junto a otros datos llamativos, Vicente et al., 1997:169), quizá en reparación, en el momento de la destrucción del poblado. 43 334 La primera vez que se documenta el uso de artillería en una batalla campal, bien que en un terreno cuidadosamente preparado con tiempo, es en 354 a.C., en Tesalia, en un enfrentamiento entre Filipo II y Onomarco (Marsden, 1969: 59). Sin embargo, sólo desde c. 100 d.C., en época de Trajano, los romanos contaron con artillería que podría transportarse montada al campo de batalla (Marsden, 1969: 165); anteriormente se llevaban desmontadas en carromatos y por tanto su uso en batallas campales era complicado. Alejandro la empleó también a fines del s. IV en ocasiones como cruces de ríos (Arriano, Anab. 1,6,8). Pero incluso en época de César el uso de artillería en campaña era excepcional (Marsden, 1969: 167 ss.). El ejército romano comenzó a adoptar la maquinaria de guerra y sobre todo la artillería en una cronología bastante avanzada, muy posterior a su empleo en el mundo griego o cartaginés, y es un obvio anacronismo la tradición de la Venus Calva que remontaba al 390 a.C. la introducción de la artillería de torsión, antes incluso de su invención en Macedonia hacia mediados del s. IV (Marsden, 1969: 83; Saez, 2005: 137 y Apéndice I). Livio (6,9,1-3) comenta también que en el 386 a.C., cuando Camilo intentó tomar la capital de los volscos, hubo de renunciar ‘por carecer de artillería pesada’ (magno apparatu tormentis machinisque); pero como en esta época tampoco existía tal capacidad ni siquiera en el mundo griego, hay que pensar en otro anacronismo. Ya documentados en Smihel en la primera mitad del s. II a.C. (Horvat, 1997: Fig. 8, nº 13-17) pero muy frecuentes en contextos galos de época republicanacesariana, como en Clermont-Ferrand (Pouxet al., 2008: 218-129) o Bourgingnon-lès-MMorey (HauteSaône) (Dubreucq, 2008: 170). Finalmente, cabe la posibilidad de que algún ejemplar modificado del tipo, como la pieza de la Sep. 28 de la necrópolis vaccea de Las Ruedas (Valladolid) (Sanz Mínguez, 1998: 77 y Fig. 76.N,) fuera, pese a su similitud, un regatón de tamaño mediano/pequeño (long. 9,4 cm). FeRnAndo QuesAdA et al. Nuestras puntas largas de veruta aparecen a menudo asociadas en contextos de los siglos I a.C. a III d.C. junto con las cortas de catapulta44 y las de flecha. Sin embargo, y aunque los veruta de 13 a 25 cm a menudo se han considerado erróneamente estas piezas como proyectiles de artillería (o se han planteado dudas, como en Luik, 2002: 81; Desbat y Maza, 2008: 248-249; Poux, 2008: 358; Desbat y Maza, 2008: 248 y Fig.7.59), a nuestro juicio no cabe duda de que se trata de jabalinas, en lo que coincidimos con otros investigadores (Sievers, 1997a; Horvat, 1997, Poux, 2008, Pernet, 2010 etc.). Eso no quiere decir que, en algún momento u ocasión, no pudieran ser empleadas las puntas de veruta de 20 cm de tal modo, como proyectiles de catapulta, pero no sería su uso normal por ser demasiado largas y pesadas. y maquinaria en asedios, uso bien documentado en este momento. Descartada la función como proyectiles de catapulta, debemos recordar que lo más llamativo de los hallazgos de Cigarralejo y Cabecico ya mencionados antes en Iberia, o el de Es Soumaa en Numidia, es que se trata de lotes de armas, manojos, sin duda las que un combatiente, infante o jinete ligero46, podría llevar a la lucha para arrojar a distancia en un combate en orden abierto. Hace ya algunos años (Quesada y García-Bellido, 1995) llamamos la atención sobre una de las acuñaciones de la peculiar ceca de Ikalensken (Ripollés, 1999; Luján, 2003, Pérez Vilatela, 2009), en la que la clámide o manto de un jinete en reverso aparece sustituida por lo que parece claramente un haz de jabalinas. Poníamos entonces en relación esa imagen, estos haces de jabalinas con una representación grabada en una estela númida de Abizar (Mus. Constantine), fechada entre finales del s. III y el s. II a.C. (Horn y Rüger, 1979:581) en la que un jinete porta un pequeño escudo circular y un manojo de jabalinas cortas. Pensamos que en efecto estos haces de jabalinas corresponden a la ‘dotación’ de un infante ligero o de un jinete, y la aparición de ’lotes’ de este tipo en contextos funerarios tanto en Iberia como en Numidia hace imposible precisar En todo caso, en el contexto de la Segunda Guerra Púnica no hay indicio alguno (desde luego no en las fuentes literarias, que sin duda lo habrían mencionado), del empleo de artillería ‘de campaña’, ni por parte romana ni por parte de los cartagineses. Y los autores romanos lo hubieran narrado sin duda, especialmente en el caso de Baecula, con el asalto cuesta arriba y toma del campamento cartaginés. De hecho, la República romana estaba en el comienzo de su relación con la artillería, tras la captura del ingente arsenal de Cartagena (Livio 26,47,5-6), y no sería hasta años después, ya concluida la campana hispana, cuando Roma comenzara a fabricar artillería45. Otro caso es el de la artillería 44 45 De hecho, casi sistemáticamente: Smihel, Numancia, Alesia, Osuna… Pero también se asocian en todos esos sitios a elementos de pila o puntas de flecha de dos o tres tipos muy concretos, y no por ello son todos proyectiles de artillería. Roma no parece haber comenzado a enfrentarse con artillería de manera regular hasta la Primera Guerra Púnica, y durante décadas los romanos parecen haberse limitado como mucho a utilizar las numerosas máquinas –cientos de ellas– capturadas a griegos o cartagineses. Alguna tradición de inferior calidad lleva a la I Guerra Púnica el empleo de máquinas por los romanos, en concreto el ejército de Régulo en África (Val. Max. 1,8,19; Plinio Nat.Hist. 8,37; A. Gelio, 7,3): en 256 a.C. los romanos habrían usado máquinas lanzadardos para acabar con gigantescas serpientes que devoraban soldados. Marsden (1969: 84) da como buena la base de la noticia. Pero sólo en la Segunda Guerra Púnica aparecen datos más 46 335 fiables y continuados (Marsden, 1969: 84-85). Las fuentes enfatizan la captura de catapultas en casos como la toma de Siracusa (211 a.C.) o Cartagena (209), y en general se considera que cuando los romanos usaron artillería en sus asedios antes del final de la II Guerra Púnica, es porque la conseguían de ciudades griegas o empleaban las capturadas en lugares como el gran arsenal púnico de Cartagena. La primera vez que sabemos que los romanos fabricaron catapultas (y posiblemente empleando ingenieros griegos) fue en el asedio de Útica en 204 a.C. (Livio, 29,35,8). Sólo en el s. II a.C. Roma utilizó ya con regularidad máquinas lanzadoras en asedios (como en el depósito de Smihel, o en el asedio de Numancia), y no fue hasta mediados del s. I a.C. cuando el ejército romano parece fabricar, reparar y emplear artillería y máquinas de asedio móviles de manera regular (César Bell.Gal. 4,25; 7,41,3) (Campbell, 2003: 23; Sáez, 2005: 139). Luik (2992: 81), como Ulbert (1979: 338, n. 275), se inclina por jinetes, y es cierto que la ausencia de puntas anchas favorece agarrar un puñado de piezas con facilidad, pero no por ello debemos descartar la infantería ligera, con las mismas necesidades. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ligero… la parte de madera de la jabalina tiene aproximadamente una longitud de dos codos, y dedo de espesor y su punta mide un palmo; esta punta es tan afilada y tan aguzada que al primer choque se tuerce y el enemigo no puede dispararla; sin esto la jabalina serviría a los dos ejércitos” (Polibio, 6, 22). a qué ejército podrían atribuirse (ver también al respecto García Bellido, 2010: 166 ss.). La utilidad, necesidad incluso, de llevar en la mano varias armas arrojadizas en el caso de las tropas ligeras es evidente, ya que permitirían a los combatientes combatir en orden abierto durante un período relativamente prolongado de tiempo, como parece haber ocurrido en Baecula. Al ser además piezas sencillas y rápidas de fabricar45, su empleo en masa es más que factible. Todo ello teniendo en cuenta, además, que las fuentes son explícitas al respecto. En el caso concreto de los númidas, por ejemplo, Livio escribe, hablando de una acción en 193 a.C.: “Nada menos preocupante a simple vista: caballos y hombres pequeñitos y frágiles, jinetes desceñidos y sin más armas que las jabalinas que llevan consigo [iacula], caballos sin brida… ” (Livio, 35, 11, 7); y Apiano lo confirma: “Masinissa… reuniendo un cuerpo de caballería que tenía como misión ejercitarse día y noche en disparar numerosos dardos [akontion]…” (Apiano, Lyb. 11, Segunda Guerra Púnica). En cuanto a los pueblos hispanos, la utilización de varias jabalinas se demuestra en la iconografía, por ejemplo en la pintura vascular contemporánea a las Guerras Púnicas (ver discusión en Quesada, 1997: 415), mientras que las fuentes literarias son menos específicas a la hora de determinar cuántos tela o iacula portarían. Da la sensación, por último, de que la caballería romana y aliada, como por otro lado menciona Polibio, no empleaba haces de jabalinas: “Por otra parte, si bien la caballería romana, metida en la refriega, donde podía utilizar la lanza, y en la distancia más corta la espada [ubi cuspide uti et comminus gladio posset], era más fuerte, los númidas disparabam mejor desde lejos sus jabalinas contra ella [Numidae iaculabantur] …” (Livio, 30,18,7; 203 a.C. , derrota de Magón). Sobre los velites romanos, las fuentes son también explícitas: “Estos soldados [velites, 189 a.C:, batalla Mte. Olimpo] tienen un escudo de tres pies [tripedalem parmam] y venablos [hastas!]en la diestra para usar a distancia, se ciñen la espada hispánica, y si hay que combatir cuerpo a cuerpo pasan los venablos a la izquierda y desenvainan la espada” (Livio, 37, 21, 13); “A los más jóvenes les ordenan armarse de espada, jabalinas [γρόσφος βέλος] y de un escudo En conclusión, las piezas de Las Albahacas deben ser consideradas jabalinas que pudieron ser empleadas en lotes por infantes o jinetes de cualquiera de los dos bandos, aunque más probablemente por el lado cartaginés, compuesto de contingentes púnicos, libios, númidas e hispanos. 4.- TELA. OTROS TIPOS DE ARMAS ARROJADIZAS (Figuras 10 y 11) agruparse con el grupo anterior, que al ser más homogéneo y estar mejor definido tipológica y culturalmente hemos decidido separar. Se recogen en las Figuras 10 y 11. En este apartado vamos a recoger un número relativamente sustancial de puntas de arma de astil, en general mal conservadas y en estado fragmentario. Por su morfología y pequeño tamaño las consideramos como armas arrojadizas en sentido amplio (tela) 48, y podrían pues 47 48 Como se aprecia en la Figura 10, el estado de conservación de las piezas es mejor cuanto más compacta y maciza es la moharra, lo que es lógico. Esto lleva, sin embargo, a que sea difícil su clasificación y estudio más allá de la mera catalogación. Sim (1992) cita, a partir de piezas pre-formateadas, de unos ocho minutos para piezas de este tipo forjadas por él, cinco minutos para un herrero habituado. Aunque las fuentes, tan inconsistentes siempre, usan a veces telum para lanzas empuñadas o amas en general. 336 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 10. Otros tipos de jabalinas. 337 Lg. Cb Ø. Cb. Ext AnMxHj 1,3 1 16 var. >11,5 c. 8 >5,2 1,3 1,1 Fe 16 var. >3,2 Ver paralelo 9431, casi completa, Jabalina corta en torno a 12 cm, similar tipo 16 pero con nervio muy marcado y mesas muy estrechas 2430 Fe 16 var. >3,6 Nervio marcado tipo 2. Similar a 9431 y 509. 9410 Fe 12b (Var.XIB) 16,9 9521 Fe 12b? >15 6129 Fe 12 (Var. XIB?) >5,4 (estim. 11-13 cm.) >3 >2,4 5934 Fe 12b? (Var.XIB) >6,6 (c. 11 cm.? >3,3 >3,3 4752 Fe Nuevo 9431 Fe 509 13,5 6,4 1,5 3,2 3,2 Peso Gr. Lg. Hj. 7,1 Tipo 3,4 Metal 10,5 Núm.Cat. Lg. Mx. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Observaciones Cubo y punta incompletos, el peso es irrelevante. Cubo cónico muy largo prolongado en vástago de sección circular que remata en punta romboidal aplanada. Cubo muy abierto en sutura (perdida). Baja calidad elaboración. 24,2 Cubo incompleto en su extremo proximal. Línea de sutura visible. Orificio pasador no visible. 47,2 Línea de sutura muy visible en todo el cubo. Conserva pasador de cabeza hemiesférica aplastada, que no es diametralmente opuesto a la sutura, sino lateral. Hoja casi lenticular a cuatro mesas muy poco pronunciadas. Trozo de moharra de jabalina de tamaño grande, c. 15-20 cm. No conserva ni el cubo ni el extremo distal de la hoja, a cuatro mesas casi lenticular. Fragmento hoja y parte del cubo. Hoja con nervio tipo 1. Hoja moharra estrecha de filos paralelos. Deformada lateralmente, en forja. Arranque AnMxHj en tercio proximal. Al faltar el cubo no es posible saber la longitud relativa a la punta, y por tanto el tipo preciso. >2 Sección lenticular aplanada tipo 5.Factura tosca. Muy dañada. Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc. Figura 11. Tabla de dimensiones y clasificación de otras jabalinas. La pieza más completa (Albahacas 4752, Fig. 10) es también la más interesante y problemática. Es una punta de unos 11 cm de longitud total, con un cubo cónico muy ancho en su arranque, lo que implica un astil de madera con un diámetro de en torno a 1,7 cm, inferior a una lanza normal (unos 2,0 cm), pero superior a los 1,2/1,5 cm de las jabalinas habituales (Quesada, 1997: 347). Este largo cubo cónico se prolonga en un vástago corto de hierro, macizo y de sección circular, y remata en una punta de unos 3,5 cm de longitud de fuerte sección romboidal, maciza y perforante. Este modelo no se corresponde con ninguno de los múltiples tipos catalogados en la panoplia peninsular de la Edad del Hierro (Quesada, 1997: 352-406); no conocemos tampoco paralelos 338 FeRnAndo QuesAdA et al. próximos en el mundo norteafricano, tan mal conocido por otro lado. En cambio, hay paralelos cercanos en contextos claramente romanos, bien que ‘contaminados’ por la segura presencia de tropas auxiliares. sertoriana-cesariana (primera mitad del s. I a.C.) en Hispania, aunque no es éste el lugar de abordar su catalogación. En Albahacas se documentan además tres piezas, dos de ellas muy fragmentarias (nº cat. 9431, 509, 2430), que corresponden a otro tipo de jabalina (Fig. 10), en este caso de hoja con filos paralelos, muy estrecha de alas, y con mercado nervio de tipo 1 (grueso y de sección redondeada, Quesada, 1997: 357, Fig. 208). El arranque de la hoja (nº cat. 9431) es suave, sin el escalón característico de los modelos antiguos de lanzas, de los siglos VI-V a.C. (Quesada, 1997: 360 ss.). El cubo es largo, y en su arranque (parte proximal, la más cercana al astil), es incluso más ancho que la hoja. El diámetro del cubo, en torno a 1,2 cm, es apropiado para jabalinas ligeras, y es excesivo para una punta de flecha, como su propio peso (24,2 g, incompleta, llegaría a los 30/35 gr.)50. No se puede descartar, con todo, que los dos pequeños fragmentos de punta corresponden a un tipo de lanza de hoja muy estrecha pero tamaño mayor. Los ejemplos más cercanos en contexto romano e hispano proceden de Numancia, tanto de los campamentos del cerco como de la base de Renieblas III y en la posterior de Renieblas V. Así, los encontramos en el Cerco (Luik, 2002: Abb. 88-C158) y en Renieblas III (Luik, 2002:Abb. 188-R187, R188) o Renieblas V (Luik, 2002, Abb. 188, R-189)49. Luik tiende a dudar entre catalogar estas piezas como una variante liviana de dardos de artillería (ver supra Apdo. 3), puntas de flecha, o incluso regatones de lanza (2002: 84). Personalmente, y por las razones que hemos apuntado antes (Apdo. 3), creemos que en el caso de las puntas mayores de c. 10 cm, nos encontramos ante jabalinas ligeras. La asociación catapultas no puede ser descartada en absoluto (pese a lo argumentado en el Apartado 3). Pero en tal caso, y dadas las condiciones tácticas de la batalla, esos proyectiles sólo podrían pertenecer al bando cartaginés. Los romanos, marchando desde su campamento, trepando por las cuestas y escarpes, y en una batalla fluida, difícilmente podrían haber montado y movido las máquinas por las laderas durante kilómetros. Los cartagineses, desde su campamento, sí, pero entonces llama la atención que ninguna fuente haga mención alguna al respecto. Y como luego tampoco se mencionan durante la épica marcha de Asdrúbal hasta Metauro, toda la artillería cartaginesa habría sido capturada, lo que sin duda habría merecido alguna mención en Polibio o Livio, dado el precedente de Cartagena en la campaña anterior. Existen paralelos para la forma general de este arma en Iberia, en contextos desde el s. IV a. II a.C. de la Meseta, pero son piezas escasas y casi siempre de sección lenticular más o menos aplanada (tipos 5 o 7) o aristada (tipo 4). Se trata de nuestro tipo16 (= a variante XII) (Quesada, 1997: 387 ss.). Sin embargo, esta forma de Albahacas se diferencia porque no tiene el acusado adelgazamiento en la unión entre cubo y hoja característica del tipo, y por su pequeña dimensión. Tampoco es un tipo habitual de contextos romanos del s. II a.C., ya que no se documenta en los lugares con grandes conjuntos clave, como Smihel, Numancia o Es Soumaâ. Tampoco aparece en los contextos más importantes del s. I a.C., sea sertorianos (Cáceres el Viejo, La Caridad, Almoina) como cesarianos (Osuna, Alesia...). En Alesia hay puntas de funcionalidad semejante pero sin el característico nervio circular, sustituido por una punta en diamante (romboidal) (cf. En fechas ya considerablemente más tardías, cesarianas, puntas de este modelo aparecen por ejemplo en Alesia (Poux, 2008: 359 y Fig. 41, fila superior, izquierda; Sievers, 1997b), y probablemente en distintos contextos de época 49 En contextos posteriores, como Cáceres el Viejo, aparecen ya c. 80/75 a.C. puntas de una variante del tipo, con la hoja aplanada, que también se dan en Numancia (comparar Luik, 2002: Abb. 188. R190 y Ulbert, 1984: Taf. 24, 186); pero en ambos casos son variantes menores, probablemente puntas de flecha. 50 339 Como veremos, las puntas de flecha del periodo oscilan, según los tipos, en el rango de 8 a 15 gramos, con excepciones ligeramente por encima y por debajo. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula núm. 9410, de tipo 12b, son el modelo más frecuente en el ámbito ibérico y celtibérico de fines del s. III a.C. (Quesada, 1997). No es el lugar de hacer aquí una catalogación detallada, pero por citar dos ejemplos señeros, uno en la Iberia y otro en la Celtiberia, en la necrópolis del Cigarralejo las lanzas del tipo Cuadrado 9 (Cuadrado, 1989: 60-64), equivalentes a los tipos Quesada, 6c y 12b respectivamente, según tamaño) son las más tardías del conjunto, a partir del 175 a.C. (Cuadrado, 1989:67)52. Por su parte, en la necrópolis de Numancia, toda ella fechable entre los siglos III-II a.C., las lanzas y jabalinas sin nervio son todas de este modelo. En dicho yacimiento todas las armas de asta son clasificadas genéricamente como ‘lanzas’ y divididas en tres grupos por su tamaño, y correspondiendo las ‘pequeñas’ de 15-16 cm a nuestras ‘jabalinas’ (e.g. Seps. 60, 112, etc., Jimeno et al., 2004: Fig. 179). Sievers, 2001: Pl. 69). Es probablemente un modelo hispano que conserva, en una época tardía, la vieja tradición de hojas con nervios gruesos propia del ámbito ibérico (Quesada, 1997: 405406) y que en Baja Epoca fue desplazada bien por hojas de sección lenticular aplanada o, en su caso, por puntas macizas piramidales, todas ellas de fabricación más económica. El tercer bloque de hojas de jabalina se forma por piezas más comunes (nº cat. 9410, 9521, 5934 y 6129). Sólo la pieza 9410 está completa, pero sirve para marcar el tipo. Se trata de piezas de uso mixto, como lanzas empuñadas o como jabalinas, aunque su tamaño reducido (menos de 20 cm de longitud total) nos lleva a pensar en un uso primario como jabalinas (Quesada, 1997: 404), como versiones reducidas de piezas mayores de morfología similar. Los rasgos más característicos son: hoja lanceolada con anchura máxima en el tercio inferior, cubo largo en proporción a la hoja, aunque sin llegar a alcanzar la misma longitud, y sección aplanada sin nervio ni arista, aunque es ocasional la presencia de una sección losángica aplanada a cuatro mesas (Tipo 4) o con nervio redondeado (tipo 1) (como en nº cat. 6129). Este modelo de jabalina lanceolada es también especialmente característico de los contextos militares romanos republicanos, por ejemplo en Hispania, con gran ventaja de los tipos sin nervio de hoja lenticular aplanada sobre las de sección romboidal o con nervio. Así, en Numancia la mayoría son similares, y alguna virtualmente idéntica, como un ejemplar de los campamentos de asedio (Luik, 2002:Abb. 84, n. C-127). En contextos ya sertorianos son las armas habituales, como en Cáceres el Viejo (e.g. Ulbert, 1984: Taf.24, n. 181, 182) y sobre todo en Caminreal (Vicente et al., 1997: Fig. 28). Siguen perdurando en estos tipos en época cesariana, como en Osuna, también con piezas iguales a las de Albahacas (e.g. Sievers, 1997a: nº 73, 74). No olvidemos, por último, que en el ámbito africano del s. II los veruta ya mencionados de Es Soumaâ (Apdo. 3) se asocian a jabalinas muy próximas a las que comentamos (Ulbert, 1979; Pernet, 2010: 51). Rasgos característicos de las lanzas y jabalinas de la fase avanzada de la II Edad del Hierro en la Península Ibérica, a partir de c. 250 a.C. son51: (a) La tendencia a disminuir su tamaño y peso; (b) Tendencia a la desaparición de las secciones con nervio marcado, desplazadas por las hojas sin nervio que, al ser más cortas, mantienen suficiente solidez y rigidez; (c) Descuido creciente en la manufactura, visible sobre todo en la sutura de los cubos, llegándose incluso a las burdas y débiles producciones del tipo 17 (Quesada, 1997: 382 y Fig. 245), que hasta ahora no están presentes en Albahacas pero sí por ejemplo en Numancia (Luik, 2002: Abb. 180 nº R125, R126). Lo mismo ocurre en el mundo galo desde mediados del s. I a.C. tanto en contextos indígenas (Pernet, 2010: passim) como romanos (Poux, ed. 2008: passim). Todos estos rasgos son visibles en las jabalinas y también en las lanzas (ver Apdo. 5) de Las Albahacas, pero son también evidentes en las producciones contemporáneas de otras culturas del Mediterráneo centro occidental, con excepción de algunas manufacturas galas. Así, las jabalinas de Las Albahacas, en particular la 51 52 Ver Quesada, 1997:343 ss. para explicaciones detalladas. 340 Posiblemente desde algo antes según la revisión cronológica que realizamos algo más tarde, ver Cuadrado, Quesada (1991) y las tablas en Quesada (1998). FeRnAndo QuesAdA et al. concretas, simplemente no es posible definir si son romanas, iberas, celtíberas, númidas u otra cosa, porque son tipos comunes. La situación en la Galia, para el s. I a.C., en el periodo de la conquista romana, es muy similar (cf. Pernet, 2010: 106-107 y sobre todo Poux, 2008: 335-338). En conclusión, el conjunto de jabalinas, pese a su número limitado y mala conservación, es consistente con los tipos de armas estudiados hasta ahora, con una fecha de entre fines del s. III y principios del s. I a.C., y está próximo tanto a materiales locales como a los lotes de armas llamadas ‘romanas republicanas’ conocidos característicos de la República, pero llevando hasta c. 210 a.C. algunos modelos (Albahacas 4752 por ejemplo) que hasta ahora se remontaban sólo hasta c. 180 a.C., por falta de contextos anteriores fiables. Lo que es claro es que en Hispania ocurre (Quesada, 1997) lo mismo que en la Galia: las puntas de jabalina y de lanza tardías son tipológicamente sencillas y, salvo en variantes En Baecula, Livio habla (27,18) tanto de omnis generis... telorum como de missilia (incluyendo pedruscos)53, y la distribución de las armas en el campo de batalla, tanto en frente como sobre todo en profundidad, tiende a hacernos pensar en efecto en un uso intensivo de todo tipo de proyectiles por ambos bandos. 5.- HASTAE (Figuras 12 a 14)53 La distinción entre arma de astil empuñada y la arrojadiza es tan difícil en las fuentes como en el registro arqueológico (Couissin, 1926: 1418; Snodgrass, 1964: 136-137; Quesada, 1997: 347-350 y 432-433; Poux, 2010: 338-339 entre otras muchas discusiones extensas anteriores). voces griegas)55, hay excepciones, complicadas porque incluso estas armas, lógicamente, podían emplearse empuñadas y no arrojadas si era necesario56. En todo caso, ninguna fuente literaria establece los criterios de distinción, obviamente porque daban por supuesto que sus oyentes los conocían, y probablemente porque en muchos casos no existía una distinción precisa. Sólo en armas con una morfología muy precisa y un carácter marcado, como el pilum, encontramos no una sino varias descripciones. Y cuando un autor con vocación de etnógrafo describe armas de, por ejemplo, germanos o hispanos, la confusión está casi asegurada, caso de la falarica (v. supra). Desde el punto de vista de las fuentes literarias, aunque hay algunas voces generales para proyectiles (iacula, tela, missilia tela) bastante específicas para armas arrojadizas (como pilum, falarica, soliferreum, tragula, saunion, gaesum, spiculum) y sus más o menos correspondientes 53 54 55 Emplearemos aquí el uso común y canónico (Livio, 1,43; 8,8,5) de la voz hasta como la lanza empuñada (el equivalente griego que Polibio emplea para distinguirla lanza empuñada de los triarios es δόρυ, como también Dionisio de Halicarnaso 4,18 para distinguirla del σαυνἰον). Sin embargo, el empleo latino de este término es a veces más irregular. Así, la jabalina de los velites es descrita por Livio (38,21,12) como hasta qui eminus utitur, y si esto demuestra que el uso habitual para hasta es para el combate cominus, hay otros casos –raros– en que hasta se emplea como sinónimo de jabalina, directamente. Plinio se descuelga con un hasta velitaris (Nat. Hist. 28,6 (34), y algún gramático habla de hastae ansatae (i.e., con amentum, cf. Ennio ap. Non. Marc.). Pero la imagen de los calones buscando y arrojando piedras (saxa) en Livio es sospechosa. La imagen es muy similar a la de Livio 38,21,6, en la que los Galos recurren al mismo expediente, con similares palabras. 56 341 Discutidas extensamente en Quesada (1997: 331-342). Hay glosarios antiguos recopilatorios de nombres de lanzas que pueden llevar a la desesperación del esforzado investigador, como Isidoro (Etym. 17, 7, 1-11) o el De genere armorum, de Nonio Marcelo XI. Prueba de que ya en la antigüedad había notable confusión en este sentido es que en las Noches Aticas, Aulo Gelio (10,25) cuenta cómo una distracción durante un viaje aburrido podía ser enumerar, a modo de juego, cuantos más tipos de lanza mejor… y su lista alcanza la veintena de nombres. Incluso el pilum, arquetipo de arma arrojadiza. Hay ejemplos como Plutarco (Cam. 40) en 367 a.C. Camilo enseñó a sus legionarios a usar sus pila, con hierros largos, para desviar las espadas galas, que no podían cortar limpiamente el largo vástago metálico. Incluso en época imperial, en el 133 d.C., Arriano (Acies contra Al. 17 ss.) describe su uso como picas contra caballería. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Estos criterios deben, pues, crearse a partir de los propios objetos arqueológicos, y ya desde el siglo XIX se emplean los mismos: una combinación de morfología, tamaño y peso. Se suele aceptar sin discusión, como hemos visto, que las puntas muy estrechas, macizas y compactas, a menudo de sección cuadrada piramidal o en diamante, y de tamaño relativamente reducido, se empleaban en la Antigüedad para jabalinas57. Por ello hay determinados tipos que no plantean demasiados problemas, por ejemplo los que hemos analizado en los apartados anteriores. Además, si contáramos con los astiles de madera, los de las jabalinas suelen ser cortos, menores de 200 cm y a menudo rondando los 160 cm, mientras que los de las lanzas suelen superar los 200 y los 250 cm. Del mismo modo, el astil de la lanza suele superar los 2.0 cm en el cubo, y el de jabalina se mantiene en torno a los 1.5 cm. La distinción entre lanza empuñada y arrojadiza es relevante porque tiene importancia social, en el estudio por ejemplo de ajuares funerarios, para periodos antiguos (ss. VI-III a.C.), puesto que sabemos que en el Mediterráneo antiguo, de Grecia a Iberia pasando por Italia, la organización militar discriminaba por grupos de riqueza y el armamento que cada uno podía costearse, de modo que la lanza pesada empuñada era característica de los guerreros mejor armados de la infantería ‘de línea’ (hoplitas, hastati, etc.), mientras que las jabalinas eran empleadas por las tropas ligeras, que no podían costearse el costoso equipo de las tropas de línea (psiloi, velites…). A partir del s. III a.C. (estamos pues en un momento bisagra) esa distinción de carácter social toma cada vez más un significado táctico, puramente militar, en conexión con el progresivo aligeramiento de la panoplia que se produce incluso en las tropas mejor armadas. Hay otro criterio que permitiría determinar un arma arrojadiza: la presencia en el astil de un propulsor de cuerda enrollado y con una lazada (gr. ἀγκύλη; lat. amentum)58, que es por ejemplo visible en una decena de vasos ibéricos –y en otras culturas– (Quesada, 1997: 350-352). A la inversa, una espiral de hilo de bronce (o de cuerda fina) sin lazada, enrollada en torno al astil era un sistema de evitar que resbalara la mano con el sudor o la sangre, es una marca de arma diseñada para luchar cuerpo a cuerpo. Lamentablemente estos criterios no son utilizables en el mundo de los realia arqueológicos. En este contexto histórico ya avanzado, las lanzas pesadas fueron desapareciendo casi por completo (ver supra, Apdo. 4), y la diferenciación formal se hace más difícil. Se han propuesto criterios de tamaño que no se sostienen estadísticamente (por ejemplo, para Iberia Schulten propuso arbitrariamente (1927: 217) un límite de 25 cm, que no es sostenible [ver Quesada, 1997: Figuras 202 a 205]). Sólo en determinados casos podemos, tipológicamente, hacer la distinción, y en el rango de las moharras con hojas relativamente anchas de entre unos 15 y 25 cm podemos siempre mantener la duda. Finalmente, el regatón colocado en el extremo proximal del astil de madera (sobre el que luego volveremos) suele ser un buen indicador de lanza usada para el combate cuerpo a cuerpo, ya que no mejora las condiciones de vuelo y de impacto de la jabalina, y supone un coste añadido innecesario. 57 58 En Las Albahacas se ha encontrado hasta el momento un solo ejemplar completo de moharra de lanza (nº 120 A) (Figura 12), además de escasos fragmentos de cubos que por su diámetro debieron corresponder a lanzas (nº cat. 1374, 2745 y 2575), y una docena de regatones, sobre los que volveremos luego. La punta corresponde al tipo 6b (Variante VIC), un arma de línea elegante, de 20 cm de longitud total, con una hoja lanceolada mas ‘de sauce’ que de ‘laurel’ en el que la anchura máxima, de 3 cm, se alcanza en el tercio inferior o proximal de la hoja. Presenta un nervio aristado (tipo 9), más característico de las Mesetas, aunque el tipo aparece en casi toda la Península Aunque si aplicáramos ese criterio a algunas puntas de picas del Renacimiento podríamos llevarnos una sorpresa. “Amentum vinculum est iaculorum hastilium qui mediis astis aptatur” Isid. Etym. 18,7,6). El amentum se documenta tanto en la cerámica ibérica (Lliria, Alcudia, Tarraco) como en la celtibérica (vaso de los Guerreros de Numancia). 342 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 12. Puntas de lanza y regatones 343 Peso Gr. AnMxHj Ø. Cb. Ext Lg. Cb Lg. Hj. Lg. Mx. Tipo Metal Núm.Cat. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Observaciones Conserva orificio del pasador, no enfrentado a la línea de sutura, que es visible hasta el arranque de la hoja. Nervio en arista, suvizado tipo 9, ‘meseteño’. Indice 1=4,5 (var. C). 1374 Fe Indet. >1,2 Fragmento de lámina de metal, arranque de cubo con perforacion para pasador de sujección, diámetro compatible con punta de lanza o jabalina, diam cubo 1,2 o mayor. El orificio del pasador está a 0,7 cm. del arranque del cubo. 2745 Fe Indet. Posible cubo de lanza por diámetro e inclinación. No se aprecia perforación de pasador, pero sólo se conserva medio diámetro. 2575 Fe >1,9 Trozo de cubo de lanza de forma cónica, con doble perforación. Sutura perdida porque no está todo el diámetro. N.Inv. Mus. Jaén 5350. Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc. 120A Fe 6b (Var. VIC) 20 13,5 6,5 1,6 3 66,9 Figura 13. Tabla de Lanzas. desde el s. V a.C. pero a partir del s. III a.C. sobre todo (Quesada, 1997: 373 ss.), con una concentración en la zona de la Alta Andalucía (Quesada, 1997: Fig. 240, p. 397). Se diferencia de las jabalinas del tipo 12 por el tamaño total (normalmente de 20 cm para arriba en las lanzas y menores para las jabalinas) y el diámetro del cubo, normalmente cercano a los 2 cm en las lanzas, y en torno a 1,5 en las jabalinas. En consecuencia, esta pieza que discutimos está en el límite –reconocemos que bastante vago– de la clasificación, y realmente puede ser considerada como una lanza pequeña o una jabalina grande, con buena capacidad de uso en ambos empleos, como arma empuñada o arrojadiza: podría pues también haber sido incluida en la clasificación anterior sin demasiada dificultad. maâ (Ulbert, 1979) durante el s. II, y en Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24.184), en el I a.C., por poner ejemplos. En la Galia son abundantes en contextos funerarios indígenas asociados a la conquista romana, lo que refuerza nuestra postura de su nulo valor como identificadores (e.g. Pernet, 2010: Pl. 6.1178.16; 18.16; 24.7 etc.). Es quizá significativo que en Albahacas no se haya documentado hasta ahora ninguna de las puntas que consideramos más típicamente galas o laténicas (en último lugar, García Jiménez, 2012: 278-292), en particular las de filo ligeramente ondulado y las de hoja ancha que sí aparecen por ejemplo c. 133 a.C. en Numancia (Luik, 2002: Abb. 180, R.131 y R.132), ambas además con nervio de arista característico de la Meseta Norte (Quesada, 1997: 366) y el ámbito galo. La combinación que tenemos hasta ahora es típicamente hispánica y romana, sin una influencia que pudiera atribuirse a tropas galas o del norte peninsular, lo que es consistente con el contexto histórico y estratégico de la batalla de Baecula. Además de los numerosos paralelos peninsulares, al igual que en el caso de la moharra de jabalina 9410, la pieza 120A es un modelo frecuente en contextos militares romanos, por lo que se aplica a este caso todo lo indicado entonces. Incluso el nervio aristado, menos habitual en contextos romanos parece presente en Es Sou344 1390 Fe 3074 Fe 5090 Fe 1701 Fe 333 Fe 1748 Fe 3004 Fe 1207 Fe 2320 Fe Hueco cónico Macizo/ Hueco. Cónico Peso Gr. Ø. Cb. Ext Lg. Mx. Tipo Metal Núm.Cat. FeRnAndo QuesAdA et al. >3 >1,5 9,3 1,8 >3,7 1 Cónico hueco/ macizo 14,3 1,8 86,5 Cónico, Hueco Cónico. Hueco. Cónico. Hueco. Cónico. Hueco. Cónico Huevo/Macizo Cónico. Hueco. 8,6 2,3 52,8 11,8 2 50 Observaciones >3,8 Extremo romo, redondeado, de contera. Probablemente no es regatón. Se conservan sólo 3 cm. Punta o regatón sin sección definida, irregular, con golpes de forja. Cubo corto, resto macizo. Señal de sutura del cubo. Long. interior del cubo: 3,8 suficiente para enmangar con cierta solidez. Fragmento tubular informe. Lg. cons. 3,7Lg. conservada 3,7 cm. Material interior. oxido y ¿madera? Revisar por restaurador. Regatón tosco, marcas de forja visible. Arma.Sutura perdida. Cabeza de remache de pasador visible al exterior. Considerar posible punta de jabalina tosca. N.Inv. Mus. Jaén 5344. Orificio de pasador. Extremo de la contera cuadrado. Sutura muy abierta. N.Inv. Mus. Jaén 5348. Regatón marcas de forja. Extremo sección cuadrada, en punta.Ligeramente doblado. N.Inv. Mus. Jaén 5345. Extremo distal de regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5352. Extremo de regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5351. >4,9 Extremo distal regatón. N.Inv. Mus. Jaén 5349. >5.0 43,1 >1,5 Golpes de forja. Posible no regatón sino contera. Sección cubo circular. Sección extremo facetada tendente a cuadrada. Extremo no afilado. 2148 Fe Cónico. 4,4 1,4 Contera cuya parte hueca es inferior a 1 cm de long, sin oriMacizo. ficio de pasador. No conserva la sección circular más allá de la parte hueca, adoptando en el extremo distal una sección rectangular irregular, 3265 Fe Cónico/ 5,9 1,9 Aunque es corto y de extremo romo, su diámetro y peso son Hueco adecuados para regatón o contera de bastón grueso. Cuando se indica un signo ‘>’ en las dimensiones, expresa un fragmento de esa dimensión, que originalmente sería ‘mayor que’ la cifra indicada, que tiene valor descriptivo pero no para el análisis de tamaños, etc. 3096 Fe 5,5 1,3 Figura 14. Tabla de regatones. era frecuente), rematar a los heridos enemigos caídos sin necesidad de rotar el arma 180º, y finalmente, en el caso de las lanzas con moharras largas y pesadas, o de picas, actuar de contrapeso para permitir desplazar hacia atrás el centro de gravedad del arma y permitir empuñarla proyectando la mayor parte de su longitud por delante del combatiente, y no por la mitad59. Regatones y conteras A diferencia de la muy escasa evidencia de puntas de lanza, en Las Albahacas se han documentado hasta una docena de piezas cónicas con cubo para embutir un astil de madera. Tradicionalmente se han considerado que los regatones tuvieron una función múltiple, documentada de una manera u otra en las fuentes o la iconografía: proteger el extremo inferior de golpes, hincar la lanza en el suelo en campamento, actuar como punta de emergencia si el astil se partía (lo que 59 345 Ver análisis más detallado de todas estas funciones en Quesada (1997: 427-429). El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula La identificación de regatones como partes de armas es relativamente sencilla en el caso de contextos cerrados como ajuares funerarios, donde se suelen asociar a puntas, y a menudo ayudan a distinguir lanzas empuñadas de jabalinas. Además, a lo largo de la Edad del Hierro se observa una evolución de regatones muy largos (mayores de 25 cm, hasta 50 o más, y con un diámetro de 2 cm) a otros progresivamente menores aunque de diámetro similar, que acompaña a una similar disminución de tamaño de las moharras. En esos casos, a veces es incluso difícil diferenciar entre un regatón muy largo y un pilum de cubo corto. Sin embargo, en el conjunto de Las Albahacas faltan los regatones largos (lo que era previsible), y varios de ellos podrían perfectamente ser partes de otros objetos, como conteras de bastones para caminar, las horcas para enganchar el equipo en las marchas (la furca) o incluso palos de tiendas de campaña, objetos todos que tendrían la misma necesidad de proteger su extremo con piezas de morfología idéntica a un regatón. Por tanto, es posible que todas o varias de estas piezas no correspondieran en origen a lanzas (Figuras 12 y 14). Todas las piezas de Las Albahacas son del tipo de cubo hueco y forma cónica. No aparece ningún ejemplar del tipo de espiga interior para clavar en el astil, que es rarísimo en Iberia pero relativamente frecuente en la Galia (García Jiménez, 2012:285-286). Por lo demás, los paralelos para las piezas que sí están en Las Albahacas son tan abundantes y genéricos que carece por completo de sentido lanzarse a una enumeración. 6.- GLANDES (Figuras 15 y 16) latericiae, cf. César, Bell. Gal. 5,43)60, se usaron como proyectiles desde la Prehistoria (Quesada, 2008b: 116; Kelly, 2012: 278), desde la aparición de los proyectiles de plomo, probablemente en Grecia, hacia el s. V a.C., se impusieron rápidamente en los ejércitos regulares, por sus obvias ventajas (Jenofonte, Anab. 3,3,17), básicamente mayor alcance y mayor precisión al tener los proyectiles de plomo pesos estandarizados y forma aerodinámica61. De acuerdo con lo dicho en el Apartado 1 sobre la tafonomía –por tomar prestado este término de la Paleontología en lo que se refiere a la formación del registro fósil–, en un campo de batalla como el de Baecula cabe esperar que las armas arrojadizas propulsadas (proyectiles de honda y de arco) formen el conjunto más numeroso. Y ese es exactamente el caso. El lote de una quincena de glandes (lat. mlans, gr. μολυβδῖδες) de honda es uno de los más significativos y homogéneos de los hallados en el yacimiento (Figuras 15 y 16). Sabemos además por la información local que los excavadores clandestinos han desenterrado a lo largo de las últimas décadas conjuntos importantes de glandes (además de monedas y otros materiales) que se han perdido irremediablemente para su estudio. Es concebible que a los proyectiles plúmbeos de honda pudieran añadirse numerosos cantos rodados de piedra empleados del mismo modo, sobre todo dado que Livio menciona para el caso de Baecula a los calones, bagajeros del ejército romano, que habrían atacado ladera arriba arrojando piedras recogidas del suelo –aunque no especifica que mediante hondas– (Livio, 27,18,11-12). Sin embargo, y aunque las piedras (e incluso proyectiles de barro cocido, glandes Es enorme la variedad de tipos de glande de honda de plomo conocidos en el mundo antiguo, desde el s. V .C. al III d.C., incluidas formas verdaderamente peculiares como conos o dedales (Bosman, 1995: Fig.1). Lo mismo ocurre con los pesos, desde los 20 gramos hasta 160 g y más, 60 61 346 Ver en último lugar Kelly (2012: 281) para su uso en determinados contextos geográficos La bibliografía sobre la honda es ingente. Entre los trabajos básicos posteriores al año 1990, que suelen recoger la bibliografía anterior, citaremos especialmente Völling, 1990; Richardson, 1998; Díaz Ariño, 2005; Pina y Zanier, 2006; Contreras et al., 20067; Benedetti, 2012; Kelly, 2012. El estudio de Rihll (2009), que propone el uso de glandes de plomo como munición de catapulta, no ha sido generalmente aceptado, aunque no negamos un tal uso ocasional con glandes muy pesados (Apiano Mitr. 5,34). FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 15. Proyectiles de honda. 347 Peso Gr. Ø. Máx. Lg. Mx. TipoVolling (1990:34) Metal Núm.Cat. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Observaciones Superficie muy irregular, rodado y golpeado. No se aprecian suturas. N.Inv. Mus. Jaén 5362. Se aprecia sutura molde bivalvo y cizalla en un extremo. N.Inv. Mus. Jaén 5358. Golpe ancho y profundo reciente que quita metal (actual 34,8). Banda decorativa por ambas caras de lado a lado de 0,35 de ancho. N. Inv. Mus. Jaén 5356. Muy ligeramente desplazada lateralmente en el molde bivalvo. Banda decorativa de 0,4 de punta a punta. N.Inv. Mus. Jaén 5355. Con banda ancha decorativa de punta a punta 0,4 ancho. Superficie rodada. N. Inv. Mus. Jaén 5360. Se aprecia línea de unión de dos valvas. Pero en las caras superior e inferior hay una banda o cinta decorativa de punta a punta, aplanada y en relieve, de unos 0,4 cm. de anchura. 1008A Pb Ib 3,4 1,8 43,3 2364 Pb Ib 3,7 1,7 33,3 2383 Pb Ib/Ic 3,6 1,5 37,0 2228 Pb Ic 3,2 1,9 42,4 2393 Pb Ic 3,5 1,8 39,5 8000 Pb Ic 3,2 1,7 41,5 Valores medios parciales 392 Pb IIa? 3,43 3,9 1,73 1,6 39,5 39,4 237 Pb IIb 3,8 1,7 34,3 318 Pb IIb 4,1 1,6 33,0 540 Pb IIb 4,1 1,5 46,4 2171 Pb IIb 3,8 1,7 37,2 3119 Pb IIb 3,9 1,7 36,9 Valores medios parciales Valores medios totales 2403 Pb - 3,93 3,68 4,2 1,63 1,68 1,5 3021 Pb - - - 4313 Pb - - - 1000A Pb 37,87 38,69 25,4 ¿Glande? muy dudoso, de peso muy inferior al normal, formado por una gruesa lámina doblada helicoidalmente y acabada en punta en un extremo. El otro roto. Tiene la forma y tamaño general de un glande, pero no su masa ni peso. N. Inv. Mus. Jaén 5359. Fragmento de extremo de glande cizallado. Procede de la zona del campamento. Fragmento muy rodado de glande de molde bivalvo, cizallado y cortado, como si hubiera sido desechado. Otro golpe es reciente, de azada. Sin embargo, procede del ‘Cerro del glande’. 353,8 Bloque o lingote de plomo en forma de paralelepípedo. Mide aprox. 6 x 5 x 2 cm. Si se usara para fundir glandes, daría para casi exactamente 9 glandes del peso medio total (error 5,5 g). Bicónico alargado. De molde bivalvo desplazado en el momento de fundición. En una cara, cortas líneas incisas que no parecen formar letras. Marca de cizalla en un en extremo. Amigdaloide aplanado por una cara. Gopleado y como martilleado y picado. N.Inv. Mus. Jaén 5354. Ligeramente desplazadas las valvas. Sutura perfectamente visible. N.Inv. Mus. Jaén 5361. No se aprecia marca de molde bivalvo. Superficie rugosa, como limada toscamente. No se aprecia sutura clara. Mala fundición. N.Inv. Mus. Jaén 5363. Se aprecia sutura de molde bivalvo. Ligerísimo desplazamiento lateral en el momento de fundición. Arista en el borde, pero no banda decorativa. Figura 16. Tabla de glandes. 348 FeRnAndo QuesAdA et al. y con las longitudes, entre los 3 cm y los 7 cm62. Pero si nos limitamos a la Península Ibérica, y dentro de la variedad que resulta del descuido con que muchos glandes fueron fundidos, el uso de cizallas y limas, etc., hemos preferido la clasificación formal de Völling (1990: Abb. 19) basada en formas geométricas dibujadas, a otras clasificaciones recientes, como la de Rihll (2009: 154-55) basada en formas vegetales (‘almendra’, ‘bellota’, ‘aceituna’,) y otras geométricas (‘bicónica’), ya que Völling cubre adecuadamente los ejemplos ocumentados en la II Edad del Hierro Peninsular, sin pretender excesivas precisiones (Figura 16), y además entia non sunt multiplicanda praeter... De entre los conjuntos más próximos al de Las Albahacas en tipología y dimensiones, el que más llama la atención es precisamente el del campamento de La Palma (Tortosa), ya mencionado por la similitud de sus materiales y su cronología, idéntica a la de Albahacas. Así, aunque no hay una publicación definitiva, por ahora se menciona (Noguera et al., 2003: 49-50 y Fig. 19) en la prospección de superficie el hallazgo de hasta 17 glandes de honda de plomo. El lote principal está formado por piezas de los tipos Ic, Ia y II (coincidiendo sustancialmente con Albahacas), y se dan pesos que oscilan en su mayoría entre 21,4 y 40 g, en lo que coinciden también, sobre todo porque el valor medio para 14 ejemplares es de 38,6 g de idéntico a Las Albahacas a la décima de gramo65. La exactitud de la correspondencia es, obviamente, una casualidad resultado probablemente de la limitación de la muestra, pero es también extremadamente significativa, puesto que los conjuntos podrían incluso corresponder a las mismas unidades y los mismos años. El peso medio de los doce ejemplares completos en Albahacas es de 38,7 gramos, sin que haya mucha diferencia entre los 39,5 gramos de promedio de los glandes de tipo Völling I (más ovoides) y los 37,8 g de los de tipo II (tendencia bicónica, aunque muchos de ellos podrían considerarse de tipo I si los comparamos con los verdaderamente bicónicos con arista central que aparecen en algunos yacimientos posteriores)63. El recorrido es de entre 33 y 46,4, g. Estos pesos son, en conjunto, los más bajos de las series que hemos podido recopilar en un trabajo preliminar (Figura 18), ya que incluso los yacimientos como el Cerro de la Alegría de Monzón (Huesca), cuyos setenta glandes carecen de contexto preciso pero son posiblemente cesarianos, tienen valores que suben de los 50 g y llegan a los 94 g (Contreras et al., 2007-7 pero comparar con López Vilar, 2013)64. 62 63 64 Al correlacionar la longitud y el peso de los ejemplares de Albahacas, se advierte una diferencia entre los ejemplares que se pueden incluir en el Tipo 1b y 1c de Völling, y los que incluimos en el grupo II (Figura 17). El grupo Ic y también el Ib (no siempre es fácil, por otro lado, hacer la distinción en estos productos) presenta una correlación negativa en apariencia contradictoria: las piezas más cortas tienden a ser las más pesadas. Esto se explica porque en el tipo Ic, más esferoidal, la menor longitud (en apenas milímetros) se acompaña de un diámetro máximo mayor, y sobre todo de una mucho mayor masa de plomo. En cambio, en el tipo de tendencia bicónico IIb la correlación es positiva: a mayor longitud tiende a aumentar fuertemente el peso (salvo en el caso del ejemplar nº cat. 318). Convendrá volver sobre estas observaciones cuando contemos con una muestra mayor de materiales, y comparar este análisis con otros en yacimientos como la Palma. Datos hispanos en las tablas de Quesada (1997: 478); romanos imperiales de otras regiones en Völling (1990: Abb. 31). Estamos lejos de poder calibrar los posibles patrones métricos utilizados. Un valor medio de 43,25 gramos (aceptamos si calculamos desgaste y cortes de cizalla) sería el de una decadracma ática. Se han propuesto metrologías basadas en la griega (Noguera et al., 2013:49) sobre la base de 8 dracmas para los glandes de La Palma, pero ¿por qué ocho?); Poux (2008: 369) juega con el valor de la uncia romana (onza) de 27,4 gramos para el lote de Numancia y otros galos. Queda mucho por hacer. No incluimos éste y otros conjuntos en los datos de la Figura 17 por su relativa incertidumbre cronológica, aunque aceptemos una data sertoriana. Como suele ocurrir, pero en mayor medida que en el caso de los ejemplares de glandes an65 349 Agradecemos a J. Noguera y E. Ble que nos hayan proporcionado el detalle del peso de cada glande y los valores exactos de medias, todavía inéditos. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 17. Correlación longitud-peso de glandes de honda. teriores (griegos) o posteriores (romanos tardíos) con epigrafía, los proyectiles de Las Albahacas son de una baja calidad de manufactura. Hay ejemplares con desplazamiento lateral de la sutura, que indica una fabricación en molde bivalvo (Figura 15, nº 392), y otros con la unión de las valvas visible y sin limar (nº cat. 2364). tiles inscritos se datan a partir de ya avanzadas las primeras décadas del s. I a.C., a partir de las guerras civiles, sin que se puedan documentar en Iberia casos anteriores (Díaz Ariño, 2005: passim y especialmente p. 221). Un estudio de pesos y tamaños como el que luego apuntamos podría ayudar a decidir sobre el caso, negado por Díaz Ariño y con quien coincidimos, de los glandes con epigrafía latina en la zona del Gandul (Sevilla) supuestamente fechables c. 210 a.C. Ningún glande en Las Albahacas (como tampoco en la Palma) es epigráfico, aunque cuatro de ellos (nº 2383, 2228, 2393 y 8000) tienen una marca intencional: una banda en relieve –y por tanto originalmente en negativo en el molde– de 0,4 cm de anchura que recorre la pieza de punta a punta por ambas caras (esto es, en ambas mitades del molde). Las cuatro piezas son del tipo I de Völling, todas de la variante Ic, más redondeada y con un solo extremo más apuntado. Los pesos de estas cuatro piezas oscilan sólo 5,5 gr. (min. 36,9 g y máx. 42,4 g). La banda podría ser un signo indicativo de un individuo o de una unidad, y convendrá seguir la pista a este rasgo. Queremos llamar la atención además sobre un pequeño bloque de plomo de unos 6x5x 2cm y un peso de 353,8 gramos (Figura 15), que permitiría, si se hubiera empleado para fundir glandes, fabricar exactamente nueve proyectiles contando con el peso medio de 38,9 gramos que tienen los glandes de Las Albahacas, con un error inferior a 6 gramos. Debemos recordar que los ejércitos en campaña reparaban y fabricaban numerosas armas, como por ejemplo el de César: “En consecuencia [César] establecía talleres de forja, se preocupaba de que se fabricaran muchas flechas y proyectiles, hacía fundir glandes de honda, preparar estacas….” (Bell. Afr. 20,2), y desde mucho antes y después (Mutz, 1988; Quesada, 2006b: 81 ss.). Además, los proyectiles de honda están entre los de más fácil manufac- En cuanto a la ausencia de epigrafía, que creemos es un indicio de antigüedad, recordaremos que el reciente estudio de Díaz Ariño sobre las glandes inscriptae de la Península Ibérica se concluye tajantemente que todos estos proyec350 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 18. Evolución de pesos medios de glandes en distintos yacimientos y periodos. tura, dado el bajo punto de fundición del plomo (327,4º C) y el empleo de moldes sencillos (Kelly, 2012: 280 ss.). De hecho, es posible incluso fabricar glandes eficaces en condiciones de emergencia simplemente apretando el pulgar sobre arena o tierra humedecida, a un ritmo de entre 17 y 37 segundos por proyectil (Bosman, 1995). estudios más detallados sobre muestras mayores (y con análisis que han de incluir no sólo pesos medios, sino recorridos, desviaciones estándar y subdivisiones por tipos). El resultado preliminar es que, en conjunto, los valores del lote de Las Albahacas, el más antiguo de la serie, son también los más bajos, y muy próximos a los de conjuntos contemporáneos, como el ya mencionado de La Palma y el lote de glandes hallados en el Dpto. 12 del Puntal dels Llops, un pequeño yacimiento fortificado ibérico valenciano cuya destrucción se fecha en torno al 190/180 a.C., en el contexto histórico del final de la Guerra Púnica y la ocupación romana tras la gran rebelión de 195 a.C. (en último lugar, Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 222)67. Es uno de los poquísimos lotes de contexto bien definido –si no el único– contemporáneo o casi contemporáneo de Las Albahacas o La Palma. Hemos realizado un primer intento (Figura 18) de comparar los pesos medios de la serie de Albahacas con los de otros conjuntos contemporáneos y posteriores,66 y parece anunciarse una tendencia que habrá que comprobar con 66 Por diferentes razones relacionadas con la heterogeneidad de procedencia o dificultades con la misma, asociadas a la ausencia de epígrafes omitimos por ahora lotes muy importantes como el de Asso (Fontenla, 2005) o el de Sanitja (Contreras et al., 2006) y el de Monzón (Contreas et al., 2006-07) sobre los que hay además discrepancias cronológicas (cf. López Vilar, 2013: 179 ss.). En otras ocasiones, pese a ser conjuntos homogéneos y bien publicados, carecemos de pesos, como en Osuna (Le Roux, 1997: 68 solo menciona un ‘peso medio de 80 a 100 gramos’ lo que no tiene valor para comparaciones. Agradecemos a D. Javier Moralejo que nos diera a conocer el trabajo del Cahimo (Contreras et al., 2006-7). 67 351 Estos glandes han sido mencionados en diversas ocasiones (especialmente Bonet y Mata, 2002: 160), aunque no se han publicado en detalle. Agradecemos a Helena Bonet y Jaime Vives-Ferrándiz que nos hayan proporcionado los pesos individuales de las piezas del lote conservado, que hemos empleado para el estudio. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Lugar Fecha Cerro Albahacas c. 208 a.C. Núm. piezas (n) 12 Peso medio gr. 38,7 Bibliografía - La Palma (Tortosa) c. 210/205 12 (o 14) 38,6 (o 42,8)* J. Noguera, E. Ble (com.pers.) Puntal dels Llops c. 190/180 a.C. 32 (o 33) 40,0 (o 40,1)* H.Bonet, J.Vives (com. pers,.) Numancia (campamentos) 134/133 a.C. 3 32,7 Luik (2002) Numancia (glandes etolios) 134/133 a.C. 7 48,4 Gómez Pantoja, Morales (2008) Inscr. Quintus Metelus c. 80/60 a.C. 3 50 Díaz Ariño (2005) La Caridad (Caminreal) c. 80/60 a.C. 6 61 Vicente et al. (1997) Inscr. Sert. Proc. (77/72 a.C.) 10 39,7 Díaz Ariño (2005) Picamoixons, Ta (inscr. SCAE) 49 a.C. 82 60,7 López VIlar (2013) Inscr. CnMag (Cerro de las Balas, ¿Munda?) Inscr. CnMag 46/45 a.C. 49 51,3 Pina, Zanier (2006) 46/45 a.C. 4 81 Díaz Ariño (2005) Pompeius 46/45 a.C.. 10 85,8 Día Ariño (2005) Glandes Perusinae 41/40 a:C. 78 53,3 Benedetti (2012) (*) Si se incluyen los glandes de >70 gr.) Figura 19. Tabla de datos de pesos de glandes hispanos. En el lote del Puntal del Llops hay 33 glandes completos y otros incompletos. De los completos, uno sólo se sale por completo de los valores del conjunto con un peso de 70,10 g (nº cat. 7493). El resto oscila entre 57,49 g y 23,22, pero el peso medio es de 40,1 g para el total (Figura 18) y de 40 gramos si descontamos el ejemplar 7493. Estos valores deben contrastarse no sólo con el peso medio muy cercano de los ejemplares de Las Albahacas (38,7 g según se ha dicho), sino con los de La Palma, también citados, muy similares. de que pudieron coexistir hacia 200 a.C. dos metrologías de glandes, una del doble de peso aproximado que la otra. Si es así, la de 70 g sería muy rara en el momento –fines del s. III a.C.– en que nos movemos, y hasta ahora no aparece en Las Albahacas. En tal caso, si consideramos el peso medio de todos los ejemplares de La Palma, y no sólo los de tamaño menor, el valor medio de las 16 piezas de la Palma pasa de 38,6 g a 42,8 gramos, peso todavía muy inferior al de los periodos posteriores (Figura 18), y sólo 4 g superior a los de Las Albahacas, y 2 g superior a los de Puntal dels Llops, muy poco posteriores. Los investigadores de La Palma mencionan e ilustran (Noguera et al., 2013: Fig. 19) dos ejemplares de glande de gran tamaño, muy bicónicos y de un peso doble a lo normal, en torno a los 70/73 gramos. En una primera aproximación, opinábamos que esos dos glandes podrían ser –por su forma y peso– posteriores, de época sertoriana, momento en el que también se documentan materiales en este lugar estratégico en la desembocadura del Ebro (a presencia de numismática de época sertoriana confirma esta idea, cf. Noguera, 2008: 36). Sin embargo, la presencia de un ejemplar solitario de 70 g junto a otros cuarenta menores en Puntal nos lleva a desechar esa idea, y considerar como sugestiva la propuesta sugerida por Ble (2013 y com. pers.) En todo caso, y con independencia de cómo consideremos los escasos glandes de 70/73 g de La Palma y Puntal dels Llops, los valores medios de estos dos yacimientos y de Albahacas oscilan entre 38,7 y 42,8 g como máximo, con lo que la Figura 18 muestra una clara tendencia a que con el tiempo el peso medio de los glandes fuera aumentando (los tres glandes de Numancia de c. 133 a.C. suponen una muestra demasiado pequeña), llegando a los valores más altos en época sertoriana/pompeyana para luego comenzar a disminuir en época imperial. Este último paso del proceso no lo hemos incluido aquí, pero se extrae de lo recogido en la Figura de Völling (1990: Abb. 31). En ese gráfico, los valores más altos (con una concentración entre los 45 y los 352 FeRnAndo QuesAdA et al. 75 gramos) se dan en Asculum (c. 88 a.C.), descendiendo bastante en campamentos limitaneos altoimperiales como Haltern o Dünsberg, para volver a dispararse hacia pesos mayores siglos después en el contexto bajoimperial de Krefeld/ Gellep. nuevo y dramático ascenso de los pesos de los proyectiles de honda. Si nos centramos en lo que nos dicen las fuentes literarias, los honderos fueron, en la Segunda Guerra Púnica, contingentes pequeños de especialistas mercenarios, baleares cuando se menciona su procedencia. El manejo de la honda exige una larga familiaridad y entrenamiento, desde la infancia si es posible, y eso se aplica desde los rodios en el Mediterráneo oriental (Jenofonte, Anab. 3,3,16) hasta los baleares en el occidental (entre otros muchos textos, Diodoro, 5,18 o Estrabón, 3,5,1). A cambio, el proyectil de honda es mucho más peligroso que la flecha, porque viaja a mayor velocidad y su trayectoria es invisible (Onasandro Strat. 19,3) y su impacto puede inhabilitar por conmoción aunque no penetre un casco o coraza. Es, además, fácil de fabricar incluso por cada combatiente en condiciones de campaña (supra). Esta tendencia al crecimiento de pesos a lo largo de la República se manifiesta también en el estudio de Poux sobre los glandes galos de época de la conquista de la Narbonense, a fines del s. II a.C., de época cesariana y los imperiales del limes renano, con algún añadido como Numancia como caso más antiguo (Poux, 2008: Fig. 47, abajo a la derecha). Los pesos medios de sus glandes romanos de fines del s. II a.C. están en la gama de los de Albahacas y de Numancia, mirando hacia el pasado; por el contrario, a partir de entonces el panorama cambia: los pesos de Alesia (52 a.C.), por ejemplo, están en torno a 10/15 gramos por encima de los pesos medios de Albahacas. En principio, sólo se mencionan honderos en Hispania entre los ejércitos púnicos, y siempre en contingentes comparativamente reducidos de unos cientos, no de millares (e.g. Polibio, 3,33,8-11; 3,33,15-16), y son tropas baleares (Domínguez Monedero, 2005). En el caso de Baecula, además, Tito Livio los menciona expresamente (“los jinetes númidas y a los baleares y africanos de armamento ligero”, 27,18,7). Por tanto, lo más probable es que los glandes de honda de Las Albahacas pertenecieran al bando púnico. Controlando la dispersión de su caída, sería posible proponer diferentes posiciones para los lanzadores, calculando alcances eficaces de combate (muy inferiores a los alcances máximos, o incluso los prácticos Quesada, 1997: 476, Fig. 282) de hasta 200 metros68. Insistimos con todo que en este terreno estamos iniciando los trabajos de cuantificación, ya que buena parte de los lotes principales de época de las guerras civiles muestran grupos de glandes de diferente peso, posiblemente según las unidades que los emplearon, aunque casi siempre con valores muy por encima de la mayoría de los proyectiles del s. III a.C. De todos modos, y si se confirma esta doble tendencia de pesos medios en torno a 35-40 g en el s. III, subiendo a los 50/55 g o más en el s. I a.C. y descendiendo de nuevo en época imperial, una explicación para el crecimiento de peso de los glandes de la época de las guerras civiles es que entonces los proyectiles se iban a emplear contra otros legionarios bien protegidos en cabeza y torso, mucho mejor que los pueblos ‘bárbaros’ anteriores y posteriores. Cuando esa necesidad cesó, y los nuevos enemigos fueron germanos y otros pueblos con menor capacidad de protección corporal (armaduras, cascos, grebas, escudos grandes), los pesos de los proyectiles (y por tanto su capacidad de detención) pudieron volver a bajar poco a poco. A partir del s. III d.C. (cf. Völling, 1990: Abb. 31), la mejor protección de los enemigos de Roma (en el Este pero también en Europa central) llevaría a un Esto no quiere decir que los romanos no pudieran haber contado con honderos, aunque fueran los calones de Livio, pero no formaban parte de la orgánica de las unidades legionarias, 68 353 Somos plenamente conscientes de que suelen sostenerse alcances mayores e incluso mucho mayores (cf. Griffiths, 1989: 262), pero, como ya se dijo (ver nota 10) éste es un tema complejísimo en el que no podemos entrar aquí, pero en el que suelen confundirse alcance teórico, alcance máximo y alcance eficaz en combate. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ni de los socii. Sin embargo, la presencia de al menos una quincena de ejemplares de glande en el campamento de La Palma, identificado como romano por el conjunto de la cerámica y numismática, lleva a pensar en la presencia hacia el 210 a.C. (no citada por las fuentes literarias), de honderos entre las tropas romanas, quizá baleares. Se ha llegado a plantear la fabricación de glandes in situ (Noguera et al., 2013: 49) lo que parece probable, más que considerarlos como producto de un ataque cartaginés o de captura, todo ello difícil de precisar dada la naturaleza misma del yacimiento y la superposición de materiales de los más diversos periodos (Noguera et al., 2013: 32 ss.). pesos similares. Queremos llamar la atención, sin embargo, y de nuevo, sobre que los ejemplares occidentales (no nos referimos aquí al caso griego) más antiguos tienden a ser anepigráficos, apareciendo la epigrafía, aparentemente, sólo a partir del s. I a.C. La producción local está bien documentada en la Caridad de Caminreal, donde además de unos glandes sueltos aparecen cuatro bloques procedentes directamente del molde de fundición, todavía unidos ente sí y con las rebabas (Vicente et al., 1997: Fig. 39). En cuanto al dudoso empleo de hondas por parte de los numerosos contingentes de auxiliares y aliados hispanos (iberos y celtíberos), ninguna fuente las menciona, ni en el s. III a.C. ni en los cientos de descripciones de armas y batallas y asedios durante la ulterior conquista romana, salvo por la única y notable excepción de Estrabón (3,4,15) cuando habla de los Celtíberos (por el contexto), aunque menciona el genérico iberos (Quesada, 1997: 479-480). Aunque las fuentes literarias no mencionan nunca en la Segunda Guerra Púnica en Hispania la presencia de honderos en el bando romano (ver repertorio de fuentes en Völling, 1990:Liste 3; también Griffiths, 1989: 267 ss.), sí mencionan honderos al servicio de Roma en 217 a C., traídos de Sicilia por Hieron (Livio, 22, 37, 8 y 13)69. De modo que según el viejo principio de que la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia, los datos de La Palma indican que Escipión bien pudo haber reclutado honderos, quizá los cercanos baleares, desde Ampurias o Tarragona, y por tanto bien pudo haberlos llevado a Baecula algo después. La ausencia de iconografía, y el hecho de que cuando contamos con contextos arqueológicos la presencia de glandes de plomo se asocia a contextos romanos o directamente asociados con la conquista romana, a partir del s. II, pero y sobre todo en el s. I a.C. en época sertoriana y cesariana (Díaz Ariño, 2005), nos ha llevado a sostener que la honda, aunque conocida, fue un arma menospreciada ideológicamente en la guerra, y por tanto no digna de ser representada o enterrada en ajuares funerarios (Quesada, 1997: 475 ss.). En el caso de Hispania, no es hasta Numancia, al comienzo del último tercio del s. II a.C., cuando se mencionan honderos en el ejército romano (Apiano, Iber. 92; Frontino, Strat. 4,27). La arqueología lo confirma, e indica que al menos en parte debieron ser honderos extranjeros, griegos etolios a juzgar por las glandes inscriptae halladas en Numancia (Díaz Ariño, 2005: 224; Gómez y Morales, 2008). Pero como es sabido, una cosa es la ideología y otra que la realidad se imponga, y sin duda la masa oscura de combatientes empleó la honda, en la caza y quizá en la guerra, especialmente desde principios del s. II a.C. y sobre todo en el s. I a.C., como indica la presencia del lote ya mencionado de cuarenta y un glandes en la estancia 12 del Puntal dels Llops en Valencia, próxima a la torre de entrada (Quesada, nº cat. 2193). La búsqueda de paralelos de glandes en la Península Ibérica o en Italia o la Galia entre los siglos III y I a.C. sería interminable, ya que aparecen en todos o casi todos los yacimientos que venimos citando en este trabajo, con tipología y 69 La inusitada presencia de un glande bicónico en el ajuar de la Sep. 199 del Cabecico del Tesoro, fechable en el s. II a.C. (Quesada, 1989: vol. II, p. 164) y la de otro en el espacio 11 del santuario del Cigarralejo (Cuadrado 1950: 49, Quesada, nº No aceptaremos como válida la otra mención, de Silio Itálico para Cannas en 216 a.C. (Pun. 8, 521) donde también habrían combatido, según el poeta, vascones y cántabros entre otros (razones en Quesada, 2001: 146). 354 FeRnAndo QuesAdA et al. cat. 1285) son testimonio de esta ambivalencia ideológica. Pero la prueba definitiva del carácter propiamente ibérico de algunos glandes es la existencia de –rarísimas (sobre millares)– piezas con inscripción ibérica, costumbre epigráfica que debe interpretarse como de influencia romana o púnica tardía68. Así, el ejemplar andaluz con leyenda ibérica incisa sobre el proyectil tras la fabricación (no en el molde) se asocia a otros con inscripciones en neopúnico, probablemente del s. I a.C. (García Garrido y Lalana, 1993: 106). El glande del Pico de los Ajos de Ayora, en Valencia (Fletcher, 1985: Fig. 29.3; Quesada, nº cat. 2329) con inscripción incisa debe también ser tardío. En conjunto, parece que en Albahacas, y comparando los datos con los muy próximos de La Palma, y los posteriores de glandes del s. I a.C., podemos aproximarnos a unos rasgos característicos de glandes plúmbeos de fines del s. III a.C.: ausencia de epigrafía, formas ovaladas de los tipos I b/c y IIb de Völling, mala calidad de manufactura, peso medio en torno a los 38/40 gramos y nunca superior a 50/55 gramos. Será necesario confirmar con estudios más precisos esas tendencias que se apuntan, en especial la de un peso de tendencia creciente en las series posteriores hasta época cesariana. 7.- SAGGITTAE El estudio de las puntas de flecha es probablemente el más complejo e incierto de este trabajo. Debemos recordar que nos encontramos ante el producto de una prospección de superficie realizada sobre un muestreo en un área global de cientos de hectáreas, y que entre los más de seis mil objetos metálicos registrados, casi dos mil quinientos no son identificables, y más de mil seiscientos pertenecen a otros momentos, desde la Prehistoria Reciente a la época Moderna. Por ejemplo, hay tantas monedas medievales y modernas como antiguas en el Cerro de Las Albahacas70. durante siglos, o han desaparecido para volver a renacer dado que determinadas formas, sistemas de enmangue y dimensiones son a las más eficaces y a la vez las más sencillas para determinadas tareas: puntas macizas sencillas con cubo para perforar, con aletas para herir en la caza, etc. Por tanto, un modelo muy parecido puede haber existido en el s. III a.C. y en el s. XII d.C. (pueden consultarse repertorios tipológicos medievales (como Serdon, 2005; Jessop, 1996; Hardy, 1976; Soler, 1986) e incluso los detalles de fabricación (Sainty y Marche, 2006) para apreciar la pervivencia de tipos y su forja. En un contexto así, los proyectiles de flecha presentan un serio problema, por varias razones: c. a. El mismo –y en este caso inevitable– carácter de la recogida de la información, con carencia de contexto estratigráfico. b. Aunque hay tipos muy característicos de diferentes periodos, otros muchos modelos, los más sencillos, han perdurado 70 No tenemos claro que los glandes supuestamente saguntinos con inscripción griega procedan de ese yacimiento y que puedan fecharse en el s. III a.C. como propone Aranegui (2003), y menos aún en el s. IV a.C. (Aranegui, 2003: 50) para lo que no hay ningún dato. Díaz Ariño (2005: 223) también se muestra escéptico sobre la procedencia y datación de estas piezas. En las batallas como Baecula combatieron tropas de muchas procedencias distintas, al menos norteafricanos (a su vez con contingentes libios, númidas y cartagineses), hispanos (iberos de distintas etnias, turdetanos, celtíberos de diferentes regiones) e itálicos (romanos, aliados latinos…). Esto implica la existencia de numerosas tradiciones regionales distintas, y la posibilidad de la existencia de una enorme variedad de modelos de puntas, a menudo –o casi siempre– poco conocidas. En el caso de la Roma Republicana, lo que llama la atención es la ausencia de un buen conocimiento de su armamento en general, y de 355 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula las puntas de flecha en particular. Los manuales al uso, recientes, apenas hacen un intento desganado de recoger alguna idea y desde luego no ilustran más que un tipo de punta (Bishop y Coulston, 2006: Fig. 27)71, o casi nada en absoluto (Fischer, 2012: 201). Manuales antiguos, paradójicamente, prestan más atención al tema, como las Memorias de las grandes excavaciones como Numancia; pero entonces la misma antigüedad de los textos y de la metodología de los trabajos de campo hace que, por ejemplo, piezas medievales puedan haber sido tomadas como romanas, dado que por su densidad y pequeño tamaño son buenos candidatos para desplazarse en la estratigrafía. Pero incluso los trabajos especializados en el equipo de arquería romano apenas son útiles para el estudio de las puntas de flecha republicanas (Coulston, 1985) ya que se concentra en el periodo imperial, debido precisamente a la escasez de buenos repertorios republicanos, y menos aún anteriores a c. 150 a.C. La presencia de auxiliares galos al servicio de Roma es improbable en el contexto de c. 218-c. 106 en Iberia, pero en tal caso estaremos mejor servidos por repertorios relativamente completos como los de Duval (1970) o Poux (2008). empleado a fines del s. III a.C. Pero si los hubo, es probable que a estas alturas emplearan los modelos cartagineses típicos, parte de una gran familia de las que las puntas de arpón lateral tan conocidas en Hispania son sólo una parte (Ferrer, 1996, sobre todo Elayi y Planas, 1995; Bartoloni, 1988; Curtis, 1987). Hecho este caveat, procederemos a analizar las puntas de flecha halladas en Las Albahacas, incluyendo todas aquellas que, aunque sean dudosas, pudieran haber sido de la época del resto de las armas (rango máximo posible entre c. 210 a.C. y c. 50 a.C., casi con seguridad c. 208 a.C.). Examinaremos puntas de bronce de tipología anterior que pueden haber perdurado (incluso en el caso de las de arpón lateral de tipo Ramon 11a parece probable que hayan perdurado desde el s. VII), y otras que posiblemente sean medievales, aunque quepa la alternativa de que sean de filiación ibérica/romana/númida/celta por diversas razones que comentaremos en cada caso. Hay finalmente otras puntas que pueden con igual probabilidad ser romanas o medievales, porque el tipo no varió en más de un milenio, pero en las que la ley de probabilidades indica que, si la inmensa mayoría de las armas de la zona son ibero/romanas/cartaginesas, estas puntas lo sean también. En el caso de Iberia, es notoria la escasez extrema de puntas de flecha en buenos contextos arqueológicos a partir del s. IV a.C. (Quesada, 1997: 459-46) en comparación con contextos anteriores de la Edad del Bronce (e.g. Kayser Aguilar, 2003); y el Orientalizante (Ferrer, 1994, 1996), y las que hay, aparte de las perduraciones de las puntas de bronce orientalizantes, pertenecen a una amplia variedad de tipos herencia de los del Bronce Final, incluso en bronce en el nordeste, lo que dificulta o impide la datación de piezas sin contexto preciso. Concluiremos añadiendo que, si bien puede bien haber quien prefiera insistir en la incertidumbre, y afirmar tomándonos la palabra, que todas las puntas dudosas (una fracción del total, en todo caso) pudieran en efecto ser consideradas medievales, sería más que improbable, imposible que: (a) estuvieran los tipos menos frecuentes, y que en cambio falten por completo los tipos más diagnósticos de, por ejemplo, los siglos XI-XIII, como son las puntas piramidales de sección triangular con enmangue por espiga, características por ejemplo de los campos de batalla de Alarcos o de las Navas de Tolosa (cf. Soler, 1986; Zozaya, 1995) y (b) los otros elementos de contexto, como monedas, fíbulas, cerámica, y el resto de armas apunten abrumadoramente a una fecha en el s. III a.C. y no en el s. XIV d.C. Por lo que se refiere a las tropas norteafricanas, confesamos nuestro desconocimiento sobre los tipos de punta de flecha que supuestos arqueros númidas o libios pudieran haber 71 “Arrowheads were mostly tanged and of both flat-bladed (some barbed) or trilobite (triple bladed forms, and a number of single barbed Celtic-style arrowheads from Roman contexts may indicate the use of auxiliary archers…” (Bishop y Coulston, 2006: 58). 356 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 20. Puntas de flecha ahusadas ’tipo Numancia’ de Deyber. 357 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 21. Selección de dibujos de variantes puntas de flecha ahusadas. 358 FeRnAndo QuesAdA et al. Se trata de un expediente y tipo extremadamente sencillo pero debemos pensar que eficaz si es con mucha diferencia el más frecuente en el campo de batalla (si es que no casi el único). De hecho, su forma muy puntiaguda y compacta es ideal para penetrar tanto en los anillos de una lorica hamata, como para perforar un pectoral metálico, aunque para esta última función la masa de las puntas más pequeñas es quizá en exceso reducida. Las puntas bipiramidales mal llamadas ‘Numancia’ Excepción hecha de los clavi caligares (infra) el lote tipológicamente homogéneo de armas más numeroso es, en Las Albahacas, y con mucha diferencia, el formado por hasta 136 puntas de hierro forjado de forma bipiramidal (mejor que ‘fusiforme’) muy alargada y básicamente simétrica, y sección cuadrada, que termina en punta afilada por ambos extremos (Figura 20). Se trata de piezas toscas, y por tanto presentan una cierta variedad formal, con algunos ejemplares proporcionalmente más gruesos y otros más estilizados. Sin embargo, no hemos realizado una clasificación, una ‘tipología’ siguiendo el principio de non sunt multiplicanda…, y porque partimos de la base de que, dada la naturaleza de la fabricación de estos objetos, una cierta variabilidad es inherente al tipo. Donde sí puede haber intencionalidad es en las longitudes y pesos, siendo la segunda variable en principio dependiente de la primera72. Pero como demuestran tanto la Figura 22 como los gráficos de las Figuras 23 y 24, sólo unos pocos ejemplares ‘se salen’ del patrón general, hasta el punto de que por su gran tamaño y peso deben ser considerados aparte del resto, bien como puntas de jabalina, bien como instrumentos tales como punzones, empleados enmangados en una empuñadura de madera. Se trata (Figura 20) de las piezas n. cat. 1173 y 5946, y –solo quizá porque están sobre la recta de regresión– también 1002a, 1033, 9147 y 2497. Se observará que la diferencia entre estas puntas y el resto, que se hace tan evidente en la gráfica de la Figura 22, es en realidad visible también al ojo desnudo en la Figura 20, donde aparecen aislados en la parte superior de la fila izquierda. Debe resaltarse (Figura 20) que aunque estas piezas son bipiramidales de sección cuadrada, casi nunca son completa y perfectamente simétricas, de manera que el ancho máximo no está en el centro, sino algo desplazado hacia un extremo, que entendemos es el extremo distal de la punta, que adopta así un aspecto ligeramente ‘cabezón’, mientras que el otro extremo, el proximal, forma un pedúnculo más largo y afilado, que suele perder la sección cuadrada para convertirse en irregular –o de tendencia circular– en el extremo proximal, que es el que se embutiría en el astil de las flechas. Obviamente, el resto de piezas73, el 96%, forma un grupo muy compacto. La figura 22 muestra un histograma de frecuencias de pesos por intervalos de medio gramo, con una marcada asimetría a la derecha, y donde queda clara la agrupación de la gran mayoría de las piezas en el intervalo de 1 a 3,5 gramos, con una cola por la derecha entre 4 y 6 gramos, y dos excepciones (nº cat. 5946 y 1173, con 10,54 y 14,9 g respectivamente). Se apreciará que entre el peso de estas dos piezas hay casi el mismo recorrido estadístico (4,36 g) que entre las otras 119 puntas (4,96 g), lo que confirma que deben tener otra función. Unas 15 piezas (un 11% del total) presentan el pedúnculo doblado, casi siempre justo en la base de la ‘cabeza’ del proyectil, casi siempre en un ángulo de unos sesenta grados. Podría pensarse que se trata del resultado de impactos, donde el metal se habría doblado por su parte más débil. Sin embargo, esta explicación no resulta convincente, porque esas mismas puntas no suelen ser las que tienen el extremo distal aplastado por un impacto tal que además habría doblado el vástago metálico. Da la sensación de que están dobladas expresamente, lo que impediría su inserción en un astil de flecha. Otra media docena de piezas tienen la punta aplastada por impacto, pero solo una de esas piezas tiene también el pedúnculo doblado. 72 73 359 Salvo que hubiera un tipo mucho más grueso, en el que sería el volumen total y no la longitud lo que aumentaría decisivamente el peso. Pero tal tipo no se da en Albahacas. Descartando 15 incompletas, esto es, 119. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Fig. 22. Histograma de frecuencias de pesos de puntas fusiformes. Figura 23. Correlación longitud máxima/peso de las puntas fusiformes. zas completas es de 2,78 gramos, con un valor máximo de 5,8 y mínimo de 0,84 (muy reducido, quizá por oxidación). Eliminando estas dos excepciones, y manteniendo en el cálculo las otras cuatro piezas ya mencionadas, que se salen del conjunto por longitud pero no por peso (Figura 22, nº 2497, 9147, 1033 y 1002a)74, el peso medio de 119 pie- 74 La longitud media para el mismo conjunto de 119 piezas es de 4,4 cm, con un valor mínimo Porque consideramos que siendo flechas del mismo perfil aerodinámico, la longitud total que sobresale del astil –con una diferencia de mm.- tiene mucho menos efecto aerodinámico y de capacidad de penetración que su masa total. 360 FeRnAndo QuesAdA et al. N.inventario LgMx LgPt AnMxHj Peso gr 1002A 7,6 2,1 0,5 5,5 Observaciones Pedúnculo muy largo, extremo ligeramente doblado 1003A 4,7 1,7 0,5 3,1 ‘Dardo’ bipiramidal 1019 3,5 1,1 0,5 1,69 Sección Rectangular. Aplanado 1027 3,7 1,6 0,4 2,5 Probablemente falta un poco de la punta 1033 7,1 3,6 Pedúnculo doblado en ángulo recto por la mitad. Punta dudosa. Probable punzón. 1038 2,9 1 0,4 1,6 1060 5,1 1,5 0,6 4,1 1122 4 1,3 0,5 1,82 Atípico. El pedúnculo es aplanado, no piramidal Mucho más masivo que los demás. Además, la punta es igual de larga que el pedúnculo. Dudoso. 1173 8 4,1 0,8 14,9 1223 3,3 0,8 0,4 1,26 1263 4,4 1,2 0,5 3,2 1304 5,3 1,9 0,6 5,1 Pedúnculo doblado en un tercio de su longitud 1371 5,7 1,8 0,5 4,5 La punta es la parte corta 1391 4,6 1,6 0,5 2,9 1433 4,9 1,9 0,4 3,2 1572 3,5 1,4 0,5 1,8 1712 5,3 2 0,6 4,2 0,6 4,4 0,4 2,8 1714 5 2 2013 4,5 1,9 2020 5,3 1,8 2060 4 2079 3,8 1,6 33 0,4 2 0,5 2,09 2083 4,9 0,4 3,5 2110 4,8 1,7 0,5 2,5 Quizá punzón. No es posible definir la punta Roto por ambos extremos 2112 3,8 1,4 0,5 2,2 2139 4,3 1,8 0,7 4,8 Punta aplastada. 2154 4,8 2 0,4 3,2 Falta extremo de la punta, aplastado 2165 4 1,5 0,6 5,5 Punta aplastada por impacto 2186 5 1,7 0,6 4,4 2220 3,7 1 0,4 2,2 2236 4 2 0,6 3,3 Totalmente simétrico (punta/pedúnculo) 230 4,6 0,4 3,1 No tiene la clara tendencia bipiramidal de los dardos. Probable punzón 2330 4,5 1,2 0,5 2,6 234 4 1,3 0,5 3,1 2347 5,2 1,5 0,7 5,2 236 5,3 1,2 0,5 2,8 2394 5,5 2 0,7 5,8 2401 2,7 1,5 0,5 1,96 Incompleto 2414 4 0,5 3,84 Incompleto 248 4,1 1,5 0,4 1,9 2497 6 1,7 0,5 3,1 Doblado 60º por el pedúnculo. 2528 4,7 3,9 Posible punzón. Difícil diferenciar punta de pedúnculo 2574 2,8 1,6 0,5 2,9 Incompleto 2597 5,8 2,6 0,6 4,9 Punta roma 2604 4,8 1,8 0,5 2,8 2608 5,4 1,9 0,6 5,5 2623 5,2 1,7 0,5 3,1 2640 4,1 1,7 0,5 2,4 2690 4,1 0,5 3,2 2714 3,2 0,5 0,5 1,49 2715 4,8 1,4 0,5 3,71 2731 3,5 1,6 0,5 2,11 2786 3,2 1 0,4 1,1 3063 5 1,5 0,6 4,13 3065 4,5 1,7 0,6 3,03 3077 5,3 3081 4,1 3134 3137 Extremo pedúnculo doblado Casi simétrico. Imposible distinguir punta de pedúnculo por simetría. Muy pequeño. Probable punzón. Punta dificil de distinguir del pedúnculo 0,4 2,6 1,6 0,5 2,48 5 1,9 0,5 2,3 Al forjarla, se ha aplicado una decorativa torsion helicoidal a la pieza. Es dificil distinguir la ‘punta’ del ‘pedúnculo’ 3 1,8 0,4 1,27 Incompleto 4036 4,6 1,5 0,5 2,8 4075 4,4 1,8 0,5 2,6 4123 3,9 1,5 0,4 2 413 2,7 1,2 0,5 2,1 4147 3,7 1,5 0,5 2,68 4194 3,7 1,1 0,5 1,58 4205 4 1,8 0,5 2 Pequeño 4272 4,3 1,7 0,5 2,2 Doblado Incompleto 361 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula 4284 4 1,4 0,4 2,4 4342 4,6 1,4 0,5 2,55 4356 4,3 1,8 0,5 3,3 4419 4,5 1,3 0,5 1,97 4421 4,1 1,7 0,4 1,76 4425 3,8 1,2 0,5 2,25 4426 4,7 1,6 0,5 2,03 4518 4 1,4 0,5 2,13 4570 4,2 1,1 0,5 2,9 4633 3,8 1,1 0,5 2,1 4736 4,3 2,1 0,6 4,34 4802 3 1,5 0,5 1,49 4834 3,9 1,1 0,5 2,43 4900 3,3 1,6 0,5 2,47 4965 5 1,7 0,5 3,2 4988 5 1,7 0,5 3,2 5099 4 1,4 0,6 3,2 5394 3,8 1,4 0,7 3,15 5417 4,8 2 0,5 3 5425 3,5 0,5 2,36 5438 4 1,4 0,4 1,96 5447 3,5 0,3 1,3 Dudoso. Posible punzón. Lg punta no mensurable 5489 3,6 1,6 0,4 1,5 Muy pequeño, posible punzón. 5497 4,1 1,3 0,5 2,86 5546 3,6 1,3 0,6 2,77 5578 5,7 5946 8,2 6004 0,7 7,1 4,2 1 10,54 5,4 1,8 0,6 4 6088 4,2 1,5 0,5 2,31 6093 4,3 1,6 0,4 1,54 6119 3,6 1,2 0,3 1,3 6143 5,1 1,7 0,5 4,1 6236 3,6 2 0,5 2,68 6291 4,1 1,5 0,5 1,82 6483 2,7 1,2 0,4 1,28 6576 3,7 1,2 0,4 1,6 6578 3,2 1,7 0,5 2,12 6642 3,6 1,6 0,5 2,28 6783 4,8 2,3 0,5 4,21 6939 4,6 1 0,5 2,44 7066 2,4 1 0,4 0,84 7085 4,4 1,5 0,5 3,17 7194 3,1 1 0,4 1,42 7227 5,4 1,7 0,5 4,22 7334 5,2 2 0,5 3,53 7398 4,7 7413 1,7 0,7 5,23 1,4 0,4 1,82 7419 3,6 0,9 0,5 2,1 7515 4,9 1,3 0,4 2,07 7535 4,5 1,5 0,5 2,71 7587 2,9 1,1 0,4 1 7632 2,9 1,7 0,6 2,66 7655 4,6 1,6 0,5 2,9 7663 5,5 7840 4,1 9102 3,9 9135 1,6 0,5 4 0,4 1,9 1,4 0,4 2 1,5 0,5 1,6 9136 4,1 1,8 0,4 2,3 9147 6,5 2 0,4 2,8 9161 3,5 1 0,4 1,2 1,5 0,4 1,8 9191 9194 4,8 1,7 0,5 3,2 9375 5,7 2,2 0,4 3,1 9548 3,5 1,2 0,4 2,2 9567 7 2,1 0,5 3,3 9723 5 1,7 0,6 5,5 9774 3,3 1,6 0,6 1,94 Pequeño. Incompleto Aplanado, seccion rectangular Doblado por impacto Incompleto Imposible distinguir la punta del pedúnculo, es simétrico Aplanado, seccion rectangular Muy pequeño, posible punzón. Incompleto Incompleto Incompleto Incompleto Incompleto Pequeño. Punzón? Incompleto Imposible distinguir la punta Pedúnculo incompleto Pedúnculo incompleto Figura 24. Tabla de datos con dimensiones de las puntas fusiformes. 362 FeRnAndo QuesAdA et al. de 2,4 y uno máximo de 7,6 cm pero con una clara concentración (Figura 22) entre los 3 y los 5,5 cm. Se aprecia también a simple vista, aunque no presentamos los estadísticos, la excelente correlación entre longitud y peso en todas las piezas (salvo las dos antes mencionadas), indicio de una buena regularidad de proporciones (relación Longitud/Anchura máxima) del conjunto de las mismas. ‘vástagos’ (rods) por J. Horvat (1997: 112-113; 2002: 135 ss.), sin atreverse a proponer una función para los mismos en 1997, y considerando su uso como puntas de flecha de circunstancias (Horvat, 2002:137). En realidad no son exactamente como las piezas bipiramidales de Albahacas o Numancia en su forma, aunque sí probablemente en su función, ya que tienen un pedúnculo largo susceptible de insertarse en un fino astil de madera, un tope y una corta punta, y por tanto podrán funcionar como una variante de los mismos proyectiles. Su fecha, c. 180/170 a.C., está a caballo entre los dos yacimientos hispanos donde hemos analizado estas piezas. En cierto modo más próximas a Smihel que a Numancia y Albahacas están las piezas de arponcillo de Osuna (Engel y Paris, 1906: Pl. XXXV; Sievers, 1997a: nº 45 ss.) que pudieron bien usarse como elementales puntas de anzuelo con enmangue de espiga, siendo descendientes del modelo de Las Albahacas. Antes del hallazgo de Albahacas, el conjunto más importante de estas puntas era el de Numancia (c. 134/133 a.C.), identificado como de puntas de flecha ya por Schulten (1927: Taf. 35) y aceptado por Luik sin demasiado comentario (Luik, 2002). Se trata de apenas una docena de ejemplares procedentes tanto de los campamentos de contravalación (Luik, 2002: Abb. 90: 194-198) como de Renieblas III (Abb.19: 206212). Sin embargo, en Numancia estas puntas aparecen acompañadas de otras mucho más diagnósticas, como son las trilobadas de espiga (Abb. 90: 188-191), las de hoja triangular con engrosamiento basal y espiga, con o sin aletas, de herencia griega helenística (tipo Olinto D1) (Abb. 89)75, o incluso las triangulares de cubo con aleta y sección romboidal (Abb. 190 202, 205) documentadas también en Almedinilla (Schule, 1969: Taf. 72.24, Quesada, 1981)76. Lamentablemente, hasta ahora ninguna de estas puntas características ha aparecido hasta ahora en Las Albahacas aunque, de nuevo, la “ausencia de evidencia no es (todavía) evidencia de ausencia”. En cambio, en las obras del asedio de Alesia aparecen puntas tipológicamente idénticas a las de Las Albahacas o Numancia, en contexto ya del 52 a.C., que sin embargo fueron clasificadas por el equipo franco-alemán a cargo de las excavaciones como ‘alênes ou poinçons’, ‘leznas o punzones’ (Brouquer-Reddé y Deyber, 2001: 316-317 y Pl. 103, nº 235-238 y 239-242). Sin embargo, con posterioridad, A. Deyber (2008) ha mutado por completo su identificación, y es con esta última con la que estamos de acuerdo, aún reconociendo las más que probable polifuncionalidad de estas piezas de forma tan elemental. El tipo se ha identificado también en el yacimiento de época de la conquista romana en el s. I en Altikogaña (Eraul, Navarra), como tipo B, y descrito también como punta de flecha (Martínez Velasco, 2003: 164 y Fig. 2), anunciando además el mismo trabajo la presencia de otras puntas similares en el campamento del Cerro de la Muela, asociado a las guerras cántabras. En efecto, A. Deyber (2008) denomina ahora este objeto una punta de flecha ‘type Numance’, siguiendo esa peligrosa tradición de denominar yacimientos epónimos que es útil para la memoria, pero que arrastra una serie de connotaciones culturales y cronológicas que se pueden revelar a la larga erróneas pero que es muy difícil disipar. Sea como fuere, el estudio de Deyber nos recuerda la presencia de estas piezas en la contravalación romana de Alesia (c. 52 a.C.), pero también la revela en un contexto galo/romano en Montmartin, sin remontar más allá del último tercio del s. II a.C. Recuerda que también en la Galia estas piezas han sido tradicionalmente consideradas Más problemas plantea el conjunto de 211 piezas de Smihel (Eslovenia) publicadas como 75 76 Que también se documentan en bronce en Sanita (Menorca), en un contexto probable de c. 123 a.C. (Quesada, 2007b: 31). Sobre las flechas tipo Olinto, Robinson (1941: 378 ss.; para el tipo D1 ver Pl. CXXI). Que, pensamos, podría estar relacionada con la destrucción del poblado c. 141 a.C. 363 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ficación con armas, a no ser que se trate de una elíptica alusión a la caza en tumbas de guerreros. como instrumentos (por ejemplo como ’leznas’, o ‘buriles’ Deyber, 2008:174), pero se alinea con Luik (2002) en la idea de que, por el contexto, deben considerarse puntas de flecha. Por tanto, el nexo a un origen hispano, ibérico o celtibérico, se refuerza hasta el s. IV a.C. para la forma, aunque no necesariamente para la función (como sostiene, quizá con demasiado entusiasmo Deyber (2008: 177). Dicho todo esto, no hemos examinado en el suficiente detalle otros contextos (como por ejemplo norteafricanos y en especial númidas) como para desechar otras alternativas. Una cuestión que quizá convenga plantearse, de manera tentativa, es la del origen de estas puntas. Su misma sencillez y obvia forma hace que un origen múltiple pueda descartarse. Pero lo cierto es que si en 1997 no creíamos que algunas puntas de este tipo halladas en contextos ibéricos pudieran ser puntas de dardo o flecha, y pensábamos que se trataría de punzones para enmangar (Quesada, 1997: 462), ahora no estamos tan seguros. Es probable que sean útiles polifuncionales, pero al aparecer ejemplares sueltos en las Sepulturas 161, 204, y 333 del Cigarralejo en Murcia (Cuadrado, 1987), datadas todas ellas con bastante fiabilidad en la primera mitad del s. IV a.C. (cronología revisada, Quesada, 1998: Apéndice I), o en el siglo III a.C. (Sep. 283), y todas ellas con armas, cabe al menos replantearse la cuestión. En todo caso, todas las piezas del Cigarralejo, aunque idénticas formalmente, son mucho mayores y robustas que las de Las Albahacas, con longitudes en torno a 6,5 -10 cm, más apropiadas incluso como puntas de dardo o venablo ligero (además de, cómo no, como punzones), mientras que las jiennenses rondan los 4,5 cm de media. Otras puntas de flecha de hierro -con enmangue de cubo El resto de las puntas de hierro de Las Albahacas forma un conjunto mucho menos numeroso (28 piezas frente a 136) y menos homogéneo que las puntas bipiramidales (al menos 10 tipos diferentes). Presenta, además, diversos problemas, sobre todo por la similitud de muchas de las piezas con modelos medievales de los siglos XII-XIV. Se pueden establecer dos grandes categorías, en ambos casos poco consistentes con lo que sabemos sobre las puntas de flecha de época de la conquista romana de Iberia. Por un lado, las piezas de hierro que, contra lo habitual, son todas de enmangue de cubo; por otro, las puntas de bronce. Por su parte, en el ámbito celtibérico aparecen estas mismas piezas en su variante de mayor tamaño ya en época antigua, incluso a finales del s. VI (Carratiermes Sep. 582, ver el contexto en Lorrio, 1994: Fig. 5F) y quizá de manera más concreta en Altillo de Cerropozo, asociadas a armas dentro del s. IV a.C. en las Seps. 9, 15 o 16 (Cabré, 1929: Láms. XII, XVI, XVII). Por lo que se refiere al primer grupo, el de piezas forjadas en hierro, comenzaremos con la punta de gran aleta lateral, nº cat. 5423 (Fig. 26), que plantea el problema de si originalmente tuvo otra aleta simétrica hoy perdida. Por el desgaste del muñón, no es posible asegurarlo, aunque no lo parece. Con todo, trabajos recientes como por ejemplo sobre el caso de la necrópolis de Arcóbriga, siguen considerando estas piezas como punzones bipiramidales, no sin buena razón (Lorrio y Sánchez, 2009: 61-62; sobre todo 354 ss. donde inciden sobre la misma idea de la multifuncionalidad). De hecho, su presencia aislada en las tumbas, en lugar de en lotes amplios como suele ocurrir en ajuares funerarios cuando se trata de flechas (como en la necrópolis orientalizante de la Angorrilla en Sevilla), hace extraña la identi- Si originalmente tuvo dos aletas, hay que decir que se habría sido casi idéntica sobre todo a un modelo medieval de caza de los ss. XIII-XV (Jessop, 1996: 194, Tipo H3, equivalente al tipo 15 de la clasificación del Museo de Londres, cf. Hardy, 1976). La única diferencia es que en las puntas medievales las aletas suelen llegar hasta la base del cubo, mientras que en este caso (Figura 26) no lo hace. Por otro lado, hay ejemplares 364 FeRnAndo QuesAdA et al. medievales españoles en los que la aleta no llega tan abajo, siendo muy parecidas a la de Las Albahacas (Soler, 1986: Figura 1, 3). El problema es que la pieza (Museo Arqueológico Nacional de Madrid nº 50835) carece de procedencia, y su propia adscripción medieval podría discutirse, dadas las reticencias que muestra el investigador (Soler, 1986: 317-318). Por otro lado, Duval publica como datables en la Edad del Hierro dos puntas próximas a las de Las Albahacas, una de St. Pierre-en-Chatre y otra de Salisbury (Duval, 1970: 49 y Planche III, nos. 13 y 15), aunque con un nervio ausente en nuestro ejemplar. De nuevo la pieza gala procede de excavaciones de época de Napoleón III. En la Real Academia de la Historia se conserva una punta de dos aletas de forma idéntica a la de Albahacas, aunque mucho mayor, casi el doble, por lo que tampoco resulta un paralelo definitivo (Eiroa, 2006: 91, núm. 93) 9458, 2756, 6153, 5727, 3012, 2102) que comparten como características básicas un largo cubo de enmangue –mayor que la propia hoja- que remata en una hoja con forma triangular, romboidal o triangular con aletas más o menos desarrolladas (muy desarrollados en el caso de nº cat. 1675) cuya característica más llamativa es que por el anverso (cara A) tiene nervio o doble mesa con arista, mientras que la cara B es por completo plana. No conocemos hasta ahora puntas con este rasgo en el periodo que nos ocupa. En cambio, es un elemento tipológico muy distintivo en la Edad Media, entre los siglos XII-XIV. Aparecen puntas con esa asimetría por cara en Alarcos, aunque de un tipo diferente al que aquí presentamos (Soler del Campo en Zozaya, 1995: 177), por tanto a fines del s. XII. Más cercana es una punta procedente de Luque (Córdoba), en un contexto próximo a la conquista cristiana (R. Carmona, com. pers.). Y casi idéntica al nº cat. 1675 es la punta conservada en la Real Academia de la Historia (Eiroa, 2006: 90, n. 90), que se ha fechado entre el siglo XIII y el XIV. Sin embargo, su procedencia es desconocida y los paralelos aducidos son problemáticos, por lo que podríamos encontrarnos ante una atribución discutible. Si por el contrario la punta tuvo originalmente sólo una aleta, sus paralelos más cercanos para la Edad del Hierro serían las puntas de una aleta desarrollada, nacida también del extremo distal, del mundo galo, del Tipo B de (Duval, 1970: Planche I). El problema es que estas puntas de mediados del s. I a.C. tienen aletas muy diferentes por su tamaño, proporciones y forma a la de Las Albahacas. El reciente y detallado estudio de Dubreucq (2008) remonta su fecha desde época cesariana al final de La Tène B2/ Cc1, hacia la segunda mitad del s. III a.C., enlazando su datación con la posible del ejemplar de Albahacas. Esta datación muy anterior a época cesariana es confirmada por la aparición del mismo tipo en Smihel (Horvat, 2002: Pl.16, nº 26, 27). Pero insistimos que tipológicamente estas piezas no son cercanas salvo por la presencia de una aleta lateral desarrollada, que es muchísimo más grande en Albahacas. Hay puntas morfológicamente similares en contextos locales o romanos, como las puntas en hierro de cubo, aletas desarrolladas y nervio de Almedinilla (Schüle, 1969: Taf. 72.24,25), pero su sección (lenticular, romboidal o con nervio) es simétrica, y muy distinta de la asimetría de las piezas de Albahacas. En consecuencia, ante la ausencia de paralelos conocidos por nosotros para estas puntas en época ibérica o romana, y la presencia de paralelos cercanos atribuidos a época medieval, creemos que debemos presentar estas piezas como ‘en cuarentena’ a la espera de estudios ulteriores. Una posibilidad a explorar es que estas puntas asimétricas tengan un origen norteafricano antiguo, se utilizaran en La Albahacas en el s. III a.C., y que el modelo retornara a Al Andalus en el s. XII desde el Magreb con motivo de las penetraciones almorávides y almohades. En conjunto, pues, relacionar la punta de Las Albahacas con el tipo galo bien documentado de barbelure (Poux, 2008: 360 ss.; Dubreucq, 2008), incluso si remontamos su cronología desde el s. I a fines del III a.C., nos resulta un poco forzado en comparación con la alternativa de una datación medieval. Un problema similar plantea un conjunto de hasta siete puntas de hierro (Fig. 26, nº 1675, 365 Peso Gr. An Mx Hj Ø. Cb. Ext Lg. Cb Lg. Hj. Lg. Mx. Tipo Metal Núm.Cat. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula 5423 Fe Aleta lateral 5,9 4,2 4,1 0,8 2,3 11,1 1675 Fe Reverso plano 4,3 2,1 2,9 0,4 2 3,7 9458 Fe Reverso plano 5,1 1,8 3,3 0,6 2756 Fe Reverso plano 6,8 2,8 3,8 6153 Fe Reverso plano 6,8 2,5 4 5727 Fe Reverso plano 3012 Fe Reverso plano 2102 Fe Reverso plano 5,18 1,6 0,5 2,1 >6,9 6,9 1,7 >4,2 >3,4 2,9 1001a Fe ‘Virote’ >3,1 7368 Fe ‘Virote’ 3,8 1,1 9464 Fe Piramidal 6,1 3,8 2,7 1,9 >4 0,4 0,6 >2,2 0,5 0,8 4,1 0,5 7,89 366 Observaciones Con dudas. No parece haber tenido dos aletas, pero cabe la posibilidad. La aleta es muy larga para punta romana, pero corta para medieval, donde llega a la base del cubo. Cubo de lámina plegado con sutura visible. No se aprecia orificio de perforación. Para Anch. Max. se ha medido solo desde el extremo de la aleta al centro del eje del cubo Con dudas. Punta de cubo largo (mayor que la punta) con hoja de aletas laterales muy desarrolladas y abiertas. Cara A a dos mesas, cara B plana. ¿De caza?. Quizá medieval. Puntas idénticas de los ss. XII-XIV en España (Eiroa 2006:n.90).N.Inv. Mus. Jaén 5402. Punta de cubo largo (mayor que la punta) con hoja triangular con aletas apenas desarrolladas. Cara A a dos mesas con arista; B plana. Sutura visible en el cubo. Punta de cubo largo (mayor que la punta) con cabeza romboidal sin aletas. Cara A con nervio marcado; B plana. Sutura visible en el cubo. Punta de cubo largo (mayor que la punta) con hoja con aletas perdidas, dando aspecto romboidal. Cara A con nervio marcado, B plana. Sutura visible. Punta de cubo (incompleto, pero largo). Hoja triangular con aletas atrofiadas. Cara A con nervio marcado, B plana. Falta extremo del cubo. Punta de cubo largo (mayor que la punta). Hoja triangular con aletas atrofiadas. Cara A con nervio marcado, B plana. Cubo con pliegue visible. N.Inv. Mus. Jaén 5403. Punta ¿de cubo o de pedúnculo? Eb nal estado, de hoja triangular. Cara A a dos mesas, dañada; cara B plana. N.Inv. Mus. Jaén 5401. Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza piramidal alargada de sección cuadrada. Reproduce a pequeña escala proyectiles de catapulta. Paralelos romanos claros y medievales claros.Ver 7368. N.Inv. Mus. Jaén 5400. Punta de cubo largo cónico. Cabeza maciza piramidal alargada de sección cuadrada. Reproduce a pequeña escala proyectiles de catapulta. Paralelos romanos claros y medievales claros. Ver 1001ª. Punta pesada. Cubo circular se prolonga en punta maciza de sección cuadrada sin cabeza marcada salvo por la arista donde convergen los planos para formar la punta. Como 2691 FeRnAndo QuesAdA et al. 2691 Fe Piramidal 8,9 4,5 4,4 0,6 6517 Fe Sección en V 7,3 5,4 2,3 0,5 6457 Fe Sección en V 5,3 3,2 2,1 0,5 9571 Fe 5,4 4,5 2740 Fe Cónica 7644 Fe Cónica 2130 Fe Cónica >4,8 7887 Fe Cónica >4,5 6,0 0,8 15,4 1,5 0,5 >0,6 >6,3 >0,7 >9,9 Punta muy pesada. Cubo circular se prolonga en punta maciza de sección cuadrada con cabeza marcada por ligero estrangulamiento justo antes de la arista donde convergen los planos para formar la punta. Ver 9464. Punta de cubo formada por lámina plegada y cizallada en la base de la hoja. Hoja de forma triangular con aletas muy ligeras (resultado del cizallamiento del inicio del cubo). Como 6457 pero mayor. Sección en ‘V’. a dos mesas en la cara A y cóncava en la B. Parece una lámina hecha a presión sobre una matriz, de factura muy tosca. Como 6457. Punta de cubo formada por lámina plegada y cizallada en la base de la hoja. Hoja de forma triangular con aletas muy ligeras (resultado del cizallamiento del inicio del cubo). Seccion en ‘V’. a dos mesas en la cara A y cóncava en la B. Parece una lámina hecha a presión sobre una matriz, de factura muy tosca. Como 6517 pero más corta. Punta incompleta de cubo, casi perdido. Hoja lanceolada de tendencia romboidal con el ancho máximo en el tercio proximal. Hoja a cuatro mesas. Punta en forma de contera, de cubo prolongado directamente en vástago apuntado de sección cuadrada. Como un pequeño regatón con extremo cuadrado macizo. Extremo distal de posible punta de flecha en forma de contera, con cubo prolongado en punta maciza. Extremo distal de posible punta de flecha. Objeto de hierro (Lg. cons. 4,8 cm.) forjado tosco, con sección irregular de tendencia cuadrada. Dudosa. Cubo ancho prolongado en punta irregular con golpes de forja. Aspecto basto y grueso. Figura 25. Tabla de puntas de flecha de hierro. Sólo en apariencia es más firme el terreno que pisamos cuando nos enfrentamos a dos puntas de cabeza piramidal casi idénticas (nº cat. 1001A y 7368), que tienen exactamente la misma forma, pero mucho menor tamaño, que los proyectiles de catapulta que analizábamos en el Apartado 377. En lugar de medir entre 10 y 18 cm con un peso en torno a los 50-80 g, nuestras puntas miden entre 3 y 4 cm y pesarían, comple77 tas, poco más de unos 4,5 gramos. Sin embargo su estructura es la misma: cubo cónico largo que remata en una pirámide de sección cuadrangular muy compacta. Hay abundantes paralelos para estas piezas en la República Romana que suelen identificarse como puntas de catapulta, venablo o flecha. De hecho, es extremadamente difícil distinguir estas categorías en las puntas piramidales, siendo el peso el mejor y casi único criterio (Petulescu, 1991: 40; Baatz, 1966: 203 ss.). Y que aparecen sistemáticamente en los grandes depósitos militares republicanos: Smihel, Numancia, Alesia, Osuna… Para el caso de Francia, ver la recopilación y estudio estadístico reciente de Poux (2008: 354-358). En efecto, las puntas formalmente equivalentes de Numancia son mucho mayores que las de Albahacas, con una longitud cercana a 367 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 26. Puntas de flecha de hierro. 368 FeRnAndo QuesAdA et al. los cinco cm y un peso, el doble, de unos 8 gramos (Luik, 2002: Abb. 88.160; otros tipos, más parecidos formalmente que el ejemplo elegido, son aún mucho mayores). Lo mismo ocurre con las puntas de Osuna, muy similares en forma, pero de más del doble de tamaño que las de las de Albahacas (Engel y Paris, 1906: 110 s. y Pl. XXXVI; Sievers, 1997a: nº 60, 61; 1997b: Abb.1). punta de 4,9 cm de longitud y una hoja maciza piramidal (es difícil confirmarlo por el mal dibujo) más corta que el cubo (Casañas y del Nido, 1959: 115). Lo notable es que se publique junto con una posible punta bipiramidal del tipo que hemos estudiado antes. Finalmente, y en el contexto de la conquista tardía del norte de la Península, se han identificado estas puntas en contextos de campamentos romanos asociados a campos de batalla. El proyectil de Andagoste, con sus 5,2 cm y su cubo de casi 9 mm es el que más se acerca por dimensiones a los de Albahacas (aunque sigue siendo bastante mayor), pero su punta piramidal achatada denuncia que, efectivamente, estamos en un contexto en torno al 40-35 a.C., justo antes de las campañas de Augusto (Ocharán y Unzueta 2002: 315, Fig. 2.1). Es el mismo tipo que aparece poco después en Altikogaña de Eraul (Navarra), como tipo A3 de Martínez Velasco (2003: 164), de 6,5 cm de longitud (ya el doble que en Albahacas). Aparte de estos dos yacimientos romanos, clásicos, en España se han identificado algunas puntas de este tipo (Quesada, 11b/XVI) en contextos indígenas, pero en general tienen el mismo problema de ser bastante (o mucho) mayores y más pesadas que las de Albahacas. Abarcan un periodo amplio, pero en general a partir del s. II a.C., salvo algunas excepciones: se documentaron dos piezas (perdidas) de unos 13 cm de longitud en las Sepulturas 245 y 266 del Cabecico del Tesoro (Quesada, 1989). En el interior peninsular es posible que en la Sep. 350 de la Osera haya dos puntas precedentes de este tipo, aunque con punta maciza de sección triangular en lugar de cuadrada (Cabré et al., 1950: 130; 129; Schule, 1969: Taf.; Quesada, 1977: nº cat. 4796 y 4797), con sólo 5-6 cm de longitud. Dada la datación de esta tumba en el s. IV a.C., o como mucho principios del s. III, deberíamos estar ante un precedente a explicar. Fuera de Hispania, el depósito de Smihel de c. 180 a.C. proporciona, una vez más, un amplio repertorio en el que pueden distinguirse además tres tamaños diferentes, el mayor para catapultas, el menor para flechas (Horvat, 1997: Fig. 8 y sobre todo 2002: Pl. 15 nº 17-18 por ejemplo). Sin embargo, estas piezas miden 7 cm y pesan 10 gramos, son al menos el doble de grandes que las de Albahacas. La pieza de la Sep. 156 de Les Corts en Ampurias (Almagro, 1955: 378 y Fig. 382; Quesada, 1997: nº cat. 2792) con sus 9,1 cm de longitud y un cubo muy grueso debe sin duda ser un proyectil de artillería tardío, como también probablemente las dos de Burriac, de más de 8 cm (Barbera y Pascual, 1979-80: 236 y Fig. 19.7 y 222 y Fig. 8.8 respectivamente). En todo caso, en ambos casos estamos ante materiales de fines del s. II o principios del I a.C. En cuanto a la pieza del Castellet de Banyoles, desconocemos las dimensiones, pero debe ser mayor que una punta de flecha (Vilaseca et al., 1949:41 y Lám. XXXV). Una pieza similar, de 8,6 cm procede del campamento sertoriano de Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24.185). En la Galia, las reproducciones a pequeña escala de las puntas de catapulta siguen siendo sistemáticamente mucho mayores que las muy pequeñas de Las Albahacas. En Bribacte un ejemplar mide 9 cm (Pernet et al., 2008: 107 nº 23) y los más pequeños 6,5 cm, con una cabeza más de tres veces más gruesa (ibidem p. 109), y en Gergovia ocurre lo mismo (Poux et al., 2008: 206, Fig. 3). Como decíamos antes, estos dos ejemplares de Albahacas son más problemáticos de lo que parece, porque puntas exactamente iguales en forma, y mucho más próximas en peso y tamaño, se consideran medievales o incluso virotes de ballesta bajomedievales. Es el caso de tres piezas depositadas en el MAN de Madrid, Sorprendentemente, es en el santuario del Collado de los Jardines donde hemos localizado la referencia a la que podría ser la pieza más próxima en tamaño a las de Las Albahacas, una 369 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula procedentes de Adra (Almería) y Mogón (Jaén) (Soler del Campo, 1985: Fig. 1, nº 4-6 y p.320). Podría aducirse, sin embargo, que en estos casos –y como ocurre con muchas piezas medievales–, podemos estar ante un círculo vicioso de conocimiento, ya que casi ninguna de estas piezas medievales procede de contextos controlados arqueológicamente, por lo que cabría pensar, a la inversa, en una datación mucho más antigua que la asignada por los medievalistas78. El problema es que hay una producción aún más tardía, ya de los siglos XIV y XV, la de los virotes de ballesta bajomedievales (Lillo, l987: Fig. 9) que por su pequeño tamaño encaja con los tipos de Las Albahacas, lo que demuestra que, al menos, el tipo existió desde el s. XII al XV con independencia de que existiera también en el s. III a.C. Es el caso, por ejemplo, de los virotes del s. XV hallados en excavación de castillo de Corullón (León), asociados además a otras puntas de flecha también presentes en Las Albahacas (González Castañón, 2012: 129 y Fig. 4). (Orense) (Rodríguez Colmenero y Vega, 1996: Figura 2.3). Es una forma muy sencilla que cuenta con algunos paralelos, especialmente en la Galia, donde una tumba en Clermont-Ferrand ha proporcionado un lote de cuatro piezas similares, aunque sin el claro regruesamiento de las de Albahacas. La datación es compleja, entre el s. II y el I a.C. (Poux et al., 2008: Fig. 11, nos. 5 a 8), mientras que puntas similares en Alesia (Sievers, 2001:180, Fig. 13) tienen una clara datación hacia el 52 a.C., formando parte del tipo A de Duval (Planche 1, nos. 3 y 4). Sin embargo, hay que decir también que excelentes paralelos para estas puntas, casi idénticos en forma y proporciones, e idénticos en tamaño y peso, son medievales. Es el caso de una punta procedente de Ronda la Vieja (Málaga) y fechada por Eiroa en los siglos XII-XIV (Eiroa, 2006: 86); el de ejemplares igualmente próximos procedentes del campo de batalla de Alarcos (1195 d.C.) (Soler en Zozaya, 1995: 174), y el de otros procedentes del de Las Navas de Tolosa (1212) (Soler del Campo, 1986: Fig. IV, 1-5, especialmente 1 y 2). Las siguientes dos puntas son de nuevo problemáticas, ya que sus mejores paralelos se consideran tanto medievales como romanos. Se trata de puntas de cubo largo que se prolongan en una cabeza bipiramidal alargada (nº 9494, 2691). Tenemos un excelente paralelo en el conjunto casi ‘hermano’ de La Palma, fechable en torno a fines del s. III a.C. (Noguera et al., 2013: Fig. 18.7), una punta de 6 cm idéntica a nº cat. 9494, y que nos lleva a aceptar el tipo como romano y coexistente con las otras puntas ya estudiadas. Incluso en épocas posteriores, las encontramos bien asociados a contextos medievales, como los lotes de puntas del Castro de los Judíos de León (González Castañón, 2007: 76 ss. y Fig.8), y en el castillo de Corullón en León, en el contexto de las revueltas irmandiñas (s. XV) (González Castañón, 2012: 130 ss. y Figs. 3 y 4), quizá como puntas de ballesta asimilables al tipo A3 y B de Serdón (2095: 95 ss.). Quizá lo más inquietante desde nuestro punto de vista es que estos dardos se asocian en Corullón a uno de los paralelos más próximos que tenemos para las puntas piramidales cortas y gruesas (vid. supra) que recuerdan, a muy pequeño tamaño, las de catapulta romana, y que sin embargo no se reproducen a tan pequeño tamaño hasta la Baja Edad Media. Puntas similares se documentan en Numancia (Luik, 2002: Abb. 188 183-189), y varios otros yacimientos, pero sobre todo en contextos de avanzada la conquista romana, como en Altikogaña de Eraul (Navarra) (Tipo A.4 de Martínez Velasco, 2003: 164) y ya en época altoimperial, como en el campamento de Aquae Querquennae 78 Incluso piezas con aparentemente buen contexto dan que pensar. En el conjunto del campo de batalla de Alarcos (ubicado como es sabido junto a un importante yacimiento ibérico e iberorromano hasta el s. I d.C.) se ha publicado algunas puntas que sin dudar consideraríamos romanas de época tardorepublicana o augustea (muchas de las incluidas en la foto de Zozaya, 1995: 173). Dado el caso citado de La Palma, que no puede ser coincidencia (porque se suma además a muchas otras armas), no dudamos de la fecha antigua de las dos puntas de hierro de este tipo de Las Albahacas, y sobre su coincidencia formal 370 FeRnAndo QuesAdA et al. con las medievales sólo cabe decir que, como en el caso de tantos instrumentos agrícolas, metalúrgicos o de carpintería de secular o milenaria perduración, es seguro que fueran estas puntas tan eficaces como sencillas, por lo que su manufactura en formas casi idénticas perdurara o renaciera a lo largo de más de un milenio. midal muy alargada de sección cuadrada a los tipos B y C (Serdon, 2005: 95-128). Sin embargo, estos paralelismos (y otros varios con otros tipos de puntas romanas que no aparecen en Las Albahacas) sólo indican la eficacia que los modelos de la Antigüedad alcanzaron, y su perduración durante siglos, no son prueba alguna de que las puntas de Las Albahacas sean medievales. Es el contexto general y la asociación a otros materiales (pila, lanzas, monedas, cerámica, fíbulas y un largo etcétera) el que permite señalar para estas puntas de prospección una cronología antigua en la gran mayoría de los casos, aunque quizá no en todos. Las dos puntas con sección en ‘V’ (nº 6517 y 6457) aparecidas en Las Albahacas son llamativas. Se trata de piezas toscas, relativamente grandes (entre 5,5 y 7 cm de longitud) plegadas al parecer sobre una matriz, de forma que la hoja tiene una llamativa sección en V, y un cubo toscamente plegado tras cizallar la lámina metálica de partida. No conocemos paralelos para estas puntas ni en el mundo romano, ni en el peninsular, pero tampoco en época medieval, donde tipológicamente nos parece que casan más. Será necesario seguir investigando sobre este peculiar tipo. Puntas de flecha de bronce o aleación de cobre Junto con las puntas de flecha de hierro, en el Cerro de Las Albahacas se ha recuperado otro conjunto de puntas de flecha en bronce fundido, con características por completo diferentes al lote anterior. Finalmente, hemos incluido dentro del grupo de puntas de flecha en hierro con cubo un pequeño lote de cuatro pequeñas conteras de hierro toscamente forjadas, con un tamaño de entre 5 y 6 cm, y un cubo demasiado pequeño para corresponder a astiles de jabalina, bastones, etc. En al menos un caso el cubo circular se transforma en un extremo aguzado de sección cuadrada intencional (nº cat. 2740). En numerosos yacimientos ibéricos, celtibéricos y romanos republicanos (de Hispania y de la Gallia) aparecen objetos de este tipo y tamaño que a menudo se vienen interpretando como puntas de flecha toscas y de fortuna. Las puntas de bronce se subdividen a su vez en dos grupos bien definidos tipológicamente. Por un lado, contamos con cinco pequeñas puntas de bronce con enmangue de cubo, del tipo que genéricamente es conocido como ‘fenicio-púnico’. Se trata probablemente del modelo más estudiado de la Protohistoria peninsular, así como del Mediterráneo central (Quesada, 1997: 441-458; Ferrer, 1994, 1996; Elayi y Planas, 1995; Ramón, 1983; García Guinea, 1967; Snodgrass, 1962-63, etc.). Si comparamos el repertorio de puntas de hierro halladas en Las Albahacas– con el reciente y completo repertorio de puntas de flecha y ballesta medievales realizado por Valerie Serdon para Francia, y que en buena medida es válido también para la Península Ibérica, veremos que casi todas las puntas de Las Albahacas tienen paralelos muy cercanos con las medievales. Así, las bipiramidales corresponden exactamente con su tipo I; las de grandes aletas al tipo E; las de aletas con reverso plano a modelos de Europa central (Fig. 11, izquierda); las cortas con cabeza piramidal compacta a una variante de su tipo D (Fig. 45); las alargadas de cubo y cabeza bipira- Con independencia de su remoto origen escita, y de su transmisión por los fenicios al Mediterráneo Occidental a partir del s. VIII a.C. (Quesada, 1997:442 ss. y Fig. 262), lo que a nosotros nos interesa ahora es si estas cinco puntas (nº 5479, 5339, 6433, 6383, 6342) pueden corresponder al momento de la batalla de Baecula, o en todo caso, a fines del s. III a.C. El consenso general es que este grupo general de puntas llegó a Iberia vía la colonización fenicia hacia el s. VIII, como muestran ejemplares en colonias como Toscanos o la Peña Negra de Crevillente, en contextos al menos del s. VII a.C. 371 Peso Gr. An Mx Hj Ø. Cb. Lg. Cb./Ped. Lg. Hj. Lg. Mx. Tipo Metal Núm.Cat. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Observaciones De cubo 5479 Ae Arpón 11a 4,6 2,8 1,8 0,4 1 5,8 5339 Ae Arpón 11a 5 3,3 1,6 0,4 0,9 5,4 6433 Ae Arpón 12b 4,5 2,1 2,3 0,5 0,6 6 6383 Ae Arpón 4,5 44a Tipo 32 5 2,5 2 0,5 0,7 5,3 3,2 2,3 0,4 1,2 6,8 6911 Ae C2 RZ/ IVB1 K 3,8 - 1,0 >3,7 7519 Ae C2 RZ/ IVB1 K 6,8 4,3 - 1,8 6,1 1362 Ae C2 RZ/ IVB1 K 8,1 3,75 - 1,4 5,4 1575 Ae IIIBK? 6342 Ae Punta de arpón lateral tipo 11a Ramón/Ferrer con arpón desarrollado. Sin perforación en el cubo. Nervio de sección circular no facetado. Rotura en la base de la hoja, resultado de impacto (doblado en el cubo). Punta de tipo 11a Ramón/Ferrer. Sin perforación en cubo. Arpón lateral desarrollado. N.Inv. Mus. Jaén 5410. Punta de arpón lateral pseudo-fenestrada tipo Ferrer (1996) 12b. Cuatro mesas, sin nervio. Arpón muy desarrollado y delicado. Punta de cubo y arpón lateral trilobulada tipo 44a. N.Inv. Mus. Jaén 5413. Punta de cubo y aletas de la familia feniciopúnica. N.Inv. Mus. Jaén 5414. De espiga 3,5 3,2 - Punta similar a tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero pero sin nervio tan marcado. Hoja alargada de aletas cortas, a cuatro mesas con arista visible. Sin decoración incisa. Pedúnculo de sección sub-rectangular, grueso. Roto en el arranque. Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero. Hoja triangular alargada de aletas medias, con nervio plano y pseudofenestrada. Pedúnculo de sección rectangular, grueso. Punta de tipo IVB1 Kaiser/ C2 Ruiz Zapatero. Hoja alargada de aletas medias, con nervio plano desgastado y pseudofenestrada. Pedúnculo de sección rectangular. Los dos filos con melladura. Pedúnculo doblado por completo. Punta de tipo IIIB Kaiser / C Zapatero. Faltan las aletas, rotas. Sin nervio. Pedúnculo de sección rectangular, partido. Figura 27. Tabla de puntas de flecha de bronce. A partir de ese momento las piezas de bronce con cubo adquieren un carácter internacional, difundiéndose junto con el mundo púnico por todo el Mediterráneo centro-occidental (González Prats, 1983: 246), incluyendo por ejemplo el entorno de Ampurias en el s. VI a.C. convierten en un fósil director durante el Periodo Orientalizante en la cuenca occidental del Guadalquivir (Murillo, 1994: 405), conociéndose o asumiéndose una cronología global de entre los siglos VII y V a.C. para los miles de piezas documentadas (Ramón, 1983; González Prats, 1983; Murillo, 1989; Ferrer, 1994; Quesada, 1997: 447-448, etc.). Hay consenso, confirmado por análisis metalográficos (Quesada, 1997:446 ss.) en que estas puntas comenzaron a fabricarse en la Península Ibérica al menos desde comienzos del s. VI a.C. (Ferrer, 1994: 38; Elayi y Planas, 1995: 216; Sánchez Meseguer, 1974: 101), y en que se Se admite una ocasional perduración hasta mediados del s. IV a.C. en la Andalucía Occidental y en algunos contextos muy concretos en el mundo ibérico, como en diversos contextos 372 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 28. Puntas de flecha en bronce. 373 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula bien fechados en el s. IV en el mundo bastetanocontestano (análisis detallado caso por caso en Quesada, 1997:448 y 459-463) o Ibiza (Ramón, 1983; Elayi y Planas, 1995: 173 ss.). existían, asociadas a las de doble filo, en el s. VII a.C. en Grecia por ejemplo (Snodgrass, 1964: 151), y que por tanto es seguro que llegaron a Occidente ya juntas. Frente a esta opinión generalizada sólo A. López Palomo, excelente conocedor de la cuenca del Genil, mantiene desde hace mucho que estas puntas perdurarían incluso hasta Baja Época Ibérica (López Palomo, 1987:184). Y aunque en principio escépticos, los datos crecientes sobre este tipo de puntas de flecha nos llevaron a conceder en 1997 que “quizá las tropas cartaginesas y-o incluso los habitantes del Valle del Genil y Bajo Guadalquivir- siguieran fabricando flechas de bronce de estos tipos hasta el s. IV y quizá, en tipos macizos de sección triangular, hasta el s. III a.C. La dispersión de materiales… muestra además una más que notable correlación con la de campamentos militares cartagineses en los que se ha hallado moneda púnica”(Quesada, 1997:448). Valga toda esta discusión, ya larga, para volver a examinar con mejor criterio las puntas de Las Albahacas (Figura 28). Tres de ellas corresponden al tipo 1, de hoja de doble filo con grueso nervio. De ellas dos son de la variante 11a, con arpón lateral (nº 5339 y 5479), y una de la variante 12a (con arpón lateral y pseudofenestrada) (nº 6433), que es mucho menos frecuente en el registro arqueológico, ya que supone menos del 3% del total de las 538 puntas que hemos tomado como muestra para el análisis estadístico (ver Quesada, 1997: Figs. 267 y 271). La cuarta punta (nº 6383) es un modelo de triple filo con arpón (Tipo 44a), y la quinta (nº 6342) es una punta de la misma familia (cuyo rasgo principal, insistimos, es el enmangue de cubo, no el arpón), también de nervio circular pero con dos aletas. La referencia a los ‘tipos macizos de sección triangular’ tardíos se debe a que estas puntas de cubo tienen una amplia tipología (Ferrer, 1994 completa la de Ramon, 1983), donde los rasgos comunes son el tamaño, el material, el acabado y sobre todo el cubo79. La presencia de uno o dos arpones es llamativa pero es un rasgo secundario. Entre todas las variantes destaca la punta ‘Macalón’, ‘de anzuelo’, ‘a barbillón’ o más asépticamente tipo 11a Ramon/Ferrer. Este tipo (normalmente con un arpón, a veces con dos o a veces sin ninguno) se considera el más antiguo y el de mayor dispersión (Quesada, 1997: Fig. 269). Suele considerarse que, con el tiempo, el Tipo 11 de hoja plana con nervio se fue perfeccionando, y que los tipos más tardíos buscaron cada vez una mayor capacidad de penetración, por lo que se fabricaron puntas de triple filo (e.g. tipo 44) y luego casi piramidales macizas (tipo 41), siempre dentro del rango habitual de material, enmangue por cubo, tamaño y peso. Estos tipos supuestamente tardíos están bien documentados, por ejemplo, en Cartago en contextos del s. III a.C. (Bartoloni, 1988: 132). Ahora bien, los datos disponibles indican, y es importante, que las puntas de triple filo más avanzadas ya 79 El tamaño de todas ellas (en torno a 5-6 cm de longitud) y peso (en torno a los 5,5-6,8 gramos) son los habituales del grupo. La aparición de una punta de triple filo en el conjunto, y la repartición relativamente agrupada de estas flechas en el Cerro de Las Albahacas nos hace reflexionar de nuevo sobre su empleo en el s. III a.C. Si en principio no habría demasiado problema en aceptar el uso tardío de las puntas de triple filo 44a, e incluso de la de tipo 32, descartar las de doble filo de origen más antiguo del Tipo 11a (‘Macalón’) parece forzar las cosas contra la evidencia. Pero es que, además, descubrimientos muy recientes, aunque ambiguos, ayudan a plantear con mayor fuerza la hipótesis del empleo de las puntas de arpón lateral sencillo en el tercio final del siglo III a.C. Por un lado, en las prospecciones del campamento de La Palma en Tortosa, de datación idéntica en términos arqueológicos a la de los restos de Las Albahacas, y donde han aparecido glandes de honda de peso idéntico a los de nuestro yacimiento, se ha publicado el hallazgo de al menos cuatro puntas del mismo Sobre la importancia del cubo como rasgo, ver Quesada (1997: 441). 374 FeRnAndo QuesAdA et al. grupo (Noguera et al., 2013: Fig. 18, 6-11). El conjunto es notable. Dos de las puntas (nº 8 y 10) son del modelo más común y de origen más antiguo, el tipo 11a. Otra es un modelo mucho menos habitual, el pseudofenestrado con arpón lateral (12b) pese a lo cual coincide con una de las puntas de Las Albahacas. La última es una punta completamente piramidal de sección triangular del Tipo 41 Ramón/Ferrer, el supuestamente más tardío de a familia. s. III, procedente de una factoría de salazones gaditana, en el Puerto de Santa María (Algeciras, 2004:140-141). Ante esta acumulación de datos, pero sobre todo ante el caso de las coincidencias de Las Albahacas con La Palma –las posibilidades de aleatoriedad son bajas por las peculiaridades de los tipos documentados- creemos que no cabe negar que el lote de flechas de arpón lateral de Las Albahacas corresponde a un contexto homogéneo con el resto de las armas de fines del s.III a.C. que venimos analizando. Es cierto que, como en Las Albahacas, en el caso de La Palma nos hallamos ante una prospección superficial, y también lo es que bajo el campamento de la Segunda Guerra Púnica está la necrópolis ibérica antigua de Mas de Mussols, donde puntas de flecha de los tipos de arpón encontrarían fácil acomodo cronológico. Es cierto también que se trata de un campamento romano, donde el uso de estas puntas resulta extraño salvo que presupongamos la existencia de tropas procedentes de Las Baleares (idea no tan absurda si aceptamos la presencia de un posible contingente de honderos de esa procedencia, ver supra). Pero más cierto aún es que el conjunto de puntas de La Palma es consistente (por la pieza de Tipo 41) con la datación más baja de la serie, y que es llamativa la coincidencia de puntas pseudofenestradas, muy escasas, tanto en La Palma como en Las Albahacas. Tendemos pues a pensar que los conjuntos de puntas de flecha ‘fenicio-púnicas’ de La Palma y de Las Albahacas son consistentes, entre sí y también con una fecha de finales del s. III a.C. ¿Quiénes emplearon pues estas puntas broncíneas de cubo y arpón lateral en Las Albahacas? A nuestro juicio sin duda fueron las tropas del bando cartaginés, y probablemente contingentes locales procedentes del área turdetana o de la costa entre Almería y Cádiz, de fuerte y antigua tradición semita, y donde las puntas de estos grupos aparecen con frecuencia, como en la propia necrópolis de Baria (e.g. Siret, 1906: Lám. VI, punta de tipo 42, tardía; Lám VII.4, tipo 22, tardía; Astruc, 1951: 78, Lám 49.3, Tipo 42, y otra media docena publicada en diversos trabajos). El segundo –y último– lote de punta de bronce está formado por puntas de bronce de pedúnculo y hoja con aletas, tipológicamente bastante homogéneas. Se trata de cuatro ejemplares Fig. 28) de pedúnculo largo y sección rectangular robusta, con hoja triangular de filos de tendencia cóncava, con aletas cortas (pieza 6911, con proporción de hoja más estilizada que las otras tres), o largas (piezas 7519, 1362, 1575). Sin tener propiamente un nervio, estas hojas tienen en la arista de la hoja una parte aplanada que en el arranque de la misma (extremo proximal, base de la hoja) forma una prolongación del grueso pedúnculo. Este rasgo es claramente visible en las piezas nº cat. 7519 y1362, pero se aprecia con desgaste también en nº cat. 1575 y 6911. Pero es que además recientemente se ha publicado el hallazgo de otra punta de este tipo procedente del campamento romano de fecha sertoriana de Villajoyosa en Alicante (yacimiento de la calle Colón 17). Es cierto que la punta, asociada a materiales de la primera mitad del s. I a.C., apareció en el contexto del relleno de la fossa fastigata del campamento, no el más preciso de los contextos posibles, pero es de nuevo un dato importante sobre la aparición de estas puntas en contextos militares muy tardíos (Espinosa et al., 2008, Figura 4: UE1/71). Incluso teniendo en cuenta las proporciones más alargadas de la punta n. 6911, y la sección más lenticular de nº cat. 1575, el conjunto es homogéneo y responde a un grupo de puntas características del Final de la Edad del Bronce y principios de la Edad del Hierro (es uno de Finalmente, se ha publicado una nueva punta de tipo 11a (con arpón lateral) procedente de un contexto de mediados del s. IV a finales del 375 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula los modelos con mayor perduración) en toda la fachada mediterránea de Iberia, con claras penetraciones al interior. Corresponde con el tipo C2 de Ruiz Zapatero (1983: 934 y Fig. 264, sistematizado en Quesada, 1997: Fig. 277) y al IVB1 de Kaiser (2003: 83). Algo parecido ocurre en el yacimiento de Ephyra, citado al principio por la presencia de un pilum de tipo arcaico (Talamonaccio), donde aparecen también puntas triangulares con espiga de tipo en apariencia antiguo (Völling, 1997: Abb 11b). En principio, pues, no dudaríamos en considerar un lote de puntas semejante, procedente de prospección superficial, como tipológicamente de finales de la Edad del Bronce o Hierro I, con una datación que como mucho podría bajar hasta quizá fines del s. VII o el s. VI a.C., forzando como mucho hasta el s. V a.C. en el valle del Ebro y área catalana. Sin embargo, hay consideraciones que nos llevan a matizar esta datación. Por un lado, la homogeneidad misma del lote en el contexto de Las Albahacas, y por otro el hecho de que en otros yacimientos muy tardíos, asociados a sucesos bélicos de época romana, se documentan puntas de flecha de bronce con aletas y pedúnculo ‘que tampoco deberían estar allí’. Es, de nuevo el caso del campamento de La Palma (una vez más), donde se han recogido (Noguera et al., 2013: Fig. 18) varias puntas de tipo B1 y C3 de Ruiz Zapatero (=Kaiser IIIB1=Mailhac I), correspondientes las primeras sobre todo a un claro tipo Mailhac I norpirenaico (Ruiz Zapatero, 1983: 930). Estas puntas con pedúnculo engrosado son características del Hierro I, pero perduran hasta el s. III a.C. en sitios como Pech Maho (Aude) al norte de los Pirineos o el poblado ibérico de la Cadira del Bisbe, que llaga al s. III a.C. (Ruiz Zapatero, 1983: 933). En estas condiciones, y con estos paralelismos, no nos atrevemos a negar que estas puntas de bronce con espiga, tan arcaicas, llegaran también a ser utilizadas en la batalla que se libró en Las Albahacas a fines del s. III a.C. Síntesis Con independencia de la presencia de puntas de flecha de cronología y tipología dudosas, el conjunto de puntas de flecha que documentamos en Las Albahacas tiene rasgos importantes tanto por las presencias como por las ausencias. Llama la atención el predominio masivo de las puntas bipiramidales elongadas, que se documentan en el s. II en Numancia y en la Galia, y que pudieran tener un origen hispano. Igualmente es llamativa la presencia de tipos en general sencillos, y de algunas puntas de tipo virote que consideramos romanas dado el contexto general del material, aunque podrían ser igualmente medievales. Con todo, la ausencias son tan llamativas como las presencias: faltan por completo los tipos más característicos de puntas republicanas de fines del s. II a.C. en adelante, como las puntas de tipo Olinto D1 evolucionadas que son las más características en Numancia (Luik, 2002: Abb. 89); así como las puntas trilobadas de espiga, presentes desde c. 130 a.C. en Numancia (Luik, 2002: Abb. 90, nº 188-190), en Andagoste (Alava) c. 38 a.C. (Ocharan y Unceta, 2002: Fig. 2.6), y típicas del Alto Imperio, desde Herrera de Pisuerga (Fernández Ibáñez, 2010: Fig. 4.9) hasta Masada en Israel (Sitebel y Magness, 2007: Pl. 24). La impresión que se obtiene es la de un repertorio antiguo, por tanto coincidente con la propuesta del conjunto a fines del s. III a.C., con independencia, insistimos, de los problemas que plantean algunas puntas concretas y que no ocultamos. Esta perduración del tipo Mailhac I nos lleva al caso del oppidum de La Cloche, en la desembocadura del Ródano, donde en un contexto del destrucción de mediados del s. I a.C., en plena época cesariana, se halla una punta de bronce de hoja plana y espiga, muy arcaica, junto con puntas galas à barbelure (ya citadas antes) típicas del s. I a.C. (Chabot y Feugère: 1993: 340 y Fig. 4.4): El propio Michel Feugère, gran conocedor de los militaria de la Galia meridional, escribe sobre la punta que “bien que de type ancien, cette armature a été recueillie dans la couche de destruction du site: elle avait donc vraisemblablement fait l’objet d’une réutilisation au Ier s. av. n è.” (ibidem p. 340, nº. 4). 376 FeRnAndo QuesAdA et al. Es en efecto llamativo que las puntas romanas republicanas e imperiales sean normalmente de hierro y con enmangue de espiga (Bishop y Coulston, 2006: 58) y que en Albahacas, salvo por el grupo principal de puntas bipiramidales, todas las puntas de hierro localizadas, de tipología muy diversa, sean de cubo. Es probable que, de ser antiguas, correspondan a variados contingentes no itálicos ni hispanos, quizá con un componente norteafricano fuerte, todavía mal conocido. Por otro lado, los datos de Las Albahacas nos llevan a dar por buena la perduración de todos los tipos de puntas de bronce de cubo ‘fenicio púnicas’, incluyendo los tipos Ramón/Ferrer 11 y 12, y no solo los 42, incluso a fines del s. III a.C., dada la acumulación de datos que se viene produciendo desde el año 2000. Lo mismo ocurre con las puntas de bronce con pedúnculo y aletas, que cualquier especialista reconoce como propios originalmente de la Primera Edad del Hierro, y que sin embargo están saliendo a la luz en yacimientos muy tardíos, de la Segunda Guerra Púnica e incluso de mediados del s. I a.C. 8.- CLAVI CALIGARES análisis, hemos tomado una opción intermedia, y hemos clasificado el material recuperado en cuatro tipos, de acuerdo con los siguientes rasgos (Figuras 29, 30 y 32): El conjunto más numeroso de militaria del Cerro de Las Albahacas está formado por hasta 526 clavos de hierro de cabeza hemisférica o de tendencia cónica, en forma de ‘tachuela’, con diversos grados de desgaste. El interior de la cabeza es hueco, y de su centro parte el clavo propiamente dicho, que en la mayoría de los casos tiene su punta doblada en ángulo marcado, casi de 90º (Figuras 29, 30, 31). Se trata obviamente de clavos con un extremo visible y funcional, y una punta deliberadamente doblada para asegurar la fijación en condiciones de uso riguroso. Dado el tamaño y grosor de estos clavitos, dicho material hubo de ser necesariamente de baja dureza, probablemente cuero. La mayoría de las piezas son sin duda clavi caligares (v. infra) aunque una parte de estas piezas, de apariencia similar o idéntica al resto pero en la gama baja de tamaños pudieron muy probablemente servir además para otros usos, como fijar piezas de cuero en atalajes de caballo y otras piezas de indumentaria y equipo militar. Tipo A (Figura 29): Cabeza de grandes dimensiones, con un diámetro de en 1,0 cm o superior, incluso 1.5/1,6 cm, con un margen entre 1,0 y 1,8 cm. La cabeza es de tendencia más bien cónica, apuntada, que hemisférica, aunque el desgaste e algunas piezas hace que adopten una forma troncocónica. El hueco efectivo que dejan los clavos doblados, que indica el grosor máximo del material fijado, es de 0,3 a 0,8 cm Es el grupo menos numeroso, con 36 piezas (7% del total, Figura 32). Tipo B (Figura 29): Cabeza de grandes dimensiones, con un diámetro de 1,0 cm o superior (recorrido entre 0,9 y 1,5 cm), pero con la cabeza mucho más aplanada que en el tipo A. En muchos ejemplares con cierto desgaste (e.g. nº 4330, 7482, etc.) la atribución al tipo A o B es discutible. Un índice puramente numérico, como la relación diámetro/altura de la cabeza tampoco resulta funcional. El hueco efectivo de los clavos es de entre 0,3 y 0,9 cm. Se han documentado 94 piezas de este tipo, un 18% del total, Figura 32. Cabría pensar que buena parte de estas piezas son fruto de desgaste y luego erosión durante dos milenios del tipo A, pero por ahora hemos decidido mantener separados los grupos. De acuerdo a sus características formales y tamaño, es tentador, con una muestra tan grande, realizar una compleja Tipología80. Sin embargo, una larga familiarización con estas piezas nos lleva a pensar que el desgaste diferencial es responsable de variaciones que no se aprecian bien necesariamente en dibujos o fotos, pero sí en los originales mismos. Pese a ello, y para asegurar una más correcta descripción y 80 Y de hecho, en una clasificación inicial distinguíamos cinco Tipos y algunas Variantes. 377 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 29. Clavos de tipos A y B. 378 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 30. Clavos de tipos C y D. 379 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 31. Dibujos de una muestra representativa de clavi caligares. Figura 32. Proporción de los distintos tipos de clavi caligares. 380 FeRnAndo QuesAdA et al. Tipo C (Figura 30): Cabezas de perfil cónico o troncocónico, con un diámetro en torno a 1 cm en la mayoría de los casos (pero recorrido entre 0,6 y 1,0 cm) y huecos efectivos mayores a los de los Tipos A y B, entre 0,7 y 1,2 cm. Conocemos 148 tachuelas del Tipo C, un 28% del total (Figura 32). El histograma de frecuencias por intervalos de 0,1 cm (Figura 33) es bastante significativo. Aunque la coincidencia no es absoluta, porque alguna pieza se separa de los valores habituales, los diámetros permiten predecir los tipos básicos de cabeza. El Tipo D, el de cabezas más pequeñas de tipo cónico, es el que alcanza una mayor variación de diámetros, entre 0,3 y 0,9 cm, con el máximo de piezas en los 0,5-0,7 cm. El tipo C se separa claramente tanto de su versión menor D como de los modelos mayores y de cabezas aplanadas o hemisféricas A y B, la inmensa mayoría de cuyas piezas parten de 1,1 cm de diámetro. La Figura 34 muestra los solapamientos parciales de dimensiones entre tipos. Tipo D (Figura 30): Similar al Tipo C pero con cabezas de menor diámetro, en torno a los 0,6 cm con un recorrido relativamente amplio por ambos lados de la curva (de 0,3 a 0,7 cm). Al igual que en el Tipo C, los huecos efectivos son grandes, entre 0,8 y 1,4 cm. Es el tipo más frecuente, con 246 ejemplares, un 47% del total (Figura 32). Figura 33. Histograma de frecuencias de dimensiones de clavos (diámetro de la cabeza, en cm). De entre las ‘tachuelas’ del tipo A destaca un grupo muy reducido de sólo tres piezas (nº 1370, 2047y 2064) (Figura 35) que presentan en su interior una serie de resaltes en relieve en forma de pequeños glóbulos o segmentos rectos, que son bien conocidos en los clavi de época tardorepublicana o augustea. En el primer caso se trata de ocho glóbulos de unos dos mm de diámetro colocados perimetralmente. Corresponde al tipo B de Alesia de c. 52 a C. (BrouquierReddé, 1997:Fig. 7; Brouquier-Reddé, 2001: Pl. 93). El segundo modelo tiene sólo 4 glóbulos y también corresponde al tipo B de Alesia. El tercer ejemplar alterna glóbulos con barritas en 381 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 34. Tamaños de las cabezas de clavos por individuos y tipos. de dispersión más o menos completo de los hallazgos galos de época republicana, todos ellos dentro del s. I a.C. relieve dispuestas radialmente, y corresponde al tipo D de Alesia. El diámetro de las cabezas de tendencia cónica o hemisférica (cercano a 1,5 cm), y el hueco limpio que deja libre el clavo doblado (entre 0,7 y 1,2 cm) también son iguales. Otros yacimientos con contextos militares romanos de cronología cesariana o ligeramente posterior proporcionan clavos con estos mismos elementos, tanto en la Galia como en Hispania. Así, en la Galia aparecen en escasa proporción respecto al número total de clavos de tipo Alesia A (sin relieve) en Ribemont sur Ancre (c. 54 a.C.) con tipos C y D de Alesia (Viand et al., 2008: Fig. 12); en el oppidum de Boviolles (Meuse) (s. I a.C) con tipos B y D (Dechezleprêtre y Mourot, 2008: Figs. 2 y 3); Butte Sainte-Geneviève (Meurtheet-Moselle) con tipo D (ibidem Fig. 5); Bibracte (s. I a.C.) con tipos C y D (Pernet et al., 2008:Fig. 9), etc. Poux (2008: 379) ha publicado un mapa En la península ibérica los clavos de bota militar nunca han sido objeto de estudio sistemático, pero se han publicado ejemplos con elementos en relieve en Andagoste (c. 38 a.C.), con clavos de tipo D de Alesia (Ocharan y Unzueta 2002: Fig. 2, nos. 11 y 12). Del mismo modo se han identificado clavos con glóbulos en el trazado de una vía romana en el Campo de Montiel (Rodríguez et al. 2012:152 ss.), sin un contexto externo que permita una datación precisa. Este tipo de clavos con relieves en el interior de la cabeza son, por supuesto, ya muy característicos de todos los campamentos militares y campos de batalla del limes altoimperial en 382 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 35. Patrones de fijación de clavos del tipo A. plena configuración en época augustea, caso de Oberammergau (c. 15 a.C.) (en Varusslacht Kataolg, 276, 3.7.11) o Kalkriese (probable localización de la Varusschlacht, 9 d.C.) (Moosbauer y Wilbers-Rost, 2009: 65), con relieves similares o idénticos a los de cincuenta o sesenta años antes en Alesia. En Kalkriese se han localizado incluso suelas completas de botas con sus clavi formando patrones a la vez funcionales y decorativos, a unas 50-75 tachuelas por bota (Moosbauer y Wilbers-Rost, 2007: 30; 2009: Abb. 6, 23). de ella hallados todavía fijados a suelas de botas militares, no cabe duda de la función idéntica de la mayoría de los ejemplares de Las Albahacas. No parece haber duda sobre nuestros tipos A y B, por su diámetro y características. La Figura 36 proyecta sobre un cuadro correspondiente a diversos yacimientos tardo-republicanos e imperiales de la Galia y el Rhin las dimensiones de los clavos A y B de Las Albahacas. Se observa cómo, según el cuadro de Poux, los yacimientos cesarianos (c. 55-50 a.C.) en las columnas 2 a 5 tienen clavos con cabezas de entre 1 y 2 cm de diámetro (con algunas excepciones por encima y por debajo); los altoimperiales (columnas números 9 a 12) presentan clavos menores, con cabezas de entre 0,5 y 1,5 cm de diámetro. Los yacimientos de larga duración, entre la República e Imperio (columnas 6 a 8) cubren ambas gamas de tamaño. Si proyectamos sobre esta figura las tachuelas de los tipos A y B de Las Albahacas, en principio las más antiguas de todas, se aprecia que están a caballo entre las tardo-republicanas e imperiales, con una mayoría entre los 0,9 y 1,6 cm. Da la sensación, pues, de que si aceptamos una cronología del final del s. III a.C. para el conjunto de Las Albahacas, estamos ante tipos Estos motivos en relieve son descritos normalmente como ‘decorativos’ (Brouquier-Reddé 1997: 283; 2001: 303). Pero dado que una vez colocados en su lugar (normalmente la suela de una bota) estos resaltes serían por completo invisibles, y dado el carácter a la vez elemental, relativamente tosco y masivo de esta producción, creemos que son utilitarios, probablemente para fijarse en la superficie del cuero e impedir que los clavos rotaran al caminar y se desprendieran con facilidad. Dada la ingente cantidad de paralelos en decenas de yacimientos militares romanos, muchos 383 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 36. Comparación entre el diámetro de los clavos de los Tipos A y B de Las Albahacas y una muestra recopilada por M. Poux (2008:380, Fig. 56). de tamaño medio, que crecieron hacia el final de la República para volver a disminuir en el Alto Imperio. del armamento, según hemos analizado en las páginas anteriores. Y desde luego es la opción más económica frente a sostener que por Las Albahacas habría pasado primero un ejército cesariano hacia el 45 a.C. (posible) y medio siglo después uno alto-imperial (sumamente improbable dado que a juzgar por la documentación de todo tipo de que disponemos, sumamente fiable para época augustea, no hubo campañas ni legiones en la región en ese periodo). Los clavos de los tipos Albahacas C y D, de cabeza más pequeña, podrían plantear más posibilidades. Personalmente creemos que la mayoría –aunque no necesariamente todas– de las piezas de tipo C, con diámetros en torno a 1 cm o ligeramente menores (recorrido entre 0,6 y 1,0 cm) pertenecieron también a caligae, mientras que los clavos de tipo Albahacas D, marcadamente cónicos, de cabeza bastante menor de 1 cm (recorrido entre 0,3 y 0,7 cm) y amplia longitud de hueco útil, pueden haber correspondido, bien a un tipo de clavos pequeño para caligae, bien para otro tipo de fijaciones de cuero, como hemos sugerido antes. Recordemos a este respecto que este tipo ‘D’ de menor tamaño también aparece en Alesia, pero en bronce, y se ha considerado empleada para atalajes y otros elementos de indumentaria (Brouquier Reddé, 1997: 283, Fig. 7b). Ahora bien, la importancia de la evidencia de Las Albahacas radica en este caso en que supone un gran salto hacia atrás, de casi siglo y medio, en la datación de las más antiguas tachuelas de hierro para caligae. Hasta ahora, como se ha visto, las más antiguas se remontan a mediados del s. I a.C., durante la campaña cesariana en las Galias, y ahora estamos documentándolas en un contexto de c. 208 a.C. Es cierto, y es un problema, que no hay documentación para estas piezas en Cáceres el Viejo (c. 80 a.C.) o Numancia (c. 133 a.C.) lo cual plantea un hiato en dos yacimientos importantes donde cabría esperar su aparición. Es cierto que se trata de excavaciones antiguas republicadas La datación del conjunto de estos clavos en el final del s. III a.C., viene apoyada por el contexto, especialmente el numismático y el del conjunto 384 FeRnAndo QuesAdA et al. numerosos guerreros armados con panoplia de tipo helenístico, o en desnudo heroico, destaca, justo a la derecha de la figura central del cegado Edipo con los brazos en alto, la de su yacente hijo Eteocles, sostenido por Yocasta (n.inv. 26016, Soprintendenza alle Antichità, Firenze). La posición de este último permite ver, en una postura forzada que permite una perfecta visión, la suela de una bota militar en la que destacan, claramente representados, los clavi caligares (Massa Pairault, 1985: Fig. 78; Torelli, 2000: 268). en fechas recientes, y que estos humildes elementos pudieron haberse perdido, o no haber sido recogidas en su momento por A. Schulten. Además, la ausencia de tachuelas en el material conocido de Osuna, campo de batalla contemporáneo casi de Alesia, y donde sabemos pues que sin duda los legionarios llevarían caligae con clavos, es en indicio que apoya la idea de que estos materiales pudieron haberse despreciado y no haberse estudiado o incluso conservado. Por otro lado, hemos de tener en cuenta el casi total desconocimiento de la panoplia romana del s. III a.C., excepción hecha de depósitos rituales como el de Talamonaccio –donde no cabría esperar encontrar tachuelas de botas–, carencia que sólo conjuntos como el de Las Albahacas comienza ahora a paliar. Si tenemos en cuenta que la cuidadosa y alabada restauración y reconstitución que ha recibido el conjunto por parte de O.W. von Vacano (Massa Pairault, 1985: 131 con referencias), y el cuidado con que se señalan los elementos ausentes, parece seguro que se trata de parte del modelado original sin adulterar. Aunque a finales del s. XIX L.A. Milani consideró que la fecha del frontón debía rondar el año 80 a.C. en el entorno de las guerras civiles romanas (recogido en Torelli, 2000: 632 con fecha en abierta contradicción con p. 264-265), hoy en día hay un acuerdo generalizado en considerar el frontón una obra helenística de mediados del s. II a.C., o más precisamente c. 170-140 a.C. (Pallottinno, 1984: 281-282; Massa–Pairault, 1985: 137 ss., especialmente p. 141 con discusión de la obra de referencia inicial en proponer esta datación, Von Vacano, 1975; Nijboer, 1991: 17 ss.; Giuliano y Buzzi, 1992: 126-127; Spivey, 1997: 100-101; Ciacci, 1999: 284-285; Torelli, 2000: 265; Barbagli, 2007: 205; Aldrete et al., 2013: 200, nº cat. T-23). En tal caso, la bota de la figura yacente sería –hasta ahora- la prueba más antigua, arqueológica, literaria o iconográfica, del empleo de suelas con clavos, dato importantísimo que contribuye a cerrar la brecha entre los hallazgos de Las Albahacas hacia el 208 a.C. y los de época cesariana de c. 55-52 a.C82. Además, las prospecciones en el probable campamento –o zona de concentración y tránsito de tropas– de La Palma en Tarragona, ya tantas veces mencionado aquí por sus paralelos con Las Albahacas, han proporcionado un cierto número de clavos de nuestros cuatro tipos Albahacas A-D (Noguera et al., 2013: 52, Fig. 20, nº 16 a 26), lo que viene a ser una confirmación arqueológica independiente de la existencia de esos clavi en un contexto paralelo y coherente de fines del s. III a.C. (además, la forma de los clavos de La Palma, y la ausencia de clavos con relieves, nos lleva a una fecha antigua dentro de la horquilla temporal que venimos manejando). Finalmente, y aunque esta es una información que sería decisiva pero que deseamos confirmar y precisar con un estudio ulterior, hemos de tener en cuenta el espléndido frontón en terracota del templo etrusco en Telamon81. Este santuario del s. IV a.C. fue reconstruido en época helenística y dotado de un frontón decorado con escenas de los Siete Contra Tebas (sobre el arte y artesanado etrusco itálico en época helenística, y en particular sobre este frontón, con la bibliografía de referencia, ver Massa-Pairault, 1985: passim y 138 ss.). El elemento fundamental para nosotros es que en el centro de la escena de casi nueve metros de largo en la que aparecen 81 82 Agradecemos efusivamente a D. Alberto Pérez Rubio que haya llamado nuestra atención sobre esta escultura arquitectónica. 385 Los guerreros representados en el frontón que no van en ‘desnudo heroico’ portan armamento defensivo de tipo griego clásico o helenístico temprano, arcaizante en el contexto del s. II a.C., incluyendo aspides, cascos ¿áticos?, y corazas de hombreras o con pteruges del tipo IV de Jarva y la característica estrella en el pecho. La figura de Eteocles lleva una variante de esta coraza con plaquitas de metal no superpuestas cosidas sobre un soporte, de tipo etrusco-itálico, con paralelos en el llamado ‘Marte de Todi’ (Aldrete et al., 2013: 53 y 233, n. 65, cat. M-18), la estatuilla de Falterona (Stary, El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula En todo caso, la perduración sin cambios durante siglo y medio, y luego más allá, de este modelo de clavo para botas no debe llamarnos especialmente la atención, dado que se produce en tantas y tantas artesanías de instrumental agrícola, de carpintería, armamento, etc: una vez alcanzado el diseño de un tipo plenamente eficaz, a menudo tal diseño ha perdurado no ya unos siglos, sino milenios, caso de hoces, podones, tijeras de esquilar, y por supuesto remaches, roblones y clavos de todas las formas y tamaños. un área de cientos de hectáreas sólo cuadra con el movimiento en un eje de progresión sur-norte del ejército romano y un posterior despliegue en sentido este-oeste y avance hacia la cima del cerro. De hecho, y por otro lado, entre los romanos la bota claveteada militar, la caliga, era junto con el balteus83, un atributo casi exclusivo de los militares, incluso cuando vestían ’de paisano’. Los textos dan a entender que, al menos a comienzos del Imperio, las caligae eran atributo de los militares y les distinguían, por lo que no debían ser habituales entre paisanos salvo, probablemente, los veteranos. Así, Juvenal describe en un pasaje una aglomeración y avalancha en la que “un soldado planta sus suelas claveteadas sobre mis dedos” (Sat. 3, 248)84. En el Satiricon de Petronio a un falso soldado le denuncia su calzado civil85, y en el asedio de Jerusalén al veterano centurión Juliano los remaches de sus botas militares, tan útiles en el campo, le costaron la vida al resbalar y caer rodeado de enemigos en las pulidas losas del Templo (Josefo, Bell. Iud. 6, 81-89). De hecho, en Roma los civiles se burlaban de los soldados que resbalaban en las zonas pavimentadas (Tacito Hist. 2,88,3), lo que sin duda daría lugar a numerosas trifulcas. Una revisión reciente y detallada de fuentes clásicas ha sido recientemente publicada a raíz de otros hallazgos hispanos (Rodríguez et al. 2012). En consecuencia, cabe afirmar que los datos de Las Albahacas llevan el origen de las caligae claveteadas a la Segunda Guerra Púnica, al menos. Si tenemos en cuenta que hasta 1998 se consideraba que la aparición de estas suelas claveteadas era resultado de experimentación en los campamentos augusteos del limes, y que solo en 1997 se adelantó la fecha a época cesariana (Poux, 2008: 377), se comprenderá la novedad que esta aportación supone. Una pregunta necesaria es la de quienes pudieron ser los ‘propietarios’ de este tipo de calzado en el contexto de nuestro campo de batalla. La respuesta obvia basada en la arqueología, la iconografía y las fuentes literarias es que el ejército romano, y probablemente sólo sus tropas legionarias y de socii itálicos organizados y armados de manera similar o idéntica. No tenemos noticias sobre botas claveteadas en el mundo africano cartaginés, y tampoco, en absoluto, entre los pueblos hispanos prerromanos, como tampoco en el ámbito helénico, aunque sobre esto podría haber alguna duda. Las botas claveteadas parecen haber sido empleadas no por los oficiales superiores, que vestían calcei, sino por la tropa y los mandos de centurión hacia abajo. Por ello la clase de tropa era a veces apodada ‘caligati’ (Suetonio, Aug. 25; Vitel. 7)86. De Mario se decía que había Desde el punto de vista arqueológico, y en el contexto de la reconstrucción del desarrollo de la batalla, que cuadra bien con el de Baecula descrito por las fuentes literarias, el trazado rastreado por la prospección sistemática sobre 83 84 85 1981: Taf. 24.1; Aldrete et al., 2013: Fig. 2.13, cat. M25) o el asa de la cista del Museo de las Termas (Aldrete, 2013: M-29) por ejemplo. Es esta figura la que lleva las caligae más claras, con clavos, aunque no puede descartarse que otras, en las que no se aprecia la suela, pudieran llevarlas, claro es. No hay datos del uso de tachuelas en el calzado griego antiguo, y el aire etrusquizante de la figura de Telamon no debe, a nuestro juicio, llevarnos a mirar fuera del ámbito itálico para el origen de este calzado militar. 86 386 Sobre el problema terminológico cingulum/balteus ver Bishop, Coulston (2006: 106-107). Planta mox undique magna/calcor, et in digito clavus mihi militis haeret. “Quid tu, inquit, commilito, ex qua legione es aut cuius centuria? constantissime et centurionem et legionem essem ementitus: Age ergo, inquit ille, inexercitu uestro phaecasiati milites ambulant?” (Satiricon 82), donde al militar le llama la atención que un soldado se pasee phaecasiatus, con un afeminado calzado de tipo griego. E.g. “Dona militaria, aliquanto facilius phaleras et torques, quicquid auro argentoque constaret, quam vallares ac murales coronas, quae honore praecellerent, dabat; FeRnAndo QuesAdA et al. ascendido a caliga, es decir, desde las filas de los soldados rasos (Seneca, De Benef. 5,16,2)87. No hay probablemente que recordar que el sobrenombre de Cayo Julio César Augusto Germánico venía de su infancia, cuando se paseaba por los campamentos militares de su padre calzado con botas militares en miniatura, de donde Caligula (Suetonio, Calig. 8-9). Es probable que con el tiempo esta cierta exclusividad se fuera diluyendo, especialmente a partir de época augustea avanzada, o al menos así se plantea por la aparición de clavos en contextos civiles y en tumbas femeninas en la Galia a partir de este momento (Poux, 2008: 377). realizado por un grupo de reenactors alemanes (Himmler, 2008). En un experimento bien concebido, cinco voluntarios caminaron, con equipo completo, entre 16 y 21 días, cubriendo una distancia a pie de entre 400 y 530 kilómetros. Tres de ellos iban armados como legionarios, uno como arquero y otro como explorador, llevando pues cargas diferentes. Además, su estilo de caminar (‘cuidadoso’ y ‘agresivo’) fue tenido en cuenta. Se contabilizó el ritmo de pérdida de clavi caligares según todos estos parámetros. En conclusión, cada soldado perdió de media 15 clavos diarios de sus botas (se emplearon dos modelos de los ss. II-III d.C., uno con 130 tachuelas pequeñas por bota y otro con unas 80), aunque el ritmo de desgaste varía mucho según la forma de caminar y el equipo del soldado. A medida que pasa el tiempo el ritmo de pérdida crece mucho: en la tercera semana de marcha cada soldado perdía un clavo de media al día. Sin duda, la estructura de la suela claveteada de la caliga estaba perfectamente adaptada a las largas marchas campo a través o por caminos no pavimentados, que los legionarios debían recorrer incansablemente. De hecho, experimentos modernos indican que la bota romana proporciona en terreno no pavimentado mejor tracción que ninguna bota moderna (Himmler, 2008: 351). Sabemos por numerosas vías que en estas largas marchas, cargados con veinte o treinta kilogramos de equipo, las suelas se desgastaban y se perdían tachuelas. Tácito (Hist. 3.50.3) nos dice que en ocasiones, los soldados reclamaban una paga especial específicamente llamada clavarius para un calzado del que gastaban hasta tres pares al año. Y las tablillas del campamento de Vindolanda, que son una verdadera mina de información sobre la vida diaria de las tropas, son claras al respecto. Durante la Fase III del campamento (c. 97-103 a.C.), cuando estaba ocupada por la Cohors VIIII Batavorvm, la tablilla 1528 C-E nos informa que Taurino compró, un 20 de Julio, 350 clavi caligares, y Tetrico, 6 (Birley, 2002: 101-102). Unos pocos años después, en la Fase IV de Vindolanda, cuando el campamento estaba ocupado por la Cohors I Tungronvm, uno de sus hombres, Cerialis, compró por dos ases cien clavi caligares (ibidem p. 103). Si extrapolamos estos datos, y sabiendo que la batalla en Las Albahacas se libró al cabo de una larga marcha desde Tarraco al menos, y calculando de manera conservadora, podemos suponer que si Escipión llegó a las cercanías de Baecula llevando unos 25.000/30.000 soldados romanos e itálicos (ver Quesada, en este mismo volumen para los cálculos), sólo en el día de la batalla pudieron perder en torno a 25.000/30.000 clavos, lo que coloca en su correcta perspectiva los 526 localizados hasta ahora, suponiendo que todos ellos fueran de caliga: se ha recuperado en torno al 1,8-2,1% de los que se pudieron perder aquel día, y un nimio 0,017% del total de los clavos que hollaron el suelo aquel día si cada bota de este periodo tenía unas 50 tachuelas (cien por hombre), redondeando a la baja el número de tachuelas conocido para las botas conservadas más antiguas (sobre las botas y sus tachuelas, van Driel-Murray, 1986: 23-27)88. El conocimiento de las posibilidades que permite el estudio de estos modestos clavos comienza a dar resultados en la bibliografía. Por poner dos ejemplos, en un muy reciente estudio sobre la red viaria romana y los vasos de Vicarello (Benítez et al., 2012; Rodríguez et al., 2012), se utiliza la aparición de tachuelas de caliga de los Estas fuentes primarias documentan un rápido desgaste de las botas claveteadas por pérdida de los clavos. Y han sido verificadas por un serio trabajo de arqueología experimental 87 has quam parcissime et sine ambitione ac saepe etiam caligatis tribuit”.(Aug. 25.3). C. Marius ad consulatus a caliga perductus. 88 387 El porcentaje cae al 0,011 % si calculamos 75 clavos por bota, una cifra más probable. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula tipos Albahacas A, B y D (ibidem p. 113-115), los de tipo A y B con glóbulos en relieve, como un elemento significativo sobre la construcción de una vía importante en la provincia de Ciudad Real y la intervención de militares en ella, sin precisar fechas. Molinos, 2011: 134-135). En este periodo, como se ha dicho (Poux, 2008), el uso de las botas militares parece –al menos en la Galia– haberse extendido hacia una población no militar, por lo que hay que ser precavido en la interpretación (Serrano y Molinos, 2011: 149). Conviene tener en cuenta además de que muchos clavos de forma similar pero no idéntica pueden haber servido a fines muy diferentes. En otro trabajo reciente, de muy distinto cariz, se documenta cuidadosamente la aparición de clavos, probablemente de caligae, en una tumba (Sep. 223) de una necrópolis de la ciudad romana de Jaén, en la que se muestran pervivencias indígenas en un contexto de avanzada romanización (Serrano y Molinos, 2011). En esta sepultura, fechable por cerámica sigillata desde fines del s. I d.C., aparecen 145 clavos ubicados en la zona ‘de los pies’ de la pira funeraria, lo que parece descartar que pertenezcan a un ataúd (aparecen además otros grandes clavos, totalmente diferentes, del lecho fúnebre) (Serrano y Por ejemplo, algunos clavos de diámetro similar a los clavi caligares grandes, pero de cabeza totalmente plana y en bronce en lugar de hierro, como los documentados en el Tossal de la Cala (Alicante), un yacimiento ibero-romano recientemente reevaluado (Bayo, 2010: 126, Fig. 74), han sido identificados como partes de la guarnición de un escudo en un contexto cronológico del s. III a.C. en Ambrussum, en el sur de la Galia (Dedet, 2012: Fig. 96E). 9.- CALCARIA (Figura 37) Hasta el momento, en el Cerro de Las Albahacas se han localizado tres espuelas (nº 2466, 2591, 2654, Figuras 37 y 38. Todas ellas constan de un cuerpo en forma de lámina de hierro de forma rectangular, curvada para adaptarse al talón, a la que se remacha un aguijón, acicate o estímulo de longitud variable (“calcaria dicta, quia in calce hominis ligantur, ad stimulandos equos, Isid”. Etym. 20, 16,6). Aunque normalmente la colocación del acicate es asimétrica para facilitar la acción sobre los flancos del caballo, en los ejemplos de Las Albahacas la posición exacta del aguijón no es fácil de determinar. Southern, 1992: Fig. 26; Quesada, 2005: Fig. 29), las piezas de Las Albahacas parecen corresponder al segundo grupo, ya que no hay indicio de que remataran en gancho mediante el plegado del extremo de la placa, aunque no se puede descartar esa posibilidad en la pieza 2591. Dentro de nuestra clasificación, todas las espuelas de Las Albahacas pertenecen al Grupo 3, y al tipo 3A, es decir, a piezas de placa rectangular estrecha con ventanas u orificios de fijación. No es posible precisar la variante por faltar los extremos de las placas (Quesada, 2005: 132 y Fig. 356). El Grupo 3, y en particular el tipo 3A es, con más de una veintena de piezas, el más sencillo y a la vez el más frecuente en la Península Ibérica durante la II Edad del Hierro. Todas las piezas de Las Albahacas son de hierro, lo que sin ser raro, es interesante ya que es bastante habitual que la placa metálica sea de lámina de bronce y el acicate de hierro, aunque no son en absoluto raras las piezas todas de hierro. Dada su morfología es probable que contaran con un sistema de fijación mediante orificios circulares o ventanitas rectangulares para pasar las correas con que se sujetarían al tobillo. De los tres grandes modelos de sujeción que definen tres series distintas (por gancho, fenestra o remache, ver Shortt, 1959; Dixon y La espuela metálica fijada al talón mediante correas (gr. μὐωψ, lat. calcar) era ya conocida por los griegos al menos desde mediados del s. V a.C. (ver Quesada, 2005: 125-126 para la recopilación de fuentes literarias que describen el ‘tábano’; Anderson 1978 para un caso iconográfico), y por tanto es probable que desde el fin del s. III a.C. se empleara en todo el Mediterráneo. En Iberia, en 388 FeRnAndo QuesAdA et al. Figura 37. Espuelas halladas en Las Albahacas. 389 2466 Fe 3A >3 1,1 Sección acicate Longitud Acicate Anchura cuerpo Longitud Cuerpo Tipo Metal Núm.Cat. El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Observaciones 3,9 No se conservan los extremos del cuerpo, con lo que no es posible determinar la variante, con Cuadrada ventanas (3A.1) o con orificios circulares (3A.2). Gran remache tosco para fijar un acicate muy largo. 2591 Fe 3A >3 1,1 1,7 No es posible determinar si el cuerpo tenía Cuadrada fenestras rectangulares o circulares, o pequeños orificios circulares. 2654 Fe 3A.2? >4,2 0,4 1,2 Muy pequeña. De placa plana sin orificios visibles ni ventanas para correas. Aguijón corto de hierro, de tendencia bicónica, con sección cirRedonda cular engrosada en el centro. Peso 3,1 gr. N.Inv. Museo de Jaén 5347. La indicación > ‘mayor que’ señala una pieza incompleta, cuyo tamaño original sería mayor que el recogido, que es el tamaño conservado actualmente. Figura 38. Tabla de caractertísticas de las espuelas. particular, conocemos casi un centenar y medio de espuelas fechables entre los siglos IV y I a.C. procedentes tanto del ámbito ibérico como de las dos mesetas (Quesada, 2002.3: Fig.2; Quesada, 2005: 128 ss.), y sabemos que eran consideradas un objeto importante por los iberos, ya que tomaron particular cuidado en representarla, pese a su pequeño tamaño, en la pintura vascular. En particular en la cerámica de Lliria, fechable a fines del s. III o principios del s. II a.C., las espuelas aparecen frecuentemente representadas (Ballester et al., 1954: 110); incluso en un caso se retoca la pintura mediante un perfilado inciso que incluye la espuela (Bonet, 1995: Dpto. 91-92, p. 224, Fig. 108 y Lám. XXVI). Precisamente por ello la ausencia de espuelas en los fragmentos de piernas y tobillos del conjunto de Porcuna (Negueruela, 1990: Lám. XXXII), fechable hacia mediados del s. V a C., y en el que todos los otros tipos de armas y adornos son tallados con pulcritud, puede proporcionar un terminus a quo para la introducción de la espuela metálica en la Península Ibérica. imperial, de nuevo carecemos prácticamente de trabajos de síntesis sobre el periodo republicano, cf. Shortt, 1959, Bockius, 1991, ver la línea y media que se les dedica en Bishop y Coulston, 2006: 69). También hay catálogos importantes de espuelas de procedencias variadas, bien de un santuario como Olimpia (Baitinger, 2004) o de colecciones antiguas (Sannibale, 1998: 212 ss.). Por otro lado, existen ya varios estudios parciales sobre espuelas peninsulares de la Edad del Hierro (sobre todo Cuadrado, 1979; Pérez Mínguez, 1992; Quesada, 2001-2 y 2002-3b; Ruiz Vélez, 2007; Pachón et al., 2010), pero sólo un intento de sistematización general, que nos sirve de base tipológica y de estudio cronológico (Quesada, 2005: 125-134). El lote de las tres espuelas de Las Albahacas encuentra su mejor acomodo en el conjunto conocido de las escuelas peninsulares y en particular ibéricas, de una época ya avanzada (en el s. IV a.C. sería esperable al menos una pieza de placa más ancha, del Grupo Quesada, 1, y con cuerpos y aguijones elaborados, cf. Quesada, 2005: Fig. 34). Es cierto que no sabemos nada de cómo serían las espuelas de la caballería cartaginesa, por lo que esta posibilidad debe quedar abierta. Contamos con una amplia pero dubitativa bibliografía sobre espuelas de tipo celta/galo y germano (Dechelette, 1927: 708 ss.; Metzler, 1993; Kontny, 2009: Fig. 5; Filipovic, 2009: Fig. 8; ver síntesis reciente en Poux, 2008: 387 ss.), y también de modelos ‘romanos’ (sobre todo Ninguna de las espuelas de Las Albahacas es de tipo galo o celta de botón y/o remache 390 FeRnAndo QuesAdA et al. (cf. Quesada, 2005: Figs. 1 y 32 y supra). En cuanto a las espuelas propiamente romanas, nada sabemos de las empleadas en los siglos IV-III a.C., pero en Las Albahacas no aparecen las características espuelas romanas del tipo Kobarid/Numancia, características de un ámbito geográfico tan amplio como el de las conquistas de la República Romana en la segunda mitad del s. II a.C. y el s. I a.C. (Quesada, 2005: Fig. 36; Sannibale, 1998: 215; Boziç com. pers., las conocemos en Numancia, Teruel, Telamon, Eslovenia, Corinto, Dodona, Olimpia...), y que quizá pudieran remontarse hasta fines del s. III a.C. si atendemos a lo que estamos viendo en las páginas anteriores sobre otros muchos tipos de armas y de militaria. De hecho, Numancia es el yacimiento romano republicano hispano donde más espuelas han aparecido (Luik, 2002: Abb. 81, nos. 84 a 89; 172, nº 72 a 75), y aunque hay alguna espuela simple de tipo 3A (Abb. 172, nº cat. 72, 73), abundan los tipos más elaborados en bronce. Lo mismo ocurre en Cáceres el Viejo, en un contexto ya de c. 80 a.C., donde coexisten espuelas de tipo 3 sencillo similares a las de Las Albahacas (Ulbert, 1984: Taf.10.53) con otras más elaboradas, por ejemplo con aguijón moldurado (Ulbert, 1984: Taf. 10, n. 51, 52). En conjunto, pues, aunque no puede descartarse el uso de las espuelas de Tipo 3A por cualquiera de los bandos contendientes en la Segunda Guerra Púnica, el candidato más probable es, en Las Albahacas, la caballería hispana. 10.- VAGINARUM FRAGMENTA (Figuras 39, 40) del conjunto (por ejemplo, para falcatas ibéricas, Cuadrado, 1989: Fig. 7; para espadas romanas republicanas, Miks, 2007: Vortafel A; Taf. 1. Nº cat. A123 (Delos). De Las Albahacas proceden centenares de fragmentos y piezas asociadas al equipo militar, desde piquetas de tiendas de campaña (de un tipo inhabitual y probablemente antiguo, sin orificio ni anilla móvil en la parte superior)89, chisqueros metálicos para hacer fuego, grilletes, amuletos, etc. Sin embargo, no se trata de armas estrictamente, y su estudio detallado nos llevaría demasiado lejos. Sin embargo, concluiremos nuestro catálogo con un pequeño lote de conteras o extremos de vaina de espada o (menos probablemente por su tamaño) de puñal (Figura 39). Sin embargo, y al contrario de lo que es común en espadas de época romana imperial, no son muy habituales las conteras metálicas que reforzarían el extremo inferior de la vaina y protegerían la punta. Por ejemplo, y en el caso de la falcata ibérica, de la que conocemos cientos de ejemplares, las conteras de vaina son muy raras; el Cigarralejo, por ejemplo, Cuadrado hubo de reconstruir una contera lígnea ficticia a falta de ejemplos reales entre decenas de piezas (Cuadrado, 1989: Fig. 67). De hecho, en las pocas vainas que fue posible reconstruir, parece claro que no llevaban contera metálica (Cuadrado, 1989: Fig. 10, Sep. 153; Fig. 22, Sep. 212, respectivamente Quesada, 1997: nº cat. 498 y 564). Sin embargo, sabemos que en ocasiones sí se colocaron, caso de la contera arriñonada y decorada con damasquinados en plata de la falcata de la Sep. 53 de La Serreta de Alcoi (Reig, 2000: Lám. IV), fechada en el s. IV a.C. (Quesada, 1997: nº cat. 4557). La vaina (gr. θηκη; lat. vagina) típica de espadas y puñales parece haber sido en el Mediterráneo de la Edad del Hierro (excepción hecha de las vainas enterizas de lámina de hierro de los galos meridionales y de los iberos del nordeste, de las que no se ha encontrado traza alguna en Las Albahacas) una estructura de planchas de material orgánico (madera y/o cuero) a veces decoradas con placas de cobre, unidas mediante un armazón de cantoneras de metal plegadas en forma de ‘U’, fijadas entre sí y a las placas de materia orgánica mediante remaches. A menudo unas abrazaderas metálicas aseguran la solidez 89 Se documentan más cantoneras metálicas en las espadas hispanas de hoja recta, como espadas de frontón (La Serreta Sep. 50, Reig, 2000: Lám Por otro lado documentadas en sitios como Alèsia (cf. Poux, 2008: Fig. 64). 391 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula Figura 39. Conteras de vaina de espada o puñal (Dibujo: Paloma Serrano). las espadas de tipo VI (‘Arcóbriga’) de las Seps. 182 y 200 de La Osera, en Ávila, fechables en las primeras décadas del s. III a.C. (respectivamente Cabré, Cabré y Molinero, 1950: 109 y Lám. 33,34, Quesada, 1997: n ºcat. 4753 y Cabré, Cabré y Molinero, 1950: 113 y Lám. 41; Quesada, 1997: nº cat. 4770); o en la Se. 16 de Altillo de Cerropozo (Cabré, 1929: Lám. 17; Schüle, 1969:Taf. 19.2= Quesada, 3931) y otros muchos lugares como Alpanseque. Con todo, las conteras algo más antiguas de la Meseta suelen presentar apéndices decorativos triangulares ausentes en la pieza de Las Albahacas. VI; Quesada, 1997: nº cat. 4597), pero también, y con formas muy diversas, en los yacimientos celtíberos y vetones de la Meseta, como en Aguilar de Anguita (Schüle, 1969:Taf. 1 = Quesada, 1997: nº cat. 3217; Taf. 9.4=Quesada, 1997: nº cat. 3224); Altillo de Cerropozo Sep. 13 (Cabré, 1929: Lám XV; Schüle, 1969: Taf. 17=Quesada, 3919); Alpanseque, Gormaz, La Mercadera, etc., o en Andalucía (Moraleda de Zafayona, Illora), Lusitania (Alcacer do Sale) etc. La contera núm. 2625, de forma arriñonada y con una amplia abertura, tiene paralelos formales en la citada contera de la Sep. 53 de La Serreta, fechable en la segunda mitad del s. IV a.C., de forma arriñonada pero combinada con una embocadura alta, y toda ella cubierta con decoración damasquinada. Más cercanos son los múltiples paralelos de la Meseta, como Las otras tres conteras de Las Albahacas forman parte de un mismo tipo, ya que tienen planta circular de en torno a 2,2-2,6 cm de diámetro, pero con una embocadura de forma aproximadamente rectangular y de 1 a 1,4 cm de ancho, 392 Peso (gr.) 2,1 2,6* 1,4x0,8 27,7 2625 Fe 1,6 3,4 1,9x0,6 4825 Fe 2,3 2,2 * 1,0x0,8 23,5 6055 Fe 2,4 2,2 1,1x0,6 24,9 Altura Fe Metal 2582 Núm.Cat. Espacio interior Long./ Diám. FeRnAndo QuesAdA et al. Observaciones Extremo de contera de vaina en hierro, con orificios de pasador y espacio hueco interior de tendencia rectangular. Dos pares de orificios. Tipo distinto al resto, arriñonado o en forma de ‘pelta’. Un orificio completo asimétrico y restos del otro par. Es aplanada en lugar de circular. Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio para entrada de la armadura de la vaina mucho menor. Podría ser incluso una contera roma de bastón. No hay orificios de sujeción de la armadura. Similar a la 2582, pero mucho más basta, y con espacio para entrada de la armadura de la vaina mucho menor. Se conserva un orificio en posición asimétrica, y posible indicio del otro par. Figura 40. Características de las conteras de vaina. lo que sólo permitiría la unión de dos cantoneras de sección en ‘U’, sin el elemento orgánico de la vaina. Los pares de orificios de las conteras sirven, obviamente para fijar mediante remaches estas piezas a las cantoneras que se insertan en ellas. Es una forma simple, que tiene numerosos paralelos lejanos en la Meseta hispana (ver por ejemplo Schüle 1969: passim), pero sobre todo de forma esférica o discoidal, no con la carena que aparece en las tres piezas de Las Albahacas. romanos conocidas se fechan entre c. 133 a.C. y época cesariana y augustea temprana, cerca ya del cambio de Era. En estas espadas romanas las conteras de vaina suelen ser distintas a las de Albahacas: discoidales las de puñal, y muy pequeñas y molduradas las de espada, como se aprecia bien en el estudio de síntesis de Poux para la Galia, que incluye otros elementos republicanos (Poux, 2008: 323, Fig. 15) y en el estudio reciente de Miks sobre espadas romanas (Miks, 2007: Tafeln 3-4). De hecho, en el muy amplio repertorio de conteras republicanas e imperiales recogido por este último autor (Taf. 200-205) sólo muy escasas conteras se aproximan a las carenadas de Las Albahacas, se trata de piezas de proporciones menos rechonchas y de época muy tardo-republicana o alto-imperial temprana (como en Magdalensberg, Miks A459, c. 30-20 a.C.; en Ljublanica, Miks A767, o ya en Kalkriese, A72, c. 9 d.C.), o en Pitres, Bâle-Munsterhügel y Altenburg-Rheinau (Poux, 2008: Fig. 15). De hecho, Poux considera que las formas ‘de pelta’ aplanadas y carenadas, ubicables entre las puramente arriñonadas y las esferoidales, son de procedencia hispana (Poux, 2008: 322), en lo que coincidimos. De hecho, los modelos más elaborados y característicos de conteras hispanas están ausentes en Las Albahacas, caso de las arriñonadas prolongadas en embocadura alta, como la ya citada de Alcoi, o la discoidal con embocadura alta de la espada de la Sep. 9 del Estacar de Robarinas (Quesada, 1997: num. cat. 1694, cf. García-Gelabert y Blázquez, 1988: Fig. 26.100), fechable en el s. IV a.C. En conjunto, aunque no existe un estudio de detalle, las conteras metálicas de vaina del mundo hispano tienden a simplificarse y a perder tamaño a medida que avanza el tiempo, pero también se hacen más habituales. En una línea de indagación paralela, son tan pocas las espadas romanas republicanas y sus vainas que resulta imposible establecer criterios cuantitativos, y se reducen a cero las del s. III a.C. Las conteras de vaina de gladii y pugiones En conjunto, y provisionalmente, consideramos de raíz ibérica o celtibérica la contera arriñonada 2625, mientras que las otras tres conteras carenadas y rechonchas de Las Albahacas 393 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula pudieron haber sido empleadas por hispanos o por romanos –nada sabemos de las espadas púnicas–, y constituir los precedentes más antiguos de los tipos carenados en pelta más tardíos. Estas conteras son en todo caso más primitivas y muy distintas de las esferoidales y esferoidales mol- duradas, aparecidas en época cesariana (como en Berry-Bouy, cf. Miks, 2007: A160) y que se harán características en el Alto Imperio, y de las que se conservan docenas (Miks, 2007:Taf. 202 a 205; ver también Appels y Laycock, 2007: 46 ss.). 11.- CONCLUSIONES El conjunto de armas hallado en las prospecciones y excavaciones en el Cerro de Las Albahacas y sus aledaños es perfectamente consistente con lo que cabe esperar en el registro arqueológico, tras una reflexión detallada sobre los procesos tafonómicos, como materiales resultado de una batalla campal librada en un sólo día, en las inmediaciones del campamento temporal de un bando, y en el que los vencedores permanecieron poco tiempo tras su victoria, mientras que los vencidos se batían en retirada. Así, hemos documentado un elevado número de proyectiles propulsados (glandes de honda y puntas de flecha), armas de las que las fuentes literarias suelen decir poco, dado que su empleo es característico de las fases iniciales de la batalla y por parte de las tropas menos prestigiosas. Sin embargo, en el caso de la batalla de Baecula, con el que se postula la identificación, las fuentes mencionan como especialmente relevante el uso de estas armas, mencionando en particular la honda (Liv. 27,18,7-12). En segundo lugar, son comparativamente abundantes las armas arrojadizas (pila y jabalinas), mientras que escasean las lanzas empuñadas y los elementos de espada, al tiempo que no hemos localizado armamento defensivo. Todo ello es consistente con los patrones de deposición de armas y de recogida de despojos y restos que cabe esperar en un campo de batalla. tienden a acabar empleando similares armas ofensivas y defensivas, es complicado asignar armas concretas a contingentes precisos. Con todo, ha sido posible mostrar que determinados objetos deben asignarse probablemente a combatientes romanos (pila de tipo Talamonaccio, tachuelas de caligae), baleares (glandes de honda), cartagineses (puntas de bronce con enmangue de cubo), hispanos (espuelas). Otros tipos en cambio debieron ser empleados tanto por iberos como por romanos y africanos (veruta, lanzas y jabalinas, conteras, etc.). El problema fundamental es el de la cronología. Si bien conocemos bastante sobre el armamento ibérico tardío, no es fácil distinguir entre tipos de finales del s. III y de principios del s. I a.C., ya que pertenecen a la fase avanzada del armamento peninsular. Por otro lado, sabemos poco –por no decir casi nada– de la tipología del armamento cartaginés o númida a fines del s. III a.C. Y finalmente, aunque el armamento romano republicano de los siglos II y I a.C. es bastante bien conocido (sobre todo en Hispania y gracias a conjuntos como los de Smihel, Numancia, Cáceres el Viejo, La Caridad, Valentia, Alesia, Osuna, y un largo etcétera), para la época de las Guerras Púnicas nuestro conocimiento arqueológico era hasta ahora casi nulo, excepción hecha del conjunto de Talamonaccio y lotes aislados como los de Castelruf. Incluso la descripción de Polibio, que describe el ejército romano del mediados s. II a.C., suele ser proyectada hacia atrás medio siglo para llenar ese vacío. En un choque en el que combatieran contingentes romanos, itálicos, cartagineses (a su vez de procedencias distintas, púnicos, númidas y probablemente libios), iberos de diferentes regiones de la Península y Baleares, cabe esperar una variada tipología de armas. Sin embargo, y dado que de acuerdo a lo dicho antes, no aparecen las armas más diagnósticas para intentar dichas identificaciones, y dado que en campañas y guerras prolongadas los diferentes bandos El conjunto de Las Albahacas podría en un primer vistazo ser considerado apropiado tanto para época cesariana (c. 50 a.C.), sertoriana (c. 80/70 a.C.), como para la época de las Guerras Celtibéricas y Lusitanas (c. 150-130 a.C.). Y ello precisamente debido a nuestro desconocimiento 394 FeRnAndo QuesAdA et al. del armamento romano de fines del s. III a.C. Hay, sin embargo, suficientes elementos en el conjunto de armas (especialmente pila, veruta, y puntas de flecha) como para remontarnos a fases tan antiguas como el depósito de Smihel (c. 180 a.C.) y más allá, al momento del depósito de Talamonaccio (c. 225 a.C.) y de los pila de Castelruf (c. 200 a.C.) o de los glandes de Puntal dels Llops (c. 190 a.C.). Hay, es cierto, alguna sorpresa. Hasta ahora la fecha más antigua conocida para los clavos de bota militar romana no llegaba a fechas anteriores a las campañas de César (y antes no se consideraban anteriores a Augusto), aunque hay al menos un dato iconográfico, el frontón del templo de Telamon, que permite llegar hasta mediados del s. II a.C. Los datos de Las Albahacas llevan a proponer que el diseño de estos clavos, en forma, tamaños y detalles idénticos a los de c. 55 a.C., debe elevarse al menos hasta c. 208 a.C. Sin embargo, ya hemos argumentado que tal perduración tipológica en unas piezas tan sencillas es perfectamente habitual, como se demuestra en instrumental agrícola, puntas de lanza y otros tipos de objetos que alcanzaron pronto una excelente adecuación entre forma y función, y que incluso han perdurado hasta la actualidad sin apenas cambios, tras milenios y no décadas. Pero –y sobre todo– contamos además con un fuerte conjunto de evidencia externa, la Numismática. Aunque esa disciplina presenta sus propios problemas y dudas, en el caso de Las Albahacas el conjunto más importante y homogéneo de monedas se data sin duda en los últimos años del s. III a.C., con una precisión incomparable en otros tipos de materiales. Si la Numismática proporciona una datación muy cercana a la batalla de Baecula para los hallazgos de Las Albahacas; si algunas armas encuentran sus mejores paralelos a fines del s. III a.C.; si el resto presenta un abanico cronológico amplio que puede perfectamente remontarse al 208 a.C.; y si además la variedad tipológica apunta a la presencia en Las Albahacas de tropas baleares (glandes), africanas (algunas flechas), romanas (pila, clavos de caligae, veruta) e hispanas (espuelas), resulta difícil negar que estamos ante un campo de batalla de la Segunda Guerra Púnica, y que tal lugar sólo puede corresponder a Baecula si atendemos a toda la evidencia adicional que se presenta en otros capítulos de esta obra. Los datos de Las Albahacas confirman la sospecha de que unos pequeños objetos hasta ahora a menudo considerados como punzones o leznas debieron ser multifuncionales, o incluso que fueron en su casi totalidad puntas de flecha empleadas por los romanos o sus auxiliares, quizá tomando el modelo de prototipos hispanos. A los muchos ejemplares de Numancia, Alesia y otros yacimientos de época romana republicana se une ahora, de forma aplastante, la evidencia del Cerro de Las Albahacas. Desde el punto de vista tipológico, el estudio de las armas de Las Albahacas permite además plantear otras hipótesis nuevas, sustentadas estadísticamente, como la del peso creciente de los glandes de plomo en el occidente Mediterráneo desde el s. III al I a.C. y la posterior disminución de nuevo de los pesos. Hemos concluido además que algunas puntas que a menudo, y de manera poco reflexiva, se han atribuido a catapulta, son jabalinas de morfología similar pero no idéntica y que es posible proponer criterios de distinción. Es llamativo, por la proximidad en el tiempo de los descubrimientos, que el yacimiento que ha proporcionado un conjunto de materiales más próximo, en tipología y proporción de los diferentes tipos, aunque con un mucho menor número absoluto de piezas, sea el posible campamento de La Palma en Tortosa, cerca de la desembocadura del Ebro, en uno de los enclaves militares más importantes de la Segunda Guerra Púnica en la Península Ibérica. Las múltiples coincidencias –también en numismática y cerámica– no pueden ser casuales y así lo hemos ido analizando al estudiar los diversos tipos de armas. Es un elemento adicional que nos ayuda a fechar el conjunto de Baecula-Albahacas, aunque no el primordial en absoluto. Es cierto también que algunos de los tipos de punta de flecha de Las Albahacas plantean serios problemas de adscripción, por la presencia de puntas tipológicamente muy anteriores (bronces con pedúnculo) y posteriores (hierros). Hemos concluido que algunas de ellas son 395 El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula probablemente puntas medievales, y que otras podrían fecharse quizá en el Periodo Orientalizante, aunque hay pruebas de que formas que un medievalista consideraría ‘suyas’ se dan también en época romana, y de que otras ‘prehistóricas’ seguían usándose incluso en el s. I a.C. Por ello, dejamos planteadas las distintas opciones y nuestras opiniones para cada caso en particular, sabiendo que a partir de ahora será más fácil discutir los nuevos datos o replantearse los antiguos. Pero en combinación con los otros hallazgos (numismáticos, cerámicos, restos de estructuras excavadas...), el gran conjunto de Las Albahacas multiplica su consistencia cronológica y tipológica, permitiendo plantear el problema del bagaje real portado por los ejércitos durante la Guerra de Aníbal. Y toda esta suma de datos, integrada en un contexto geográfico gracias al empleo sistemático de SIG para ubicar topográficamente cada objeto, y en el contexto del análisis de las fuentes literarias, permite a nuestro juicio afirmar con nulo margen de duda que estamos ante un campo de batalla de la Segunda Guerra Púnica y que tal batalla no puede ser otra que la ubicada junto a Baecula por distintas fuentes literarias, que describen un entorno geográfico local, y unos movimientos de tropas, plenamente consistentes con los tipos y dispersión de las armas que aquí hemos estudiado. En conjunto, pues, el conjunto de armas de Las Albahacas, por sí solo, tiene el importantísimo valor de que comienza a llenar el vacío existente sobre el armamento –especialmente el romano– en la Segunda Guerra Púnica, confirmando que muchos tipos característicos de mediados del s. II a. C. ya existían muchas décadas antes. 396 Bibliografía BIBLIOGRAFÍA ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (2000): “Ánforas de tipo ibérico en las depresiones intrabéticas granadinas”, Revista de Estudios Ibéricos, 4: 105-150. AIBÉO, C.L.; GOFFIN, S.; SCHALM, O.; VAN DER SNICKT, G.; LAQUIÈRE, N.; EYSKENS, P. y JANSSENS, K. (2008): “Micro-Raman Analysis for the Identification of Pigments from 19th and 20th Century Paintings”, Journal of Raman Spectroscopy, 39: 1091-1098. ALDERETE, B. (1614): Varias antiguedades de España, África, y otras provincias, por el doctor Bernardo Aldrete [sic]..., Amberes. ALDRETE, G.S.; BARTELL, S. y ALDRETE, A. (2013): Reconstructing ancient linen body armor, Johns Hopkins University Press, Maryland. ALEXANDROPOULOS, J. (2000): Les monnaies de l’Afrique antique: ( 400 av.J.C.- 40 ap. J.C.), Toulouse. ALEXANDROPOULOS, J. (2007): Les monnaies de l’Afrique antique, 400 -40 av. J.C., Tempus, Toulouse. ALFARO ASINS, C. (1988): Las monedas de Gadir/ Gades, Fundación para el fomento de estudios numismáticos, Madrid. ALFARO ASINS, C. (1991): “Monedas cartaginesas y norteafricanas halladas en Ampurias”, Huelva Arqueológica 13, 2: 173-202. ALFARO ASINS, C. (2000): “Consideraciones sobre la moneda foránea en la Península Ibérica y su entorno”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 18: 21-68. ALFARO ASINS, C. (2002): “La moneda púnica foránea en la península ibérica y su entorno”, Actas del X Congreso Nacional de Numismática, Madrid: 17-69. ALFARO ASINS, C. y MARCOS, C. (1994): “Tesorillo de moneda cartaginesa de la Torre de Doña ABAD CASAL, L. (1984): Los orígenes de la ciudad de Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, Alicante. ABAD, L. y SALA, F. (eds.) (2001): Poblamiento ibérico en el Bajo Segura: El Oral (II) y La Escuera, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 12, Real Academia de la Historia, Madrid. ABASCAL, J.M. y ALBEROLA, A. (2007): Monedas antiguas de los museos de Elche, Real Academia de la Historia, Madrid. ACQUARO, E. (1974): “Kpoaoou da Mozia”, RSF, II, 2: 174-185. ADAM, J. P. (1982): L’architecture militaire Grecque, CNRS-Picard, París. ADAM, J. P. (1984): La construction romaine. Materiaux et techniques, CNRS-Picard, París. ADAMESTEANU, D. (1986): “Quadro storico delle fortificazioni greche della Sicilia e della Magna Grecia”, en P. LERICHE y H. TRÉZINY (eds.), actes du colloque international: la fortification et sa place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du monde grec, Valbonne 1982, Paris: 105-110. ADROHER, A. (1998): “Materiales de los siglos III y II a.n.e en Lattes (Hérault, Francia)”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 217-241. ADROHER, A. y BLÁNQUEZ, J. (2006): “Vajilla de barniz negro en Carteia”, en L. ROLDÁN, M. BENDALA, J. BLÁNQUEZ Y S. MARTÍNEZ (Dir.), Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz), 1994-1999, Arqueología Monografías, Junta de Andalucía: 327-339. ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (1996): “Las cerámicas de barniz negro II. Cerámicas campanienses”, Florentia iliberritana: Revista de estudios de antigüedad clásica, 7: 11-37. 653 Bibliografía Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz)”, Archivo Español de Arqueología, 67: 229-244. ALFARO ASINS, C. y MARCOS, C. (1994): “Avance sobre la circulación monetaria en le Torre de Doña Blanca (Puerto de Sta. Mª, Cádiz)”, Actas del II Congreso Internacional del Estrecho de Gibraltar, Ceuta: 391-402. ALFÖLDY, G. (1995): Corpus Inscriptionum Latinarum II / 14, fasc. 1, Berlín. ALLEN, K.M.S.; GREEN, S.W.; ZUBROW, E.B.W. (1990): “Interpreting Space”, en K.M.S. ALLEN, S.W. GREEN y E.B.W. ZUBROW (Eds.), Interpreting Space: GIS and Archaeology, Taylor & Francis, London: 383-387. ALMAGRO BASCH, M. (1955): Las necrópolis de Ampurias II. Necrópolis romanas y necrópolis indígenas, Seix y Barral, Barcelona. ALONSO, N. (1999): De la llavor a la farina. Els processos agrícoles protohistòrics a la Catalunya occidental, Monographies d’Archéologie Méditerranéennes-CNRS, 4, Lattes. ALONSO, N.; CANTERO, F. J.; JORNELL, R.; LÓPEZ, D; MONTES, E.; PRATS, G. y VALENZUELA, S. (2014): “Milling wheat and barley with rotary querns: the Ouarten women (Dahmani, Kef, Tunisia)”, en Selsing, L. (Ed.): Seen through a millstone. AmS-Skrifter, 24, Arkeologisk museum, Universiterer i Stavanger: 11-30. ÁLVAREZ, R. y CUBERO, M. (1999): “Los pila del poblado ibérico de Castellruf”, Gladius, 19: 121-142. ANDERSON, J.K. (1978): “New evidence on the Origin of the Spur”, Antike Kunst, 21: 46-48. ANGUILANO, L.; REHREN, TH.; MÜLLER, W. y ROTHENBERG, B. (2010): “The importance of lead in the silver production at Riotinto (Spain)”, Archaeosciences, 34: 269-276. ANTOLINOS MARÍN, J.A. (2006): “Hallazgos íberos, púnicos y romanos en Cartagena: excavación en calle Palas n. 5-7”, en M. B. SÁNCHEZ, M. LECHUGA y P. E. COLLADO (coord.), XVII Jornadas de Patrimonio Histórico. Intervenciones en el patrimonio arquitectónico, arqueológico y etnográfico de la región de Murcia, Murcia: 101-104. ANTOLINOS MARÍN, J.A. (2010): “El trazado urbanístico y viario de la colonia romana”, en J. M. NOGUERA y M. J. MADRID (eds.), Arx Asdrubalis, la ciudad reencontrada, Murcia: 59-67. APPELS, A. y LAYCOCK, S. (2007): Roman buckles and military fittings, Greenlight Publishing, Witham. AQUILUÉ, X.; CASTANYER, P.; SANTOS, M. y TREMOLEDA, J. (2004): “L’evolució dels contextos de materials amfòrics en la Palaia Polis d’Empòrion entre els segles VI i II a.C.”, en J. SANMARTÍ; D. UGOLINI; J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.), La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell, Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 165-183. ARANEGUI, C. (1987): «La cerámica gris de tipo ampuritano: las jarritas grises», en P. LÉVÊQUE y J.P. MOREL (eds.), Céramiques Hellénistiques et Romaines II, Univ. de Besançon: 87-97. ARANEGUI, C. (1994): “Arse-Saguntum: una estrategia para consolidar el poder”, en Leyenda y arqueología de las ciudades prerromanas de la Península Ibérica I, Ministerio de Cultura, Madrid: 31-43. ARANEGUI, C. (2003): “Proyectiles de honda con epígrafes griegos atribuidos a Sagunto”, Romula. Homenaje a Pierre Gros, 2: 43-52. ARANEGUI, C. (2004): Sagunto. Oppidum, emporio y municipio romano, Editorial Bellaterra, Barcelona. ARANEGUI, C. (2006): “From Arse to Saguntum”, en L. ABAD, S. KEAY, S. RAMALLO (Eds.), Eaerly Roman Towns in Hispania Tarraconensis, JRA, suppl. 62, Portsmouth, Rhode Island: 64-74. ARANEGUI C. (2012): Los iberos ayer y hoy. Arqueologías y culturas, Editorial Marcial Pons, Madrid. ARANEGUI, C.; DE JUAN, C. e IZQUIERDO, A. (2004): “Sagunto como puerto principal. Una aproximación náutica”, en Méditerranée occidentale antique: les échanges, Soveria Mannelli: 75-100. ARASA, F. (1996): “Les vies romanes en l’obra d’Antoni Chabret”, Braçal, 14: 37-54. ARASA, F. (2000): “El conjunto monumental de Almenara (La Plana Baixa, Castelló)”, en A. RIBERA (Ed.), Los orígenes del cristianismo en Valencia y su entorno, Valencia: 113-118. ARCELIN, P. y GIRARD, B. (2013): “L’oppidum d’Entremont (Aix-en-Provence, Bouches-du-Rhône)”, en B. GIRARD (ed.), Au fil de l’épée. Armes et guerriers en pays celte méditerranéen, Nîmes: 332-341. ARÉVALO, A. (1998): “Las imitaciones de moneda romano-republicana de bronce”, en C. ALFARO et al. (eds.), Historia monetaria de Hispania Antigua, Madrid: 318-325. ARÉVALO, A., BERNAL, D. y TORREMOCHA, A. (Coord., 2004): Garum y salazones en el Círculo del Estrecho, Catálogo de la Exposición, Fundación Municipal de Cultura “José Luis Cano”, Algeciras, mayo-septiembre 2004. ARIAS BONET, G. (1987): “¿Una vía prerromana? Anzoal y el estaño”, en Repertorio de caminos de la Hispania romana. Estudios de Geografía Histórica, Madrid: 386 ss. ARNIM, A. von (1892): “Ineditum Vaticanum”, Hermes, 27:118-130. ARRAYÀS, (2002): Morfologia històrica del territorium de Tarraco en època tardo-republicana romana o ibèrica final (ss. III-I a.C.): cadastres i estructures rurals, Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona [en línia]. http://hdl.handle.net/10803/5537 [Consulta: 6 de setiembre de 2012]. 654 Bibliografía ARRIETA, N.; GOIENAGA, N.; MARTÍNEZ-ARKARAZOA, I.; MURELAGAB, X.; BACETAB, J.I.; SARMIENTOC, A. y MADARIAGA, J.M. (2011): “Beachrock formation in temperate coastlines: Examples in sand-gravel beaches adjacent to the Nerbioi-Ibaizabal Estuary (Bilbao, Bay of Biscay, North of Spain)”, Spectrochimica Acta Part A, 80: 55-65. ARROYO, R.; LEFORT, F.; DE ANDRÉS, M.T.; IBÁÑEZ, J.; BORREGO, J.; JOUVE, N.; CABELLO, F. y MARTÍNEZ, J.M. (2002): “Chloroplast microsatellite polymorphisms in Vitis species”, Genome, 45-6: 1142-1149. ARTEAGA, O. y BLECH, M. (1987a): “Excavaciones en el Cerro de Maquiz (Mengíbar, Jaén). Campaña de 1985”. Anuario Arqueológico de Andalucía de 1985. Volumen II. Actuaciones sistemáticas. Sevilla: 169-172. ARTEAGA, O. y BLECH, M. (1987b): “La romanización en las zonas de Porcuna y Mengíbar”. Coloquio ‘Los asentamientos ibéricos ante la romanización’. Madrid, 27-28 de febrero de 1986. Ministerio de Cultura-Casa de Velázquez. Madrid: 89-99. ASENSIO, D. (2001-2002): “Àmfores importades, comerç i economia entre els pobles ibèrics de la costa catalana (segles VI-II aC): un exercici de quantificació aplicada”, Revista d’Arqueologia de Ponent, 11-12: 67-86. ASENSIO, D. (2010): “Evidencias arqueológicas de la incidencia púnica en el mundo ibérico septentrional (siglos VI-III a.C.). Estado de la cuestión y nuevos enfoques”, Mainake XXXII, II: 705-734. ASENSIO, D. (2010): “El comercio de ánforas itálicas en la Península Ibérica entre los siglos IV y I a.C. y la problemática en torno a las modalidades de producción y distribución”, XVII International Congress of Classical Archaeology, Roma 22-26 Sept. 2008, Bolletino di Archeologia on line, Roma: 23-41. ASENSIO, D. (2010): “La problemática en torno a las modalidades de producción y distribución”, en XVII International Congress of Classical Archaeology, Roma, 2008, Bollettino di Archeologia, on line. Volume speciale: 23-41. ASENSIO, D.; MARTÍN, A. (1999): “El derelicte de Bon Capó (l’Ametlla de Mar): l’inici de l’expansió de vi itàlic a la Península Ibèrica”, El vi a l’Antiguitat. Economia, producció i comerç al Mediterrani Occidental, II Col·loqui Internacional d’Arqueologia Romana, Monografies Badalonines, 14, Badalona: 138-150. ASTIN, A.E. (1967): Scipio Aemilianus, Oxford at the Clarendon Press, Oxford. ASTIN, A.E. (1967): “Saguntum and the origin of the Second Punic War”, Latomus, XXVI: 577-596. ASTRUC, M. (1951): “La necrópolis de Villaricos”, Informes y Memorias de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, 25, Madrid. AUBET, M. E. (2009): Tiro y las colonias fenicias de occidente, Editorial Bellaterra, Barcelona. AVELLÀ, J. (1967): Tarragona romana. Síntesis histórica, Imp. Moncunill, Tarragona. AYMARD, A. (1954): “Polybe, Scipion l’Africain et le titre du roi”, Revue du Nord, 38: 121-128. ÁYORA, M. J.; DOMÍNGUEZ, A. y DOMÍNGUEZ VIDAL, A. (2011): “Raman Microspectroscopic study of Iberian pottery from the La Vispesa archaeological site, Spain”, Journal of Raman Spectroscopy, 43: 317-322. BAATZ, D. (1966): “Zur Geschützbewaffnung rómischer Auxiliartruppen inder frühen und mittleren Kaiserzeit”, Bonner Jahrbücher, 166: 194-207. BAITINGER, H. (2004): „Hellenistisch-frühkaiserteitliche Reitersporen aus dem Zeusheiligtum von Olympia“, Germania, 82: 351-380. BALLESTER, I.; FLETCHER, D.; PLA, E.; JORDA, F. y ALCACER, F. (1954): Cerámicas del Cerro de San Miguel, Liria, Corpus Vasorum Hispanorum, CSIC, Madrid. BARBA, V., FERNÁNDEZ, A. y TORRES, M. J. (en prensa): Almacén comercial tardorrepublicano en la Alta Andalucía. El Cerro de la Atalaya de Lahiguera (Jaén), Textos CAAI, Universidad de Jaén, Jaén. BARBAGLI, D. (2007-8): “Frontón de Talamone”, en Los Etruscos, Catálogo de la Exposición, Madrid. BARBERÁ, J. y PASCUAL, R. (1979-80): “Burriac (Barcelona). Un yacimiento protohistórico de la costa catalana”, Ampurias, 41-42: 203-242. BARBERÀ, J.; NOLLA, J.M. y MATA, E. (1993): “La ceràmica grisa emporitana”, Cuadernos de Arqueología, 6, Barcelona. BARCELÓ, P. (1996): “Reflexiones en torno al establecimiento del poderío cartaginés en Hispania”, Millars. Espai i història, XIX: 5-19. BARCELÓ, P. (2010): “Otra vez el Tratado de Asdrúbal: hipótesis y evidencias”, Mainake, XXXII (1): 407-416. BARCELÓ, P. (2010): Aníbal: estratega y estadista, La Esfera de los Libros, Madrid. BARCHIESI, V.M. (1962): Nevio epico, Cedam, Padova. BARREDA, E. (2002): Paisajes culturales en los Andes: memoria narrativa, casos de estudio, conclusiones y recomendaciones de la Reunión de expertos, Arequipa y Chivay, Perú, mayo de 1998, UNESCO, Lima. BARRIONUEVO, F. J.; RUIZ MATA, D. y PÉREZ, C. (1999): “Fortificaciones de Casernas del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz)”, en Actas del XXIV Congreso Nacional de Arqueología (Cartagena, 1997), vol. 3: 115-124. BARTOLONI, P. (1988): “L’essercito, la marina e la guerra”, en S. MOSCATI (ed.), I Fenici, Milano: 132-138. BARTOLONI, P. (1998): “Le navi e la navigazione”, in S. MOSCATI (ed.), I Fenici, Catalogo della Mostra, Milano: 72-77. 655 Bibliografía BELLÓN, J.P.; GÓMEZ; F.; RUIZ, A.; CÁRDENAS, I.; MOLINOS, M. y RUEDA, C. (2012): “Un escenario bélico de la Segunda Guerra Púnica: Baecula”, en S. REMEDIOS, F. PRADOS Y J. BERMEJO (Eds): Aníbal de Cartago. Historia y Mito, Edic. Polifemo, Madrid: 345 - 379. BELLÓN, J.P.; MOLINOS, M.; GÓMEZ, F.; RUIZ, A.; RUEDA, C. (2013): “Baecula: arqueología de una batalla”, Desperta Ferro Antigua y medieval, 17: 28-31. BELLÓN, J.P.; MOLINOS, M.; GÓMEZ; F.; RUIZ, A.; RUEDA, C. (2013): “La batalla de Baecula: tras los pasos de Escipión el Africano”, en M. BENDALA (ed.), Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania, Museo Arqueológico Regional, Madrid: 313-333. BELLÓN, J.P.; RUEDA, C.; OSANNA, M. y RUIZ, A. (2013): “Numistro. De loco ad pugnan eligendo”, SIRIS, Studi e richerce della Scuola di Specializzazione in Beni Archeologici di Matera, Vol. 13: 91-115. BELLÓN, J. P.; RUIZ, A.; GÓMEZ, F.; MOLINOS, M.; RUEDA, C. Y CÁRDENAS, I. (2014): “Analyse archéologique d’un champ de bataille de la deuxième guerre punique: Baecula”, La guerre et ses traces. Ausonius, Bourdeaux: 25 - 53. BELTRÁN, E. (1984): “Problemas en torno al comienzo de la II Guerra Púnica”, Hannibal Pyrinaeum transgreditur, 5è Col·loqui d’Arqueologia de Puigcerdà: 147-171. BELTRÁN LLORIS, F. (1990): “La ‘pietas’ de Sertorio”, Gerion, 8: 211-226. BELTRÁN MARTÍNEZ, A. (1952): “El plano arqueológico de Carthago Nova”, Archivo Español de Arqueología, XXV: 47-82. BELTRÁN VILLAGRASA, P. (1972): Obra completa (1889-1971), I, Antigüedad, Librería General, Zaragoza. BENDALA, M. (2003): “La influencia feniciopúnica en Alicante y su ámbito geográfico y cultural”, Canelobre, 48: 21-33. BENDALA, M. (2005): “La Contestania ibérica y el mundo púnico”, en L. ABAD, F. SALA e I. GRAU (eds.), La Contestania Ibérica, treinta años después, Alicante: 37-52. BENDALA, M. (2010): “La retaguardia hispana de Aníbal”, Mainake 32, 1: 437-460. BENDALA, M.; BLÁNQUEZ, J. (2002-2003): “Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania”, en P. MORET, M. BENDALA Y F. QUESADA (eds.), Formas e imágenes del poder en los siglos III y II a.C.: modelos helenísticos y respuestas indígenas, Madrid: 145-159. BENDALA, M. y BLÁNQUEZ, J. (2002-2003): “Arquitectura militar púnico-helenística en Hispania”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 28-29: 145-158. BENEDETTI, L. (2012): Glandes perusinae. Revisione e aggiornamenti, Quasar, Roma. BATS, M. (1988): “Vaisselle et alimentation à Olbia de Provence (v. 350 -v.50 av. J.C.). Modèles culturels et catégories céramiques”, Revue Archéologique de Narbonnaise, Supplément 18, Etidions du CNRS, Paris. BAYO, M. (2010): El yacimiento ibérico de ‘El Tossal de la Cala’. Nuevo estudio de los materiales depositados en el MARQ correspondientes a las excavaciones de J.Belda y M.Tarradell, Trabajos de Arqueología, 1, MARQ, Alicante. BECK, H. (2007): “The Early Roman Tradition”, en J. MARINCOLA (Ed.), A Companion to Greek and Roman Historiography, Vol. I, Oxford: 259-265. BECKER, G.H. (2008): Form, Intent, and the Fragmentary Roman Historians. 240 to 63 B.C.E., PhD. Diss., University of Florida. BEJARANO, V. (1987): Fontes Hispaniae Antiquae, vol. VII, Barcelona. BELÉN, M. y LINEROS, R. (2001): “15 años de arqueología en Carmona”, en A. CABALLOS RUFINO (Ed.), Carmona romana, Carmona: 109-134. BELL, M.J.T. (1965): “Tactical reform in the Roman Republican army” Historia 14.4: 404-422. BELLEN, H. (1985): “Metus Gallicus-metus Punicus. Zum Furchtmotiv in der römischen Republik”, Abhandl. Der Akademie der Wissensch. in Mainz, 3, Stuttgart: 46 pp. BELLÓN, J. P. (2012): “Estudio de los escenarios bélicos anibálicos de Numistro y Grumentum (Basilicata, Italia): Numistro”, Informes y Trabajos, 7: 229-243. BELLÓN, J.P., SERRANO, J.L., BARBA, V. y ZAFRA, J. (1998): “La prospección de superficie, el poblamiento y el territorio”, en M. MOLINOS, T. CHAPA, A. RUIZ, J. PEREIRA, C. RÍSQUEZ, A. MADRIGAL, A. ESTEBAN, V. MAYORAL, y M. LLORENTE, El santuario heroico de “El Pajarillo” (Huelma, Jaén), Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Jaén, Jaén: 243-264. BELLÓN, J. A.; GÓMEZ, F.; GUTIÉRREZ, L.; RUEDA, C.; RUIZ, A.; SÁNCHEZ, A.; MOLINOS, M.; WIÑA, L.; GARCÍA, Mª. A.; LOZANO, G. (2004): Baecula. Arqueología de una batalla, en A. GÁLVEZ DEL POSTIGO (coord.), Proyectos de Investigación 2002-2003, Universidad de Jaén: 11-66 (en línea: http://eehar.csic.es/docdow. php?id=126). BELLÓN, J. P.; GÓMEZ, F.; RUIZ, A.; MOLINOS, M.; SÁNCHEZ, A.; GUTIÉRREZ, L.; RUEDA, C.; WIÑA, L.; GARCÍA, Mª. A.; MARTÍNEZ, A.; ORTEGA, C.; LOZANO, G.; FERNÁNDEZ, R. (2009): “Baecula. An archaelogical analysis of the location of a battle of the Second Punic War”, en A. MORILLO, R. HANEL y E. MARTÍN (eds.), Limes XX, Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre la frontera romana, Anejos de Gladius, 13: 253-266. 656 Bibliografía BENÍTEZ DE LUGO, L. (2004): Mentesa Oretana (19982002). Diputación de Ciudad Real. Ciudad Real. BEN Í T EZ D E L UG O , L . ; ÁLVAR EZ , H . J . ; FERNÁNDEZ, J. L.; MATA, E.; MORELEDA, J.; SÁNCHEZ, J. y RODRÍGUEZ, J. (2012): “Estudio arqueológico en la Vía de los Vasos de Vicarello. A Gades Romam, entre las estaciones de Mariana y Mentesa (Puebla del Principe-Villanueva de la Fuente)”, Archivo Español de Arqueología, 85: 101-118. BENOIT, F. (1961): “Fouilles sous-marines: l’épave du Grand Congloué a Marseille”, Gallia, 14. BERGER, F. (1996): Kalkriese I, Die römischen Fundmünzen, Mainz. BERGER, F. (2000): “Die Münzen from Kalkriese. Neufunde und Ausblick”, en R. WIEGLES (ed.), Die Münzen von Kalkriese und die frühkaiserzeitliche Münzprägung, Osnabrück: 11-46. BERMÚDEZ, J. (2006): “El análisis de las redes viarias en la antigüedad a partir de las posibilidades que ofrecen los SIG. Rutinas para el cálculo acumulado de vías óptimas con el programa Idrisi”, en I. GRAU (Ed.), La aplicación de los SIG a la Arqueología del Paisaje, Publicaciones Universidad de Alicante, Alicante: 91-97. BERNABEU, J.; AURA, J.E. y BADAL, E. (1993): Al oeste del Edén. Las primeras sociedades agrícolas en la Europa mediterránea, Editorial Síntesis, Madrid. BERNAL, D.; SÁEZ ROMERO, A.M. y BUSTAMANTE, M. (2011): “Púrpura y pesca en el Gadir tardopúnico. La fosa-conchero de desechos haliéuticos de la C/ Luis Milena (San Fernando, Cádiz)”, en C. ALFARO et al. (Eds.), Purpureae Vestes III. Symposium Internacional sobre Textiles y Tintes del Mediterráneo en el mundo antiguo (Nápoles, 13-15 de noviembre de 2008), Universidad de ValenciaCentre Jean Berard, Valencia: 157-180. BETTINI, M. (2007): C´era una volta il mito, Editorial Sellerio, Palermo. BIRLEY, A. (2002): Garrison life at Vindolanda, Stroud, Tempus. BISHOP, M.C. y COULSTON, J.C.N. (2006 2a ed.): Roman Military Equipment. From the Punic Wars to the Fall of Rome, Oxbow, Oxford. BLANCO, A. y LA CHICA, G. (1960): “De situs Iliturgis”, Archivo Español de Arqueología, 33 (101-102): 193-196. BLÁNQUEZ, J. y ROLDÁN, L. (2009): “La muralla de casernas de la ciudad púnica de Carteia (San Roque, Cádiz)”, Almoraima, 39: 93-104. BLÁZQUEZ, C. (2006): “La moneda partida en los campamentos romanos del norte”, en M. P. García-Bellido (coord.) Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C. -192 d.C.) CSIC, Madrid: 529-556. BLÁZQUEZ, J. Mª (1974): “Economía de Hispania durante la República romana”, Revista Internacional de Sociología 32, 9-10: 19-57. BLÁZQUEZ, J. Mª (1981): Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga. Corpus de mosaicos de España, 3, Madrid. BLÁZQUEZ, J. Mª (1996): “Las alianzas en la península Ibérica y su repercusión en la progresiva conquista romana”, en J.Mª BLÁZQUEZ, España Romana, Madrid: 95-117. BLE, E. (2012): “Análisis de los modos de navegación y estacionamiento de la flota romana: el caso de Iberia durante la Segunda Guerra Púnica”, Actas das IV Jornadas de Jovens em Investigação Arqueológica - JIA 2011 Faro (Portugal), Vol. II, Promontoria Monográfica, 16: 93-98. BLE, E.; LACRUZ, S.; NOGUERA, J. y VALDÉS, P. (2011): “La Palma: un campamento de Publio Cornelio Escipión ‘Africano’ durante la Segunda Guerra Púnica en Iberia”, Ex-novo, Revista d’Historia i Humanitats, 7: 105-132. BOCKIUS, R. (1991): “Zu den Elbgermanischen Kreisplattensporen der früher Römischen Kaiserzeit“, Jahrbuch RGZM 38, 2: 497-514. BONACINA, L. (2007): “Il pilum: riconsiderazioni sul suo uso e la sua costruzione”, Vexillum. Giornale della Società Italiana per gli Studi Militari Antichi, 1: 35-43. BONET, H. (1995): El Tossal de Sant Miquel de Llíria. La antigua Edeta y su territorio, Diputación de Valencia, Valencia. BONET, H. y MATA, C. (1997): “La cerámica ibérica del siglo V a.C. en la Edetania”, Recerques del museu d´Alcoi, 6: 31-47. BONET, H. y MATA, C. (2001): “Organización del territorio y poblamiento en el País Valenciano entre los siglos VII al II a.C.”, en L. BERROCAL y PH. GARDES (Coords.), Entre celtas e iberos. Las poblaciones protohistóricas de las Galias e Hispania, Madrid: 175-186. BONET, H. y MATA, C. (2002): El Puntal dels Llops. Un fortín edetano, SIP, Trabajos Varios, 99, Valencia. BONET, H.; GARIBO, J.; GUÉRIN, P.; MATA, C.; VALOR, J.P. y VIVES-FERRÁNDIZ, J. (2004): “Las ánforas importadas en las comarcas centrales del País Valenciano”, en J. SANMARTÍ, D. UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.), La circulació d’àmfores al Mediterrani occidental durant la Protohistòria (segles VIII-III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Arqueomediterrània 8, Barcelona: 203-227. BOSCH GIMPERA, P. (1932): Etnología de la Península Ibérica. Barcelona. BOSCH GIMPERA, P. (1965): “El pas del Pirineu per Anibal”, en Homenaje a Jaime Vicens Vives, Barcelona: 135-141. BOSCH, P. y AGUAYO, P. (1955): “La conquista de España por Roma, 218 a 19 a.C.”, en M. MENÉNDEZ PIDAL (dir.), Historia de España II. España Romana, Espasa-Calpe, Madrid: 3-282. 657 Bibliografía BOSMAN, A.V.A.J. (1995): “Pouring lead in the pouring rain. Making lead slingshot under battle conditions”, JRMES, 6: 99-103. BOUCHARD, M. y SMITH, D.C. (2003): “Catalogue of 45 reference Raman spectra of minerals concerning research in art history or archaeology, especially on corroded metals and coloured glass”, Spectrochimica Acta Part A, 59: 2247-2266. BRAGG, E. (2010): “Roman Seaborne Raids During the Mid-Republic: Sideshow or Headline Feature”, Greece and Rome, 57-1: 47-64. BRAVO, S.; VILA, M.; DORADO, R. y SOTO, A. (2009): “El tesoro de Cerro Colorado. La Segunda Guerra Púnica en la costa occidental malagueña (Benahavis, Málaga)”, En A. ARÉVALO (ed.), XIII Congreso Nacional de Numismática, Cádiz: 105-118. BREWITH, W. (1914): Scipio maior in Spanien, Diss. Tübingen. BRIQUEL, D. (1986): “La tradition sur l’emprunt d’armes samnites par Rome”, en A.M.ADAM Y A. ROUVERET (eds.), Guerre et Sociétés en Italie aux Ve et Ive Siècles avant J.-C..), CNRS, Paris: 65-86. BRISCOE, J. (1964): “Q. Marcius Philippus and nova sapientia”, JRS, LIV: 66-77. BRISCOE, J. (1989): “The Second Punic War”, en A.E. ASTIN, F.W. WALBANK, M.W. FREDERIKSEN, R.M. OGILVIE (ED.), Cambridge Ancient History t. VIII, Cambridge (nueva ed.): 44-80. BRISSON, J.P. (1969) : “Les mutations de la Seconde Guerre Punique”. En J.P. Brisson (ed.) Problèmes de la guerre à Rome. Paris.La Haye: 33-59. BRIZZI, G. (1982): “I sistemi informativi dei Romani. Principî e realtà nell’età delle conquiste oltremare (218-168 a.C.)”, Historia Einzelschriften, Heft 39, Wiesbaden: 110-175. BRIZZI, G. (1984): Annibale strategia e immagine, Città di Castello. BRIZZI, G. (1986): “Nuove considerazioni sulla ´leggenda´ di Annibale”, RSA, XVI: 111-137. BRIZZI, G. (1989): “Liv.XXIV, 46-47 e XXVI, 29-32: variazioni sul tema della fides romana”, in Carcopino, Cartagine e altri scritti, Ozieri: 117-142. BRIZZI, G. (1990): “Giugurta, Calama e i Romani sub iugum”, in L’Africa romana. Atti del VII Convegno di Studio. Sassari, 15-17 dicembre 1989, Sassari: 855-870. BRIZZI, G. (1995): “L´armée et la guerre”, in V. KRINGS (ed.), HdO.- La civilisation phénicienne et punique- Manuel de récherche, Leiden-New YorkKöln: 312-315. BRIZZI, G. (1997): Storia di Roma. Dalle origini ad Azio, Pàtron Editore, Bolonia. BRIZZI, G. (1998): “Fides, Mens, nova sapientia: radici greche nell’approccio di Roma a politica e diplomazia verso l’Oriente ellenistico”, in M. BERTINELLI, L. PICCIRILLO (eds.), Linguaggio e terminologia diplomatica dall’antico Oriente all’impero bizantino (Rome: L´Erma di Bretschneider): 121-131. BRIZZI, G. (2002): Il guerriero, l’oplita, il legionario. Gli eserciti del mondo classico, Editore Il Mulino, Bologna. BRIZZI, G. (2005): “Cartagine e Roma: dall’intesa al confronto”, en C. BEARZOT, F. LANDUCCI y G. ZECCHINI (Eds.), L’equilibrio internazionale dagli antichi ai moderni, Milán: 29-43. BRIZZI, G. (2005): “Si vis pacem, para bellum”, in Storia romana e storia moderna. Fasi in prospettiva, Bari: 11-26. BRIZZI, G. (2008): Il guerriero, l’oplita, il legionario. Gli eserciti del mondo classico, Editore Il Mulino, Bologna. BRIZZI, G. (2007): Scipione e Annibale. La guerra per salvare Roma, Editore Laterza, Roma-Bari. BRIZZI, G. (2009): Escipión y Anibal: La guerra para salvar Roma (trad. esp. de Scipione e Anibale. La guerra per salvare Roma, 2007), Ariel, Barcelona. BRIZZI, G. y GAMBINI, E. (2007): “Di nuovo sulla battaglia del Trasimeno: qualque ulteriore considerazione”, Rivista Storica dell’Antichità, XXXVII: 77-100. BROCH, A. (2004): “De l’existència dels lacetans”, Pyrenae, 35-2: 7-2. BROUGHTON, T.R.S. (1951-1960): The Magistrates of the Roman Republic, American Philological Association, Nueva York. BROUQUIER-REDDÉ, V. (1997): “L’équipement militaire d’Alésia d’après les nouvelles recherches (prospections et fouilles)”, en M. FEUPERE (ed.), L’équipement militaire et l’armement de la République (= JRMES, 8): 277-288. BROUQUIER-REDDÉ, V. y DEYBER, A. (2001): “Fourniment, harnachement, quincaillerie, objets divers”, en REDDE, S. VON SCHNURBEIN (eds.), Alésia. Fouilles et recherches franco-allemandes sur les travaux militaires romains autor du Mont-Auxois (1991-1997). T. 2 Le matériel, De Boccard, París: 293-362. BRÚ, S. (1963): Les terres valencianes durant l’època romana, L’Estel, Valencia. BRUNT, P.A. (1971): Italian Manpower 225 B.C.-A.D. 14, Oxford University Press, Oxford. BURCH, J. ; NOLLA, J. M.; PALAHÍ, LL.; SAGRERA, J.; SUREDA, M. y VIVÓ, D. (2001): Excavacions arqueològiques a la muntanya de Sant Julià de Ramis. El sector de l’antiga església parroquial, Sant Julià de Ramis, 1, Girona. BURILLO, F. (2001-02): “Propuesta de una territorialidad étnica para el Bajo Aragón: los Ausetanos del Ebro u Ositanos”, Kalathos, 20-21: 159-187. BUXÓ, R. (1997): Arqueología de las plantas., Ed. Crítica, Barcelona. BUXÓ, R. (2004): “La explotación de los recursos vegetales en la Cueva de El Toro”, en D. MARTÍN; M. D. CÁMALICH y P. GONZÁLEZ QUINTERO 658 Bibliografía CAMPANELLA, L. (1999): Ceramica punica di età ellenistica da Monte Sirai, Consiglio Nazionale delle Ricerche, Roma. CAMPBELL, D.B. (2003): Greek and Roman Artillery 399 BC-AD 363, Osprey, London. CAMPO, M. (1976): Las monedas de Ebussus, Instituto Antonio Agustín de Numismática del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona. CAMPO M. (2000): “Las producciones púnicas y la monetización en el nordeste y levante peninsulares”, en M.P. GARCÍA-BELLIDO Y L. CALLEGARIN (eds.), Los cartagineses y la monetización del Mediterráneo occidental, Anejos de Archivo Español de Arqueología, Madrid: 89-100. CAMPO, M. (2006): “Circulación monetaria en los poblados indigetes de Ullastret”, Numisma, 250: 255-278. CAMPS, G. (1960): “Massinissa ou les débuts de l´histoire”, Libyca VIII, 1: 192-194. CANTO, A. M. (1996): “Oppida stipendiaria: los municipios flavios en la descripción de Hispania de Plinio”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 23: 212-243. CANTO, A. M. (1999): “Ilorci, Scipionis rogus (Plinio, NH III, 9) y algunos problemas de la Segunda Guerra Púnica en la Bética”, Rivista Storica dell’Antichità, XXIX/1: 127-167 (en línea: http://www.academia.edu/1095227/Ilorci_Scipionis_rogus_Plinio_NH_III_9_y_algunos_problemas_de_la_Segunda_Guerra_Punica_en_Hispania) CANTO, A. M. (2011): “La batalla de Baecula no pudo ser en Santo Tomé”, Revista Municipal del Excmo. Ayuntamiento de Bailén, julio: 50-53 (en línea en https://www.academia.edu/1125472/La_batalla_de_Baecula_no_pudo_ser_en_Santo_Tome) CAPALVO, Á. (1996): CELTIBERIA. Un estudio de fuentes literarias antiguas, Institución Fernando el Católico, Zaragoza (en línea: h t t p : / / i f c . d p z . e s / re c u r s o s / p u b l i c a c i o nes/17/59/_ebook.pdf CAPARRÓS LORENZO, R. (2001): “Arquitectura militar en la Sierra de Segura. Una interpretación paisajística y territorial”, PH. Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 36: 225-233 (en línea IAPH). CÁRDENAS, I.; MOZAS, F.; VALDERRAMA, J.M. (2011): “Baecula battle Geographic Information System”, en Proceedings of the IMProVe 2011, Venecia: 920-925. CARDENETE, R. y LINEROS, R. (1988): “Excavaciones arqueológicas de urgencia practicadas en el solar nº 2 C/Barbacana Alta, Carmona, Sevilla”, Anuario Arqueológico de Andalucía, III, Sevilla: 264-270. CARMAN, J. y HARDING, A. (eds., 1999): Ancient Warfare: archaeological perspectives. Sutton, Stroud. (Eds.), La cueva de El Toro (Sierra de El Torcal-Antequera-Málaga). Un modelo de Ocupación Ganadera en el Territorio Andaluz entre el VI y II Milenios A.N.E., Monografías de Arqueología, Junta de Andalucía, Sevilla: 267-284. BUXÓ, R. (2008): “The agricultural consequences of colonial contacts on the Iberian Peninsula in the first millennium B.C”, Vegetation History and Archaeobotany, 17: 145-154. BUZGAR, N.; IONUT, A. y BUZATU, A. (2013): “Characterization and source of Cucuteni black pigment (Romania)”, Journal of Archaeological Science, 40: 2128-2135. CABRÉ, J. (1929): Excavaciones en la necrópolis celtibérica del Altillo de Cerropozo, Atienza (Guadalajara), Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Madrid. CABRÉ AGUILÓ, J.; CABRÉ DE MORAN, M.E.; MOLINERO PÉREZ, A. (1950): El Castro y la Necrópolis del Hierro Céltico de Chamartín de la Sierra (Ávila), Acta Arqueológica Hispánica V, Madrid. CADIOU, F. (2001): “Les guerres en Hispania et l’émergence de la cohorte Légionnaire dans l’armée romaine sous la République: une révision critique”, Gladius 21: 167-182. CADIOU, F. (2003): “Garnisons et camps permanents: Un réseau défensif des territoires provinciaux dans l’Hispanie républicaine?”, en A. MORILLO, F. CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto, Universidad de León-Casa de Velásquez, Madrid: 81-100. CADIOU, F. (2008): Hibera in terra miles: Les armées romaines et la conquête de l’Hispanie sous la République (218-45 aDJc.), Bibliothèque de la Casa de Velázquez 38, Paris. CADIOU, F. y NAVARRO, M. (2008): “Qu’est-ce qu’une trace de guerre?”, Salvie, 8: 13-18. CADIOU, F. y NAVARRO, M. (eds., 2014): La guerre et ses traces. Conflits et sociétés en Hispanie à l’époque de la conquête romaine (IIIe - Ier s. av. J. -C.). Mémoires Ausonius, Burdeos. CALVO, C y CABRÉ, J. (1917): Excavaciones de la Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena- Jaén), Memoria de los trabajos realizados en el año 1916, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Madrid. CALVO, C. y CABRÉ, J. (1918): Excavaciones de la Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén), Memoria de los trabajos realizados en el año 1917, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Madrid. CALVO, C. y CABRÉ, J. (1919): Excavaciones de la Cueva y Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén), Memoria de los trabajos realizados en el año 1918, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Madrid. 659 Bibliografía CARRETERO POBLETE, P. (2004): “Producciones cerámicas de ánforas tipo Campamentos Numantinos en San Fernando. Los hornos de Pery Junquera”, en Actas del Congreso Internacional Figlinae Baeticae 2003. Talleres Alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C. - VII d.C.), Universidad de Cádiz (Cádiz, noviembre 2003), BAR International Series 1266, vol. II, Oxford: 427-440. CARRETERO POBLETE, P. (2007): “Las villas agrícolas púnico-turdetanas de la campiña gaditana (Cádiz-España)”, en J. LÓPEZ CASTRO (Ed.), Las ciudades fenicio-púnicas en el Mediterráneo Occidental, Universidad de Almería-CEFYP (UCM), Almería: 187-208. CARRETERO POBLETE, P. A. (2007): Agricultura y Comercio Púnico-Turdetano en el Bajo Guadalquivir. El inicio de las explotaciones oleícolas Peninsulares (siglos IV-II a.C.), British Archaeological Reports International Series, Oxford. CARUSO, E. (2006): “Le fortificazioni di Lilibeo: un monumentale esempio delle poliorcetica punica in Sicilia”, en, Guerra e pace in Sicilia e nel Mediterraneo antico (VIII-III sec. a.C.), Arte, prassi e teoria della pace e delle guerra, Edizioni della Normale, vol. I, Pisa: 283-305. CARY, M. y SCULLARD, H. H. (1975): A History of Rome down to the Reign of Constantine, Bedford Books, Londres (3ª ed.). CASAÑAS, J. y DEL NIDO, R. del (1959): “Prospecciones arqueológicas en el Collado de los Jardines de Despeñaperros”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 21: 103-117.CASTANYER, P.; SANMARTÍ, E. y TREMOLEDA, J. (1993): “Céramique grise de la côte catalane”, Lattara, 6: 391-397. CASTIELLA RODRÍGUEZ, A. Y SESMA SESMA, J. (1988-89): “Piezas metálicas de la Protohistoria Navarra: armas”, Zephyrus, 41-42: 383-404. CASTRO, M. y ESTEBAN, A. (1990): “Excavaciones arqueológicas en los Castellones de Cazorla”, Anuario Arqueológico de Andalucía, Vol. I: 35. CASTROVIEJO, S.; LAÍNZ, M.; LÓPEZ GONZÁLEZ, G.; MONTSERRAT, P.; MUÑOZ GARMENDIA, F.; PAIVA, J. y VILLAR, L. (Eds.) (1986): Flora Iberica. Plantas vasculares de la Península Ibérica e Islas Baleares, Real Jardín Botánico, C.S.I.C., Madrid. CEACERO, A. (2005): Corpus de inscripciones latinas de Santo Tomé, Jaén. CEÁN BERMÚDEZ, J. A. (1832): Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las referentes a las Bellas Artes, Madrid. CENTENO, R. (1979): “Reseña a Joaquim Torres, Tesouro monétario do Castro de Alvarelhos”, Nummus 2ª, II: 105-109. CERDÀ I JUAN, D. (1974): “Hallazgos submarinos y relaciones intermediterráneas”, en Prehistoria y Arqueología de las Islas Baleares, VI Symposium Internacional de Prehistoria, Barcelona: 435-445. CERDÀ I JUAN, D. (1978): “Una nau cartaginesa a Cabrera”, Fonaments, 1: 89-105. CHABÁS, R. (1889): “Etimología de Alicante”, El Archivo III, cuaderno XI: 241-245. CHABOT, L. y FEUGERE, M. (1993): “Les armes de l’oppidum de la Cloche (B. du Rh.) et la destruction du site au Ier siècle avant notre ère”, Documents d’Archéologie Méridionale, 16: 337-351. CHAMORRO, J.G. (1994): “Flotation Strategy: Method and Sampling Plant Dietary Resources of Tartessian Times at Doña Blanca”, en E. ROSELLÓ y A. MORALES (Eds.), Castillo de Doña Blanca. Archaeo-environmental investigations in the Bay of Cádiz, Spain (750-500 B.C.), BAR International Series, 593:21-36. CHAMPION, C. B. (2007): “Empire by Invitation: Greek Political Strategies and Roman Imperial Interventions in the Second Century B.C.E.”, Transactions of the American Philological Association, 137: 255-275. CHAMPION, C.B. (2011): “Polybius and the Punic Wars”. En D. Hoyos (ed.) A companion to the Punic Wars. Oxford, Wiley-Blackwell: 95-110. CHANTRAINE, H. (2002): “Varus oder Germanicus? Zu den Fundmünzen von Kalkriese”, Thetis, 9: 81-93. CHAPA, T.; FERNÁNDEZ, M.; PEREIRA, J. y RUIZ, A. (1984): “Análisis económico y territorial de Los Castellones de Ceal (Jaén)”, Arqueología Espacial, 4: 223-240. CHAPA, T. y MAYORAL, V. (1998): “Explotación económica y fronteras políticas: diferencias entre el modelo ibérico y el romano en el límite entre la Alta Andalucía y el Sureste”, Archivo Español de Arqueología, 71: 63-77. CHAVES, F. (1990): “Los hallazgos numismáticos y el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica en el sur de la Península Ibérica”, Latomus, 49/3: 613-622 (en línea en jstor). CHAVES, F. (1996): Los tesoros en el sur de Hispania: conjuntos de denarios y objetos de plata durante los siglos II y I a C, Fund. El Monte, Sevilla. CHAVES, F. y PLIEGO, R. (2011): “Trueque, dinero y moneda en Oretania: nuevos documentos”, en Mª P. GARCÍA-BELLIDO, L. CALLEGARIN y A. JIMÉNEZ (eds.), Barter, money and coinage in the Ancient Mediterranean (10th-1st centuries BC), Anejos de Archivo Español de Arqueología, 58: 243-246. CHIC GARCÍA, G. (1978): “La actuación políticomilitar cartaginesa en la Península Ibérica entre los años 237 y 218”, Habis, 9: 233-242 (en línea en use.es). CIACCI, A. (1999): “Talamone”, en M. CRISTOFANI (ed.), Dizionario illustrato della civiltá etrusca, Giunti, Firenze: 284-285. CIASCA, A. (1995): “Il sistema fortificato di Mozia (Sicilia)”, en III Congrès International des Études Phéniciennes et Puniques, Tunis (1991): 271-278. 660 Bibliografía COUISSIN, P. (1926): Les armes romaines. Essai sur les origines et l’evolution des armes individuelles du légionnaire romain, H. Champiom, Paris. COULSTON, J.C. (1985): “Roman Archery Equipment”, en M.C. BISHOP (ed.), The production and distribution of Roman Military Equipment. Proc. 2nd Roman Military Equipment Research Semninar, BAR Int. series, 275: 220-366. COULSTON, J. (2001): “The archaeology of Roman Conflict”, en P.W.M. FREEMAN y A. POLLARD (Eds.), Fields of conflict, BAR Int. series, 958: 23-49. CRAWFORD, M.H. (1974): Roman Republican Coinage, Vol. II., Cambridge University Press, Cambridge. CRESPO GARCÍA, J. M. y PÉREZ BAREAS, C. (1987): “Prospecciones arqueológicas superficiales en el término municipal de Orcera”, Anuario Arqueológico de Andalucía, tomo III (actividades de urgencia): 329-337. CUADRADO, E. (1979): “Espuelas Ibéricas”, en XV Congreso Nacional de Arqueología (Lugo 1977): 735-740. CUADRADO, E. (1987): La necrópolis ibérica de El Cigarralejo (Mula, Murcia), Bibliotheca Praehistorica Hispana, XXIII, CSIC, Madrid. CUADRADO, E. (1989): La panoplia ibérica de “El Cigarralejo” (Mula, Murcia), Documentos Serie Arqueología, Murcia. CUADRADO, E. (1991): “El castro de la Dehesa de la Oliva”, Arqueología, Paleontología y Etnografía, 2: 189-255. CUADRADO, E. y QUESADA, F. (1991): “La cerámica ibérica de “El Cigarralejo”(Murcia). Estudio de Cronología”, Verdolay, 1: 49-115. CURCHIN, L. A. (2010): “Toponimia antigua de Oretania y Bastitania”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 201: 11-25 (en línea). CURTIS, J.E. (1987): “Bronze Arrowheads”, in R.D. BARNETT y C. MENDELSON (eds), Tharros, London. DE FARIA, D. L. A. y LOPES, F. N. (2007): “Heated Goethite and Natural Hematite: Can Raman Spectroscopy be used to differentiate them?”, Vibrational Spectroscopy, 45: 117-121. DE SANCTIS, G. (1917): Storia dei romani, L’età delle guerre puniche”. Vol. III.2. Florencia. DE SOCIO, P. (1983): “Appunti per uno studio sui materiali da costruzione nella Sicilia e Sardegna fenicio-puniche”, en Atti del I Congresso Internazionale di Studi fenici e punici (Roma, 1979), Roma: 97-106. DE SOUZA, P. (2008): “Naval Battles and Sieges”, en P. SABIN, H. VAN WEES y M. WHITBY (eds.), The Cambridge History of Greek and Roman Warfare Vol.1: Greece, the Hellenistic World and the Rise of Rome, Cambridge University Press, Cambridge: 434-489. CLARKE, D. (1977): Spatial Archaeology, Academic Press, Boston. CLASTRES, P. (1997): Archéologie de la violence. La guerre dans les sociétés primitives. Marsella. COARELLI, F. (1996): “Il sepolcro degli Scipione”, Revixit Ars: 179-238. COARELLI, F. (2001): “Origo Sagunti: l’origine mitica di Sagunto e l’alleanza con Roma”, en V. FROMENTIN y S. GOTTELAND (Eds.), Origenes gentium, Burdeos-París: 321-326. CODINA, F.; DE PRADO, G. y MARTÍN, A. (2012): “La recerca arqueològica en el conjunt ibèric d’Ullastret en els darrers anys”, Tribuna d’Arqueologia, 2010-2011: 63-99. COLLANTES, E. (1980): “Muestra de divisores hispano-cartagineses hallados en Montemolín (Sevilla)”, Acta Numismática, 10: 29-39. COMPAÑA, J. M.; LEÓN, L.; CAPEL, C.; JORGE, S. E.; HERNÁNDEZ, V. y GARCÍA, M. A. (2012): “Archaeometric study of Iberian pottery from “El Castillejo” (Alameda, Málaga, Spain)”, Estudos Arqueológicos de Oeiras, 19: 43-50. CONDE BERDÓS, Mª J. (1990): “Los kalathoi “sombreros de copa” de la necrópolis del Cabecico del Tesoro de Verdolay (Murcia)” Verdolay, 2: 149-160. CONNOLLY, P. (1997): “Pilum, gladius and Pugio in the Late Republic”, en L’équipement militaire et l’armement de la République, JRMES, 8: 41-57. CONNOLLY, P. (1998): Greece and Rome at war, Greenhill books, London. CONNOLLY, P. (2001-02): “The pilum from Marius to Nero - a reconsideration of its development and function”, JRMES, 12-13: 1-8. CONOLLY, J. y LAKE, M. (2009): Sistemas de Información Geográfica aplicados a la arqueología, Ediciones Bellaterra, Barcelona. CONTRERAS, F.; NOCETE, F. y SÁNCHEZ, M. (1987): “Análisis histórico de las comunidades de la Edad del Bronce de la Depresión Linares-Bailén y Sierra Morena. Sondeo estratigráfico en el cerro de la Plaza de Armas de Sevilleja (Espeluy, Jaén) 1985”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, II: 141-149. CONTRERAS RODRIGO, F. y MÜLLER, R. (20062007): “Estudio pormenorizado de los glandes de plomo depositados en el CEHIMO”, Cuadernos de Estudios del CEHIMO-Centor de Estudios de Monzón y Cinca Medio, 33: 1-47. CONTRERAS RODRIGO, F.; MÜLLER, R. y VALLE, F.J. (2006): “El asentamiento militar romano de Sanitja (123-45 a.C.): una aproximación a su contexto histórico”, Mayurqa, 31: 231-250. CORZO SÁNCHEZ, J. R. (1975): “La Segunda Guerra Púnica en la Bética”, Habis, 6: 213-245. CORZO SÁNCHEZ, R. (1992): Las vías romanas de Andalucía. Junta de Andalucía, Sevilla. 661 Bibliografía the archaeology of the Roman Republic, Wiley-Blackwell: 214-234. DOMERGUE, Cl. (1987): Catalogue des mines et des fonderies antiques de la Péninsule Ibérique, Publications de la Casa de Velázquez, Serie Archeologie VIII, 2 vols., Madrid. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A.J. (1993): “Mecanismos, rutas y agentes comerciales en las relaciones económicas entre griegos e indígenas en el interior peninsular”, Estudis d’Història Econòmica: 39-74. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. (2005): “Los mercenarios baleáricos”, en Guerra y Ejército en el mundo fenicio-púnico, XIX Jornadas de Arqueología fenicio-púnica, Eivissa: 163-189. DU CANGE, E. et al. (1954): Glossarium mediae et infimae latinitatis, éd. augm., Niort, L. Favre, Graz: 18831887 (en línea http://ducange.enc.sorbonne. fr). DUBREUCQ, E. (2008): “Les pointes de flèches à barbelure unique de Bourguignon-lès-Morey (Haute-Saône). Un cotnexte plus précoce?”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César (=Bribacte 14): 165-171. DUBUISSON, M. (1988): “´Delenda est Carthago´: remise en cause d´un stérèotype”, en Punic Wars. Procedings of the Conference held in Antwerp from the 23th to the 26th of November 1988 (=Studia Phoenicia, X), Leuven: 279-287. DUFF, J.D. (1961): Silius ltalicus. Punica, Ed. Loeb, Londres. DUVAL, A. (1970): “Les pointes de flèche d’Alésia au Musée des Antiquités Nationales”, Bulletin des Antiquités Nationales, 2: 35-51. EBEL, CH. (1976): Transalpine Gaul. The emergence of a Roman Province, Studies of the Dutch Archaeological and Historical Society, IV, E.J. Brill, Leiden. ECKSTEIN, A. M. (1987): Senate and General. Individual decision-making and Roman foreign relations 264-194 B.C., University of California Press, Berkeley, Los Angeles, London. EDLUND, I. (1967): “Before Zama: A Comparison between Polybios’ and Livy’s Descriptions of the Meeting between Hannibal and Scipio”, Eranos, 65: 146-178. EDWARDS, H. G. M. (2002): “Raman Microscopy in Art and Archaeology. Illumination of historical mysteries in rock art frescoes”, Spectroscopy, 17: 16-40. EIROA, J.A. (2006): Antigüedades Medievales. Real Academia de la Historia, Real Academia de la Historia. Madrid. ELAYI, J. y PLANAS, A. (1995): Les pointes de flèches en bronze d’Ibiza dans le cadre de la colonisation phénico-punique, Transeuphratène, Suppl. 2, Paris. ENGEL, A. y PARIS, P. (1906): “Une fortresse ibèrique à Osuna. Fouilles de 1903”, Nouvelles Archives des Missions Scientifiques, XIII: 357-487. DECHELETTE, J. (1927): Manuel d’archéologie préhistorique et celtique. IV Second Age du Fer ou Epoque de La Tène, Picard, Paris. DECHEZLEPRETRE, T. y MOUROT, F. (2008): “Présence de militaria sur quelques oppida de lést de la Gaule”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde (=Bribacte 14): 93-102. DEDET, B. (2012): Une nécropole du Second Age du Fer à Ambrussum (Hérault), Bibliothèque d’archéologie méditerranéenne et africaine, 11, Aix-en-Provence/Paris. DELBRÜCK, H. (1990, ed. original 1920): History of the Art of War within the framework of Political History. Col. I. Antiquity. Westport, Connecticut. DEMPSEY, G. (2011): Albuera 2011, Frontline Books, Barnsley. DESANGES, J. (1995): “Massinissa et Carthage entre la deuxième et la troisième guerre punique: un problème de cronologie”, in Actes du IIIe Congrès intern. des Etudes phéniciennes et puniques (Tunis, 11-16 novembre 1991), Tunis: 352-358. DESBAT, A. y MAZA, G. (2008): “Militaria de la moyenne vallée du Rhône (Lyon, Vienne, Valence)”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde (=Bribacte, 14): 237-250. DETIENNE, M. y VERNANT, J.P. (2005): Le astuzie dell´intelligenza nell´antica Grecia, Editore Laterza, Roma-Bari. DETLEFSEN, D. (1870): “VII. Die geographie der provinz Bätica bei Plinius (N.H. III, 6-17)“, Philologus. Zeitschrift für antike Literatur und ihre Rezeption, XXX, 1-6, Dez.: 265–310 (en línea 10.1524/ phil.1870.30.16.265). DEVELIN, R. (1977): «Scipio Africanus imperator», Latomus, 36: 110-113. DEYBER, A. (2008): «Des pointes de traits en fer de ‘type Numance’ (Espagne, province de Soria) à Alésia (Côte-d’Or) et à Montmartin (Oise)», en M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde (= Bribacte, 14): 173-179. DÍAZ ARIÑO, B. (2005): “Glandes inscriptae de la Península Ibérica”, Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 153: 219-236. DÍAZ TEJERA, A. (1996): El tratado del Ebro y la Segunda Guerra Púnica, Sevilla. DILLERY, J. (2002): “Quintus Fabius Pictor and GrecoRoman historiography at Rome”, en J.F. MILLER, C. DAMON y K.S. MYERS (Eds.), Vertis in usum. Studies in Honor of Edward Courtney, MunichLeipzig: 1-23. DIXON, K.R. y SOUTHERN, P. (1992): The Roman Cavalry, Routledge, London. DOBSON, M. (2008): The Army of the Roman Republic: the second century BC. Polybius and the Camps at Numantia, Spain, Oxbow Books, Oxford. DOBSON, M. (2013): “No holiday camp. The Roman Republican Army camp as a Fine-Tuned Instrument of War”, en J. DeRose (ed.), A companion to 662 Bibliografía FELICIANI, N. (1907): “La Battaglia di Cissis (218 av. Chr.)”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 50: 346-355. FERNÁNDEZ DE AVILÉS, A. (1942): “Relieves hispanorromanos con representaciones ecuestres”, Archivo Español de Arqueología, XV: 199-215. FERNÁNDEZ IBÁÑEZ, C. (2010): “Restos del armamento de la Legio IIII Macedónica hallados en su campamento de Herrera de Pisuerga (Palencia, España)”, en F. QUESADA, M. NAVARRO, y F. CADIOU (eds.), De armas, de hombres y de dioses (= Gladius XXX): 99-116. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, D. (2005): “La toma de Cartago Nova por Publio Cornelio Escipión: ¿leyenda o realidad?”, POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica, 17: 31-72. FERRARI, F. (1605): Epitome geographicum: in quattuor libros divisum, Ticino. FERRARI, F. (1670): Lexicon geographicum, in quo universi orbis oppida… primum in lucem edidit Philippus Ferrarius,... nunc Michael Antonius Baudrand,... hanc editionem... dimidia parte auctiorem fecit, París. FERRER ALBELDA, E. (1994): “Algunas cuestiones sobre cronología y dispersión de las puntas de flecha orientalizantes en la Península Ibérica”, Anales de Arqueología Cordobesa, 5: 33-60. FERRER ALBELDA, E. (1996): “Sistematización de las puntas de flecha orientalizantes. Aspectos terminológicos y tipológicos”, Antiquitas, 7: 45-53. FERRER ALBELDA, E y GARCÍA FERNÁNDEZ, F. J. (2008): “Cerámica turdetana”, en D. BERNAL CASASOLA y A. RIBERA LACOMBA (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Servicio de Publicaciones de la universidad de Cádiz, Cádiz: 201-219. FERRER ALBELDA, E. y PLIEGO, R. (2007): “Carthaginian Garrison in Turdetania”, A. Dowler & E. Galvin (edd.), The monetary evidence, Money, Trade and Trade Routes in Pre-Islamic North Africa, London: 33-41. FERRER ALBELDA, E. y PLIEGO, R. (2011): “Carthaginian Garrisons in Turdetania. The Monetary Evidence”, en A. DOWLER y E. R. GALVIN (ed.), Money, Trade and Trade Routes in Pre-Islamic North Africa, British Museum: 33-41. FERRER MAESTRO, J. J. (2004): “Gastos de guerra y administración de bienes de dominio público en la gestión púnica de España”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, G. MATILLA SÉIQUER y A. EGEA VIVANCOS (Coords.), El mundo púnico: religión, antropología y cultura material, Actas del II Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico, Murcia: 439-449. FERRER MAESTRO, J. J. (2006): “El aprovechamiento financiero de los Bárquidas en Hispania”, en B. COSTA y J. H. FERNÁNDEZ (Eds.), Economía y finanzas en el mundo fenicio-púnico de Occidente, EQUIPS PONTÓS I ULLASTRET (1998): “Les facies ceràmiques d’importació de l’Empordà durant el segle III i la primera meitat del segle II a.C. a través dels jacimtes de Pontós i Ullastret”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 129-156. ERDKAMP, P. (1998): Hunger and the sword. Warfare and food supply in roman republican wars (264-30 B.C.), J.C., Gieben, Amsterdam. ERDKAMP, P. (2006a): “Late-Annalistic battle scenes in Livy (Books 21-44)”, Mnemosyne, 59: 525-563. ERDKAMP, P. (2006b): “Valerius Antias and Livy’s casualty lists”, en C. DEROUX (Ed.), Studies in Latin literature and Roman History, Bruselas, 13: 166-182. ERDKAMP, P. (2007): “Polybius and Livius on the Allies in the Roman Army”, en L. DE BLOIS y E. LO CASCIO (Eds.), The Impact of the Roman Army (200-BC-AD 476). Economic, Social, Political, Religious and Cultural Aspects, Leiden: 47-74. ESPINOSA, A.; RUIZ, D.; MARCOS, A. y PEÑA, P. (2008): “Nuevos testimonios romano-republicanos en Villajoyosa: un campamento militar del s. I a.C.”, en J. UROZ, J. M. NOGUERA y F. COARELLI (eds.), Iberia e Italia, Tabvlarivm, Murcia: 199-220. ESQUEMBRE, M.A. y ORTEGA, J.R. (2008): “La terracota de una birreme”, en M. A. ESQUEMBRE y J.R. ORTEGA (coords.), Surcando el tiempo. Un barco de terracota de época ibérica (Tossal de les Basses, Alicante), MARQ, Alicante: 37-51. FANTAR, M.H. (1975): “Le problème de l’eau potable dans le monde phénicien et punique: les citernes”, Les Cahiers de Tunisie, XXIII: 9-18. FANTAR, M. H. (1986): “Fotification punique: les murailles de Kerkouane, Actes du colloque internacional”, en Actes du Colloque International La fortification et sa place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du monde grec, Valbonne: 241-250. FANTAR, M.H. (1992): “L’eau dans le monde punique: alimentation et évacuation”, en G. ARGOUD. y C. VILLAIN-GANDOSSI, L’eau et les hommes en Mediterrannée et en Mer Noire dans l’antiquité. De l’époque Mycénienne au Regne de Justinien, Atenas: 319-337. FARIA, A. MARQUES DE (1999): “Novas notas de onomástica hispânica pré-romana”, Revista Portuguesa de Arqueologia, 2/1: 153-161. (en línea http://www.patrimoniocultural.pt/ media/uploads/revistaportuguesadearqueologia/2_1/9.pdf). FARIA, A. MARQUES DE (2003): “Crónica de onomástica paleo-hispânica (5)”, Revista Portuguesa de Arqueologia, 6/1: 211-234 (en línea http://www. academia.edu/536076/Cronica_de_onomastica_paleo-hispanica_5_). 663 Bibliografía FOULON, E. (1992): “Βασιλεύς Σκιπίων”, Bulletin de l’Association Guillaume Budé: 9-30. FOX, R.A. (1993): Archaeology, History, and Custer’s Last Battle, University of Oklahoma Press, Norman. FREEMAN, P.W. y POLLARD, A. (2001): Fields of Conflict. Progress and Prospect in Battlefield Archaeology, Univ. Of Glasgow Conference, April 2000, BAR Int. Series, 958, Oxford. FRIEDERSDORFF, F. (1869): Livius et Polybius: Scipionis Rerum Scriptores, G.F. Kaestner, Gotinga. FRONDA, M. P. (2010): Between Rome and Carthage. Southern Italy during the Second Punic War, Cambridge University Press, Cambridge. FROST, H. (1990): “The Prefabricated Punic Ship”, en E. LIPINSKI y H. DEVIJVER (eds.), Studia Phoenicia X. Punic Wars, Peeter Press, Louvain: 127-135. GABALDÓN, M.M. (2002-2003): “El trofeo y los rituales de victoria como símbolos de poder en el mundo helenístico”, en M. BENDALA, P. MORET y F. QUESADA (eds.), Formas e imágenes del poder en los siglos III y II a.C.): modelos helenísticos y respuestas indígenas. Seminario Casa de VelázquezUAM, febrero 2004 (=CuPAUAM 28-29, 2002-2003), Madrid: 127-143. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1982): “Problemas técnicos de la fabricación de moneda en la Antigüedad”, Numisma, 174-176 (V Congreso Nacional de Numismática): 9-50. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1990): El tesoro de Mogente y su entorno monetal, Generalitat Valenciana, Valencia. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (1993): “El proceso de monetización en el levante hispánico durante la Segunda Guerra Púnica”, en J. UNTERMANN y F. VILLAR (eds.), Lengua y cultura en la Hispania prerromana, Actas del V coloquio sobre Lenguas y culturas, Colonia: 317-347. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2000-2001): “Roma y los sistemas monetarios provinciales: monedas romanas acuñadas en Hispania en la Segunda Guerra Púnica”, Zephyrus, 53-54: 551-577. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2004): Las legiones hispánicas en Germania. Moneda y ejército, Anejos Gladius, 6, CSIC, Madrid. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2006, Coord..): Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192 d.C.). El abastecimiento de moneda (Vol. 1), Anejos de Gladius, 9, CSIC, Madrid. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “À propos de l’identification de Dae Caelestis sur des monuments du Musée du Bardo (Tunis)”, en A. FERJAOUI (coord.), Carthage et les auctochtones de son empire du temps de Zama. Hommages à Mahamed Hassine Fantar, Tunez: 269-280. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “¿Estuvo Ákra Leuké en Carmona?”, Serta Palaeohispanica J. de Hoz; Palaeohispanica, 10: 201-218. XX Jornadas de Arqueología fenicio-púnica, Ibiza: 107-126. FERRER, J., GARCÉS, I., GONZÁLEZ, J .R., PRINCIPAL, J.; RODRÍGUEZ, J. I. (2009): “Els materials arqueològics i epigràfics de Monteró (Camarasa, La Noguera, Lleida). Troballes anteriors a les exscavacions de l’any 2002”, Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló, 27: 109-154. FEUGERE, M. (1994): “L’équipement militaire d’époque républicaine en Gaule”. C. Driel-Murray (ed.) Military Equipment in context. JRMES, 5: 3-23. FIGUERAS PACHECO, F. (1932): Akra Leuka, la ciudad de Amílcar, Alicante. FIGUERAS PACHECO, F. (1954): Las ruinas de Acra Leuca. Explicación del director de las excavaciones ante el IV Congreso Arqueológico del sudeste español, reunido el 17 de Mayo de 1948, en la Acrópolis del Tossal de Manises de Alicante, Gráficas Moscat, Alicante. FIGUERAS PACHECO, F. (1959): Dos mil años atrás. Las ciudades, el puerto y la necrópolis de la Albufereta, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante. FILIPOVIC, V. (2009): “Spurs in the Late Serbian Iron Age” (en Serbio cirílico con resumen en inglés), Journal of the Serbian Archaeological Society, 25: 163-188. FISCHER, T. (2012): Die Armee der Caesaren. Archäologie und Geschichte, Fr.Pustet Vrlg, Regensburg. FITA Y COLOMÉ, F. (1885): “Inscripciones romanas de Cáceres, Úbeda y Alcalá de Henares”. Boletín de la Real Academia de la Historia, VII, Cuadernos I-III: 45-53. FIZ, I. (2008): “Simulando una vía de comuniación: el tramo de la vía romana entre el Coll de Panissars y Girona”, Revista d’Arqueología de Ponent, 18: 203-216. FLETCHER VALLS, D. (1985): Textos ibéricos del Museo de Prehistoria de Valencia, SIP Trabajos Varios, 81, Diputación de Valencia, Valencia. FLETCHER VALLS, D.; PLA BALLESTER, E.; ALCACER, J. (1969): La Bastida de Les Alcuses (Mogente, Valencia), II, SIP Trabajos Varios, 25, Diputación de Valencia, Valencia. FONT QUER, P. (2009): Plantas medicinales: el Dioscórides renovado, Península, Barcelona (1ª edición de 1961). FONTÁN, A.; GARCÍA, I.; DEL BARRIO, E. y ARRIBAS, Mª L. (Trads., 1998): Plinio El Viejo. Historia Natural. Libros III-VI , Gredos, (Biblioteca Clásica Gredos, 250), Madrid. FONTENLA BALLESTA, S. (2005): “Glandes de honda procedentes de la batalla de Asso”, Alberca, 3: 67-84. FORTEA, J. y BERNIER, J. (1970): Recintos y fortificaciones ibéricas en la Bética, Memoria del Seminario de Prehistoria y Arqueología, Salamanca. 664 Bibliografía de pan en la Oretania Septentrional”, Trabajos de Prehistoria 63, nº1: 157-166. GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2006): Entre Iberos y Celtas: las espadas de tipo La Tène del Noreste de la Península Ibérica, Anejos de Gladius, 10, Madrid. GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2012): El armamento de influencia la Tène en la Península Ibérica (siglos V-I a.C.), Monographies Instrumentum, 43, Eds. M.Mergoil, Montagnac. GARCÍA JIMÉNEZ, G. (2013): “El pilum romano en la Segunda Guerra Púnica”, Desperta Ferro Antigua y medieval, 17: 44-45. GARCÍA LORCA, S. y GIMÉNEZ LÓPEZ, F. (2007): “Una vivienda del siglo III a. C. en Cartagena”, Mastia, 6: 105-122. GARCÍA MARTÍN, J.M. (1996): “Les ceràmiques àtiques del Tossal de Manises (Alacant, l’Alacantí). Els fons antics del Museu Arqueològic Provincial d’Alacant”, en Actas del XXIII Congreso Nacional de Arqueología, Elche: 467- 472. GARCÍA MORA, F. (1991): Un episodio de la Hispania republicana: la guerra de Sertorio, Universidad de Granada, Granada. GARCÍA Y BELLIDO, A. (1947): “¿Un templo romano arcaico en Valencia?”, Archivo Español de Arqueología, XX: 149-151. GARCÍA Y BELLIDO, A. (1963): “Das Artemision von Sagunt”, MDAI(M), IV: 87-98. GARLÁN, Y. (1974): Recherches de poliorcétique grecque, Bibliothèque des Écoles Françaises d’Athènes et de Rome 223, Paris, Diffusion de Boccard. GARRIGÓS, I. y MELLADO, J.A. (2004): “Les monedes de la Serreta: consideracions sobre la circulació monetària a les comarques meridionals del País Valencià”, Recerques del Museu d’Alcoi, 13: 201-226. GEIER, C.R.; BABITS, L.E.; SCOTT, D.D. y ORR, D.G. (eds.) (2011): Historical Archaeology of Military Sites. Method and Topic, Texas Univ. Press., Texas. GELZER, M. (1933): “Römische Politik bei Fabius Pictor”, Hermes, 68: 129-166. GENZKEN, E. (1879): De rebus a P. et Cn. Scipionibus in Hispania gestis, Diss. Gottingen. GESCHWINDE, M.; HASSMANN, H.; LOHNNE, P.; MEYER, M. y MOOSBAUER, G. (2009): “Roms vergessener Feldzug. Das neu entdeckte Schlachtfeld am Harzhorn in Niedersachsen“, 2000 Jahre Varusschlacht. Konfikt, Theiss, Stuttgart: 228-232. GIL, E. (2002): “Testimonios arqueológicos en torno al mundo militar romano en Vasconia/Euskal Herria”, en A. MORILLO (coord.), Arqueología militar romana en Hispania, Anejos de Gladius, 5: 245-273. GILBERT, CH.; PICARD, C. (1970): Vie et mort de Carthage, Hachette, Paris. GIULIANO, A.; BUZZI, G. (1992): Etruscos. Esplendor de una civilización, Anaya, Madrid. GODELIER, M. (1990): Lo ideal y lo material, Madrid. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2010): “Etnias y armas en Hispania: los escudos”, en F. QUESADA, M. NAVARRO, y F. CADIOU (eds.), De armas, de hombres y de dioses, Gladius, XXX: 155-170. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2012): “Los retratos de la “dinastía” bárquida en las monedas de Iberia”, en S. RAMOS y J. BERMEJO (eds.), Aníbal Cartago. Historia y mito: 431-455. GARCÍA-BELLIDO, Mª P. (2013): “Apéndice: la leyenda púnica de la moneda de Sacili” (pp. 53-54), en R. RODRÍGUEZ PÉREZ, “La ceca de Sacili: un nuevo ejemplar de la emisión bilingüe latino-punica del elefante”, Revista Numismática OMNI, 7: 48-56. GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; CALLEGARIN, L. y JIMÉNEZ, A. (2011): Barter, Money and Coinage in the Ancient Mediterranean (10th-1st centuries BC), Anejos de AEspA 58, Madrid. GARCÍA Y BELLIDO, A. (1993): Álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de la colección de Antonio Vives y Escudero (con texto de Mª. P. García-Bellido), Anejo de AespA, XIII, Madrid. GARCÍA CANO, J. M. (1997): Las necrópolis ibéricas de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) I: las excavaciones y estudio analítico de los materiales, Universidad de Murcia, Murcia. GARCÍA CANO, C.; GARCÍA CANO, J .M. y RUIZ VALDERAS, E. (1989): “Las cerámicas campanienses de la necrópolis ibérica del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia)”, Verdolay, Revista del Museo de Murcia, 1: 117-187. GARCÍA CANO, C.; GUILLERMO, M.; MURCIA, A. y MADRID, Mª. J. (1999): “Aportación al estudio del poblamiento del s. IV a. C. en el entorno de Cartagena. El yacimiento de La Mota (Sierra de la Atalaya)”, en Actas del XXIV Congreso Nacional de Arqueología, vol.3, Cartagena, (1997): 243-252. GARCÍA-DILS, S. y MENÉNDEZ ARGÜIN, A.R. (2006): “Punta de pilum hallada en las proximidades del yacimiento de ‘El Guijo’ (Écija, Sevilla)”, Habis, 37: 247-252. GARCÍA GARRIDO, M. (1990): “El hallazgo de Villarrubia de los Ojos”, Acta Numismática, 20: 37-78. GARCÍA GARRIDO, M. y LALANA, L. (1993): “Algunos glandes de plomo con inscripciones latinas y púnicas halladas en Hispania”, Acta Numimástica, Homenatge al Dr. Leandre Villaronga, 21-23: 101-108. GARCÍA-GELABERT, M.P. y BLÁZQUEZ, J.M. (1988): Cástulo, Jaén, España. Excavaciones en la necrópolis ibérica el Estacar de Robarinas (s.IV a.C.), B.A.R. International Series, 425, Oxford. GARCÍA GUINEA, M. A. (1967): “Las puntas de flecha con anzuelo y doble filo y su proyección hacia Occidente”, Archivo Español de Arqueología, 40: 69-87. GARCÍA HUERTA, R.; MORALES, J.; VÉLEZ, J.; SORIA, L. y RODRÍGUEZ, D. (2006): “Hornos 665 Bibliografía GOFFER, Z. (2007): Archaeological Chemistry (2ª Ed.), John Wiley & Sons, New Jersey. GOLDSWORTHY. A. (1996): The Roman Army at War, 100 BC-AD 200. Oxford, Clarendon press. GOLDSWORTHY, A. (2000): The Punic Wars, Cassell (trad. esp. Barcelona, 2002; publicado en 2012 como eBook: The Fall of Carthage. The Punic Wars 265-146 BC, Phoenix, en línea: http://books. google.es/books?id=jM1sFXcAPvAC ). GOLDSWORTHY, A. (2007): The Fall of Carthage: The Punic Wars 265-146 BC, Cassell Military Paperbacks, Phoenix. GOLDSWORTHY, A. (2008): La caída de Cartago. Las Guerras Púnicas (trad. esp.), Ariel, Barcelona. GÓMEZ BELLARD, C. (1985): “Asentamientos rurales en Ibiza”, Aula Orientalis, 3: 177-192. GÓMEZ CABEZA, F. (2004): La Segunda Guerra Púnica en Jaén: Hipótesis y escenarios/ fuentes y arqueología: Memoria de iniciación a la investigación inédita, Universidad de Jaén. GÓMEZ PANTOJA, J.L. y MORALES HERNÁNDEZ, F. (2008): “Los etolios en Numancia”, en F. CADIOU, M.A. MAGALLÓN y M. NAVARRO (eds.), La guerre et ses traces (=Saldvie, 8): 37-58. GOMME, A.W (1933): “A Forgotten Factor of Greek Naval Strategy”, Journal of Hellenic Studies, 53: 16-24. GONZÁLEZ, C. y MANGAS, J. (1991): Corpus de inscripciones latinas de Andalucía. Vol. III, Jaén. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla. GONZÁLEZ CASTAÑÓN, M. (2007): “Un conjunto de puntas de proyectil recuperadas en la excavación del Castro de los Judíos (Puente Castro, León) y el uso de arcos y ballestas en la Edad Media”, Estudios Humanísticos. Historia, 6: 65-84. GONZÁLEZ CASTAÑÓN, M. (2012): “El castillo de Corullón: estudio de un conjunto de proyectiles en el contexto de las revueltas irmandiñas”, Gladius, 32: 121-138. GONZÁLEZ PRATS, A. (1983): “Estudio Arqueológico del poblamiento antiguo de la sierra de Crevillente (Alicante). 1a. y 2a campañas”, Anejo I de Lucentum, Alicante. GONZÁLEZ REYERO, S. (2009): “Collado de los Jardines. Una aproximación a la arquitectura del santuario a partir de la documentación de Juan Cabré”. En P. MATEOS, S. CELESTINO. A. PIZZO y T. TORTOSA (Ed.), Santuarios, oppida y ciudades: arquitectura sacra en el origen y desarrollo urbano del Mediterráneo Occidental, Anejos de Archivo Español de Arqueología, vol. 45: 203-220. GONZÁLEZ SIMANCAS, M. (1927): “Excavaciones en Sagunto. Memoria de los trabajos realizados de 1923 -1926”, Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, 92: 3-31. GORGES, J.G. y RODRÍGUEZ, F.G. (2006): “Un probable complejo militar romano de época republi- cana en la Beturia Túrdula: notas preliminares sobre el campamento del “Pedrosillo” (Casas de Reina, Badajoz)”, Arqueología Militar Romana en Hispania, II: 655-670. GORGUES, J. G.; MORILLO, A.; RODRÍGUEZ MARTÍN, G. y MARTÍN HERNÁNDEZ, E. (2009): «Le campement romano-républicain du ‘Pedrosillo’ (Casa de Reina, Badajoz, Espagne) à l’épreuve des sondages: premiers résultats de la campagne 2006», en A. MORILLO, R. HANEL y E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre la frontera romana (León 2006), Anejos de Gladius, 13: 267-279. GOUKOWSKY, P. (1997): Appien. Histoire Romaine II.VI: L’lbérique, (col. Budé), París. GRAB, M. (2011): «Das marianische pilum. Der römische Mythos im Test“, en C.KOEPFER y F.W. HIMMLER (eds.), Die römische Armee im Experiment, Frank&Timme, Berlin: 83-92. GRACIA ALONSO, F. (2000): “Análisis táctico de las fortificaciones ibéricas”, Gladius, 20: 131-170. GRACIA ALONSO, F. (2001): “Sobre fortificaciones ibéricas, el problema de la divergencia respecto al pensamiento único”, Gladius, XXI: 155-166. GRACIA ALONSO, F. (2006): “Las fortificaciones ibéricas. Análisis poliorcético y concepto de empleo táctico en la guerra de sitio”, en A. OLIVER (Coord.), Arquitectura defensiva. La protección de la población y del territorio en época ibérica, Castellón: 62-122. GRIFFITHS, W.B. (1989): “The sling and its place in the Roman Imperial Army”, en C. VAN DRIEL MURRAY (ed.), Roman military Equipment: the Sources of Evidence. Prof. 5th Roman Military Equipment Conference (= B.A.R. Intern. Series, 476): 255-279. GRIMAL, P. (1975): Le siècle des Scipions. Rome et l´hellénisme au temps des guerres puniques, Aubier, Paris. GRIMAL, P. (1994): La littérature latine, Fayard, Paris. GROSSKOPF, B; ROST, A y WILBERS-ROST, S. (2012): “The ancient battlefield at Kalkriese”, in M. HARBECK, K. V. HEYKING and H. SCHWARZBERG (Eds.), Sickness, Hunger, War, and Religion. Multidisciplinary Perspectivesk, RCC Perspectives 2012/3, Online-Publ., München: 91–111. GSELL, S. (1918): Histoire ancienne de l´Afrique du nord, II, Paris. GSELL, S. (1918): Histoire ancienne de l´Afrique du nord, III, Paris. GUERRERO, L. J. (2009): “Construcciones hidráulicas en la ciudad romana de Ocuri (Salto de la Mora, Ubrique)”, en L.G. LAGÓSTENA y F.B. DE ZULETA (Coords.), La captación, los usos y la administración del agua en la Baetica. Estudios sobre el abastecimiento hídrico en comunidades cívicas del conventus Gaditanus, Cádiz: 256-308. GUERRERO AYUSO, V. (1980): “Las cerámicas pseudocampanienses en Mallorca”, Archéologie en Languedoc, 3: 169-194. 666 Bibliografía HIMMLER, F. (2008): “Testing the ‘Ramshaw’ boot. Experimental Calceology on the March”, en 15th Roman Military Equipment Conference, Budapest 2005 (= JRMES 16): 347-357. HINARD, F (2000): “À Rome, pendant la guerre de Sicile (264-241 a.C.)”, Rivista storica dell’antichità, XXX: 73-90. HOFFMANN, W. (1960): “Die römische Politik des 2. Jh. und das Ende Karthagos”, Historia, IX: 309-364. HOLDER, A. (1961): Altceltischer Sprachschatz, 2ª ed., Graz. HOLMES, R. (2004): Casacas rojas. Una historia de la infantería imperial británica, Edhasa, Madrid. HOPF, M. (1978): “Plants remains, strata V-I”, en R. AMIRAN (Ed.), Early Arad I. The chalcolithic settlement d early bronze age city, Israel Explor. Soc., Jerusalén: 64-82. HORN, H.; RUGER, C. (eds.) (1979): Die Numider. Bonn. HORVAT, J. (1997): «Roman Republican weapons from Smihel in Slovenia», en M. FEUGERE (ed.), L’équipement militaire et l’armement de la République (=JRMES 8): 105-120. HORVAT, J. (2002): “The Hoard of Roman Republican Weapons from Grad near Smihel”, Arheoloski Vestnik, 52: 117-192. HOYOS, D. (1998): Unplanned Wars. The Origins of the First and Second Punic Wars, De Gruyter, Berlin. HOYOS, D. (2001): “Generals and Annalists: geographic and chronological obscurities in the Scipios’ campaigns in Spain, 218–211 B.C.”, Klio, 83/1: 68-92. HOYOS, D. (2002): “The battle-site of Ilipa”, Klio, 84: 101-113. HOYOS, B.D. (2003): Hannibal’s Dynasty. Power and Politics in the Western Mediterranean. London, Routledge. HOYOS, D. (ed.) (2011): A Companion to the Punic Wars, Wiley-Blackwell, Malden. HURST, H. (1983): “The War Harbour of Carthage”, in Atti del I Congresso Internazionale di Studi Fenici e Punici, Roma: 603-610. HURST, H. (1994): Excavations at Carthage: The British Mission, Vol. II, 1. The Circular Harbour, North Side: the Side and Finds other than Pottery, Oxford University Press, Oxford, HURST, H.: “Understanding Carthage as a Roman Port”, Bollettino di Archeologia on line, I (2010)/Volume speciale (=Roma 2008 – International Congress of Classical Archaeology. Meetings between Cultures in Ancient Mediterranean): 49-68. HUSS, W. (1985): Geschichte der Karthager, Verlag C.H.Beck, München. IZQUIERDO BENITO, R. (1994): Ciudad hispanomusulmana Vascos (Navalmoralejo, Toledo). Campañas (1983-1988), Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Toledo. GUERRERO AYUSO, V. (1995): “La vajilla púnica de usos culinarios” Rivista di Studi Fenici, vol. XXXIII, 1: 61-99. GUERRERO AYUSO, V.; MARTÍN CAMINO, M. y ROLDÁN BERNAL, B. (1988): “Complemento al estudio de las ánforas púnicas Mañá C”, Rivista di Studi Fenici, XVI, 2: 195-206. GUERRERO AYUSO, V. M.; MIRÓ, J. y RAMÓN TORRES, J. (1989): “El pecio de Binisafúller (Menorca), un mercante púnico del siglo III a.C.”, Meloussa, 2: 9-30. GUERRERO AYUSO, V. M.; MIRÓ, J. y RAMÓN TORRES, J. (1991): “L’épave de Binisafuller (Minorque), un bateau de commerce punique du IIIe siècle av. J.-C.”, en H. DEVIJVER y E. LIPINSKI (Eds.), Punic Wars, Studia Phoenicia, 10, Leuven: 115-125. GUILAINE, J. y ZAMMIT, J. (2002): El camino de la guerra. La violencia en la prehistoria. Ariel Prehistoria, Barcelona. GURT, J. M. y TUSET, F. (1982): “Recents troballes numismàtiques a la comarca de La Noguera”, Gaceta Numismàtica, 66: 31-39. GUTIÉRREZ, L. Mª (2002): El oppidum de Giribaile, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, Jaén. GUTIÉRREZ , L. Mª (2011): Guía arqueológica de Giribaile, ASODECO, Jaén. HALLWARD, B.L. (1939): “The Roman Defensive. The Roman Disaster in Spain”, en Cambridge Ancient History, t. VIII, cap. IX, (reed. 1981), Cambridge. HANSON, V. D. (2011): Guerra: el origen de todo. Madrid. HARDY, R. (1976): Longbow. A social and military History. Cambridge. HARNECKER, J., (2004): Arminius, Varus and the Battlefield at Kalkriese. An introduction to the archaeological investigations and their results, Bramsche. HARNECKER, J. (2008): Kalkriese 4. Katalog der römischen Funde vom Oberesch, Die Schnitte 1–22. Röm.-Germ. Forsch, 66, Mainz. HARNECKER, J. (2009): “Wie die Vergangenheit gestalt annimmt. Funde aus Prospektion, Sondierungen und Plangrabungen“, en Varusschlacht im Osnabrüker land. Philipp von Zabern, Mainz: 93-99. HARNECKER, J. (2011): Kalkriese 5. Katalog der römischen Funde vom Oberesch, Die Schnitte 23-39. Röm.-Germ. Forsch, Mainz. HERAS, F. J. (2009): “El Santo de Valdetorres (Badajoz, España). Un nuevo enclave militar romano en la línea del Guadiana”, en A. MORILLO, R. HANEL y E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre la frontera romana. (León 2006), Anejos de Gladius, 13: 315-328. HESSELBARTH, H. (1889), Historisch-kritische Untersuchungen zur dritten Dekade des Livius, Halle (en línea en archive.org). 667 Bibliografía KAYE, S. (2013): Roman marching camps in Britain:GIS, statistical analysis and hydrological examination of known camps sites, resulting in the prediction of possible camp site (en línea: https://www.academia. edu/3009419/Roman_Marching_Camps_in_ Britain_GIS_statistical_analysis_and_hydrological_examination_of_known_marching_camps_ resulting_in_the_prediction_of_possible_camp_ sites._Steve_Kaye._2013) KEEGAN, J. (1978): The Face of Battle. Londres. KEEGAN, J. (1996) : Histoire de la guerre. Du Néolithique à la guerre du Golfe, París. KEELEY, L. (1996): War before civilization, Oxford University Press, Nueva York-Oxford. KELLY, A. (2012): “The Cretan slinger at war- a weighty exchange”, ABSA, 107: 273-311. KEPPIE, L. (1998): The Making of the Roman Army: From Republic to Empire, New Fetter Lane, London. KNECHT, H. (1997): “The history and development of projectile technology research”, en H. KNECHT (ed.), Projectile Technology, New York-London: 3-35. KONTNY, B. (2009): ”Horse and its use in the Przeworsk Culture in the light of Archaeological Evidence”, Archaeologia Baltica, 11: 92-114. KRAUS, C.S. (2005): “Historiography and Biography”, en S. HARRISON (Ed.), A Companion to Latin Literature, Oxford: 242-256. KROMAYER, J. y VEITH, G. (1903-1931): Antike Schlachtfelder, 4 vols., Berlin. KROMAYER, J. y VEITH, G. (1922): Schlachtenatlas zur antiken Kriegsgeschichte, Wagner & E. Debes, Leibzig. KROMAYER, J. y VEITH, G. (1924): Antike Schalchtfelder. Bausteine zu einer antiken Kriegsgeschichte. Vol. 4, Weidmannschen Buchhandlung, Berlín. KÜSTER, H. (1991): “Phytosociology and Archaeobotany”, en D.R HARRIS y K.D. THOMAS (Eds.), Modelling Ecologial Change, London: 17-25. LAFUENTE VIDAL, J. (1957): Alicante en la Edad Antigua, Gráficas Gutenberg, Alicante. LAMBOGLIA, N. (1955): “Sulla cronología delle anfore di età republicana (II-I secolo a.C.)”, Rivista di Studi Liguri, 21: 241-270. LANCEL, S. (dir.) (1979): Byrsa I, Collection de l’École Française de Rome, 41, Roma. LANCEL, S. (dir.) (1982): Byrsa II, Collection de l’École Française de Rome, 41, Roma. LANCEL, S. (1987): “La céramique punique d’epoque hellénistique”, en Céramiques Hellénistiques et Romaines, II, Bensançon: 99-137. LANCEL, S. (1992): Carthage, Paris. LANCEL, S. (1992): “Les ports puniques de Carthage. État des questions”, in CXV Congrès des Sociétés savantes, Paris: 297-315. LANCEL, S. (1994): Cartago, Editorial Crítica, Barcelona. LANCEL, S. (1995): Hannibal, Fayard, Paris. JACOB, P. (1987-88): “Un doublet dans la geographie livienne de l’Espagne antique: les Ausetans de l’Ebre”, Kalathos, 7-8: 135-147. JACQUAT, C. (1988): “Hauterive-Champréveyres, 1. Les plantes de l’âge du Bronze. Catalogue des fruits et des graines”, Archéologie neuchâteloise, 7. JACQUIOT, C. (1955): Atlas d’anatomie des bois des coniféres, Editions du Centre technique du Bois, Paris. JACQUIOT, C.; TRENARD, Y. y DIROL, D. (1973): Atlas d’anatomie des bois des angiosperme, Editions du Centre technique du Bois, Paris. JAEGER, M. (2006): “Livy, Hannibal’s Monument, and the Temple of Juno at Croton”, Transactions of the American Philological Association, 136: 389-414. JARVA, E. (1995): Archaiologia on Archaic Greek Body Armour, Studia Archaeologica Septentrionalia, 3, Rovaniemi. JENKINS, J.K. (1969): Sylloge Nummorum Graecorum. The Royal Collection of Coins and Medalls, Danish National Museum. NorthAfrica-Syrtica-Mauritania, Copenhagen. JENKINS, J.K. y LEWIS, R.B. (1963): Carthaginian Gold and Electrum Silver. Londres. JIMÉNEZ DE CISNEROS, D. (1902): “Dos descubrimientos arqueológicos”, Mediterráneo. Diario Independiente, 8 de noviembre de 1902, Cartagena. JIMENO, A.; DE LA TORRE, J.I.; BERZOSA, R. y MARTÍNEZ, J.P. (2004): La Necrópolis celtibérica de Numancia, Memorias de Arqueología en Castilla y León, 12. JESSOP, O. (1996): “A new artefact typology for the Study of Medieval arroheads” Medieval Archaeology, 40: 192-205. JONES, C. (2010): Finding Fulford. The Search for the first battle of 1066. London JUAN TRESSERRAS, J. y MATAMALA, J. C. (2004): “Los contenidos de las ánforas en el Mediterráneo Occidental. Primeros resultados”, en J. SANMARTÍ, D. UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.), La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell, Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 283-291. JULIEN, C.M.; MASSOT, M. y POINSIGNON, C. (2004): “Lattice vibrations of manganese oxides. Part I. Periodic structures”, Spectrochimica Acta Part A, 60: 689-700. JUNKELMANN, M. (1986): Die Legionen des Augustus, Philipp von Zabern Vrlg, Mainz am Rhein. JUNYENT, E. y ALASTUEY, A. (1991): “La vaixella ilergeta de vernis roig”, Revista d’Arqueologia de Ponent, 1: 9-50. KAISER AGUILAR, J.M. (2003): “Puntas de flecha de la Edad del Bronce en la Península Ibérica. Producción, circulación y cronología”, Complutum, 14: 73-106. 668 Bibliografía LLOBREGAT, E. (1966): “Un hallazgo de moneda púnica en la provincia de Alicante”, Caesaraugusta, 27-28: 71-75. LLOBREGAT, E. (1972): Contestania ibérica, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante. LLOBREGAT, E. (1980): “Revisión del papel de los cartagineses en la historia antigua del País Valenciano”, en I Congrés d’Història del País Valencià (València, abril de 1971), vol. II, Valencia: 283-290. LLOBREGAT, E.; CORTELL, E.; MOLTO, J.; OLCINA, M. y SEGURA, J. (1995): “El sistema defensiu de la porta d’entrada del poblat ibéric de La Serreta. Estudi preliminar”, Recerques del Museu d’Alcoi, 4: 135-162. LÓPEZ, A. (2003): “La fortificación ibérica del Turó del Montgros (El Brull, Barcelona)”, Alebus: Cuadernos de Estudios Históricos del Valle de Elda, 13: 105-131. LÓPEZ, D. (2004): “Primers resultats arqueobotànics (llavors i fruits) al jaciment protohistòric del Turó de la Font de la Canya (Avinyonet del Penedès)”, Revista d’Arqueologia de Ponent, 14: 149-177. LÓPEZ, J.A. y CONTRERAS, S. (2002): Cartografía histórica giennense (Siglos XVII-XX), Instituto de Estudios Giennenses, Diputación de Jaén, Jaén. LÓPEZ CASTRO, J. L. (2003): “Baria y la agricultura fenicia en el Extremo Occidente (Villaricos)”, en C. GÓMEZ BELLARD (ed.): Ecohistoria del paisaje agrario. La agricultura fenicio-púnica en el Mediterráneo, Valencia: 93-110. LÓPEZ CASTRO, J. L. (2005): “Astarté en Baria. Templo y producción entre los fenicios occidentales”, Archivo Español de Arqueología, 78: 5-21. LÓPEZ CASTRO, J. L. (2006): “Las ciudades fenicias occidentales: producción y comercio entre los siglos VI-III a.C.”, en B. COSTA y J. H. FERNÁNDEZ (Eds.), Economía y finanzas en el mundo feniciopúnico de Occidente, XX Jornadas de Arqueología fenicio-púnica, Ibiza: 27-50. LÓPEZ CASTRO, J. L. (2007): “La ciudad fenicia de Baria. Investigaciones 1987-2003”, Actas de las Jornadas sobre la Zona Arqueológica de Villaricos, Sevilla: 19-39. LÓPEZ CASTRO, J. L.; ESCORIZA MATEU, T.; ALCARAZ HERNÁNDEZ, F. (1990): “Excavación arqueológica de urgencia en Villaricos (Cuevas del Almanzora, Almería) en 1987”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1987, vol. III: 18-26. LÓPEZ CASTRO, J. L. y ADROHER AUROUX, A. (2008): “Andalucía Oriental durante el I Milenio a.C.: la costa fenicia y la Bastetania ibera”, Mainake, 30: 145-156. LÓPEZ CASTRO, J. L. y ALCARAZ HERNÁNDEZ, F. (2001): “Informe sobre la excavación de urgencia efectuada en el solar situado en la Calle ‘la Central’ de Villaricos (Cuevos del Almanzora)”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1997, vol. III, Sevilla: 14-19. LAQUEUR, R. (1921): “Scipio Africanus und die Eroberung von Neukarthago“, Hermes, 56: 131-225. LAUNEY, M. (1949): Recherches sur les armées hellénistiques, I, Boccard, Paris. LAZENBY, J. F. (1978): Hannibal’s War. A Military History of the Second Punic War, Warminster. LAZENBY, J.F. (1988): Hannibal’s War. A Military History of the Second Punic War, 2ª ed., University of Oklahoma Press, Norman. LE BOHEC, Y. (1996): Histoire militaire des guerres puniques, Du Rocher, Paris. LE BOHEC, Y. (2011): “The Third Punic War: the Siege of Carthage (149-146 BC)”, in D. HOYOS (ed.), A companion to the Punic Wars, Malden: 431-437. LE BOHEC, Y. (ed., 2015): The Encyclopedia of the Roman Army. Willey-Blackwell. LE ROUX, P. (1997) “Glandes”, en P. ROUILLARD, Antiquités de l’Espagne, Musee du Louvre, Paris:68-70. LECHUGA GALINDO, M. (1991-1993): “La presencia púnica en Cartagena: testimonios numismáticos”, Acta Numismática, 21-23: 155-166. LEE, J.W. (2001): “Urban combat at Olyntos, 348 BC”, en P.W.M. FREEMAN y A. POLLARD (Eds.), Fields of conflict., BAR IS, 958: 11-22. LEFEBVRE, H. (1979): Du rural à l’urbain, Textos agrupados por Mario Gaviria, Antrophos, Paris. LEGODI, M. A. y DE WAAL, D. (2003), “Raman analysis of red-brown and gray shards from 16th and 17th century Portuguese shipwrecks”, Crystal Engineering, 6: 287-299. LEGODI, M. A. y DE WAAL, D. (2007): “The Preparation of magnetite, goethite, hematite and maghemite of pigment quality from mill scale iron waste”, Dyes and Pigments, 74: 161-168. LEIDL, CHR. (1996): Appians Darstellung des 2. Punischen Krieges in Spanien: Iberike c.1-38 [Paragraphen] 1-158a. Text und Kommentar, Editio Maris. LEIGH, M. (2007): “Epic and Historiography at Rome”, en J. MARINCOLA (Ed.), A Companion to Greek and Roman Historiography. Vol. II, Oxford: 483-492. LENDON, J. E. (2006) : Le ombre dei guerrieri. Strategie e battaglie nell’età antica, Turín. LEVENE, D.S. (2005): “Polybius on ‘seeing’ and ‘hearing’: 12.27”, Classical Quarterly, 55: 627-629. LEVENE, D.S. (2010): Livy on the Hannibalic War, Oxford University Press, Oxford. LILLO CARPIO, P.A. (1987): “Notas sobre la ballesta y el cuadrillo en la Baja Edad Media”, Homenaje al Profesor J. Torres Fontes, Murcia: 871-880. LINDENSCHMIT, L. (1865): “Le pilum. lettre a M.J. Quicherat”, Revue Archéologique, 1: 387-391. LITTRÉ, É. (1848): Pline l’Ancien. Histoire Naturelle de Pline, avec la traduction en français par É. Littre, vol. I, Dubochet, París. 669 Bibliografía LORETO, L. (2001): “La convenienza di perdere una guerra. La continuità della grande strategia cartaginese, 290-238/7”, in Y. LE BOHEC (ed.), La Première Guerre Punique. Autour d l´oeuvre de M.H. Fantar, Actes de la Table Ronde de Lyon (mercredi 19 mai 1999), Lyon: 39-105. LORRIO ALVARADO, A.J. (1994): “La evolución de la panoplia celtibérica”, Madrider Mitteilungen, 35: 212-258. LORRIO ALVARADO, A.J.; SÁNCHEZ DE PRADO, M.D. (2009): La necrópolis celtibérica de Arcóbriga. Monreal de Ariza, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, Diputación de Zaragoza, Zaragoza (= Caesaraugusta, 80). LORRIO, A.; MIGUEL, P. de; SÁNCHEZ (2010): “Enterramientos infantiles en el oppidum de El Molón (Camporrobles, Valencia)”, CAUN, 18: 201-262. LOZANO VELILLA, A. (1987): “Conquista de España por Roma”. Historia General de España y América, Tomo I.2. Madrid, Rialp: 385-502. LUIK, M. (2000): “Republikanische pilumfunde vom ‘Talamonaccio”Italien”, Archäologisches Kirrespondenzblatt, 30: 269-276. LUIK, M. (2002): Die Funde aus den Römischen Lagern um Numantia im Römisch-Germanischen Zentralumuseum, RGZM Vrlg, Mainz. LUJÁN, E.R. (2003): “En torno a la identificación de la ceca IKALE(N)SKEN (MLH A.95)”, Palaeohispanica, 3: 129-135. LUJÁN, E. (2005): “Los topónimos en las inscripciones ibéricas”, Acta paleohispánica, IX: 471-489. LYDING WILL, E. (1982): “Greco-Italic amphoras”, Hesperia, 51: 338-356. MADRID BALANZA, M. J. (2004): “Primeros avances sobre evolución urbana del sector oriental de Carthago Nova”, Mastia, 3: 31-70. MADRID BALANZA, M. J. y VIZCAÍNO SÁNCHEZ, J. (2008): “Barrio Universitario de Cartagena (PERI CA 4)”, en XIX Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, Murcia: 255-256. MALINOWSKI, B. (2008): Sulla Guerra, Roma. MARCHETTI, P. (1978): Histoire économique et monétaire de la Deuxième Guerre Punique, Académie royale de Belgique, Bruselas. MARÍN BAÑO, C. (1998): “Un modelo estratigráfico de la Cartagena púnica: la muralla de QuartHadast”, AnMurcia, 13-14: 121-139. MARÍN Y PEÑA, S. (1956): Instituciones militares romanas. Enciclopedia clásica II. Madrid, CSIC. MARMORALE, E.V. (1945): Naevius poeta: saggio biobibliografico con edizione critica dei Frammenti, G. Crisafulli, Catania. MARÓTI, E. (1983): “On the Causes of Carthage´s Destruction”, Oikoumene, IV: 223-231. MARQUIS, TH. (1931): Wooden Leg. A warrior who fought Custer (Lincoln without year, Reprint of the edition from 1931). LÓPEZ CASTRO, J. L.; ALCARAZ HERNÁNDEZ, F. M.; ORTIZ SOLER, D.; SANTOS PAYÁN, A. y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2009): “Informe sobre la excavación de urgencia efectuada en el solar situado en la calle ‘La central’ esquina calle ‘La balsa’ de Villaricos (Cuevas del Almanzora, Almería)”, Anuario Arqueológico de Andalucía 2004, vol. I, Sevilla: 49-61. LÓPEZ CASTRO, J.L.; ALEMÁN, B. y MOYA, L. (2010): “Abdera y su territorio: descubrimientos recientes”, Mainake, 32: 91-107. LÓPEZ CASTRO, J. L.; MANZANO-AGUGLIARO, F. y ALEMÁN OCHOTORENA, B. (2010): “Altos de Reveque: un asentamiento fortificado feniciopúnico en el litoral de Andalucía Oriental”, AEspA, 83: 27-46. LÓPEZ CASTRO, J. L.; MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V.; MOYA COBOS, L. y PARDO BARRIONUEVO, C. A. (2011): Baria I. Excavaciones Arqueológicas en Villaricos. La Excavación de urgencia de 1987, Editorial Universidad de Almería, Almería. LÓPEZ CASTRO, J.L.y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2012): “Baria en la segunda guerra romanocartaginesa: su papel histórico a través de la documentación literaria y arqueológica”, en S. REMEDIOS, F. PRADOS Y J. BERMEJO (eds.), Aníbal de Cartago. Historia y Mito, Editorial Polifemo, Madrid: 329-344. LÓPEZ MARTÍNEZ, M. V. y EGEA VIVANCOS, A. (2009): “Excavación arqueológica en la calle Serreta esquina Martín Delgado, Cartagena”, XIX Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia, Murcia: 275-278. LÓPEZ MULLOR, A. (2003): “La fortificación ibérica del Turó del Mongròs (El Brull, Barcelona)”, Alebus: Cuadernos de Estudios Históricos del Valle de Elda, 13: 105-131. LÓPEZ PALOMO, L.A. (1987): Santaella. Raices históricas de la Campiña de Córdoba, Serie Estudios Cordobeses, 42, Córdoba. LÓPEZ ROZAS, J., ZAFRA. N. y CRESPO, J.M. (1993a): “Prospección arqueológica superficial en el Valle del Guadalquivir. Campaña de 1991”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1991, II: 275-278. LÓPEZ ROZAS, J., CRESPO, J.M. y ZAFRA. N. (1993b): “Prospección arqueológica superficial en la cuenca del Guadalquivir, Valle del Guadalimar, provincia de Jaén. Campaña 1991. Campaña de 1991”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1991, II: 279-282. LÓPEZ SÁNCHEZ, F. (2010): “Dracmas ampuritanas y marsellesas acuñadas para Cartago (218211/209 a.C.)”, Mainake XXXII, I: 601-617. LÓPEZ VILAR, J. (2013): “Glandes Inscriptae a l’ager Tarraconensis”, en J. LOPEZ VILAR (ed.), Tarraco biennal. Actes 1 Congrès Internacional, Tarragona: 175-184. 670 Bibliografía en A. Morillo, R. Hanel y E. Martín (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre la frontera romana (León 2006), Anejos de Gladius, 13: 365-374. MARTÍNEZ, A.; OLCINA, M. y SALA, F. (2009): “Nueva lectura de la arquitectura doméstica de la Illeta dels Banyets (el Campello, Alacant)”, en L’espai domèstic i l’organització de la societat a la protohistòria de la Mediterrània occidental (Ier mil·lenni aC), Arqueo Mediterrània, 11: 153-163. MARTÍNEZ GÁZQUEZ, J. (1981): “Sobre Aníbal y su paso por los Pirineos», Faventia, 3, 2: 223-226. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2011): La política social y económica de los bárquidas en la Península Ibérica, Tesis doctoral, Almería. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2012): Baria II. La conquista romana de Baria, Editorial Universidad de Almería, Almería. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (e.p.): «El comercio en Baria a finales del siglo III a.C.», en Actes du VIIème Congrès International des Études Phéniciennes et Puniques, Hammamet. MARTÍNEZ LÓPEZ, E.J. (2012): “Conjeturas sobre las defensas arsetanas”, Arse, 46: 109-170. MARTÍNEZ VELASCO, A. (2003): “Altikogaña (Eraul, Navarra) y la conquista romana de los pueblos del extremo oriental del Cantábrico”, Revista Española de Historia Militar, 40: 163-167. MAS, J. (1972): Perspectivas actuales de la arqueología en Cartagena y su proyección submarina, Cartagena. MASSA-PAIRAULT, F.H. (1985): Recherches sur l’art et l’artisanat étrusco-italique à l’époque hellénistique, Ecole Française de Rome, Rome. MATA, C. (2000): “La Segunda Guerra Púnica y su incidencia en los pueblos indígenas de la costa mediterránea peninsular”, en B. COSTA, J.H. FERNÁNDEZ (Eds.), La Segunda Guerra Púnica en Iberia, XIII Jornadas de Arqueología fenicio-púnica en Ibiza, Treballs del MAEF, 44: 27-49. MAYANS Y SISCAR, G. (1746): “Carta a Enrique Flórez de 19 de marzo de 1746”, en Biblioteca Archivo Hispano Mayansiano nº 138 (y cf. Biblioteca Digital Valenciana en bivaldi.gva.es). MAYHOFF, C. e IAN, L. (1906): C. Plini Secundi Naturalis Historiae libri (ed. Teubner: 1892-1933), t. I, Leipzig (reed. Stuttgart, 1967). MAYORAL, V. (2000): Conflicto social y paisajes agrarios en Andalucía Oriental durante el periodo ibérico tardío, Tesis Doctorales, Universidad Complutense de Madrid, 2000. Mc DONNELL-STAFF, P. (2010): “The peg that would break. Marius and the pilum: a roman myth”, Ancient Warfare, V.1: 34-36. Mc LEOD, W. (1965): “The Range of the Ancient bow”, Phoenix, 19.1: 1-14. Mc LEOD, W. (1972): “The range of the ancient bow: Addenda”, Phoenix, 26: 78-82. MARSDEN, E.W. (1969): Greek and Roman Artillery. Historical Development, Clarendon press, Oxford. MARTÍ, Mª Á. (1998): El área territorial de ArseSaguntum en época ibérica, Institución Alfons el Magnànim, Estudios Universitarios 72, Valencia. MARTÍN-BUENO, M. (2008): “La guerra y la arqueología: carencias y evidencias”, Saldvie, 8: 9-12. MARTÍN ÁVILA, G. (1963-1964): “La terra sigillata hispánica en Sagunto”, RCRF, V-VI: 37-46. MARTÍN ÁVILA, G. (1971): “El problema de las lagunas de Almenara”, en III Congresso Int. di Archaeologia sottomarina, Bordighera: 91-99. MARTÍN CAMINO, M. (1994): “Colonización fenicia y presencia púnica en Murcia”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, J.L. CUNCHILLOS ILARRI y M. MOLINA MARTOS (coord.), El mundo púnico. Historia, sociedad y cultura, Actas del I Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico, Murcia: 291-324. MARTÍN CAMINO, M. (1996): “Relaciones entre la Cartagena prebárquida y la Magna Grecia y Sicilia antes de la Primera Guerra Púnica. Consideraciones a partir de algunas marcas de ánforas (I)”, Cuadernos de Arqueología Marítima, 4: 11-37. MARTÍN CAMINO, M. (1998): “Un contexto cerámico de finales del s. III a.C.: el vertedero púnico de la Plaza de San Ginés (Cartagena)”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 9-28. MARTÍN CAMINO, M. (2000): “Cartagena durante la época bárquida: precedentes y estado de la cuestión”, en La Segunda Guerra Púnica en Iberia. XIII Jornadas de Arqueología fencio-púnica, Ibiza: 9-26. MARTÍN CAMINO, M. y ROLDÁN BERNAL, B. (1994): “Un tipo de ánfora púnica centromediterránea en occidente durante época bárquida: Merlin/Drappier-3”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, J. L. CUNCHILLOS ILARI y M. MOLINA MARTOS (Coords.), El mundo púnico: historia, sociedad y cultura, Actas del I Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico, Murcia: 465-475. MARTÍN CAMINO, M.y ROLDÁN BERNAL, B. (1997): “Calle Serreta números 8,10 y 12”, Memorias de Arqueología. Excavaciones Arqueológicas en Cartagena 1982-1986, Murcia: 73-94. MARTÍN CAMINO, M. y ROLDÁN BERNAL, B. (2000): “Cerámica de cocina de importación en la Cartagena púnica: los morteros y grandes platos. Siglo III a.C.”, en Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos (Cádiz, 2 al 6 de octubre de 1995), vol. IV, Cádiz: 1615-1623. MARTÍN RUIZ, J. A. (2010): “El comercio cananeo y fenicio a través del cargamento transportado en los pecios hallados en el Mediterráneo”, Revista Atlántica-mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social, 12: 127-138. MARTÍNEZ, A. (2009): “Campamentos romanos de campaña en el extremo oriental del Cantábrico”, 671 Bibliografía MEIJER, F.J. (1984): “Cato´s African Figs”, Mnemosyne, XXXVII: 117-124. MELGARES GUERRERO, J.A. (1982): “La Falárica de Asso. Contribución al estudio del armamento ibérico en la región murciana”, en Homenaje a Conchita Fernández Chicarro, Madrid: 288-291. MELTZER, O. (1879 i 1896): Geschichte der Karthager, 2 vols., Berlín. MELTZER, O. y KAHRSTEDT, U. (1913): Geschichte der Karthager, t. III, Berlín. METZLER, J. (1993): “Les sepultures de l’aristocratie en Gaule Belgique”, Les Celtes en Normandie. Revue Archéologique de l’Ouest. Supplément, 6: 267-277. MÉNDEZ ORTIZ, R. y MARTÍNEZ ANDREU, M. (1997): “Calle del Duque, esquina Montanaro”, Memorias de Arqueología. Excavaciones arqueológicas de Cartagena 1982-1988, Murcia: 272-273. MEYER, E. (1924): Kleine Schriften, t. II, Halle (Saale). MIKS, C. (2007): Studien zur Römischen Schwertbewaffnung in der Kaiserzeit, Kölner Studien zur Archäologie der Römischen Provinzen (KSARP), 8, Vrlg. Marie Leidorf, Rahden. MILES, R. (2011): “Hannibal and Propaganda”, en D.B. HOYOS (Ed.), A Companion to the Punic Wars, Oxford: 260-279. MINEO, B. (2011): “Principal literary sources for the Punic Wars (apart from Polybius)”, en D. Hoyos (ed.): A companion to the Punic Wars. Oxford, Wiley-Blackwell: 111-127. MIRA GUARDIOLA, M.A. (2000): Cartago contra Roma. Las guerras púnicas. Madrid, Alderabán. MOLINOS, M., RÍSQUEZ, C., SERRANO, J.L. y MONTILLA, S. (1994): Un problema de fronteras en la periferia de Tartessos: las Calañas de Marmolejo, Colección Martínez de Mazas. Serie Monografías de Arqueología Histórica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, Jaén. MOLINOS, M.; CHAPA, T.; RUIZ, A.; PEREIRA, J.; RÍSQUEZ, C.; MADRIGAL, A; ESTEBAN, A.; MAYORAL, V. y LLORENTE, M. (1998): El santuario heroico de ‘El Pajarillo’, Huelma, Jaén, Universidad de Jaén, Jaén. MOMMSEN, TH. (1885): “Die Örtlichkeit der Varusschlacht”, an Sitzungsberichte der Preußischen Akademie der Wissenschaften, Berlin: 63-92. MONTANERO VICO, D. (2008): “Los sistemas defensivos de origen fenicio-púnico del sureste peninsular (siglos VIII-III a.C.): nuevas interpretaciones”, en Arquitectura defensiva fenicio-púnica, XXII Jornadas de Arqueología Fenicio-púnica, Eivissa: 91-144. MONTENEGRO, A. (1986): “La conquista de Hispania por Roma”. En Historia de España R. Menéndez Pidal, II.1, España Romana. Madrid, Espasa: 5-193. MONTERO RUIZ, I.; GENER, M.; HUNT, M.; RENZI, M. y ROVIRA, S. (2008): “Caracterización analítica de la producción metalúrgica protohistórica de plata en Cataluña”. Revista d´Arqueología de Ponent, 18: 292-316. MONTERO RUIZ, I.; PERÉZ, A. y RAFEL, N. (2011): “Sobre la procedencia de los metales de las primeras monedas del NE ibérico. Aplicación de análisis de isótopos de plomo”. En Mª Paz GarcíaBellido, Laurent Callegarin y Alicia Jiménez (eds.): Barter, Money and coinage in the ancient mediterranean (10th-1st Century BC). Anejos de Archivo Español de Arqueología, LVIII: 203-212. MONTES, E. (2009): “Una aproximación a los recursos agrícolas de la Bastetania”, en A.M. ADROHER y J. BLÁNQUEZ (coords.), Serie Varia 9, Actas del I Congreso Internacional de Arqueología Bastetana, Granada: 293-300. MONTES, E. (2014): Las Prácticas Agrícolas en la Alta Andalucía a través de los análisis carpológicos: Desde la Prehistoria Reciente al s. II d.n.e. Tesis doctoral inédita. Universidad de Jaén. MONTES, E. (2015): “La Agricultura y la gestión de los recursos vegetales en el Oppidum de Puente Tablas” en A. Ruiz y M. Molinos (Ed.): Jaén, Tierra Ibera: 40 años de Investigaciones arqueológicas en Jaén. Universidad de Jaén: 127-135. MONTILLA, S. y RÍSQUEZ, C. (1991): “Delimitación, levantamiento topográfico, limpieza y dibujo de estructuras en el yacimiento arqueológico de Los Castellones de Cabiedes, Cazorla, Jaén. Actividad de urgencia”, Anuario Arqueológico de Andalucía, 1989 III, Junta de Andalucía, Sevilla: 266-269. MOOSBAUER, G. y WILBERS-ROST, S. (2007): „Kalkriese-Ort der Varusschlacht?“, En R. Wiegels (ed.), Die Varusschlacht. Wendepunkt der Geschichte?, Theiss Vrlg., Stuttgart: 23-36. MOOSBAUER, G. y WILBERS-ROST, S. (2009): “Kalkriese und die Varusschlacht. Multidisziplinäre Forschungen zu einem militärischen Konflikt“, 2000 Jahre Varusschlacht. Konfikt, Theiss Vrlg., Stuttgart: 56-67. MORALES, A. DE (1575): Las Antigüedades de las Ciudades de España..., Alcalá de Henares. MORATALLA JÁVEGA, J. (1994): “La agricultura de L’Alcoia-Comtat en época ibérica: datos para su estudio”, Recerques del Museu d’Alcoi, 3: 121-133. MOREL, J. P. (1998): “Que buvaient les Carthaginois?”, en El vi a l’Antiguitat. Economia, producción i comerç al Mediterrani Occidental, II Col·loqui Internacional d’Arqueologia Romana (Badalona), Monografies Badalonines, 14: 29-38. MORENO, Mª. I. (2012): La decoración de la cerámica ibérica del Alto Guadalquivir: el caso de Turruñuelos (Villacarrillo-Úbeda, Jaén), Trabajo Fin de Máster, Universidad de Jaén, inédito. MORENO, Mª. I. (2013): “La cerámica ibérica con decoración geométrica de Castellar y Turruñuelos. Breves consideraciones”, Santuarios Iberos: territorio, ritualidad y memoria. Actas del Congreso El santuario de La Cueva de la Lobera de Castellar. 672 Bibliografía yacimientos andaluces”, en XIX CNA Castellón, 1987: 457-465. MURILLO REDONDO, J.F. (1994): La cultura tartésica en el Guadalquivir medio (=Ariadna, 13-14), Ayuntamiento de Palma del Río y Diputación Provincial de Córdoba, Córdoba. MUTZ, A. (1988): “Die Deuting eines eisenfundes aus dem Römischen Lager Cáceres el Viejo“, MM, 29: 201-207. NEGUERUELA MARTÍNEZ, I. (1990): Los monumentos escultóricos ibéricos del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), Ministerio de Cultura, Madrid. NICOLET, C. (1984): Roma y la conquista del mundo mediterráneo 264-27 a. de J. C., t. 2, Editorial Labor, Barcelona. NICOLINI, G., RÍSQUEZ, C., RUIZ, A. y ZAFRA, N. (2004): El santuario ibérico de Castellar, Jaén. Intervenciones arqueológicas 1966-1991, Arqueología Monografías, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla. NIJBOER, A. (1991): “Funerary symbols on the temple decorations from the Talamonaccio”, Papers from the Institute of Archaeology, Univ. of London, 2: 17-28. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (1999): “Ánforas turdetanas, mediterráneas y púnicas del s. III del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz)”, en XXIV Congreso Nacional de Arqueología, vol. 3, Cartagena: 133-140. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M. (2002): “Las ánforas turdetanas del tipo Pellicer D. Ensayo de clasificación”, SPAL, 11: 233-252. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M. (2003): “El uso ritual de la vajilla cerámica en la necrópolis púnica de Cádiz”, Archivo Español de Arqueología, 76: 3-30. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (2003): Las cerámicas gaditanas “tipo Kuass”. Bases para el análisis de la bahía de Cádiz en época púnica, Real Academia de la Historia, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 21, Madrid. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. M. (2004): “La cerámica púnico-gaditana del s. III a.C. El uso de la vajilla en el ámbito funerario y ritual de la Necrópolis”, en A. GONZÁLEZ BLANCO, G. MATILLA SÉIQUER y A. EGEA VIVANCOS (Coords.), El mundo púnico: religión, antropología y cultura material, Actas del II Congreso Internacional sobre el Mundo Púnico, Murcia: 267-297. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª (2008): “La cerámica “Tipo Kuass””, en D. BERNAL CASASOLA y A. RIBERA LACOMBA (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz: 245-262. NIVEAU DE VILLEDARY Y MARIÑAS, A. Mª. (2011): “La producción alfarera extremo-occidental entre los ss. III y I a.C. Balance historiográfico y estado 1912-2012 (RÍSQUEZ, C. y RUEDA, C., eds.), Asociación para el desarrollo rural de la Comarca de El Condado, Jaén: 397-411. MORET P. (1990): “Fortins, “tours d’Hannibal” et fermes fortifiées dans le monde ibérique”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 26/1: 5-43 (en línea: http://www.persee.fr/web/revues/ home/prescript/article/casa_0076-230X_1990_ num_26_1_2558). MORET, P. (1991): “Facteur indigènes et exogènes dans l’evolution de l’architecture défensive ibérique”, en Fortificacions. La problemàtica de l’Iberic Ple (segles IV-III a.C.), Manresa: 265-271. MORET, P. (2001): “Del buen uso de las murallas ibéricas”, Gladius, 21:137-144. MORET, P. (2004): “Tours de guet, maisons à tour et petits établissements fortifiés de l’Hispanie républicaine: L’apport des sources littéraires”, en P. MORET y T. CHAPA (eds.), Torres, atalayas y casas fortificadas. Explotación y control del territorio en Hispania (S. III a. de C. - S. I d. de C.), Universidad de Jaén-Casa de Velázquez, Jaén: 13-30 (en línea: http://hal.archives-ouvertes.fr/ docs/00/36/52/83/PDF/Turres2004.pdf). MORET, P. y CHAPA, T. (2004): Torres, atalayas y casas fortificadas: explotación y control del territorio en Hispania (fines del siglo III a. C.-siglo I d.C.), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y Casa de Velázquez, Jaén. MORILLO, A. (1991): “Fortificaciones campamentales de época romana en España”, Archivo Español de Arqueología, 64: 135-190. MORILLO, A. (coord.) (2002): Arqueología militar romana en Hispania, Anejos de Gladius 5, CSIC, Madrid. MORILLO, A. (2003): “Los establecimientos militares temporales: Conquista y defensa del territorio en la Hispania Republicana”, en A. MORILLO, F. CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto, Universidad de León-Casa de Velásquez, Madrid: 41-80. MORILLO, A. (ed.) (2006): Arqueología militar romana en Hispania. Producción y abastecimiento en el ámbito militar, Universidad de León, Ayuntamiento de León. MOSCATI, S. (1972): I Fenici e Cartagine, Unione tipografico-editrice torinese, Torino. MOZAS, S. (2006): “Consideraciones sobre las emisiones de Iltiraka: procedencia y tipología”, Actas del XII Congreso Nacional de Numismática. MadridSegovia octubre 2004: 269-286. MÜLLER, L. (1860): Numismatique de l’ancienne Afrique. Reprint.: OBOL Inter., 1977 Chicago. MURILLO REDONDO, J.F. (1989): “Nuevas puntas de flecha con doble filo y arpón procedentes de 673 Bibliografía of Hispania. Archaeological evidence of the assault and destruction of the Iberian city of Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona)”, Journal of Roman Archaelogy, 27: 60-81. NOLLA BRUFAU, J.M.; PALAHI, L. y VIVO, J. (eds.) (2010): De l’oppidum a la civitas. La romanització inicial de la Indigècia, Universitat de Girona, Girona. NORA, P. (2001): “Entre mémoire et histoire“, en Pierre Nora (ed.), Les lieux de mémoire, t. 1, La République, 2a ed., Paris, Gallimard: 23-43. NORDSTRÖM, S. (1961): Los cartagineses en la costa alicantina, Sucesor de Such, Serra y Cía., Alicante. NORDSTRÖM, S. (1967): Excavaciones en el poblado de La Escuera (San Fulgencio, Alicante), T.V. del S.I.P., 34, Valencia. ÑACO, T.; ANTELA-BERNÁRDEZ, B.; ARRAYÁSMORALES, I. y BUSQUET-ARTIGAS, S. (2009): “The civilian impact of the Roman intervention in Greece and Asia Minor (88-63 BC)”, en B. ANTELA-BERNÁRDEZ y T. ÑACO DEL HOYO (eds.), Transforming Historical Landscapes In The Ancient Empires, BAR Int.Ser., Oxford: 33-51. OCHARÁN, J. A. y UNZUETA, M. (2002): “Andagoste (Cuartango, Álava): un nuevo escenario de las guerras de conquista en el norte de Hispania”, en A. MORILLO (coord.), Arqueología militar romana en Hispania, Anejos de Gladius 5, CSIC, Madrid: 311-325. OLCESE, G. (2008): “The production and circulation of Greco-Italic amphorae of Campania (Ischia/ Bay of Naples) - The data of the archaeological and archaeometric research”, Skyllis (=Transportkeramik: Ein Massenartikel als Schlüssel zur Wirtschafts- und Handelsgeschichte der Antiken Welt, Frankfurt am Main 2006), Jahrgang 7 - 2005/2006, Heft 1-2: 60-75. OLCESE, G. (2010): Le anfore greco italiche di Ischia: archeologia e archeometria Artigianato ed economia nel Golfo di Napoli, Edizioni Quasar, Roma. OLCINA, M. (1987): “La ocupación ibérica y romana del cerro del Castell”, en VV.AA., Guía de los monumentos romanos y del Castillo de Sagunto, Generalitat Valenciana, Valencia: 72-108. OLCINA, M. (1991): “Fortificaciones en el Tossal de Manises. Estado de la cuestión”, en R. AZUAR (ed.), Fortificaciones y castillos de Alicante, Publicaciones de la CAM, 157, Alicante: 25-60. OLCINA, M. (1999): “Fortificacions al Tossal de Manises (Alacant): les aportacions de la sedimentología”, en Geoarqueología y Quaternari litoral. Memorial M. P. Fumanal, Valencia: 205-216. OLCINA, M. (2005): “La Illeta dels Banyets, el Tossal de Manises y la Serreta”, en L. ABAD, F. SALA, I. GRAU (eds.), Contestania ibérica, treinta años después, Alicante: 147-177. OLCINA, M. (2009): Lucentum (Tossal de Manises, Alicante). Historia y Arqueología, Diputación de Alicante, Alicante. de la cuestión”, en Yõserim: La producción alfarera fenicio-púnica en occidente, XXV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Eivissa), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 66: 107-164. NOCETE, F. (1990): “Morrón de Guadahornillos (Beas de Segura, Jaén). Una actuación de urgencia sin sondeo estratigráfico”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1998, III: 211-219. NOGUERA, J. (2007): Gènesi i evolució de l’estructura del poblament ibèric en el curs inferior del riu Ebre: la Ilercavònia septentrional, Tesi Doctoral, Universitat de Barcelona (en línia <http://hdl.handle. net/10803/2599> [Consulta: 6 de setiembre de 2012]. NOGUERA, J. (2008): “Los inicios de la conquista romana en Iberia. Los campamentos de campaña del curso inferior del río Ebro”, Archivo Español de Arqueología, 81: 31-48. NOGUERA, J. (2009): “Los campamentos romanos en el curso inferior del río Ebro durante la Segunda Guerra Púnica”, en A. MORILLO, R. HANEL y E. MARTÍN (eds.), Limes XX. Actas XX Congreso Internacional Estudios sobre la frontera romana (León 2006), Anejos de Gladius, 13: 329-338. NOGUERA, J. (2012): “La Palma-Nova classis. A Publius Cornelius Scipio Africanus encampment during the Second Punic War in Iberia”, Madrider Mitteilungen, 53: 262-288. NOGUERA, J.; TARRADELL-FONT, N. (2009a): “Noticia sobre las monedas del campamento romano de la Segunda Guerra Púnica de la Palma (l’Aldea, Tarragona)”, en A. ARÉVALO GONZÁLEZ (ed.), XIII Congreso Nacional de Numismática “Moneda y Arqueología”, Cádiz-Madrid: 119-142. NOGUERA, J. y TARRADELL-FONT, N. (2009b): “Avance al estudio de las monedas del Camí del Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona)”, en A. ARÉVALO (Ed.), XIII Congreso Nacional de Numismática “Moneda y Arqueología”, CádizMadrid: 143-162. NOGUERA, J.; MADRID, Mª. J. y VELASCO, V. (2011-2012): “Novedades sobre el arx Hasdrubalis de Qart Hadast (Cartagena): nuevas evidencias arqueológicas de la muralla púnica”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, 37-38: 479-507. NOGUERA, J.; BLE GIMENO, J. y VALDES MATÍAS, P. (2013): La Segona Guerra Púnica al nord-est d’Ibèria: una revisió necessària, Societat Catalana d’Arqueologia, Barcelona. NOGUERA, J.; ASENSIO, D. y JORNET, R. (2012): “La destrucción del Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona)”, en II Congreso Internacional Iberos del Ebro, 16-19 noviembre 2011, Alcañíz – Tiviss, Sèrie Documenta 25, Institut Català d’Arqueologia Clàssica, Tarragona: 231-246. NOGUERA, J.; ASENSIO, D.; BLE, E. y JORNET, R. (2014): “The beginnings of the Roman conquest 674 Bibliografía PARETI, L. (1953): Storia di Roma, Unione Tipografico-Editrice Torinese, Torino. PARIS, P. (1914): “Histoire de Carthage de 218 à 146”, Bulletin Hispanique: 372-381. PARKER, A. J. (1992): “Ancient Shipwrecks of the Mediterranean & Roman Provinces”, British Archaeological Reports International Series, 580, Oxford. PARRAS, D.; MONTEJO-GÁMEZ, M.; RAMOS-MARTOS, N. y SÁNCHEZ, A. (2006): “Analysis of Pigments and Coverings by X-Ray Diffraction (XRD) and Micro Raman Spectroscopy (MRS) in the Cemetery of Tutugi (Galera, Granada, Spain) and the Settlement Convento 2 (Montemayor, Córdoba, Spain)”, Spectrochimica Acta Part A: Molecular and Biomolecular Spectroscopy, 64: 1133-1141. PARRAS, D. (2008): Análisis en contextos arqueológicos de Andalucía mediante Microscopía Raman y Cromatografía de Gases-Espectrometría de Masas, Departamento de Patrimonio Histórico de la Universidad de Jaén, Jaén. PARRAS, D.; VANDENABEELE, P.; SÁNCHEZ, A.; MONTEJO, M.; MOENS, L. y RAMOS, N. (2010): “Micro-Raman spectroscopy of decorated pottery from the Iberian archaeological site of Puente Tablas (Jaén, Spain, 7th-4th Century B.C.)”, Journal of Raman Spectroscopy, 41: 68-73. PASCUAL, I. (1991): “Una torre defensiva romana bajo la calle de la Muralla (Sagunto, Valencia)”, Arse, 26: 123-132. PASCUAL, I. y ARANEGUI, C. (1993): “Una torre defensiva de época republicana en el Castell de Sagunt”, Saguntum, 26: 189-203. PASTOR, M.; CARRASCO, J.; PACHÓN, J.A. (1992): “Paleoetnologia de Andalucia Oriental (Etnogeografia)”, Paleoetnología de la Peninsula Ibérica (Actas Congreso 1989), ed. M. Almagro Gorbea y G. Ruiz Zapatero, Complutum 2-3, Madrid: 119-136. PEÑA-CHOCARRO, L. (1999): “Prehistoric Agriculture in Southern Spain during the Neolithic and the Bronze Age. The application of ethnographic models”, BAR International Series, 818, Oxford. PERALTA LABRADOR, E. (2009): “La II Guerra Púnica”. M. Almagro-Gorbea (ed.) Historia Militar de España. Prehistoria y Antigüedad. Madrid, Defensa y Eds. Laberinto: 174-193. PEREA YÉBENES, S. (1999): “Dos nuevas glandes inscriptae de la provincia de Córdoba”, en Homenaje al Profesor Montenegro. Estudios de Historia Antigua, Valladolid: 553-560. PÉREZ, J. M. y ESTEVE-TÉBAR, R. (2004): “Pigment Identification in Greek Pottery by Raman Microspectroscopy”, Archaeometry, 46: 607-614. PÉREZ BALLESTER, J. (2002): Vasos sobrepintados italiotas del Museo Arqueológico de Madrid, Fundación Cajamurcia, Murcia. OLCINA, M. (ed.) (2009): Lucentum. (Tossal de Manises, Alicante). Arqueología e Historia, MARQ, Alicante. OLCINA, M.; GRAU, I.; SALA, F.; MOLTÓ, S.; REIG, C.; SEGURA, J.M. (1998): “Nuevas aportaciones a la evolución de la ciudad ibérica: el ejemplo de La Serreta”, en Actas del Congreso Internacional: Los iberos. Príncipes de Occidente, Barcelona: 35-46. OLCINA, M. y PÉREZ, R. (1998): La ciudad ibero-romana de Lucentum (El Tossal de Manises, Alicante). Introducción a la investigación del yacimiento arqueológico y su recuperación como espacio público, Diputació d’Alacant, Alicante. OLCINA, M.; GRAU, I. y MOLTÓ, S. (2000): “El sector I de La Serreta: noves perspectives sobre l’ocupació de l’assentament”, Recerques del Museu d’Alcoi, 9: 119-144. OLCINA, M.; GUILABERT, A. y TENDERO, E. (2010): “Lectura púnica del Tossal de Manises (Alicante)”, Mainake, 32 (I): 229-249. OLCINA, M.; GUILABERT, A. y TENDERO, E. (2012): Memoria de excavaciones. Actuación arqueológica en el foro y las termas de Popilio de Lvcentvm (Tossal de Manises, Alicante), memoria inédita depositada en la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana. OLCINA, M.; MARTÍNEZ, A. y SALA, F. (2009): La Illeta dels Banyets (El Campello, Alicante). Épocas Ibérica y Romana I, MARQ, Alicante. OLIVER, A. (1989): “Evidence of the Second Punic War in Iberian settlements south of the Ebro”, Studia Phoenicia, 10: 205-211. OREJAS, AL. (2001): “Los parques arqueológicos y el paisaje como patrimonio”, Arqueoweb: Revista sobre Arqueología en internet, vol. 3, nº 1. OTIÑA, P. y RUIZ DE ARBULO, J. (2000): “De Cese a Tárraco: evidencias y reflexiones sobre la Tarragona ibérica y el proceso de romanización”, Empúries, 52: 107-136. PACHÓN, J.A.; CARRASCO, J.L. y GAMIZ, J. (2010): “Espuela de bronce en el Cerro de las Agujetas de Pinos Puente, Granada. Un vestigio artístico de la toréutica aplicada a la implementa de los caballeros ibéricos”, Antiquitas, 22: 57-75. PALLOTTINO, M. (1990, ed.or. 1984): Etruscologia, Hoepli, Roma. PANDOLF, K. B.; GIVONI, B. Y GOLDMAN, R. F. (1977): “Predicting energy expenditure with loads while standing or walking very slowly”, Journal of Applied Physiology, 43: 577-581. PARATORE, E. (1970): “Ancora su Nevio, B.P., fr. 23 M”, in Festschr. K, Büchne, II, Wiesbaden: 224-243. PARCERO, C. (2006): “Diseño metodológico para el análisis locacional de asentamientos a través de SIG de base raste”, en I. GRAU (ed.), La aplicación de los SIG a la Arqueología del Paisaje, Publicaciones Universidad de Alicante, Alicante: 69-89. 675 Bibliografía PLIEGO, R. (2005): “Un nuevo conjunto monetal cartaginés procedente de El Gandul (Alcalá de Guadaira, Sevilla”, en Actas del XIII Congreso Internacional de Numismática, I, Madrid: 531–533. PONSICH, M. (1969): “Les céramiques d’imitation: La campanienne de Kouass. Region d’Arcila-Maroc”, Archivo Español de Arqueología, 42: 56-80. POPPER, V.S. (1988): “Selecting Quantitative Measurements in Paleoethnobotany”, en C.A. HASTORF y V.S. POPPER (Eds.), in Current Paleoethnobotany. Analytical Methods and Cultural Interpretations of Archaeological Plant Remains, Chicago: 53-71. POUX, M. (ed.) (2008): Sur les traces de César. Militaria tardo-républicains en contexte gaulois, Actes Table Ronde 17 Octobre 2002 (=Bribacte, 14), Glux-enGlenne. POUX, M. (2008): “L’empreinte du militaire tardo-républicain dans les faciès mobiliers de La Tène finale”, en M. POUX (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde (=Bribacte, 14): 299-432. POUX, M.; FEUGERE, M. y DEMIERRE, M. (2008): “Autour de Gergovie. Découvertes anciennes et récentes”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde. (=Bribacte, 14): 203-223. PRADOS, L. (1994): “Los santuarios ibéricos. Apuntes para el desarrollo de una arqueología de culto”, Trabajos de Prehistoria, 51: 127-140. PRADOS, F.; BLÁNQUEZ, J. J. (2007): “Las fortificaciones coloniales de la Península Ibérica: de los modelos orientales a los sistemas púnicohelenísticos”, en L. BERROCAL-RANGEL y P. MORET (eds.), Paisajes fortificados de la Edad del Hierro, Real Academia de la Historia-Casa de Velázquez, Madrid: 57-74. PRATT, G.M. (2009): “How do you know it’s a battlefield?”, en D. SCOTT, L. BABITS, C. HAECKER (eds.), Fields of conflict, Potomac books, Washington: 5-37. PRINCIPAL PONCE, J. (1998): Las importaciones de vajilla fina de barniz negro en la Cataluña sur y occidental durante el siglo III aC.: Comercio y dinámica de adquisición en las sociedades indígenas, BAR, I.s., 729, Oxford. PROCTOR, D. (1974): La expedición de Aníbal en la historia, Espasa-Calpe, Madrid. PUIG, A.M. (2006): “El taller ceràmic de Roses i les seves produccions”, en A. M. PUIG y A. MARTÍN (coord.), La colònia grega de Rhode (Roses, Alt Empordà), Museu de Catalunya Girona, Sèrie Monogràfica, 23: 295-560. PURITANI, L. (2002): “Problemi di classificazione e di datazione della cosiddetta ceramica di Gnathia”, Archeologia Classica, 53: 379-403. PY, M. (1990): “La céramique de l’îlot 1”, Lattara, 3: 71-91. PÉREZ BALLESTER, J. (2008): “La cerámica de barniz negro”, en D. BERNAL CASASOLA y A. RIBERA LACOMBA (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz: 263-274. PÉREZ BALLESTER, J. y GÓMEZ BELLARD, C. (2009): El depósito rural púnico de Can Vicent d’en Jaume (Santa Eulària des Rius, Ibiza), Treballs del Museu Arqueològic d›Eivissa i Formentera 63, Ibiza. PÉREZ BALLESTER, J y BERROCAL CAPARRÓS, M.ª C. (2013): “Los niveles bárquidas del área del Anfiteatro de Cartagena”, Mastia 9-10: 111-131 PÉREZ JORDÀ, G. (1993): La producció d’oli al món ibèric: l’exemple del Camp de Túria, tesis de licenciatura, Universidad de Valencia. PÉREZ JORDÁ, G. (2000): “La conservación y la transformación de los productos agrícolas en el Mundo Ibérico”, SAGVNTVM-PLAV, (Extra-3): 47-68. PÉREZ JORDÁ, G.; ALONSO, N. y IBORRA, M.P. (2007): “Agricultura y ganadería protohistóricas en la Península Ibérica: Modelos de Gestión”, en Arqueología de la tierra. Paisajes rurales de la protohistoria peninsular, Cáceres: 327-373. PÉREZ MÍNGUEZ, R. (1992): “Acicates ibéricos del Museo de Prehistoria de Valencia”, en Homenaje a E. Pla Ballester (Valencia), SIP, Trabajos Varios, 89: 215-220. PÉREZ VILATELA, L. (1994): “Onus(s)a: toponimia y comercio antiguos en el litoral del Maestrazgo”, Polis, 6: 269-306. PÉREZ VILATELA, L. (2009): “Iconología e ideología de los reversos monetales de Ikalkumsken”, Estudios de Lengua y Epigrafía Antiguas (ELEA), 9: 61-114. PERNET, L. (2010): Armement et auxiliaires gualois (IIe et Ier siècles avant notre ère), Monique Mergoil, Montagnac. PERNET, L.; POUX, M. y TEEGEN, W.R. (2008): “Militaria gaulois et romains sur l’oppidum de Bibracte, Mont Beuvray (Nièvre)”, en M. Poux (ed.), Sur les traces de César. Actes Table Ronde (=Bribacte 14): 103-139. PESCE, B. (1966): Tharros, Cagliari. PETULESCU, L. (1991): “Bronze spearheads and spear butts from Dacia”, JRMES, 2: 35-59. PINA POLO, F. y ZANIER, W. (2006): “Glandes inscriptae procedentes de la Hispania Ulterior”, Archivo Español de Arqueología, 79: 29-50. PITCHER, L. (2009): Writing Ancient History. An Introduction to Classical Historiography, I.B. Tauris & Co. Ltd., Nueva York. PLIEGO, R. (2003): “Sobre el reclutamiento de mercenarios turdetanos: el campamento cartaginés de El Gandul (Alcalá de Guadaira, Sevilla)”, Habis, 34: 39-56. 676 Bibliografía QUESADA SANZ, F. (2006a): “Not so different: individual fighting techniques and small unit tactics of Roman and Iberian armies within the framework of warfare in the Hellenistic Age”, in P. FRANCOIS, P. MORET, S. PÉRÉ-NOGUÈS (eds.), L’Hellénisation en Méditerranée Occidentale au temps des guerres puniques (=Pallas 70), Toulouse: 245-263. QUESADA SANZ, F. (2006b): “Armamento indígena y romano republicano en Iberia (siglos III-I a.C.): compatibilidad y abastecimiento de las legiones republicanas en campaña”, en A. MORILLO (ed.), Arqueología militar romana en Hispania, producción y abastecimiento en el ámbito militar, Univesidad de León, León: 75-96. QUESADA SANZ, F. (2007a): “Hispania y el ejército romano republicano, interacción y adopción de tipos metálicos”, Sautuola, XIII: 379-401. QUESADA SANZ, F. (2007b): “Punta de fletxa Olinto D1”, en Menorca i la mar a l’antiguitat, Menorca, Museu: 31. QUESADA SANZ, F. (2008a): “La ‘Arqueología de los campos de batalla’. Notas para un estado de la cuestión y una guía de investigación», en F. CADIOU, M. A. MAGALLÓN, M. NAVARRO (eds.), La guerre et ses traces (=Saldvie 8), ZaragozaBurdeos: 21-35. QUESADA SANZ, F. (2008b): Armas de Grecia y Roma, Madrid, la Esfera. QUESADA SANZ, F. (2008c):“Armamento romano e ibérico en Urso (Osuna): testimonio de una época”, Cuadernos de los amigos de los Museos de Osuna, 10: 13-19. QUESADA SANZ, F. (2011): “El armamento de un poblado ibérico del siglo IV a.C.: una oportunidad excepcional”, en H.BONET, J. VIVES-FERRÁNDIZ (eds.), La Bastida de les Alcusses 1928-2010, Museu de Prehistoria, Valencia: 196-219. QUESADA SANZ, F. (2013a): “Baecula: ¿batalla campal importante o acción de retaguardia reñida?”, Desperta Ferro. Historia Antigua y medieval, 17: 22-26. QUESADA SANZ, F. (2013b): “Aníbal, strategos carismático, y los ejércitos de Cartago”. M. Bendala (ed.) Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania, Madrid, Museo Arqueológico Regional: 255-283. QUESADA SANZ, F. (2013c): “Aníbal Barca y Publio Cornelio Escipión el Africano: vidas divergentes, muertes paralelas”. F. García Romero, A. Moreno (eds.) Enemistades peligrosas. Encuentros y desencuentros en el mundo antiguo. Sociedad Española de Estudios Clásicos, Madrid: 175-207. QUESADA SANZ, F. y GARCÍA-BELLIDO, M.P. (1995): “Sobre la localización de Ikale(n)sken y la iconografía de sus monedas”, La moneda hispánica. Ciudad y Territorio. Anejos AEspA, 14: 65-73. PY, M.; SOURISSEAU, J. CH. (2007): “Amphores grecques”, Dictionnaire des céramiques antiques (VIIe s. av. n. è.-VIIe s. de n. è.) en Méditerranée nord-occidentale (Provence, Languedoc, Ampurdan), Lattara, 6: http://lattara.net/ArcheOnLine/ PUB1/PUB000006.pdf QUESADA SANZ, F. (1989): Armamento, Guerra y Sociedad en la necrópolis ibérica de “El Cabecico del Tesoro” (Murcia, España), B.A.R. International Series, 502, 2 vols., Oxford. QUESADA SANZ, F. (1994): “Machaira, kopis, falcata”, en J. DE LA VILLA (ed.), Dona Ferentes. Homenaje a F. Torrent, Eds. Clásicas, Madrid: 75-94. QUESADA SANZ, F. (1997): El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico de las armas en la Cultura Ibérica (siglos VI-I a.C.), Monographies Instrumentum 3, Ed. Monique Mergoil, Montagnac. QUESADA SANZ, F. (1998): “El guerrero y sus armas”, Museo de El Cigarralejo (Mula, Murcia), BAEAA, 38: 187-217. QUESADA SANZ, F. (1999): “Romanos, cartagineses e hispanos en la Batalla de Baecula”, en II Jornadas de Estudios Históricos: La Batalla de Baecula, Mengíbar: 46-70. QUESADA SANZ, F. (2001): “En torno al análisis táctico de las fortificaciones ibéricas. Algunos puntos de vista alternativos”, Gladius, 21: 145-154. QUESADA SANZ, F. (2002-2003): “Innovaciones de raíz helenística en el armamento y tácticas de los pueblos ibéreicos desde el siglo III a.C.”, en M. BENDALA, P. MORET, F. QUESADA (eds.), Formas e imágenes del poder en los siglos III y II a.C.): modelos helenísticos y respuestas indígena, Seminario Casa de Velázquez-UAM, febrero 2004 (=CuPAUAM 28-29, 2002-2003), Madrid: 69-94. QUESADA SANZ, F. (2002-2003b): “Mirando el mundo desde lo alto: espuelas y otros elementos asociados al caballo en el poblado de La Serreta de Alcoi”, Recerques del Museu d’Alcoi, 11-12: 85-100. QUESADA SANZ, F. (2003a): “El legionario romano en época de las Guerras Púnicas: forams de combate individual, táctica de pequeñas unidades e influencias hispanas”, en Armas, legiones y limes: el ejército romano (=Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, 16): 163-196. QUESADA SANZ, F. (2003b): “La guerra en las comunidades ibéricas (c.237-c. 195 a. C.). Un modelo interpretativo”, en A. MORILLO, F. CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto, Universidad de León-Casa de Velásquez Madrid: 101-156. QUESADA SANZ, F. (2005): “El gobierno del caballo montado en la Antigüedad clásica con especial referencia al caso de Iberia. Bocados, espuelas y la cuestión de la silla de montar, estribos y herraduras”, Gladius, 25: 97-150. 677 Bibliografía les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 157-173. RAMON TORRES, J. (2004): “La producción anfórica gaditana en época fenicio-púnica”¸ en Actas de los XVI Encuentros de Historia y Arqueología de San Fernando (San Fernando, noviembre de 2000), Fundación Municipal de Cultura, Córdoba: 63-100. RAMON TORRES, J. (2011): “El sector alfarero de la ciudad púnica de Ibiza”, en Yõserim: La producción alfarera fenicio-púnica en occidente, XXV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Eivissa, 2010), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 66, Ibiza: 165-221. RAMON TORRES, J.; SANMARTÍ, J.; ASENSIO, D. y PRINCIPAL, J. (1998): “Introducció”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 7-8. RAMÓN SÁNCHEZ, J. R. (2002): “El hallazgo de moneda Hispano-Cartaginesa de La Escuera (Alicante)”, en X Congreso Nacional de Numismática (Albacete 1998), Albacete: 243-251. RANITZSCH, K.H. (2000): “Missile ranges and wargaming rules- a survey”, Slingshot, 211: 32-39. RANKOV, B. (1996): “The Second Punic War at Sea”, en T. CORNELL, B. RANKOV, PH. SABIN (eds.), The Second Punic War: A Reappraisal, Bulletin of the Institute of Classical Studies Supplement 67, London: 49-57. REBUFFAT, R. (2008): “D’Honorius Augustodunensis à Caton. L’épaisseur du rampart de Carthage”, en J.M. CARDAU MORÓN, F. J. GONZÁLEZ PONCE y A. L. CHÁVEZ REINO (coords.), Libyae lustrare extrema. Realidad y literature en la visión grecorromana de África, Homenaje al prof. Jehan Desanges, Sevilla: 145-155. REDDÉ, M. y VON SCHNURBEIN, S. (1995): Fouilles et recherches nouvelles sur les travaux de César devant Alésia (1991-1994), Bericht der Rómisch-Germamischen Kommission, 76. REDDÉ, M. y VON SCHNURBEIN, S. (2001): Alésia. Fouilles et recherches franco-allemandes su les travaux militaires romaines autour du Mont-Auxois (19911997). T. 2: Le matériel, Mémoires de l›Académie des Inscriptions et Belles Lettres, De Boccard, Paris. REEVES, M.B. (2011): “Civil War Battlefield Archaeology. Examining and interpreting the debris of battle”, en C.R. GEIER; L.E. BABITS; D.D. SCOTT; D.G. ORR (eds.), Historical Archaeology of Military Sites. Method and Topic, Texas Univ. Press., Texas: 87-98. REIFFERSCHEID, A. (1971): Praeter Caesarum libros reliquiae, [Leipzig, 1860], Hildesheim. REIG SEGUI, C. (2000): “El armamento de la necrópolis ibérica de La Serreta de Alcoi (Alicante, España)”. Gladius, 20: 75-117. RAAFLAUB, K. A. (ed., 2007): War and peace in the ancent world. Blackwell Publishing, Oxford. RACKHAM, H. (1942): Pliny the Elder’s Naturalis Historia, t. II, ed. Loeb, Harvard. RAKOB, F. (1979): “Numidische Königsarchitektur in Nordafrika”, en H.G. HORN & CH. RÜGER (eds.), Die Numider, Köln/Bonn: 119-171. RAKOB, F. (1990): Karthago 1, Deutsches Archäologisches Institut, Mainz. RAKOB, F. (2002): “Cartago. La topografía de la ciudad púnica. Nuevas investigaciones”, en M. VEGAS (ed), Cartago fenicio-púnica: las excavaciones alemanas en Cartago 1975-1997, Barcelona: 15-46. RAMALLO, S. F. (2001): “Sistemas, diseños y motivos en los mosaicos romanos de Cartago Nova: a propósito de los pavimentos de la calle del Duque”, en E. RUIZ VALDERAS (coord.), La casa romana en Cartago Nova. Arquitectura privada y programas decorativos, Murcia: 169-209. RAMALLO, S. F. (2011): Carthago Nova: puerto mediterráneo de Hispania, Fundación Cajamurcia, Murcia. RAMALLO, S. F. y ARANA, R. (1987): Canteras romanas de Carthago Nova y alrededores (Hispania Citerior), Editum, Murcia. RAMALLO, S. F. y RUIZ VALDERAS, E. (1994): “Un edículo republicano dedicado a Atargatis en Cartago Nova”, Archivo Español de Arqueología, 67: 79-102. RAMALLO, S. F. y RUIZ, E. (2009): “El diseño de una gran ciudad del sureste de Iberia”, en S. HELAS y D. MARZOLI (eds.), Phönizisches und punisches Städtewesen, Iberia Archaeologica, Band 13, Mainz am Rhein: 529-543. RAMON TORRES, J. (1983): “Nuevas puntas de flechade bronce fenicio-púnicas halladas en Ibiza: algunos materiales inéditos”, en Homenaje al Profesor M. Almagro Basch, II, Madrid: 309-323. RAMON TORRES, J. (1991): Las ánforas púnicas de Ibiza, Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 63, Ibiza. RAMON TORRES, J. (1993): “Un barrio industrial de la ciudad púnica de Ibiza: el taller AE-20”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología Castellonenses, 15: 247-285. RAMON TORRES, J. (1994): El pozo púnico del “Hort d’En Xim (Eivissa), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 32, Ibiza. RAMON TORRES, J. (1995): Las ánforas fenicio-púnicas del mediterráneo central y occidental, Col.lecció Instrumenta 2, Universitat de Barcelona, Barcelona. RAMON TORRES, J. (1997): FE-13. Un taller alfarero de época púnica en “Ses Figueretes” (Eivissa), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 39, Ibiza. RAMON TORRES, J. (1998): “La facies cerámica de importación en Eivissa durante el siglo -III”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, 678 Bibliografía ROBINSON, D.M. (1941): Excavations at Olynthus. Part X: Metal and Minor Miscellaneous Finds. Oxford. ROBINSON, A. H.; SALE, R. D.; MORRISON, J. L. y MUEHRCKE, P. C. (1987): Elementos de Cartografía, Ediciones Omega, Barcelona. RODDAZ, J.M. (1998): «Les Scipions et l’Hispanie», Revue des Études Anciennes 100, 1-2: 341-358. RODRÍGUEZ, A. (2012): La cerámica en un contexto campamental y bélico. El conjunto anfórico del Cerro de las Albahacas, Memoria para la obtención del DEA, Universidad de Jaén, inédito. RODRÍGUEZ ADRADOS, F. (1950): “Las rivalidades de las tribus del NE español y la conquista romana”, Estudios Menéndez Pidal, I: 563-585. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (1992): Las relaciones hombre-vegetación en el Sureste de la Península Ibérica durante las Edades del Cobre y Bronce a partir del análisis antracológico de siete yacimientos arqueológicos, Tesis doctoral, Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2005): Análisis antracológico del Cerro de Montecristo (Adra, Almería). Informe inédito. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2007): Análisis antracológico de la habitación ibérica (E54) de Alarcos (Ciudad Real). Informe inédito. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. (2011): “Evolución y uso de la vegetación durante la Prehistoria en el Alto Guadalquivir”, Menga: Revista de Prehistoria de Andalucía, 2: 35-58. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O.; AGUAYO, P. y MORENO, F. (1992): “The environment in the Ronda Basin (Malága, Spain) based on an anthracological study of Old Ronda”, Societé Botanique de France 139, Actualites botaniques, 2/3/4: 715-725. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O y RUIZ, V. (1993): “Acción antrópica sobre el medio natural en el Sureste de Andalucía durante la Prehistoria Reciente y Época Romana”, Investigaciones arqueológicas en Andalucía 1985-1992 (Proyectos), Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Huelva: 417-428. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. y MONTES, E. (2005): “On the Origin and domestication of Olea europaea L. (olive) in Andalucia, Spain, based on the biogeographical distribution of its finds”, Vegetation History and Archaeobotany, 15: 551-561. RODRÍGUEZ-ARIZA, M.O. y MONTES, E. (2010): “Paisaje y gestión de los recursos vegetales en el yacimiento romano de Gabia (Granada) a través de la Arqueobotánica”, Archivo Español de Arqueología, 83: 85-107. RODRÍGUEZ COLMENERO, A. y VEGA, T. (1996): “Equipamiento militar del campamento romano de Aquae Querquennae (Portoquintela, Ourense, España)”, JRMES, 7: 21-36. REINACH, A.J. (1907): “L‘origine du pilum“, Revue Archéologique, 1-2: 243-252,425-435. RIBERA LACOMBA, A. (1995): “La primera evidencia arqueológica de la destrucción de Valentia por Pompeyo”, Journal of Roman Archaeology, 8: 19-40. RIBERA, A. y TSANTINI, E. (2009): “Las ánforas del mundo ibérico”, en D. BERNAL y A. RIBERA (eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz: 617-633. RICH, J. (2005): “Valerius Antias and the construction of the Roman past”, Bulletin of the Institute of Classical Studies, 48: 137-161. RICHARDSON, T. (1998): “The ballistics of the sling”, Royal Armouries Yearbook, 3: 44-49. RICHARDSON, J. S. (1986): Hispaniae, Spain and the development of Roman imperialism, 218-82 BC, Cambridge University Press, Cambridge. RICHARDSON, J. S. (2004): Hispaniae: Spain and the Development of Roman Imperialism, 218-82 BC, Cambridge University Press, Cambridge (en línea: http://books.google.es/books?id=rCXVeXrRrHAC). RICO, C. (1996): “Sur les traces d’Hannibal dans les Pyrenees: une nouvelle approche”, Itaca, 9-11: 111-119. RIHLL, T. (2009): “Lead slingshot (glandes)”, Journal of Roman Archaeology, 22: 147-169. RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1982): La circulación monetaria en la tarraconense mediterránea, SIP, Serie de Trabajos Varios, 77, Valencia. RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1984): “Los hallazgos de moneda romano-republicana en la Tarraconenses Mediterránea y las Baleares”, Itaca, 17: 91-126. RIPOLLÉS ALEGRE, P.P. (1999): “De nuevo sobre la localización de Ikale(n)sken”, en M.A.VALERO (ed.), 1as Jornadas de Arqueología Ibérica en CastillaLa Mancha, Toledo: 145-168. RIPOLLÈS ALEGRE, P. P. (2008): “The X4 Hoard (Spain): Unveiling the Presence of Greek Coins during the Second Punic War”, Israel Numismatic Research, 3: 51-64. RIPOLLÉS, P.P. y ABASCAL, J.M. (1998): “Varia Metallica, II: anàlisis de monedes antigues”, Acta Numismatica, 28: 33-52. RIPOLLÈS, P.P. y LLORENS, Mª. M. (Eds.) (2002): Arse-Saguntum. Historia monetaria de la ciudad y de su territorio, Bancaja, Sagunto. RÍSQUEZ, C.; RUEDA, C. y GARCÍA, Mª A. (2013): Un Plan Director para el santuario ibero de la Cueva de la Lobera (Castellar, Jaén), Textos CAAI, nº 4, Universidad de Jaén. RIVERA, D. y OBÓN, C. (1991): La guía de INCAFO de las plantas útiles y venenosas de la Península Ibérica y Baleares (excluidas medicinales), Incafo, Madrid. RIVERO GRACIA, M.P. (2006): Imperator Populi Romani. Una aproximación al poder republicano, Institución Fernando el Católico, Zaragoza. 679 Bibliografía RODRÍGUEZ MORALES, J.; FERNÁNDEZ MONTORO, J.L. y SÁNCHEZ, J. (2012): “Los clavi caligarii o tachuelas de cáliga. Elementos identificadores de las calzadas romanas”. Lucentum, 31, 147-164. ROLDÁN, J.M. (1975): Itineraria Hispana, Madrid. ROLDÁN, J.M. (1978): “Cartago y Roma en la Península Ibérica”, en J.M. BLÁZQUEZ et al. (eds.), Historia de España Antigua. Hispania Romana, Madrid: 15-49. ROLDÁN, J.M. (1981): Historia de Roma. I. La República Romana, Catedra, Madrid. ROLDÁN, J.M. (1997): “Romanos y cartagineses en la Península Ibérica. La Segunda Guerra Púnica”, en La guerra en la Antigüedad. Una aproximación al origen de los ejércitos en Hispania (cat. expos.), Madrid: 271-279. ROLDÁN, J.M. (2001): “Conquista e integración administrativa”. J.M. Roldán, F. Wulff, Citerior y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en la era republicana. Historia de España, Vol. III. Madrid, Istmo: 17-348. ROLDÁN, L.; BENDALA, M.; BLÁNQUEZ, J. y MARTÍNEZ, S. (2006): Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz) 1994-1998, Madrid. ROLDÁN GÓMEZ, L.; BENDALA GALÁN, M.; BLÁNQUEZ PÉREZ, J. y MARTÍNEZ LILLO, S. (dirs.): Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz) 1994-1999, vol. I, Sevilla. ROLDÁN HERVÁS, J. M. y WULFF ALONSO, F. (2001): Historia de España Antigua. Citerior y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en era republicana, Istmo, Madrid. ROMÁN PULIDO, T. (1914): “Apuntes para la historia de Mentesa Oretana, II”, Don Lope de Sosa, 16: 117-120. ROMÁN PULIDO, T. (1915): “Apuntes para la historia de Mentesa Oretana, III”, Don Lope de Sosa, 25: 14. ROMEO, F. y GARAY, J.I. (1995): “El asedio y toma de Sagunto según Tito Livio XXI. Comentarios sobre aspectos técnicos y estratégicos”, Gerión, 13: 241-274. ROMERO, Mª V. (1989): “Las lucernas republicanas de los campamentos de Numancia”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid, LV: 257-290. ROMERO DE TORRES, E. (1916, inéd.): Catálogo Monumental y Artístico de la provincia de Jaén. Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. ROMEROSA, A. (2011): “Evaluación de muestras de pastas cerámicas fenicias de Villaricos mediante difracción de Rayos X de polvo en capilar”, Baria I. Excavaciones Arqueológicas en Villaricos. La Excavación de urgencia de 1987, Almería: 151-155. ROS SALA, M. M. (2005): “La Punta de los Gavilanes en el contexto histórico de Mazarrón”, en Carlan- tum. Jornadas de estudio sobre Mazarrón, Universidad Popular de Mazarrón: 43-70. ROSSER, P.; ELAYI, J. y PÉREZ, J. M. (2003): El Cerro de las Balsas y El Chinchorro: una aproximación a la arqueología del poblamiento prehistórico e ibérico de la Albufereta de Alicante, LQNT, nº Extra 2, Alicante. ROSSER, P.; FUENTES, C. (coords.) (2007): El yacimiento arqueológico del Tossal de les Basses. Seis mil años de historia de Alicante, Patronato Municipal de Cultura, Alacant. ROSSER, P.; ORTEGA, J.R.; ESQUEMBRE, M.A.; MOLINA, F. y MOLTÓ, J. (2008): “El yacimiento del Tossal de les Basses (Albufereta, Alicante) y el hallazgo de una terracota de barco”, en M. A. ESQUEMBRE y J.R. ORTEGA (coords.), Surcando el tiempo. Un barco de terracota de época ibérica (Tossal de les Basses, Alicante), Alicante: 13-35. ROSSI, A. (2004): “Parallel Lives: Hannibal and Scipio in Livy’s Third Decade”, Transactions of the American Philological Association, 134: 359-381. RÖSSLER, M. (2002): “Los paisajes culturales y la Convención del Patrimonio Mundial Cultural y Natural: resultados de reuniones temáticas previas”, en E. MÚJICA (ed.), Paisajes culturales en los Andes: memoria narrativa, casos de estudio, conclusiones y recomendaciones de la Reunión de expertos, Arequipa y Chivay, Perú, mayo de 1998, UNESCO, Lima: 49-57. ROST, A. (2007): “Characteristics of Ancient Battlefields: Battle of Varus (9 AD)”, in D. SCOTT, L. BABITS and CH. HAECKER (eds.), Fields of Conflict. Battlefield Archaeology from the Roman Empire to the Korean War, Volume 1, Searching for War in the Ancient and Early Modern World, Westport: 50-57. ROST, A. (2008): “Conditions for the preservation of Roman military equipment on battlefieldsthe example of Kalkriese”, 15th Roman Military Equipment Conference, Budapest 2005 (= JRMES, 16): 219-224. ROST, A. (2009a): “Alesia, Kalkriese, Litte Big Horn. Das neue Forschungsgebiet der Schlachtfeldarchäologie“, En Varusschlacht im Osnabrüker land, Philipp von Zabern, Mainz: 101-117. ROST, A. (2009b): “Das Schlachtfeld von Kalriese. Eine archäologische Quelle für die Konfliktforschung“, en 2000 Jahre Varusschlacht III. Konflikt, Theiss Vrlg., Stuttgart: 68-76. ROST, A. (2009c): “The battle between Romans and Germans in Kalkriese: interpreting the archaeological remains from an ancient battlefield”, in A. MORILLO, N. HANEL, E. MARTIN (eds.), Limes XX, Roman Frontier Studies, Anejo de Gladius, 13: 1339-1345. ROST, A. y WILBERS-ROST, S. (2010): “Weapons at the battlefield of Kalkriese”, en F. QUESADA, M. NAVARRO, F.C ADIOU (eds.), De armas, de hombres y de dioses. El papel de las armas en la 680 Bibliografía (Un caso de sociedad agrícola con estado)”, Arqueología Espacial, 4: 187-206. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1987a): “Informe preliminar de la Campaña de excavación sistemática en el Cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas, Jaén”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, II, Junta de Andalucía, Sevilla: 345-351. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1987b): “Excavación arqueológica sistemática en Puente Tablas, Jaen”, Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, II, Junta de Andalucía, Sevilla: 401-407. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1993): Los iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico. Crítica. Barcelona. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (2007): Iberos en Jaén. Textos CAAI Ibérica, 2. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén. Jaén. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (en prensa): “Diacronía corta/territorio extenso: Viaje al Tiempo de los Iberos”, Seminario ibérico Paisagem, Arqueologia e Monumentos, Museu Monográfico de Conimbriga, Conimbriga. RUIZ, A., MOLINOS, M., GUTIÉRREZ, L.M. y BELLÓN, J.P. (2001): “El modelo político del pago en el Alto Guadalquivir (s. IV-III a.n.e.)”, en A. MARTÍN y R. PLANA (dir.), Territori polític i territori rural durant l´edat del Ferro a la Mediterrània Occidental, Monografíes d´Ullastret, 2, Museu d´Arqueologia de Catalunya, Ullastret: 11-22. RUIZ, A.; MOLINOS, M. y SERRANO, J. L. (2012): “El paisaje periurbano en los oppida iberos del Alto Guadalquivir”, en M. C. BELARTE y R. PLANA (Ed.), El paisatge periurbà a la Mediterrània occidental durantla protohistòria i l’antiguitat, Documenta, 26, Institut Català d’Arqueologia Clàssica: 215-230. RUIZ, A. y RUEDA, C. (en prensa): “Los exvotos en bronce de la colección Marsal: oppida y santuarios”, La Colección Marsal, Instituto de Patrimonio Andaluz, Sevilla. RUIZ, A.; RUEDA, C.; BELLÓN, J.P.; GÓMEZ, F. (2013): “El factor ibero en la Batalla de Baecula: los efectos colaterales de la guerra”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 23: 199-225. Ruiz, A.; RuedA, C. y MOLINOS, M. (2010): “Santuarios y territorios iberos en el Alto Guadalquivir (siglos IV a.n.e.-siglo I d.n.e.)”, en T. TORTOSA y S. CELESTINO (Eds.), Debate en torno a la religiosidad protohistórica, Anejos de Archivo Español de Arqueología LV, Madrid: 65-81. RUIZ GIMÉNEZ, J (1879): Apuntes para la Historia de la provincia de Jaén. Jaén. RUIZ VALDERAS, E. (2004): “Cerámicas campanienses de Cartagena: el registro arqueológico y la dinámica comercial”, en M. LECHUGA (coord.), Scombraria. La Historia oculta bajo el mar, Murcia: 89-106. conquista romana de la Península Ibérica (=Gladius, XXX):117-136. ROST, A. y WILBERS-ROST, S. (2012): Kalkriese 6. Verteilung der Kleinfunde auf dem Oberesch in Kalkriese. Kartierung und Interpretation der römischen Militaria unter Einbeziehung der Befunde, Römisch-Germanische Forschungen, 70, Mainz. ROUILLARD, P. (1979): Investigaciones sobre la muralla ibérica de Sagunto (Valencia), T.V. del SIP, 62, Valencia. ROVIRA, N. (2007): Agricultura y gestión de los recursos vegetales en el Sureste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente, Tesis Doctoral, Universitat Pompeu Fabra, Institut Universitari d’Història Jaume Vicens i Vives, Barcelona. RUEDA, C. (2008): “Las imágenes de los santuarios de Cástulo: los exvotos ibéricos en bronce de Collado de los Jardines (Santa Elena) y Los Altos del Sotillo (Castellar)”. Palaeohispánica 8: 55-87. RUEDA, C. (2011): Territorio, culto e iconografía en los santuarios iberos del Alto Guadalquivir (ss. IV a.n.e.-I d.n.e.), Textos CAAI, nº 3, Universidad de Jaén, Jaén. RUEDA, C. (2013): “Ritos de paso de edad y ritos nupciales en la religiosidad ibera: algunos casos de estudio”, en C. RÍSQUEZ y C. RUEDA (eds.), Santuarios Iberos: territorio, ritualidad y memoria. Actas del Congreso El santuario de La Cueva de la Lobera de Castellar. 1912-2012, Asociación para el desarrollo rural de la Comarca de El Condado, Jaén, 341-383. RUEDA, C.; BELLÓN, J.P. y GÓMEZ, F. (2010): “Prospección arqueológica superficial al sur del santuario de Los Altos del Sotillo (Castellar, Jaén)”, Anuario Arqueológico de Andalucía 2006. Junta de Andalucía, Sevilla: 657-670. RUIZ, A. (1978): “Los pueblos iberos del Alto Guadalquivir. Análisis de un proceso de transición”, Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, 3: 255-284. RUIZ, A. (1982): “Jaén, desde los primeros pobladores a la Era de Augusto”, Historia de Jaén, Diputación Provincial, Jaén. RUIZ, A. (2006): “De la muralla de Ibros al lobo de Huelma: Jaén en la lenta construcción de una identidad para los iberos”. En Arturo Ruiz, Alberto Sánchez y Juan Pedro Bellón (Editores): Los archivos de la arqueología ibérica: una arqueología para dos españas. Textos CAAI Ibérica. Universidad de Jaén. Jaén: 87-100. RUIZ, A.; MOLINOS, M.; LÓPEZ, J.; CRESPO, J.; CHOCLÁN, C. y HORNOS, F. (1983): “El Horizonte Ibérico Antiguo del Cerro de la Coronilla (Cazalilla, Jaén). Corte A-F.”, Cuadernos de prehistoria de la Universidad de Granada, 8: 251-300. RUIZ, A. y MOLINOS, M. (1984): “Elementos para un estudio del patrón de asentamiento en el Alto Guadalquivir durante el horizonte Pleno Ibérico 681 Bibliografía SABIN, P. (1996): “The mechanics of Battle in the Second Punic War”. T. Cornell, B. Rankov, P. Sabin (eds.), The Second Punic War, a reappraisal, LondonInst. Of Classical Studies: 59-79. SAINTY, J. y MARCHE, J. (2006): “Pointes de flèche en fer forgé du Moyen Âge: recherche expérimentale sur leur technique de fabrication”, Revue Archéologique de l’Est, 55: 323-338. SALA SELLÉS, F.; GRAU MIRA, I.; OLCINA DOMÈNECH, M. y MOLTÓ POVEDA, J. (2004): “El comerç d’àmfores en época protohistórica ibérica a les terres de la Contestània”, en J. SANMARTÍ, D. UGOLINI, J. RAMON y D. ASENSIO (Eds.), La circulació d’àmfores al Mediterrani Occidental durant la Protohistòria (segles VIII – III a.C.): aspectes quantitatius i anàlisi de continguts, Actes de la II Reunió Internacional d’Arqueologia de Calafell, Arqueomediterrània, 8, Barcelona: 229-251. SALA SELLES, F.; BAYO FUENTES, S. y MORATALLA JAVEGA, J. (2013): “Dianium, Sertorio y los piratas cilicios. Conquista y romanización de la Contestania”, en A. ÁLVAREZ-OSSORIO, E. FERRER, E. GARÍA (eds.), Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo Antiguo, Spal Monografías, XVII, Sevilla: 187-210. SALINAS DE FRÍAS, M. (2011): “Sobre la memoria histórica en Roma: los Escipiones y la tradición de los celtíberos”, Studia Historica. Historia Antigua, 29: 97-118. SÁNCHEZ J.J. y SALAS, J. (1983): “Tipos de fíbulas procedentes del campamento de Caceres el Viejo”, Homenaje al Profesor Martin Almagro Basch. Vol. III, Ministerio de Cultura, Madrid: 387-397. SÁNCHEZ MESEGUER, J. (1974): “Nuevas aportaciones al tema de las puntas ‘a barbillon’”, Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Madrid, 1-4: 71-101. SÁNCHEZ MORENO, E. y GÓMEZ PANTOJA, J. L. (2013): Protohistoria y Antigüedad de la Península Ibérica. Vol. II. La Iberia prerromana y la Romanidad, Sílex, Madrid. SÁNCHO ROYO, A. (1980): Apiano. Historia romana, I. Traducción y notas, Gredos 34, Madrid. SÁNCHEZ, A.; PARRAS, D.; MONTEJO, M. y RAMOS, N. (2008): “Análisis Físico-Químico en las casas 6 y 7 del asentamiento ibérico de Puente Tablas”, en S. ROVIRA LLORENS, M. GARCÍAHERAS, M. GENER MORET y I. MONTERO RUIZ (Eds.), Actas del VII Congreso Ibérico de Arqueometría, Madrid: 601-610. SÁNCHEZ, A.; TUÑÓN, J.; MONTEJO-GÁMEZ, M. y PARRAS-GUIJARRO, D. (2012): “Micro Raman spectroscopy (MRS) and energy dispersive X-ray microfluorescence (µEDXRF) analysis of pigments in the Iberian cemetery of Tutugi (from the fourth to the third century BC, Galera, Granada, Spain)”, Journal of Raman Spectroscopy, 43: 1788-1795. RUIZ VALDERAS, E. (2008): “La cerámica de barniz negro en el registro estratigráfico de Carthago Nova: de la fundación bárquida a la conquista romana”, en J. UROZ, J.M. NOGUERA y F. COARELLI (Eds.), Iberia e Italia: modelos romanos de integración territorial, Murcia: 669-686. RUIZ VÉLEZ, I. (2007): “Las espuelas y la caballería en la necrópolis de Villanueva de Teba (La Bureba, Burgos)”, Boletín de la Institución Fernán González, 235: 311-336. RUIZ ZAPATERO, G. (1983): Los Campos de Urnas del Nordeste de la Península Ibérica, Tesis doctorales de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid. RUIZ ZAPATERO, G. (1985): Los Campos de Urnas del Nordeste de la Península Ibérica, Universidad Complutense, Madrid. RUIZ ZAPATERO, G. FERNÁNDEZ, V. (1984): “El análisis de territorios arqueológicos. Una introducción crítica”, Arqueología Espacial, volumen 1: 55-72. RUMPF, L. (2006): “Scipio und Hannibal vor Zama: Beobachtungen zur Struktur historischer Urteile und Vergleiche bei Livius und Polybios“, Hermes, 134: 159-180. SÁEZ, R. (2006): Artillería y poliorcética en el mundo grecorromano, Anejos de Gladius, CSIC, Madrid. SÁEZ ABAD, R. (2005): Artillería y poliorcética en el mundo grecorromano, Anejos de Gladius, 8, Madrid. SÁEZ ROMERO, A. M. (2006): “Aproximación a la tipología de la cerámica común púnica-gadirita de los ss. III-II”, SPAL, 14: 145-177. SÁEZ ROMERO, A. M. (2008a): La producción cerámica en Gadir en época tardopúnica (siglos -III/-I), 2 vols., BAR International Series, 1812, Oxford. SÁEZ ROMERO, A. M. (2008b): “El sistema alfarerosalazonero de Gadir/Gades. Notas sobre sus procesos de transformación y adaptación en época helenística”, Sagvtvm, 40: 141-160. SÁEZ ROMERO, A. M. (2010): “La producción alfarera y la economía salazonera de Gadir: balance y novedades”, Mainake, XXXII (II): 885-932. SÁEZ ROMERO, A. M. (2011): “Alfarería en el extremo occidente fenicio. Del renacer tardoarcaico a las transformaciones helenísticas”, en Yõserim: La producción alfarera fenicio-púnica en occidente, XXV Jornadas de Arqueología fenicio-púnica (Eivissa, 2010), Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera, 66, Ibiza: 49-106. SÁEZ ROMERO, A. M.; DÍAZ RODRÍGUEZ, J. J. y MONTERO FERNÁNDEZ, R. (2004): “Acerca de un tipo de ánfora salazonera púnico-gadirita”, Habis, 35: 109-133. SÁEZ ROMERO, A. M. y DÍAZ RODRÍGUEZ, J. J. (2007): “La producción de ánforas de tipo griego y grecoitálico en Gadir y el área del Estrecho. Cuestiones tipológicas y de contenido”, Zephyrus, 60: 195-208. 682 Bibliografía SCOTT, D.; HAAG, L. (2009): “Listen to the Minié Balls: Identifying Firearms in battlefield archaeology”, en D. SCOTT, L. BABITS, C. HAECKER (eds.), Fields of conflict, Potomac books, Washington: 102-120. SCOTT, D.D.; BABITS, L.; HAECKER, C. (Eds.) (2009): Fields of Conflict. Battlefield archaeology from the Roman Empire to the Korean War, Potomac Books, Washington. SCULLARD, H.H. (1930): Scipio Africanus and the Second Punic War, Cambridge. SCULLARD, H.H. (1951): Roman Politics 220-150 B.C., Oxford. SCULLARD, H.H. (1970): Scipio Africanus: Soldier and Politician, Thames & Hudson, Londres. SCULLARD, H.H. (1980): A History of the Roman World 753-146 B. C. (cf. “Rome and Carthage: 212-229”), 4ª ed., Londres (reed. 2013: Hispania cf. 190-192 y 202-206) (y cf. sub CARY, M.). SERDON, V. (2005): Armes du diable. Arcs et arbalètes au Moyen Âge, Rennnes, Presses Univ. SERRANO, J.L. (2004): Aurgi: estudio del municipio romano desde la arqueología urbana de Jaén 19851995, Servicio de Publicaciones Universidad de Jaén, Jaén. SERRANO, J.L. y MOLINOS, M. (2011): ”La aristocracia ibérica ante la romanización. Ideología y espacios funerarios en Marroquíes Bajos (Jaén)”, Archivo Español de Arqueología, 84: 119-152. SHEBANOVA, O. N. y LAZOR, P. (2003a): “Raman Spectroscopic Study of Magnetite (FeFe2O4): A New Assignment for the Vibrational Spectrum”, Journal of Solid State Chemistry, 174: 424-430. SHEBANOVA, O. N. y LAZOR, P. (2003b): “Raman Study of Magnetite (Fe3O4): Laser-Induced Thermal Effects and Oxidation”, Journal of Raman Spectroscopy, 34: 845-852. SHORTT, H. de S. (1959): “A Provincial Roman spur from Longstock, Hants, and Other Spurs from Roman Britain”, Antiquaries Journal, 39: 61-76. SIEVERS, S. (1997a): “Armes“, en P. ROUILLARD (ed.), Antiquités de l’Espagne, Musee du Louvre, Paris:58-67. SIEVERS, S. (1997b): “Alesia und Osuna: Bemerkungen zur Normierung der Spätrepublikanischen Bewaffnung und Ausrüstung“, en M. FEUGÈRE (ed.), L‘équipement militaire et l‘armement de la République, JRMES, 8: 271-276. SIEVERS, S. (2001): “Les armes d’Alèsia”, en REDDÉ, S. VON SCHNURBEIN (eds.), Alésia. Fouilles et recherches franco-allemandes sur les travaux militaires romains autor du Mont-Auxois (1991-1997). T. 2 Le matériel, De Boccard, París: 211-292. SILLIÈRES, P. (1977): “Le «camino de Anibal». Itinéraire des gobelets de Vicarello, de Castulo à Saetabis”, MCV, 13: 31-83 (en línea en Persée.fr). SANCTIS, G. De (1967-1970): Storia dei Romani, (2a ed.), t. III. 2, Florencia. SANMARTÍ, J. (1978): La cerámica campaniense de Emporion y Rhode, Institut de Prehistòria i Arqueologia de la Diputació Provincial de Barcelona, Barcelona. SANMARTÍ, J. (1981): “Las cerámicas de barniz negro y su función delimitadora de los horizontes ibéricos tardíos (ss. III-I a.C.)”, en La Baja época del Mundo Ibérico, Madrid: 163-179. SANMARTÍ, E. (1985): “Las ánforas romanas del campamento numantino de Peña Redonda, Garay, Soria”, Empuries, 47: 130-161. SANMARTÍ, E. y PRINCIPAL, J. (1997): “Las cerámicas de importación itálicas e ibéricas procedentes de los campamentos numantinos”, Revista d’Arqueologia de Ponent, 7: 35-75. SANMARTÍ, J. y SANTACANA, J. (2005): Els ibers del nord, Rafael Dalmau, Barcelona. SANNIBALE, M. (1998): Le armi della collezione Gorga nel Museo Nazionale Romano, L’Erma di Bretschneider, Roma. SANTOS, N. (1989): “El paso de Aníbal por los Pirineos”, Memorias de Historia Antigua, 10: 125-140. SANZ MÍNGUEZ, C. (1998): Los Vacceos: cultura y ritos funerarios de un pueblo prerromano del valle medio del Duero, Arqueología en Castilla y León, Salamanca. SCHEPENS, G. (1989): “Polybius on the Punic Wars. The problem of objectivity in History”, en H. DEVIJVER y E. LIPINSKI (Eds.), Punic Wars, Studia Phoenicia, 10, Lovaina: 317-327. SCHÜLE, W. (1969): Die Meseta-Kulturen der Iberischen Halbinsel, 2 vols., Water de Gruyter, Berlin. SCHULTEN, A. (1914): “Ilorci”, en P. W. KROLL (ed.), Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, t. IX/1, col. 1089, Stuttgart. SCHULTEN, A. (1927): Numantia III. Die Läger des Scipio, München. SCHULTEN, A. (1935): Fontes Hispaniae Antiquae, III. Las guerras de 237-154 a de J.C., Librería A. Bosch, Barcelona. SCHULTEN, A. (1943): “Pilum“. R.E. Pauly-Wissowa, Stutggart: 1333-1370. SCHWARTE, K.H. (1983): „Der Ausbrück des zweiten Kriege. Rechtsfrage und Überlieferung“, Historia Einzelschriften (=Wiesbaden 1983), Heft 43. SCHWEINGRUBER, F.H. (1990): Anatomie europäischer Hölzer, Haupt, Bern und Stuttgart. SCOTT, D. (2009): “Battlefield Archaeology: Some New Insights into Custer’s Last Stand”, in H. MELLER (ED.), Schlachtfeldarchäologie. Battlefieldarchaeology, Tagungen des Landesmuseums für Vorgeschichte Halle, Bd. 2, Halle: 253–258. SCOTT, D.D.; FOX, R.A.; CONNOR, M.A.; HARMON, D. (1989): Archaeological perspectives on the battle of the Little Bighorn, Univ. of Oklahoma Press, Norman. 683 Bibliografía SILLIÈRES, P. (1982): “Une grande route romaine menant à Carthagène: la voie Saltigi-Carthago Nova”, Madrider Mitteilungen, 23: 247-257. SILLIÈRES, P. (1990): Les voies de communication de l’Hispanie méridionale, Publications du Centre Pierre Paris, Paris. SILLIÈRES, P. (2003): “Voies romaines et contrôle de l´Hispanie à l’époque républicaine: l’exemple de l’Espagne ultérieure”, en A. MORILLO, F. CADIOU y D. HOURCADE (coords.), Defensa y territorio en Hispania de los Escipiones a Augusto, Universidad de León-Casa de Velázquez, Madrid: 25-40. SIM, D. (1992): “The manufacture of disposable weapons for the Roman Army”, JRMES, 3: 105-119. SIRET, L. (1906): Villaricos y Herrerías. Antigüedades Púnicas, Romanas, Visigóticas y Arabes, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Madrid. SMITH, G. D. y CLARK, R. J. H. (2004): “Raman Microscopy in Archaeological Science”, Journal of Archaeological Science, 31: 1137-1160. SNODGRASS, A.M. (1962-63): “The metalwork”, en B.S.J. ISSERLIN et al. (eds.), Motya, a Phoenician-Punic site near Marsala, Annals of the Leeds University Oriental Society, 4: 127-130. SNODGRASS, A.M. (1964): Early Greek armour and weapons. From the end of the Bronze Age to 600 B.C., American Anthropological Association,, Edinburg. SOLER DEL CAMPO, A. (1986): “Aportación al estudio del armamento medieval: un lote de piezas fechadas entre los siglos X-XIII”, en Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Española, Huesca (1985): 313-329. SOUSA, E. (2009): “A cerâmica de tipo Kuass no Algarve: os casos de Castro Marim e Faro”, Cadernos da UNIARQ 4, Centro de Arqueologia da Universidade de Lisboa, Lisboa. SPIVEY, N. (1997): Etruscan Art, Thames and Hudson, London. STARY, P.F. (1981): Zur Eisenzeitlichen Bewaffnung und Kampfesweise in Mittelitalien (ca. 9 bis 6 Jh. v, Chr.), 2 vols., Marburger Studien zur vor-und frügeschichte, 3. STEPHENSON, M. (2013): The last full measure. How soldiers die in battle¸ Duckworth, London. STIEBEL, G. y MAGNESS, J. (2007): The military equipment from Masada. Masada, VIII, Israel Exploration Society, Jerusalem: 1-94. STRZELECKI, L. (1935): De Naeviano Belli Punici carmine quaestiones selectae, Polska Akad, Krakow. STYLOW. A.U. (1990): “Lápidas romanas de Santo Tomé (Jaén)”, Gerion, 8: 273-285. STYLOW, A. U. y GIMENO, H. (2004): “Emil Hübner”, Pioneros de la Arqueología en España, Zona Arqueológica, 3: 333-340. SUMNER, GV. (1968): “Roman Policy in Spain before the Hannibalic War”, Harvard Studies in Classical Philology 72: 205-246. TARRADELL-FONT, N. (2003-2004): “Les monedes del Castellet de Banyoles de Tivissa (Ribera d’Ebre, Catalunya). Noves troballes de les excavacions 1998-1999 i revisió de les anteriors”, Fonaments, 10/11: 245-317. TERRAY, E. (1969): Le Marxisme devant les sociétés «Primitive?’: deux etudes, Ed. Francois Maspero, Paris. THIEL, J.H. (1954): A History of Roman Sea-Power before the Second Punic War, North-Holland Publishing Company, Amsterdam. THORDEMAN, B. (1939, reimpr. 2001): Armour from the battle of Wisby (1361), Chivalry Bookshelf, Stockholm. THORNE, J. (2007): “Battle, Tactis, and the Emergence of the Limites in the West”, en P. ERDKAMP (Ed.), A Companion to the Roman Army, Oxford: 218-234. THOUVENOT, R. (1973): Essai sur la province romaine de Bétique (lª ed., 1940), De Boccard, París. TIPPS, G.K. (1991): “The Rogum Scipionis and Gnaeus Scipio’s Last Stand”, The Classical World, 85.2: 81-90. TOMASINI, E. P.; HALAC, E.-B.; REINOSO, M.; DI LISCIA, E. J. y MAIER, M. S. (2012): “Micro-Raman spectroscopy of carbon-based black pigments”, Journal of Raman Spectroscopy, 43: 1671-1675. TORELLI, M. (ed.) (2000): The Etruscans. Catálogo de la Exposición de Venecia (2000-2001), Bompiani, Veneci. TORREGARAY PAGOLA, E. (1998): La elaboración de la tradición sobre los Cornelii Scipiones: Pasado histórico y conformación simbólica, Institución Fernando el Católico, Zaragoza. TORRES, C.; GUTIÉRREZ, L. Mª; GARRIDO, Mª. S.; RUEDA, C.; DÍAZ, Mª. J. (2001): “El oppidum ibérico Cerro Torrejón: aplicación del GPS como apoyo al muestreo arqueológico”, IV Congreso Nacional de Arqueometría, Valencia. TORRES, C. y GUTIÉRREZ, L. Mª (2004): “Poblamiento ibérico Tardío en la provincia de Jaén. Dos casos de estudio: el Arroyo Salado de Los Villares y los Castilletes de Sierra Morena”. En P. MORET y T. CHAPA (eds.): Torres, atalayas y casas fortificadas (s. III a. de C.- s. I d. de C). Universidad de Jaén: 133-144. TOVAR, A. (1989): lberische Landeskunde. II.3: Tarraconensis, Baden-Baden. TOYNBEE, A.J. (1965): Hannibal´s Legacy. The Hannibalic War´s Effects on Roman Life II, Oxford University Press, Oxford. TRÄNKLE, H. (1977): Livius und Polybius, Schwabe, Basilea. 684 Bibliografía VANDENABEELE, P.; EDWARDS, H.G.M. y MOENS, L. (2007): “A decade of Raman spectroscopy in Art and Archaeology”, Chemical Reviews, 107: 675-683. VAN LEUSEN, P. M. (1999): “Line-of sight and cost surface analysis using GIS”, en J. A. BARCELÓ, I. BRIZ Y A. VILA (Eds.), New Techniques for Old Times: Computer Applicattions in Archaeology (1998), BAR Int. Series 757, Oxford: 215-223. VAN LEUSEN, P. M. (2000): Pattern to process: Methodological investigations into the formation and interpretation of spatial patterns in archaeological landscapes, tesis doctoral, Universidad de Leiden, Leiden. VARUSSCHLACHT (2009): 2000 Jahre Varusschlacht. Imperium, Konrad Theiss Vlg., Stuttgart. VASSAL, V. (2006): Les pavements d’opus signinum. Technique, décor, fonction architecturale, BAR I.S., 1472, Oxford. VÉLEZ, J. y PÉREZ AVILÉS, J. (2009): «El bastiónalmacén del Cerro de las Cabezas, Valdepeñas”, en R. GARCÍA HUERTA, D. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (Eds.), Sistemas de almacenamiento entre los pueblos prerromanos peninsulares, UCLM, Cuenca: 241-256. VERNET, J.L.; OGEREAU, P.; FIGUEIRAL, I.; MACHADO, C. y UZQUIANO, P. (2001): Guide d’identification des charbons de bois préhistoriques et récents. Sud-Ouest de l’Europe: France, Péninsule Ibérique et Îles Canaries, C.N.R.S. ed., Paris. VIAND, A.; PERNET, L. y DELESTREE, L.P. (2008): “L’armement d’époque césarienne à Ribemontsur-Ancre (Somme)”, en M. POUX (ed.), Sur les traces de César, Actes Table Ronde (=Bribacte 14): 63-92. VICENTE REDON, J.D.; PUNTER, M.P. y EZQUERRA, B. (1997): “La catapulta tardo-republicana y otro equipamiento militar de ‘La Caridad’ (Caminreal, Teruel)”, en M. FEUGÈRE (ed), L’équipement militaire et l’armement de la République, JRMES, 8: 167-199. VIDAL NAQUET, P. (2006): Il cacciatore nero. Forme di pensiero e forme di articolazione sociale nel mondo greco antico, Feltrinelli Editore, Milano. VILASECA, S. y SERRA RAFOLS, J. de C.; BRULL, L. (1949): “Excavaciones del plan nacional en el Castellet de Bañoles de Tivissa (Tarragona)”, Informes y Memorias, 20, Madrid. VILLAR, F. (2000): Indoeuropeos y no indoeuropeos en la Hispania prerromana, Estudios filológicos 277, Universidad de Salamanca. VILLARONGA, L. (1973): Las monedas hispanocartaginesas, Círculo Filatélico y Numismático, Barcelona. VILLARONGA, L. (1983): “Diez años de novedades en la numismática hispano-cartaginesa 19731983”, Suppl. Rivista di Studi Fenici, XI: 57-73. VILLARONGA, L. (1983): “Necesidades financieras de la Segunda Guerra Púnica”. Nummus, 4-6: 119-154. TREZINY, H. (1986): “Les techniques grecques de fortification et leur diffusion à la périphérie du monde grec d’Occident”, en La fortification et sa place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du monde grec, Valbonne : 185-200. TREZINY, H. (1992): “Imitations, emprunts, détournements: sur quelques problèmes d’architecture et d’urbanisme en Gaule méridionale”, en Marseille grecque et la Gaule, Actes du Colloque International d’Histoire et d’Archeologie du 5e Congrès Archéologique de Gaule Méridionale, Marseille : 337-349. TUPET, A.M. (1970): “Didon magicienne”, REL, XLVIII: 229-258. TWYMAN, B.L. (1987): “Polybius and the Annalists on the Outbreak and Early Years of the Second Punic War”, Athenaeum, 65: 67-80. ULBERT, G. (1979): “Das Schwert und die eisernen Wurfgechosspitzen aus dem Grab von Es Soumâa“, en H.HORN, C. RÜGER (eds.), Die Numider, Colonia: 333-338. ULBERT, G. (1984): Cáceres el Viejo. Ein spätrepublikanisches Legionsläger in Spanisch-Extremadura, Madrider Beiträge, 11, Mainz am Rheim. ULBERT, G. (1984): Cáceres el Viejo, ein spätrepublikanisches Legionslager in Spanisch-Extremadura, Deutsches Archäologisches Institut, Mainz. ULUBEY, A.; FAZLIOGLU, I. y ERDOGU, B. (2008): “Pigment Identification in Hellenistic Ceramics from the Tuz Gölü Region of Central Anatolia by Confocal Raman Spectroscopy“, Ceramics Silikáty, 52: 201-204. UNZUETA, M. y OCHARÁN, J.A. (2006/2009): “El campo de batalla de Andagoste (Álava)”, en Mª. P. GARCÍA-BELLIDO (coord.), Los campamentos romanos en Hispania (27 aC.-192 dC.). El abastecimiento de moneda, Anejos de Gladius, 9. Vol. II.: 473-491. URSO, G.P. (1994): “Il concetto di ´alienigena´ nella guerra annibalica”, in M. SORDI (ed.), Emigrazione e immigrazione nel mondo antico, CISA XX, a cura di M. Sordi, Milano: 223-236. VACANO, O.W. von (1975):“Der Tempelgiebel con Telamon“, Mitteilungen des Deutschen Archaologischen Instituts (Römische Abteilung), 82: 217-256. VACANTI, C. (2012): Guerra per la Sicilia e Guerra della Sicilia. Il ruolo delle città siciliane nel primo conflitto romano-punico, Jovene Editore, Napoli. VALERO CAMBRONERO, E. y MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. (2010): “Actividad arqueológica preventiva realizada en ‘C/ Central s/n’ sector 9 de Villaricos (Cuevas del Almanzora, Almería)”, Anuario Arqueológico de Andalucía, 2006: 74-81. VAN DRIEL-MURRAY, C. (1986): “Leatherwork in the Roman Army. Part II“, Exercitus, 2.2: 23-27. VAN DER MERSCH, C. (1994): Vins et amphores de Grande Gréce et de Sicile. IV-III ss. avant J.-C., Centre Jean Bérard, Études I, Naples. 685 Bibliografía VILLARONGA, L. (1993): Tresors monetaris de la Península Ibèrica anteriors a August: repertori i anàlisi, Asociación Numismática Española-Societat Catalana d’Estudis Numismàtics, Barcelona. VILLARONGA, L. (1998): Les dracmes ibèriques i llurs divisors, Societat Catalana d’Estudis Numismàtics, Barcelona. VITA FINZI, S. y HIGGS, E. (1970): “Prehistoric Economy in the Mount Carmel Area of Palestine; Site Catchment Analysis”, Proceedings of the Prehistoric Society, XXXVI: 1-37. VIVES ESCUDERO, A. (1917): Estudio de Arqueología Cartaginesa. La necrópolis de Ibiza, Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Madrid. VOGEL- WEIDEMANN, U. (1989): “Carthago delenda est: aitia and prophasis”, Acta Classica, XXXII: 79-95. VÖLLING, T. (1990): “Funditores im römischen Heer”, Saalburg-Jahrbuch, 45: 24-58. VÖLLING, T. (1997): “Römische Militaria in Griechenland: ein Überblick“, en M. FEUGÈRE (ed.), L‘équipement militaire et l‘armement de la République, JRMES 8: 91-103. VON ALBRECHT, M. (1997): A History of Roman Literature from Livius Andronicus to Boethius with Special Regard to its Influence on World Literature. Vol.I, Brill, Leiden. VON HAASE, W.: “‘Si vis pacem para bellum’. Zur Beurteilung militärischer Starke in der römischen Kaiserzeit”, in Limes, Akten des XI Internationalen Limeskongresses, Budapest. VV.AA. (1989): Punic Wars. Proceedings of the conference held in Antwerp 23-26 November 1988, edd. H. Devijver y E. Lipinski, Studia Phoenicia X y Orientalia Lovaniensia Analecta 33, Lovaina. VV.AA. (1991): Fortificacions, la problemàtica de I’Ibèric Ple (segles IVIII a.C.), Simposi Internacional d´Arqueologia Ibèrica (Manresa, 6-7-8 i 9 de desembre del 1990), Centre d´Estudis del Bages–Societat Catalana d´Arqueologia, Manresa. VV.AA. (1996): The Second Punic War. A Reappraisal, edd. T. Cornell, B. Rankov y Ph. Sabin, Institute of Classical Studies, School of Advanced Study, Universidad de Londres. VVAA. (2004): Xàbia. Arqueología y Museo,Museos Municipales en el MARQ, MARQ, Alicante. VV.AA. (2011): A Companion to the Punic Wars, D. HOYOS (ed.), ser. Blackwell Companions to the Ancient World, Wiley-Blackwell, Oxford (índice en línea: http://onlinelibrary.wiley.com/ doi/10.1002/9781444393712.index/pdf). WALBANK, F.W. (1957): A Historical commentary on Polybius. Vol.I, Clarendon Press, Oxford. WALBANK, F.W. (1962): “Polemic in Polybius”, Journal of Roman Studies, 52: 1-12. WALBANK, F.W. (1967): A Historical commentary on Polybius. Vol. II, Clarendon Press, Oxford. WALBANK, F. W. (1982): A Historical commentary on Polybius, vol. II, Oxford University Press, Oxford. WEISSENBORN, W. y MÜLLER, H.J. (1895): Titi Livi Ab Urbe condita libri, t. 5 (libros XXXIV-XXVI), reed. Dublín-Zürich, 1968. WEISSENBORN, W. y MÜLLER, H.J. (1895): Titi Livi Ab Urbe condita libri, t. 5 (libros XXXIV-XXVI), reed. Dublín-Zürich 1968. WELWEI, K.W. (1989): “Zum metus Punicus in Rom um 150 v. Chr.”, Hermes, CXVII: 314-320. WIEGELS, R. (ed.) (2000): Die Fundmünzen von Kalkriese und die frühkaiserzeitliche Münzprägung, Akten des wissenschaftlichen Symposions in Kalkriese, 15.-16 April 1999, Osnabrücker Forschungen zu Altertum und Antike-Rezeption 3, Möhnesee. WIEGELS, R. (ed.) (2007): Die Varusschlacht. Wendepunkt der Geschichte?, K. Theiss Vlg., Stuttgart. WILBERS-ROST et al. (2007): Kalkriese 3. Interdisziplinäre Untersuchungen auf dem Oberesch in Kalkriese. Archäologische Befunde und naturwissenschaftliche Begleituntersuchungen, Römisch-Germanische Forschungen 65, Mainz. WILBERS-ROST, S. (2007): “Die archäologischen Befunde”, in WILBERS-ROST et al. (eds.), Kalkriese 3. Interdisziplinäre Untersuchungen auf dem Oberesch in Kalkriese. Archäologische Befunde und naturwissenschaftliche Begleituntersuchungen, Römisch-Germanische Forschungen 65, Mainz: 1-107. WILBERS-ROST, S. (2009): “The site of the Varus Battle at Kalkriese. Recent results from archaeological research”, in A. MORILLO, N. HANEL, E. MARTIN (eds.), Limes XX, Roman Frontier Studies, Anejo de Gladius 13, Madrid:1347-1352. WILBERS-ROST, S. y ROST, A. (2009): “Bones and equipment of horses and mules on the ancient battlefield of Kalkriese, Northern Germany”, in A. BLIUJIENE (ed.), The horse and man in European Antiquity (worldview, burial rites, and military and everyday life), Archaeologia Baltica 11, Klaipeda: 220-228. WILSON, A. (1998): “Water supply in ancient Carthague”, en Carthage Papers. The early colony’s economy, water supply, a public bath, and the mobilization of state olive oil, J.R.A., Supplementary Series number, 28: 65-68. WINKLER, G. y KÖNIG, R. (1979): Plinius der Ältere. Leben und Werk eines antiken Naturforschers etc., Artemis & Winkler Verlag, Múnich. WINKLER, G. y KÖNIG, R. (1988): Plinius der Altere. Naturalis Historia (Text und Fragmente der verlorenen Werke), ed. Tusculum (1973 ss.), Munich. WISEMAN, T.P. (2007): “The Prehistory of Roman Historiography”, en J. MARINCOLA (ed.), A Companion to Greek and Roman Historiography. Vol. I, Oxford: 67-75. 686 Bibliografía ZIEMANN, M. A. (2006): “In situ micro-Raman spectrocopy on minerals on-site in the Grotto Hall of the New Palace, Park Sanssouci, in Potsdam”, Journal of Raman Spectroscopy, 37: 1019-1025. ZOHARY, D. y HOPF, M. (2004): Domestication of plants in the Old Wold, Clarendon Press. 3rd Edition, Oxford. ZOIDO, F. (2004), “El paisaje patrimonio público y recurso para la mejora de la democracia”, PH Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, nº 50, Sevilla: 66-73. ZOPPI, A.; CASTELLUCCI, E. M.; LOFRUMENTO, C. y SCIAU, PH. (2008): “Al-for-Fe substitution in hematite: the effect of low Al concentrations in the Raman spectrum of Fe2O3”, Journal of Raman Spectroscopy, 39: 40-46. ZOZAYA STABEL-HANSEN, J. (1995): Alarcos. El fiel de la balanza, Comunidad de Castilla-La Mancha, Toledo. WOLTERS, R. (2003): “Hermeneutik des Hinterhalts: die antiken Berichte zur Varuskatastrophe und der Fundplatz von Kalkriese”, Klio, 85: 131–170. YELO TEMPLADO, A. (1977-1978): “Ilorci: ¿Una población de la cuenca del Segura?”, Anales de la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, XXXVI, 1/2: 151-162 (en línea: http://hdl.handle. net/10201/21895). ZANCAN, L. (1936): “Le cause della terza guerra púnica”, en Atti dell´ Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti, XV: 529-601. ZECCHINI, G. (1995): “Polybios zwischen metus hostilis und nova sapientia”, Tyche, 10: 219-232. ZECCHINI, G. (1997): Il pensiero politico romano. Dall’età arcaica alla tarda antichità, Carocci, Roma. ZECCHINI, G. (2002): “Scipione in Spagna: Un approccio critico alla tradizione polibiano-liviana”, en G. URSO (Ed.), Hispania terris omnibus felicior. Premesse ed esiti di un processo di integrazione, Pisa: 87-103. FUENTES CLÁSICAS1 APIANO Historia Romana. Traducción y notas de A. Sancho Royo. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1980. FRONTINO Stratagems. Traducción y notas de C.E. Bennett. Loeb Classical Library, Cambridge Mass. –London, 1980. LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción y notas de J. A. Villar. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 2001. LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción de J. Solís y F. Gascó. Alianza Editorial. Madrid, 1992. POLIBIO Historias. Traducción y notas de M. Balasch. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1981. 1 Recogemos aquí las indicadas por los autores en sus respectivos capítulos. 687